Piso 7 | Pareja Evans-Pyro

Sonrío bastante cuando Adael mete un poco la pata después de lo que dice Cate. Le doy una palmadita en el hombro a la chica y le digo:

-Yo puedo enseñarte algunas cosas básicas, nunca están de más.

Al poco veo a Catherine atragantarse con el chocolate y miro a la joven, ¿tan malo estaba? Pero no, no es eso. Se trata de los Renegados nuevamente. ¿Teleoperadora? ¿Eso qué es? Me guardo mis preguntas estúpidas hasta que mi compañero me lo aclara sin saberlo, y pongo cara de cabreo, igual que Adael.

-Sabíamos que iba a haber guerra, pero eso que hacen ya es monstruoso.

Me cruzo de brazos y miro un punto de la mesa, pensativo. Luego dejo mis ojos en Cate, serio aún.

-Hay que animar a los viejetes.

Observo a Adael con una ceja alzada y poco a poco una sonrisa aparece en mis labios al darme cuenta de que está intentando darme ánimos pero no lo logra, me río. Sí, me río. Escaso, pero lo hago y después observo a Ling con interés.

-¿Es en serio? ¿Me enseñarías algo?-

"Por lo menos lo básico, que sólo sé correr y tirar defensas"

Ruedo la vista haciendome un "tsk" obstinado a mi misma por la inutilidad mientras recibo el mensaje de Lykaios. Observo a Chloe haciendole un gesto con la cabeza para que vaya preparándose.

-Lykaios tiene varios heridos, dice que pronto irán a la base y que es buena idea que vaya preparando algo. ... Supongo que Anteia no podrá bajar, pero puedes llevar lo que necesites de acá. Anteia sabe donde están-

Tras aquello escucho a Johan asintiendo brevemente a aquello y vuelvo a contactarme con Lyran para ver cómo van. Entonces Ling y Adael rechazan aquella idea de los campos y bajo la mirada apretando las manos alrededor de la taza, intentando buscar algo de confort en el calor que se desprende de ella pero no lo encuentro.

-Es... Muy cruel. Yo... No sé qué hacer. Quiero mantenerme imparcial pero...¿Cómo se puede hacer eso? ¿Cómo evi...-

Detengo mis palabras cuando Ling suelta aquello de que hay que animar a los viejos y luego Adael aclara lo de la fiesta. Yo no soy de ese tipo de personas, pero ellos generalmente en esos eventos no exigen mucho de mí. Con que esté están satisfechos así que asiento.

-Suena bien. Estaría genial darle la bienvenida a los aprendices y los nuevos huéspedes de Ouroboros. ¿Lo van a organizar us...-

La palabra escapa de mis labios sin finalizar porque vuelven a tocar la puerta y me llaman. Pero no se trata sólo de que no esperaba más visitas, de que estaba tratando de manejar todas las voces en mi cabeza y que tenía un raro nivel de estrés sino que reconozco esa voz. Observo todo a mi alrededor con cierta paranoia tratando de ver si estoy soñando o es una ilusión, si hay una fractura a través de la cual pueda sacar o desdibujar el sueño pero no es así. Miro a Adael a los ojos y luego a Ling, con extrañeza, tratando de desvanecerlos. Pero no. Es la realidad. Sé que actúo raro y que mis amigos deben verme como si me hubiese picado un bicho o algo así. Me levanto lentamente de la silla con el corazón latiendome en los oídos, me acerco a la puerta y pongo la mano en el pomo con algo de temor. Pero despues recuerdo que estoy acompañada, que sólo por si acaso...No podrán hacerme nada.

Abro la puerta lentamente y observo con suspicacia la figura que está delante de mí. No es Dream, no. Alzo la vista hacia él, observándolo de manera fija e intensa. Tiene los mismos ojos, son exactos. Las palabras de Dream recorren mi mente como un látigo: "Ambas y ninguna". La puerta de ébano se abre un poco más y ladeo suavemente la cabeza empezando a mirarlo con algo más de extrañeza. Después del último sueño, algo se había desbloqueado en mis recuerdos. Un aprendiz de mi padre con el que había compartido techo...Y que había olvidado, hasta esa noche.

-¿Max?-

Cuestiono con la duda cruzando mi rostro. Max de un día para otro había desaparecido y tenía apenas vagos recuerdos de él, pues por cuestiones de edad solía estar más con Altair y Layla. No tanto conmigo, yo andaba con los mellizos. Pero en algún lugar del subconciente siempre queda fijo aquellas personas que conoces y sólo falta un pequeño empujoncito para recordar de quien se trata. Y recordar que se había ido antes de la muetre de su padre y no estuvo ahí. Ni para Altair, ni para Layla y, por supuesto, mucho menos para mí.  Estuve a punto de mandarle un mensaje mental para que aclarara muchas cosas, sobre todo, el hecho de que invadiera sus sueños. No es que no le agradeciera pero... Pero Azahar la había puesto en alerta. Sin embargo se absuvo de enviar nada,  tenía una sobreactividad de su poder y si enviaba más mensajes se le iba a quemar la cabeza. Aún estaba en medio de la puerta, sin ánimos de hacerle pasar antes de pedir alguna breve explicación.

-¿Volviendo, de verdad,  a casa después de tanto tiempo? ¿Se te acabo la ración de encanto Le Fay?-

Le soltó con un leve deje de sarcasmo refieriendose a la realidad. Descubriría que, tal vez, fuese mucho más arisca en la vida real que en los sueños-

- Eso, eso, ve a clases de Ling, que te enseñe cosas de Kung fu molonas que hacen los chinos- doy por supuesto que como es chino debe saber pegar golpes de esos tipo ninja, aunque nunca lo he visto pelear así. Pego un trago al chocolate que nos pone la muchacha que estaba allí con Cate, que escucha atentamente lo que le dice sobre los heridos. Ésta se pone en marcha enseguida, despidiéndose de nosotros tras decir que salía de la isla para ir a atenderlos. En cuestión de segundos se marcha, abandonando el lugar para desaparecerse ya en el pasillo. Me encojo de hombros cuando nos quedamos solos los tres, pudiendo hablar por fin de cosas interesantes, como fiestas. No es que sea uno de esos que viven ajenos al mundo en que viven, pero es que también necesitamos un descanso.

- Pues sí, podríamos organizarlo nosotros, pero tú ayudas, Cate. Además de animar a los vejetes como dice Ling, tenemos que animarnos nosotros. - en ese momento suena la puerta, aunque no tengo ni idea de quién podrá ser. Sus hermanos no creo que necesiten llamar para entrar. Miro a Ling de manera suspicaz, haciéndole un gesto para que se levante de la silla y me siga a la puerta, por si acaso alguien venía a molestar, incluso por si era alguno del consejo que venía a quejarse de algo a Cate. Nos van a fastidiar el plan de animar a nuestra compañera. Aunque sea de cotillas, camino por el pasillo hasta quedar a unos 3 o 4 metros de Cate, viendo que abre la puerta a un completo desconocido. No me suena ni del torneo último.

- ¿Y ese quién es? ¿Viene a venderte algo? ¿Lo echamos?

"espera...a no ser que sea un ligue de Cate...o algo...baja tanto a tierra últimamente que a saber"

La miró de frente, tomando su momento en analizar, en dar con un panorama más completo de las razones y motivos pero parecía que la joven no tenía nada para decir, o callaba el resto de sus palabras. Fueron miradas que se unieron por un instante, uno que se expandió allí mismo como un universo entero abierto a todas las posibilidades. Una fuerte conexión entre dos almas que podían ser tan iguales como opuestas. Pero el orgullo aún le nublaba la percepción, no permitiéndole ser libres, porque muchas veces las cadenas no son ajenas, sino propias. Maxwell sintió que era demasiado fácil dejarse llevar, y que en toda su vida lo fácil siempre llevaba a decepción y ruina. Arriesgarse era una mala jugada, de eso sabía muy bien. Habitante de sueños, no dejes que la ilusión solo queme y ciegue hasta ti mismo. Contuvo la respiración, esperando encontrar una señal en su entorno que le diera una pista, un sendero al cual seguir, dando con fácil clave que le otorgó segundos a su sonrisa.

-¿Acaso hay otro? – pregunto cortando el minúsculo silencio con el filo de su lengua. Era un doble sentido que solo tendría significado para su conocida entre aquél peculiar grupo. Un segundo extra que ocupó en analizar las segundas voces, aquellas que sonaban tras la pequeña espalda de la descendiente Le Fay y que llenaban el recinto de apresuradas conjeturas a las cuales terminó haciendo oídos sordos, debidamente. –Palabras duras cuando aún no llegas a la verdad. He arribado al tiempo requerido, tu padre me dejó instrucciones muy claras y precisas que no tengo planes de desestimar en honor a su memoria- se adelantó a cualquier posible respuesta, alzando su mano con el dedo índice en punta– No estoy en facultades de revelar tal información y su deseo, no aún- Primero hay algo que debes demostrar recalcó en un mensaje sencillo al objetivo que tenía justo en frente. La tela de peligrosa araña se expandía y cerraba ¿Qué paso llevaba por la salvación y cual daba en pegajosa mentira? A saber, cuando el hombre comenzaba a hablar los límites de la verdad y el engaño se desdibujaban al punto de convertirse en uno. Fingió así olfatear desde la puerta- ¿Es eso chocolate? ¡Tengo años sin un buen y cálido sorbo! – continuó desenvolviéndose con soltura y una maestría en cordialidad, dando el primer paso que lo dejaba  en el interior de la habitación.

- Lo siento pero cuanto tengo para ofrecer son solo mis más sinceros saludos. Mi querida, sé que Stavron te enseñó buenos modales ¿Por qué no me presentas a tus amigos? – Sancionó dejando caer la mano que tenía elevada sobre el hombro de la joven-

No estás sola. Nadie te cuida mejor que la familia

Estamos nosotros ahi hablando lo nuestro (yo aun pensando en la chica morena que acaba de irse) cuando llaman a la puerta. Miro a Cate y se ve que no espera más visita, pienso que a lo mejor es Mei o alguien más que viene a reunirse con nosotros y el chocolate asi que voy con Adael a cotillear a la puerta. Un hombre bastante atractivo (con un buen polvazo, ¡ejem!) aparece al otro lado y le sonríe a Cate.

-¿Crees que será su novio?

Le susurro a Adael con una sonrisa cómplice. Siento un poco de celos, no es que me guste Cate pero adoro ser el centro de atención y ese tío me roba protagonismo. Habla con ella asi muy misterioso y luego entra como si nada, preguntando por nosotros. Cojo a mi compañero de la manga y lo arrastro conmigo hasta el nuevo, extendiendole mi mano.

-¡Hey! ¿Que pasa? Soy Ling, encantado.

La respuesta de Max lo hizo mirarlo con aún más suspicacia. Finalmente había dado con su identidad y los recuerdos de esos ¿cuatro? años viviendo bajo el mismo techo empezaban a llover en su mente. Sin embargo, el resto de sus palabras hicieron que Catherine se irguiera en toda su altura poniendose recta y tensa. ¿Acaso Stavron había confiado algo a Max de lo que Catherine no sabía? Probablemente, algo en el fondo siempre le había dicho que la vida había arrancado demasiado rápido a sus familiares de su vida sin que le pasasen toda la información que debía saber. Empezó a sentir zozobra. ¿Tanta confianza habían depositado en Max? ¿Sólo por eso debía confiar en él? ¿Qué lo hacía tan especial? ¿Habría cambiado en todos estos años?

Su siguiente mensaje la hizo palidecer. ¿Probar algo? Seguía viva, eso debía ser suficiente. Como respuesta arqueó una delicada ceja. ¿Iba a decirle qué era, al menos? ¿O sería otro laberinto? ¿La guiaría? Su mente bullía de preguntas pero el mensaje de Lyran las opacó.  Parpadeó con rapidez escuchando al peliazul e informándole a Lykaios y a Johan aquellos. El otro Knox y la Brigada empezaba a replegarse y Chloe ya estaba en la base. Le aviso eso también a Lykaios.  Salgo de aquel ligero trance cuando Max habla sobre el chocolate, cuando volvió la mirada hacia él ya estaba dentro.

Sabía que su silencio perpetuo llamaría la atención de Adael y Ling, pero Max era encantadoramente social y ellos también. No obstante, cuando dejó la mano en su hombro se viró incómoda apartándose de él con la excusa de servir chocolate; no sin antes cerrar la puerta. Ya lo había dejado pasar, no podía echarlo.

-Adael, Ling...Él es Max. Era aprendiz de mi padre...Hace mucho tiempo-

Murmuró mirando a Adael y después empezó a servir el chocolate tanto para Max como para los demás, acercando también más galletas porque Adael era muy glotón y Desmond cocinaba muy bien. Me aparto el cabello de la cara con un gesto nervioso y me siento en una de las sillas pensativa sobre las palabras de él. ¿Familia? ¿Se refería a él mismo o a los mellizos?... Yo ya tenía familia, y no sólo hablaba de Desmond y Rhaegar. Observe a Ling y Adael, pensé en Mei e incluso en Sean. La familia no era siempre unida por lazos de sangre, a veces, la familia la elegías tu mismo a través de la vida. La imagen de Ian, Chloe y Azahar también vino a su mente. No, no estaba sola.

-Mmm... Max, ellos son Adael  y Ling. Miembros del Consejo... Tengo una duda...¿Te vas a quedar en la isla, Max, o vienes de paso?-

Sigo observando la escena de la puerta a cierta distancia, en el pasillo. Entorno los ojos, fijándome en la cara del joven con el que habla Cate. Definitivamente no me suena de anda. Bajo la voz para responder a Ling cuando cotillea conmigo sobre si el tío ese es novio de Cate, a lo que me encojo de hombros, algo dudoso. - No tengo ni la menor idea, la verdad. Parece que ya se conocen de antes.- murmuro a modo chisme, bajando la voz un poco más. - Puede que sea un ligue, tal vez deberíamos irnos para dejarles intimidad, ya me entiendes. - le doy un codazo en las costillas a mi compañero, alzando las cejas. Tampoco podemos quedarnos aquí vigilando a cada persona que venga a saludar a nuestra amiga. Luego tendremos una conversación con ella para que nos ponga al día, para eso y para preparar la fiesta que tenemos en mente.

Entonces el recién llegado se adelanta y entra en la casa con bastante desenvoltura, nada cortado a pesar de que estemos nosotros dos allí. Lo saludo con una sonrisa amable, al igual que Ling, que me ha arrastrado a saludar por si acaso no iba. Ahora que sé que no es una visita indeseada dejo de estar a la 'defensiva' si es que lo de antes puede calificarse como tal. Extiendo la mano para estrechársela y saludarlo. - Encantado Max, soy Adael. Además de miembro del consejo, como ha dicho ella, soy amigo de Cate.- recalco lo de amigo para demostrar que estamos unidos como consejo, que no piense que es una solitaria o algo así. Escucho con atención eso de aprendiz de su padre, suponiendo que es algo así como un viejo amigo de la familia. Ahora la idea del romance me cuadra un poco más, podría ser que hace unos años hubiese surgido la chispa entre ellos, a pesar de que Cate debía ser apenas una adolescente. - Catherine...creo que nosotros nos vamos. Pasadlo bien. Tendréis mucho de que hablar si lleváis tiempo sin veros. Además, ya hablaremos en privado cuando nos veamos. - le guiño un ojo a la morena de manera poco disimulada, cogiendo un puñado de galletas de la bandeja de la cocina antes de salir de ésta. - ¡Liiing, te espero en la puerta mientras te despides! - dicho esto salgo del piso, esperando en la entrada, ya fuera, hasta que mi compañero venga para marcharnos.

Sus ojos se posaron delicadamente sobre el rostro de la persona que tenía en frente, en como aquella morena intentaba con todas sus fuerzas demostrar un punto que quizás desde un inicio no era su trabajo en reparar. Lentamente, como la brisa que se levanta un día de otoño, el ilusionista amplió su sonrisa, no con la calidez acogedora que uno esperaba encontrar en tal gesto sino con una terrible peligrosidad demencial. Dejó caer su mano desde el hombro de la joven que tenía casi pegado a su frontal, repasando el contorno de su figura, sintiendo la textura de la tela que la vestía hasta despegarse de a ella sin violencia, como un padre despide a su niña en un encargo.- Es un placer conocer integrantes del círculo de confianza de la dulce Catherine. Aunque si debo ser sincero, creí que tendrías al dúo tornado cerca  como primera línea de vanguardia– habiendo referido a sus hermanos rio por lo bajo, pasando luego sus dedos por entre los finos hilos de un negro perfecto que constituía su cabellera. Continuó escuchando, conteniendo su ansia natural de erradicar las molestias que interrumpían con trivialidades. Si bien podía imaginarse con toda perfección la belleza y arte que sería el cuerpo sin vida en un ataque de demencia suicida, se contuvo simplemente por la diversión que le causaban, y el paso cuidado que debía tener en el seno de semejante organización; aunque había ciertos aspectos de su discurso que no olvidaría. Estaba acostumbrado a hacer lista del error ajeno, y el dúo masculino había cometido unos muy grandes a su nombre. O quizás no tanto, pero… ¿Quién puede culpar a un maestro de ilusiones por exagerar la realidad?

-Qué curioso par de consejeros - comentó con sutileza, a tono grácil que transformaban su ironía en cordialidad. Adele le debería haber adelantado que el sitio estaría plagado de niños que ostentaban títulos demasiado grandes para sus portes. Ciertamente ya había pasado la época de necesitar ayuda para no mojar la cama. En su mente no podía concebir que clase de sabiduría podrían impartir tan simple dúo. Sacudió la cabeza, notando que se iba por ramas que mucho ya figurativamente retorcía contra los cuellos de sus recién conocidos. En fin, era hora de centrarse – ¡Me alegra tanto saber que estas bien acompañada! – finalizó cordialmente, aceptando su taza a la cual no tardó en darle un primer sorbo. No había mentido al remarcar el tiempo que tenía sin probar algo por el estilo. Con los años el azúcar se cambia por el alcohol con la misma naturalidad que la compañía por el sexo. Detalles. – Y respecto a tu pregunta Catherine es algo que no depende todo de mí – rápida, su mirada repasó a los jóvenes que ya se preparaban para marcharse. Como buen estratega les incluyó, haciéndoles testigo de lo siguiente que diría - ¿Qué te parecería volver a tu hogar? Creo que la situación actual requiere que ciertas fortalezas, símbolos y virtudes se reestablezcan si se desea la paz  ¿No les parece? –preguntó a los hombres hacia el final y luego con una sonrisa- Por supuesto estas en voluntad de invitar a quien quieras, y claro no espero respuesta inmediata, hay mucho más de lo que hablar y considerar antes de tomar una decisión pero no hay mal hecho en que sepas ciertas cosas de antemano. –concluyó, dejando a la mitad su taza para cruzar la pierna derecha sobre su contraria.

Boom.

El hombre se acerca y nos devuelve el saludo, haciendo una pequeña broma sobre los hermanos de Cate. Sonrío escuchando, un antiguo amigo, vale, pero nadie le ha invitado a que venga a mostrar su precioso rostro donde ya está el mio. Puff. Me termino el delicioso chocolate y miro a Adael cogiendo galletas a puñaos.

-Te vas a poner gordo.

Aunque no quiero dejar a Catherine sola con este tio sé que puede manejarlo, será una buena rompecorazones (?). Apuro el vaso por si queda algo pero que va, suspiro y los miro con una sonrisa.

-Seguro.-digo poco convencido a lo que habla de simbolos y paz.

"Menudo zumbado te buscaste Cate, al menos es poeta". Tal vez yo deba aprender poesía, o a cantar, o a hacer algo que no sea pelear y que pueda impresionar a las chicas. Sigo a Adael para irnos, no sin antes despedirme.

-Lo que necesites avisa, Cate.

Antes de que me pueda percatar, Adael y Ling se están despidiendo dejandome sola con Max y todas esas palabras que se habían acumulado en mi cabeza. Tenía apenas dos minutos en el piso y ya había tocado todas y cada una de mis fibras sensibles. No recordaba mucho de él. Ni siquiera aquella intensidad que le ponía a todo. Miró a Adael a los ojos con un gesto indescifrable y después a Ling, asintiendo a aquello de que avisaría si necesitaba algo. Sus dedos abrazaron la taza con más fuerza cuando recordó que dijo lo de sus hermanos.

-Hemos crecido y nos hemos vuelto algo independientes-

“Antes solíamos estar todo el rato juntos...Ahora… Bueno, también pero no en este preciso momento y tampoco es que sea de tu incumbencia”

Levanto barreras para evitar que siga enviandome mensajes porque no quiero que haga una conexión mental y se una al puente de los Renegados. No es SU asunto. No le había pasado desapercibido -en lo absoluto- el tono con el que había dicho consejeros. Vamos, era muy amiga del sarcasmo y la ironía. Y sí, estaba muy bien acompañada. Siempre. Siempre. Siempre. Sus ojos brillantes de clavaron en Max mientras intentaba descifrar su rostro, que era inescrutable realmente, mientras evaluaba aquellas palabras sobre su hogar. ¿Se permitiría a sí misma volver al castillo? ¿Se lo permitirían ellos? ¿Querrían Desmond y Rhaegar descender de Ouroboros? La añoranza se hizo un hueco en su corazón y la nostalgia de los recuerdos le quitó la voz. Claro que quería volver, le encantaría estar en esas paredes que guardaban tantos recuerdos y secretos. Y él lo sabía. Por eso Dream le había mostrado el castillo. Estaba planeado. Era inteligente. Muy inteligente,  Max.  Buena jugada.

Volvió a bajar la mirada a su taza de chocolate, sin importarle en lo absoluto el extenso silencio que se había formado. Alzo el envase y bebió del chocolate un sorbo largo. La bebida le sabía a hogar, a familia, a amor. Cerró los ojos disfrutándola y volvió a abrirlos para ver a Max con un gesto levemente más sereno.

-¿Cuáles son esas cosas que debo conocer?-

¿No quieres que empiece con lo que  yo quiero? Respondió en su propia mente, aislado del mundo en el único lugar donde no podía ser alcanzado por nadie. Catherine se mantenía ignorante el destino que estaba aceptando distaba de estar en su deseo. Lo cumpliría porque era su deber, ceder ante él porque no tenía escapatoria. No lo admitiría, la vida de esa manera era extenuante, una tortura infinita y si ponía tanto empeño en traer el apocalipsis era simplemente para sacarse aquél peso de los hombros antes de que este lo aplastase por completo. Su elección en la cuestión había sido mínima, lo único que había hecho era aceptar lo que sería su vida y lo enfurecía escuchar aquellas palabras que le dieran la negativa. No se molestó en decirlo. La joven podría creer que su desdicha era enorme, pero la propia era la misma, multiplicada por un largo que tendía exponencialmente con los años, endureciendo su alma. El problema palidecía cuando Maxwell ponía en perspectiva de toda su vida. Dejar la familia atrás, convertirse en el enemigo, provocar al odio, de una casi década negado a cualquier afecto. ¿Cómo se le podía culpar de no querer? No conocía distinto, sumido ante la presión absoluta del destino- Primero de todo, quería pedir disculpas -dijo  bajando el tono, con el siguiente acto permaneciendo y extendiendo el silencio un poco más.

Levantó su cabeza, tirándola hacia atrás y apoyando su espalda en el respaldar del sillón. Su mano se alzó pasando sus dedos por su cabellera, precipitando los morenos cabellos hacía atrás descubriendo perfectamente su mirada por segunda vez. Una lenta lágrima caía por sus ojos – No fui lo suficientemente fuerte, ni rápido, para salvarlo- Por supuesto aquél hermoso cocodrilo hablaba de Stavron, usando la ignorancia del resto en torno al hecho para su favor- Lo siento, en todo este tiempo no he tenido el momento para darle debido luto y me carcome. Le extraño ¿Sabes? He querido tantas veces visitar su… - Se interrumpió como quien no quiere caer en un pozo oscuro y se detiene en seco. Su voz, aquél tono sometido haciendo eco en las paredes de su mente, resonando hasta lo más profundo. Entrecerró los ojos, volviendo su cabeza hacia atrás, descansando con la vista puesta en el oscuro techo. –No importa. Estoy aquí por ti y para ti, para ver su voluntad de paz convertirse en realidad-

Si solo la lluvia pudiera lavar todo, arrastrar consigo tanto pecado y suciedad sería un mundo perfecto ¿Podría ser perdonado de esa manera? Fresca y renovadora, así se sentirían verdaderas lágrimas, y por ello no se molestaba ni un ápice en resguardo. –Pero hay oídos muy curiosos- dijo casi inconexamente y en un parpadeo la sala era envuelta por una melodía clásica, Chopin llenando el aire de nostalgia con sus notas. La miró. Por su parte podría haber entrado, golpeado cual ariete a esas puertas y barreras mentales pero se ahorró el dolor punzante, la sensación de estar siendo observado constantemente lo ponía nervioso, algo que no ayudaría para nada allí dentro. – Nos conocemos hace mucho, deberías saber mejor – habló directo al vínculo, aquél creado en el subconsciente de los sueños en su correspondiente repetición – Hay más sombras de las que das cuenta Catherine y que te prefieren segura y callada bajo su mano. Si supieras la verdad… Pero tú y yo conocemos los laberintos, podemos perderlos y alcanzar la meta que tu padre nos dejó como legado. Subestiman el poder que corre por tu nombre y sangre, yo no – aseguró poniéndose de pie, extendiendo una mano en oferta – Para que haya cambio, muestra el ejemplo, allí en lo alto donde todos pueden verlo. Hay un asiento vacío y un castillo sin regente. Ellos no mataron su espíritu, porque aún vive dentro nuestro –dijo cerrando su derecha en el pecho, brindándole una sonrisa de calma en espera de una respuesta. Si es que Catherine podía dar con una.

Al quedarse completamente sola, no tenía ganas de lidiar con Max. Se sentía...Tenía el pecho oprimido. Max le traía recuerdos que no quería, sonrisas y ecos de un pasado que la destruía y mermaba la escasa solidez que tenía ahora. Por un momento, añoró las voces de Johan, Lykaios y el Sr. Knox. Los necesitaba. Quería que la arrancaran de ahí, que la pusiera en otro lugar. Sus primeras palabras en aquel silencio hicieron que Catherine lo mirara con clara confusión. Ladeó la cabeza al ver su movimiento y por poco dar un respingo al darse cuenta de que una lágrima corría por su mejilla. Sus ojos se abrieron con sorpresa mientras él seguía hablando. ¿A quien no había podido salvar? Fue la primera pregunta que anidó en su cabeza pero en el instante en el que empieza a hablar de luto, Catherine se incorporó con rapidez. No estaba dispuesta a sentir aquello. No quería hacerlo. Se empezó a mover alrededor recogiendo las tazas de chocolate que habían dejado sus amigos, así como el plato de galletas y su propia taza. Se le había ido el apetito. No obstante, las palabras seguía carcomiendo su interior. ¿Por qué hablaba de salvar? Su padre había fallecido en un accidente. Un muy poderoso accidente. ¿No? Eso le había dicho su madre...Aunque Altair no le había creído, nunca lo había hecho y se había transformado en un ser que desconocía. Obsesionado con algo que Catherine ignoraba al ser tan pequeña.

Tras aquello se detuvo en la barra escuchando aquello de la paz -Yo ya he iniciado el cambio. He realizado un Cónclave y los Descendientes intervendrán manteniendo una clara imparcialidad- Aquello no se lo creía ella misma, pero no importaba -Daremos refugio a quien se lo merezca acá en Ouroboros y les mostraremos que es posible vivir en paz- Le sonrió amablemente, una sonrisa sincera, pues estaba orgullosa de lo que había hecho; de finalmente tener la voluntad y valentía de tomar las riendas de su vida y hacer valer su puesto en el consejo.

Lo de los oídos hizo que alzara una ceja escéptica pero la música que llenó el lugar le hizo sonreír brevemente, le recordaba a Layla en el piano. Tenía dedos mágicos a diferencia de los torpes de ella. No estaba hecha para la música, estaba hecha para el arte. Tras aquello empezó a hablarle de una manera con la cual se sentía identificada. ¿Callada? ¿Sometida? Todo el mundo le decía eso últimamente. Pero el discurso cambiaba, a diferencia de todos Max hablaba con un deje de confianza y esperanza - no sabía si para ella directamente- pero por lo menos para la magia y el conocimiento ancestral que recorría sus venas. La había seducido, claro que sí. ¿Qué persona débil no quería demostrarle a todos lo equivocados que estaban? A Helena, a Sean, a todos lo que la subestimaron. A Azahar y a Ian que seguramente la consideraban un enclenque en comparación a su experiencia en batalla. A Rhaegar y a Desmond de que sí podía liderar a su familia, como lo había hecho su padre.  A diferencia de lo que ocurrió en el campo de los sueños, Catherine no dudó en darle la mano en un agarre firme para obtener su apoyo aunque sus últimas palabras la extrañaron -¿Perdón?- Parpadeó con sorpresa, como si le hubiese dado una cachetada y apretó la mano de él con fiereza antes de soltarla. Se negaba a creer eso. Se negaba. Había vivido 13 años negándoselo y seguiría haciendolo-¿A qué te refieres con ellos? ¿De qué estás hablando, Max? ¿Qué se supone que me estás ocultando? Basta de palabritas y laberintos, dime lo que has venido a decirme o puedes irte por la misma puerta por la que entraste. Nadie vuelve después de 13 años de ausencia con la potestad de andarse con rodeos. ¿Por qué has vuelto ahora?

Mis pasos me habian terminado por llevar hasta el edificio de Ouroboros donde tienen su residencia muchos del consejo, aunque por vicisitudes de la vida y nuestros quehaceres, muchas veces permanecen vacios....sin embargo se que no será el caso de Catherine, por los ultimos acontecimientos ocurridos. Ha pasado bastante tiempo desde el incidente de Londres y ninguno de nosotros, al menos, de los  mas mayores del Consejo, la hemos visto. Sabemos que sigue implicada de algun modo en los asuntos de los Renegados, pero tal como acordamos, se trata de equilibrar la balanza. Y yo seguia sin localizar a mi demonio fugado, Astaroth. Poco mas, y acabaria dandolo por perdido, para disgusto mio...

El caso es que queria comprobar el estado de la joven. Todo el Consejo estaba muy silencioso ultimamente, como sumido en una especie de letargo de prudencia. Calculando cada uno de los pasos a dar proximamente. La guerra ahi abajo tampoco daba tregua. Para la ocasion habia dejado mis libros y mis pergaminos en mi sótano, se trataba de una simple visita. No es algo que yo hiciese a menudo, a nadie, a decir verdad, y desde que dejé a Jack en las casas de sanacion con poca gente habia hablado, al contrario que otros miembros del consejo...Lucio siempre estaba ocupado, y algunos como Snagov o Adael incluso habian empezado a instruir a sus aprendices. Yo me habia dedicado a rastrear trazas demoniacas en Londres. Un poco hastiado, para variar, subi las escaleras de aquella entrada enorme. Demasiado impoluta para mi gusto.

"será algo breve. Solo un par de comprobaciones"

Cuando llego alli arriba, llamo a la puerta un par de veces nada mas. Por un momento espero que no me abra nadie, para que asi pueda volverme por donde he venido. Total, poco consuelo podria ofrecerle yo a le Fay.

Imaginación, sentidos, sentimientos y recuerdos. En instantes su ser se había sumido en dos de aquellos aspectos ¿No da particular intriga el último, las memorias que su mente evocaban con el laberinto de sus palabras?  Relatos de tiempos ya muy lejanos, de cuando el mundo tenía un color distinto, mucho más brillante. Si bien nunca había dejado de creer, como el resplandor de la plata se apaga con los años, la muerte desgasta los tintes con su frío toque. Sin embargo, el pulso se mantiene siempre latente, hay hechos y eventos que ni la más fuerte tormenta puede borrar. El cuerpo también tiene su papel, causas que no pueden ser negadas. Habiendo mirado aquél rostro que compartía facciones, su piel se había erizado como haría ante el contacto de suave seda. La caricia de una madre, el acuno de una voz grave que guiaba sus sentidos al temporal descanso. Todo junto. El pasado nunca abandona, es el fiel ejemplo que marca quienes hemos sido, las causas de quienes somos. El mundo es un entramado de hilos intrínsecamente conectados, el verdadero peligro no es quien sabe cortarlos, sino quien puede moverlos para crear un tejido a gusto propio. Llorarás desgarrada

-Te he dicho más de lo que debo. La respuesta expuesta frente a tus ojos pero eres tu quien decide no abrirlos y ver. La realidad es cruda pero tu padre nos enseñó a moldearla en sucesivos planos ¿O tienes pensado seguir el destino de Layla? -El momento en que la mente prueba un negro tan absoluto que pierde su brillo, convirtiéndose en un peligroso animal de insaciable hambre, corrompedor. La vida y la muerte no son un juego, el espíritu es demasiado precioso para considerarlo un muñeco, y lo que se derive de ello  pierde toda belleza y sentido en el momento que las reglas se rompen. La destrucción no es arma del justo, sino del valiente; el temerario que se alza sumiendo al otro en la oscuridad. La malicia no es arte, sino el ego de una persona, la obra de uno y que solo uno ha de entender, el acto más egoísta. El ejemplo más explícito del negativo de la existencia. Una contracara de la moneda llamada moral, la expresión sin límites o condicional. Un sueño perfecto.

El hombre había ladeado la cabeza por sobre el hombro, con su mirada puesta en la puerta de entrada en un gesto casi impaciente, el efecto de alguien demasiado obsesionado con el tiempo para su propio bien – Voy a repetirlo, estoy aquí por ti. Piensa lo que dije y lo que he propuesto – zanjó sin darle los gustos poniéndose de pie a momento que la puerta sonaba y su sonrisa encontraba lugar. La magia, tan literal, ocurrió al dar la espalda, cuando su ropa se disolvió en signos y símbolos cuyo significado era un secreto de sangre y legado. La enseñanza de Stavron. Un ojo, aquél circulo con un único punto, una multidireccional de flechas y la silueta de un rostro vacío en sus cuencas. Juntos, debidamente enlazados formaban el mensaje:

Ellos observan, protegen en su seno. Inamovibles, incambiables. Temerosos del caos, son heraldos de la muerte. Su muerte

Aquello quedó grabado, en un tejido dinámico sobre el lienzo de su espalda, recordando, con la ilusión emitiendo un tenue brillo solo para ella, su Le Fay. En un gesto amistoso abrió la puerta, y sus facciones mutaron para dar envidia al frío de los polos. Tentado en enviar a aquél hombre por su camino de regreso mordió su labio inferior y se obligó a continuar con su teatro. – Bienvenido, la señorita Le Fay le atenderá en un momento –comentó y todo se desvaneció, con la música encontrando silencio - ¿Verdad? –preguntó directo a la chica, tomando una posición lateral para crear un puente entre ambos. Gracioso, mientras esperaba, su cabeza trazaba un infinito de escenarios con la muerte de aquél recién llegado como protagonista.

Vamos chica, es un uno más uno ¿Vas a chocar con la misma piedra?

Apoyó el codo en la barra sosteniendo su peso ahí mientras Max le hablaba. Sus palabras eran duras pero no por ello menos ciertas. Catherine lo miró a los ojos, a aquellos ojos extraños y llamativos, tratando de ver más a través de ellos. Para aquel entonces, Cat no tenía previsto abrirse a la verdad. Tenía 12 años mintiéndose descaradamente, tal como le había enseñado su madre y exactamente como decía Max; moldeando la verdad a su antojo para protegerse del caleidoscopio de sentimientos que nacería en ella en el momento en el que aceptara lo que había sucedido. Y es que a través de los años, Catherine se habrá vuelto más cínica respecto al funcionamiento del consejo. Ella sabía la historia, la había estudiado con ahínco; conocía a la perfección la exiliación de varios Descendientes por no cumplir con las normas establecidas; sabía que había luchas de poder  y temperamentos encontrados pero algo en el fondo de su ser; aquella niña que aún no había muerto, la impulsaba a creer que no podían llegar a ser tan viscerales. Pero sí podían, Cat sólo necesitaba sacarse la venda de los ojos.

La pelinegra volvió la mirada hacia la puerta de la misma manera que Max. ¿Quién más podía venir a importunarla? ¿No estaba ya demasiado atareada para recibir a más gente? La cabeza empezaba a dolerle con mucha fuerza, una estaca clavada en su nuca que no la dejaría en paz por días.. Ah, la propuesta. ¿Volver al Castillo Le Fay? Sí, quería. Tenía muchas ansias pero también muchas responsabilidades… ¿Cómo podría llegar a desvincularse y simplemente irse con Max?.

Alzó la vista cuando la realidad se desdobló abriendo paso a la ilusión de Max, que le hizo vibrar el cuerpo. Un escalofrío le recorrió la espalda cuando su voz y sus palabras inundaron su mente. Siempre vigilada. Algo en su mente hizo click cuando Max abrió la puerta, notando el cambio en su expresión lo que ocasionó que la joven frunciera el ceño con curiosidad; acercándose al portal  -Sí- Dijo cuando Max le preguntó y observó a Matvey en éste. Los ojos de Catherine giraron hacia Max cuando su última pregunta golpeó su campo telepático. A la ojiazul se le revolvió el estómago y se le hizo un nudo en la garganta. Volvió su mirada hacia Matvey, brillantes, testigo de que estaba usando su poder. Intentó permanecer serena, tranquila pero no lo logró con mucho éxito. Prefirió no hablar mientras muchas de las piezas sobre la muerte de su padre empezaban a encajar como si de un rompecabezas se tratase pero su rostro era un libro abierto, mostrando la confusión y sorpresivo dolor que la invadía.

Catherine, mientras hacia pasar a Matvey y cerraba la puerta, recordó el encuentro que habían tenido hace muchos años tras la muerte de Stavron. Él había estado tan negado de regalarle unos segundos de paz a su alma… También durante años se había preocupado por ella. No literalmente, Matvey era poco dado a las relaciones sociales pero - por ejemplo- al entrar al consejo no la había juzgado tan duramente como otros; la tomó en cuenta durante el torneo y la apoyó en el Cónclave. ¿Era… Era una disculpa?

Se mordió el labio bajando la mirada mientras cerraba la puerta. Al hacerlo sintió la punzada mental de Desmond y parpadeó. Necesitaba… Necesitaba concentrarse, el rescate. Eso -Un… un seg-gundo- Musito dándole la espalda a ambos y llevándome una mano a la sien para tratar de controlar el puente. Desmond estaba en el hospital y Johan en la enfermería, pero pronto iría a ayudar a campos. Envío ese mensaje a Lyran pero no logró comunicarse con él, su mente estaba demasiado inquieta como para recibir nada. Así que hago un llamado de atención a Johan para que acuda rápido porque presiento que hay algo que está saliendo muy mal, ya que incluso me pasa con Adam; no puedo contactarme.

-Perdón- Tras aquello vuelvo a girarme con el rostro tenso, ya con demasiado esfuerzo mental. Incluso puedo sentir como empieza a sangrarme la nariz -Matvey…- Le digo con un saludo sereno mientras voy a buscar una servilleta para mi nariz -Creo que conoces a Max, fue aprendiz de mi padre. Terminó su entrenamiento poco antes de que mi padre...Muriera- Mencionó como para sacar el tema a la luz y ver su reacción aunque conociendo al descendiente de Rasputín, como lo hacía,  sabía que su rostro no dará pista de nada.

Alzo la mirada desde mis pies hacia la puerta, al escuchar que ésta se abre. Pero mi mirada se encuentra con un rostro inesperado, mas no desconocido. Se nota que los años han pasado tambien por él, pero no me cuesta reconocerlo. La sorpresa se apodera de mi momentaneamente, aunque eso por supuesto no es algo que se traduzca en un cambio de mi expresion facial.

"Maxwell Blake. El discípulo de Stavron"

Como mucho, mis ojos pasean por su rostro unos instantes, antes de volver a quedar firmes al frente. Su expresion no me ha pasado desapercibida.... Un montón de recuerdos acuden a mi cabeza. Él actua como si fuese el secretario o consejero de Catherine, diciendo lo que hará la muchacha, y tras dedicarme una gelida mirada a la cual yo respondo muy neutramente, se aparta a un lado para que pueda ver a la joven. Que por supuesto, no tiene muy buen aspecto.

"...he venido en mal momento, muy mal momento. ¿Que hace Blake aquí? Por qué ahora?"

Catherine asiente y la observo ahi frente a mi. Los ojos le brillan, asi que supongo que debe de estar comunicandose telepáticamente con Maxwell. Y la expresión de ella es de dolor y dudas.... Ella me hace pasar pero ahora mismo estoy en la mas completa oscuridad. No me gusta nada lo que estoy viendo. Algo, y bien puede ser la experiencia, o el instinto, me dice que las cosas no marchan bien  y que mucho puede tener con la aparicion de aquel aprendiz del que Stavron me habia hablado en mas de una ocasion...las cosas que sabía de él, las conocia gracias a Le Fay, pues yo mismo no me relacionaba mucho con nadie.  Prueba de ello es que aun no he abierto la boca.

Ella se gira, pidiendo unos instantes. Y cuando vuelve a mirarnos lo hace con algo de sangre fluyendo de su  nariz. Asi que sin duda estaba llevando su poder a su limite. Pero eso me hace preguntarme en qué lo estará empleando ahora mismo...
-Si, lo recuerdo. -me ahorro decirle a la chica que no tiene buen aspecto y que debería descansar. Aunque son palabras que al menos formulo en mi cabeza, no llegan a salir por mis labios.

Cuando hace mencion a aquello de que Maxwell terminó su entrenamiento poco antes de que Stavron muriese, no puedo evitar notar cierto modo extraño que ella emplea en sus palabras. Esa pausa, esa cadencia. No, no me hace falta usar legeremancia. No desvio la mirada de Catherine cuando lo dice, mis ojos simplemente se apagan un poco pero la expresion no cambia.  - Ha pasado mucho tiempo. Sólo quería comprobar como estabas. Pero vengo en mal momento. Hablaremos luego, si lo deseas.

Luego paso mis ojos a Blake y doy media vuelta, volviendo a la puerta para poner mi mano sobre el pomo, decidido a marcharme. No puedo tomar ningun tipo de accion, ni aqui, ni ahora. Tras despedirme de ellos con un breve gesto de la cabeza, salgo por la puerta y la cierro tras de mi. Una vez afuera, respiré hondo.... algo habia ocurrido ahi dentro. Habia mirado a Catherine y no la habia visto a ella. ¿O quizá eran mis propios ojos que se habian visto nublados de nuevo por el velo de la culpa? En cualquier caso, me alejé de la entrada de la casa, y posteriormente, del edificio. Recordandome a mi mismo no volver a hacer nunca visitas a nadie, que si no solía hacerlas, era por algo.

La vida es una perra, y el destino su particular esclavo. La historia es capaz de repetirse con la facilidad de las palabras. En un breve instante todo puede cambiar. Las fuerzas que mueven al mundo no conocen tiempo, sus consecuencias no menos que semillas a punto de florecer. Con la pureza que la inocencia posee, su perfume, el aroma purificaba los alrededores dando lugar al suave descanso, espacio para ambos marcar su designado sitio, y el velo a levantarse, sedosamente romperse para revelar lo que se oculta tras tan criptica cortina, develando los sueños.

Libertad, un remanso de paz tras caída y caída de aguas turbulentas, de corrientes huracanadas de ahogante smog, el común de los días del hombre. El abrazo del viento, la caricia de la tierra que acuna al desahuciado para otorgar un respiro, la chispa de la vida. Pero la claridad, ya no era quien gobernaba el recinto prohibido a sucios ojos y sombras sin nombre. Así es que los zafiros quedaban confinados a las profundidades, accesible solo al osado, portador de auténtico brillo que pudiera alcanzarles. En la peculiar noche, solo un dúo de estrellas particulares quedaría. Los suyos, debía ser el único. Dos orbes de azul adornando entre cabellos que en otra forma recordarían al manto nocturno, bello y frío; puro y cálido en un discurso que trascendía los límites de los sentidos y la propia piel. –No quería interrumpir- comentó bajo, cuando en un parpadeo la situación se desarrolló en casi silencio sepulcral ¿Debía reiterar? Hay batallas que se ganan con la victoria del otro bando, cuando las circunstancias ameritan a un momentáneo y súbito cambio de leyes. Solo debía observar, dejar florecer su cosecha.

Sencillo, la mano  derecha fue hacia un bolsillo interno, sacando un paño que aunque perfectamente pulcro conocía sus estaciones. Lo levantó, llevándolo tan cerca que podría haberla tocado con una única barrera invisible separando el contacto. Le Fay. El propietario estaba bordado en una esquina entre perfectas florituras. Posiblemente Stavron. – ¿Me permites? – sólo entonces se dedicaría a la tarea de limpiar con un cuidado que bordeaba lo paternal.

Facciones que con los años tendían a acentuarse y marcarse, como si intentasen definir una imagen que aún no tenía forma. El resto eran almas que van y vienen, tan iguales y distintos como cada susurro y palabra que intentan expresar. Hambrientos y sedientos de un agua que sus dedos jamás podrán capturar, ansiedad que nunca puede ser saciada. La mugre de la sociedad. Por un instante pasajero, la simple ilusión de completitud, son capaces de la más exaltada virtud o vil pecado. Inconscientemente,  o quizás no tanto, la estaba cubriendo de Matvey.  No es el cuerpo quien porta la esencia,  y la muerte tampoco limpia las manchas que marcan la existencia. Una persona es lo que hace, esclava de lo que dice, maestra de su silencio. La puerta volvía a cerrarse.

En aquella cúpula pequeña de sí mismo, los problemas quedaban de lado para que el balance hiciera presencia. Luz en el centro, la oscuridad circundante. El aire sopló tenuemente desde la ventana, aligerando su tono – Deberías descansar- recomendó, poniendo en palabras lo que el otro hombre no había hecho. Elevó su mano una vez más, protegiéndola nuevamente de algo que nadie parecía poder ver – Con esta mano podría ofrecerte respiro, el más dulce sueño- luego cayó, haciendo suave péndulo naturalmente a su flanco, la opción estaba en la mesa – De aquí en más son tus elecciones. Te adelanto que nunca es fácil, pero madurar significa tener la sabiduría de con quién y cuándo compartir ese peso- Aprovechando, hizo uso de su sutileza mientras retrocedía hacia a la puerta. Habiéndose colado entre las grietas de sus defensas, hacia aquél punto inconsciente donde se había anclado desde los sueños.

Sabes cómo llamarme. Bueno, siempre lo has hecho. Ahora lo has recordado.

Catherine podía sentir como en aquel silencio la situación se tensaba cada vez más, al punto que su piel se erizó en defensa de las energías negativas ahí acumuladas. La vista de Max, helada y peligrosa, se clavaba en Matvey aunque este parecía no inmutarse. La miraba a ella y Catherine le devolvía una mirada vacía, dolida, confundida. Su identidad se doblaba entre la niña que pertenecía en el Consejo, mintiendose cada día sobre la protección de éste y Ouroboros y la mujer que Max quería que se convirtiera en apenas horas.

En su campo de visión entró Max, interponiéndose entre Matvey y ella, pero Catherine podía haber apreciado un cambio en su mirada antes de que sus ojos azules observaran las letras del pañuelo. Estuvo a punto de agarrarlo, pero Max fue más rápido, tomándola del rostro para poder limpiárselo con parsimonia y gestos curiosos. Catherine se sintió extrañamente invadida e incómoda. Nadie se atrevía a acercarse tanto y de esa manera. Max...Max era intenso en todos los ámbitos. Aquello la confundió aún más, agitó algo en su interior.  Pero las palabras de Matvey le evitaron el análisis necesario.

-De acuerdo. Gracias- Dijo con un tono de voz neutral bajando la vista después de que Matvey se fuera, se sentía mal. En el fondo, el estómago le daba un vuelco. Demasiadas sensaciones y sentimientos encontrados en un día. ¿Quién era ahora? ¿Qué Catherine era la que estaba detenida delante de Max, mirándole a los ojos con tanta intensidad como el?

Los mensajes telepáticos llegaron todos, habían sacado a Ian, Desmond y Azahar estaban en la enfermería. No había bajas. Había sido un éxito.

Movió la mano con brusquedad cuando le ofreció el descanso, apartándolo de ella. No quería dormir, no quería descansar. Le quitó el pañuelo, después de todo, era de su familia. Podía sobrellevar el dolor y el agotamiento mental, aún tenía algo por hacer. Vio que se alejó y sus siguientes palabras la hicieron tensar los labios con prudencia.

-Adios, Max-

Se despidió sin darle la razón ni decir nada más y desapareció dejándolo solo. Ni siquiera respondió  a aquel pensamiento que la dejó dudando sobre la verdadera conexión entre ellos. Bueno “solo”, Rhaegar estaba en el piso de arriba encerrado en su habitación y Catherine le avisó de la situación.

Se encontraba de un segundo al otro observando a la joven, fijándose en cada uno de sus movimientos con una fina meticulosidad y sutileza digna de aquellos que se dedican a observar desde la más profunda oscuridad. Halló a una Catherine absorta en sí misma, retraída a lo que considero sería una profunda parte de su propio ser. Lo sabía porque él mismo se recluía de esa manera cuando tenía que pensar la cosas con mucha seriedad y cautela. Preguntar el porqué de sus razones era un sinsentido ¿Por qué habría de ocultar ese resplandor, o por que esconder su mirada brillante? Nunca obtendrías una respuesta directa, la único que la necesitaba ya se había enterado de ella.

Con parsimonia le había seguido solo la suficiente cantidad de pasos para hacer un giro inesperado, adentrarse entre pasillos que se abrían en un mundo en espera a ser explorado. Tenía mucho que hacer, tanto más que pensar y un plan aún que ejecutar.