Bosque Darwin

Pasé por fuera del bar muy animado, normal a éstas horas de la noche, de un salón de té, de una especie de bazar, de muchas casas hasta encontrarme propiamente en los alrededores de Ouroboros. Allí reconocí el campo de entrenamiento, pasé por unos jardines ¿Cuántos jardines necesita ésta gente?, campos de cultivos y me interné en el bosque mientras ajustaba la cota, estiraba los guantes, revisaba que la pistola y el rifle tuvieran bien puesto el seguro, pasaba por encima de mi cabeza la cadena del collar que tenía de dije al rubí de sodoma para ponermelo y preparaba la poción de control mental en una taza que robe del salón de reuniones para que luciera como una infusión o un té cualquiera.

Cuando olí a mucha gente me escondí detrás de un arbusto, pasé el rifle por entre las hojas y utilicé su mira para ver quién estaba. Fuera había guardias y en el primer piso estaban la mujer, Éamon y los niños. Sonreí al pensar que sería yo la primera en perturbarles su estancia. Si Eamon creía que podía librarse de su pasado así como así, con mucho gusto le demostraría que estaba equivocado. Me quedé allí observando, en silencio, camuflada por la naturaleza y me quedaría allí todo el tiempo que hiciera falta. Grande era la tentación de disparar a sus cabezas, después de todo, ellos me entrenaron para hacer eso, pero no, todavía no, estaba guardando algo muy especial para los O'Connell. Tenía mi presa a la vista y la acecharía hasta encontrar el momento oportuno para atacar y si la luna llena aparecía, tenía la poción matalobos al alcance.

Después de la orden de Zaphira, todos los guardias se habían puesto a hacer distintas rondas. Según el General había, aparte, que vigilar a los Ministros por orden de la Descendiente Le Fay. Aparte, había dado otra orden y el guardia había perdido la pista de la mujer que había amenazado a los ministros y había enviado un mensaje mental para que estuvieran pendiente de ella.

En este caso, nuestros PNJ Zephyr y Candance se encontraban patrullando uno de los bosques gracias al toque de queda. Podrían confesar que se sentían un poco intimidados por el constante rugido de los dragones pero su deber era proteger. En ello estaban cuando notaron un movimiento extraño entre las plantas. Se acercaron lentamente hacia la zona notando a la mujer con las armas en ristre. En silenciosa movida, enviaron un mensaje a la guardia que custodiaba la casa de los Ministros, una vez que confirmaron la recepción, Candance dio un paso al frente.

- Señorita- Llamó, manteniendo los sentidos en alerta y la mano en sus armas -Bajad el arma. Nos encontramos en toque de queda. No puede estar aquí-

Había habido movimiento en la casa, pero nada que me diera mucha ventaja. La noche entera la había pasado pegada al aumento del rifle sin pegar un ojo y el día vino a mí entre el canto de distintas aves. Los rugidos me dieron escalofríos, no es como si haya vivido mucho tiempo en la isla, pero eso no parecía normal. En eso llegó el sonido a mis oídos de pasos acercándose lentamente, moví el rifle lentamente para apuntar al cielo encontrando unos pequeños animales que parecían patos o palomas en formación y cuando la mujer terminó de hablar disparé con la esperanza de conseguir el desayuno pero gruñí frustrada cuando ví que no le había dado a ninguno.

Al girarme mostré un rostro diferente, uno olvidable, el color de mis ojos, incluso mi voz sonaba distinta. Me sorprendí cuando los ví con esas posturas, como si estuvieran listos para una batalla encarnizada. Me levanté lentamente y pasé la correa del rifle para que quede enganchado en mi espalda para luego dejar las manos en alto.

-Ey, calma, solo estoy buscando el desayuno. ¿Qué ocurre?- Pregunte extrañada.



Éxito le da al pato
Fallo no le da al pato

El miembro 'Leila Alabi' ha efectuado la acción siguiente: Lanzada de dados

---

'Probabilidad' :

Los guardias observaron a la mujer mientras se giraba con un lenguaje corporal bastante más distinto que el anterior, Candance entrecerró los ojos y Zephyr arqueó las cejas bajo el casco -Esto no es la jungla. Ningún habitante de Ouroboros se ve en la necesidad de cazar y, mucho menos, en el bosque Darwin- Si sólo la Descendiente se enterara...Probablemente ...Bueno, Darwin era muy particular. No sabían que podría pasar.

-Si tenéis hambre dirigiros al comedor de la academia en las horas previstas. Este no es horario de estar fuera, repito, estamos en toque de queda- Aún cuando el sol empezaba a despuntar, la mayoría de los habitantes de la isla estaban, en efecto, desayunando -Os escoltaremos a vuestras habitaciones- Indicó Candance e hizo un gesto con la mano señalandole el camino hacia la zona residencial. Informó a su superior tras salir del bosque custodiando a la mujer.

El tiempo pasó.
El juicio se llevó a cabo mientras la bruja se mantuvo en un silencio sepulcral, tomando la palabra en contadas ocaciones para pronunciar respuestas de pocas palabras, entre ellas "Culpable" en respuesta a cómo se declaraba.
Ver la tumba de Matvey fue un duro golpe para la mujer. Pensó también en Desmond. Mentiría si dijera que sentir el espíritu del cordero correteando a su alrededor no le hizo un nudo en la garganta.
Se encerró en su mente, allí ya nadie hablaba, no podía escuchar a los espíritus del más allá. No trajo devuelta a sus acompañantes terapéuticos ni a su par de discípulos. No fue al sauna, ni al hospital, ni pidió audiencia con Lucio.
Los grilletes la tenían avergonzada.
Su frágil salud no mejoró, cada vez se sentía más débil.
Sin sus acompañantes terapéuticos, lo siguiente era inevitable.
Ella lo sabía.
Horas, días, semanas.
El hielo avanzaría por su cuerpo, reptando, destruyendo su cuerpo a su paso.
Ella había destruido el cuerpo de Matvey, ¿Cuál era la diferencia?

"Solo un acto de verdadero amor puede romper el hechizo"

Morir… La paz seguro que no la aguardaba. Habían muchas cosas que hacer todavía… ¿Verdad?
Tanto tiempo escuchando las almas perdidas y ahora solo estaba su propia voz en su cabeza.

Decidió que ya había pasado suficiente tiempo sola, pero no estaba lista para entablar una conversación, así que pidió ir al bosque Darwin. Allí caminó a paso lento entre los árboles y la vegetación seguida de cerca por los guardias. Desde los dedos de sus enguantadas manos hasta sus antebrazos, incluyendo sus pies, comenzó a sentir un cosquilleo preocupante.

De pronto dejo de sentir un pié y le fue imposible moverlo, estuvo cerca de caer, pero un guardia la atajó a tiempo, antes de manchar su vestido. Dió a entender que no podía seguir caminando, entonces los guardias se dispusieron a desaparecerla para llevarla de vuelta a su residencia.

-En realidad…- Comenzó diciendo para detenerlos. -Quiero pedir una audiencia con Lucio Galeno.- Dijo entre dientes. No le gustaba para nada la idea, pero no podía hacer nada en aquel estado. Los guardias intercambiaron miradas dudosas, mostrándose reticentes a acercar a la bruja a otro miembro del Concejo.

-O pidan un médico para que me atienda en mí residencia.- Aquello le gustaba aún menos, que un cualquiera ponga sus manos sobre ella le resultaba de lo más desagradable. Ver a los guardias entrecerrar los ojos sin estar del todo convencidos con la idea la comenzó a exasperar.

-¿Siquiera puedo ir al hospital? Me estoy convirtiendo en un trozo de hielo.- Ellos informaron de la situación por medio de la conexión entre los cascos al tiempo que no la perdían de vista y se desaparecieron junto a ella rumbo al hospital.

Después de que V me arrancara con sus frías manos de la clase de Adael y fuera reclutando a unos cuantos Guardas, mandando a hacer a otros, y poner un poco de orden en filas, nos dirigimos al Bosque de Darwin a hacer... ni idea, porque no lo había dicho, y esperaba que no fuera recoger florecillas para poder surtir al hospital para pociones o los jardines de Sofía. Mira no. Creo que podía con todo pero ya lo de jardinero.... como que no.

Iba varios pasos por detrás de él, dejando que él guiara. Por fuera impertérrito, pero mi cabeza estaba a mil por hora, pensando que lo mejor que podría haber hecho esa mañana era quedarme en el camastro, que para lo que me ha cundido el día mejor estaba sobando. -Y bien señor, ¿qué hemos venido a hacer al bosque?-

Después de llegar al bosque escuchó la pregunta de Lytta y se giró, deteniéndose en un claro bastante pequeño pero que tenía cosas que consideraba podían ser útiles. Miró tanto a Benjamín como a los otros dos reclutas -Vamos  a entrenar, pero esta vez intentando utilizar el ambiente a nuestro favor. Hay hechizos y movimientos básicos de mago que pueden ayudaros bien sea a proteger o a atacar- Se movió, desenvainando la espada que él mismo había forjado para él.

-Pero también influye que tendrás a tus compañeros informándote mentalmente lo que van haciendo. Activar vuestros cascos y reducirlo a la mínima frecuencia para que se trate sólo de nosotros- Ordenó e hizo lo pertinente. Oirían solo los pensamientos de los cuatro que había allí, sin ningún problema -Podréis entrenar con magia pero la General ha ordenado que empecéis a hacerlo también con la espada para que os acostumbréis a su peso. Es cierto que el inicio de cada guardia la espada es la misma pero luego podréis elegir entre diferentes armas, las que os sea más cómodas- Indicó con tranquilidad -¿Incluso una maza? - Preguntó Oslov y V sonrió de lado asintiendo -Mazas, lanzas, arak, lo que os sea más cómodo. La General pelea mejor con su escudo que con el escudo y la espada y creeme, puede cortar cabezas- Les informó con una sonrisa amena antes de hacer un gesto para que empezaran.

-Oslov y González juntos. Lytta tu conmigo. Eres elementalista, no?- Preguntó con curiosidad y se cuadró, manteniendo la espada en alto antes de atacarlo con una finta básica buscando desarmarlo. Pero sabía que no sería muy productivo. A nivel mental les explicó a todos "En otro momento os enseñaría a pelear con honor, respetando al enemigo, pero resulta que SAM ha herido a mi hermana y me lo tomo personal. Así que olvidaos de ser ejemplares y aniquilar a vuestro compañero....¡Sin matar de verdad! ¡Que ya os he visto las maneras!"

Me alegró sobremanera que la razón por la que estuviésemos allí no fuera la jugar a las mariposas corriendo de flor en flor. Al menos haríamos algo interesante. Miré por el rabillo del ojo y noté cierta satisfacción en la mínima expresión de los dos compañeros que habíamos venido al bosque. No sé bien cuáles eran las intenciones de V, pero obedeció. Hasta ahora nunca había tenido que luchar con una voz taladrándome el cerebro, más que la mía propia y la liberación de las hormonas en el fulgor de la batalla. Y aún con esas, se sentía bastante oxidado en lo que a ello se refiere.

Desenvaino la espada, una de esas de entrenamiento, que se adapta a las necesidades del portador, y se hace idéntica a la mía propia, en peso, eje y forma. La ruedo entre los dedos comprobando su equilibrio, comprobando que, como réplica, es el mismo. Por las palabras que indica que el comandante (¿?) entiendo que prefiere lucha física en preferencia a la mágica. Bueno, vendrá bien para recordar ciertas cosas que queden en el tintero.
-Afirmo. Mi especialidad es el agua- Tampoco dio mucho tiempo a poder hacer nada más, o entender cuál iba a ser el ejercicio. Simplemente, empezó. Por lo que pude muy a duras penas pude defenderme con la espada, a escasos centímetros de la cara. El capitán (en serio, ¿qué es?) tenía mucha más fuerza que él, por lo que le era difícil levantar la espada de su cara, por lo que tuvo que moverse a un lado para que los filos de las armas se deslizaran la una con la otra, siguiendo una trayectoria descendiente.

Ya colocado en uno de los laterales, aproveché para darle un estoque, pero mucho más bajo que el de V algo asó como a la altura de la cintura, en curva, poco más debajo de las costillas. Me pregunté mentalmente si con estos cascos, el que quiera que esté escuchando podría escuchar el pensamiento que llevase la información de mi siguiente ataque.

-De acuerdo, úsala a tu favor. Yo usaré los míos- Expresó con una sonrisa lacónica y así comenzó la danza del combate. Aparte de pelear con Lytta también vigilaba de cerca el combate de los otros. De la nada, gritó con fuerza "DERECHA", haciendo que los otros dos se confundieran y acabaran trasbillándose "Acostumbraos a que van a recibir órdenes y voces en la cabeza. Es, tal vez, una de las cosas más difíciles de ser guardia", les explicó.

Después de eso miró a los ojos de Benjamin con interés cuando le sostuvo la espada y después le devolvió el golpe en una finta bastante creativa. Bajó el brazo y usó su habilidad de campo de fuerza y repelió el ataque con facilidad. Se fue desplazando hacia atrás mientras no dejaba de tener contacto visual -Buenos movimientos- Le felicitó y miró a Oslov tener algunos problemas a la hora de utilizar su espada -¿Eres ambidiestro?- Le preguntó alzando una ceja y él asintió -Utiliza la mano que usas para escribir. Creo que te será más cómodo- Después de dar la orden volvió hacia Lytta.

-Venga... Hazme un ataque con espada para confundirme pero usa el agua como verdadero ataque. Trabaja el campo- Le dijo mientras miraba hacia donde se encontraban unas rocas. Él haría lo mismo, no quería que se confiara. Cuando lo vio acercarse a él, utilizó su poder de trasladar cosas y movió una roca del tamaño de maceta pequeña tratando de que se tropezara con ella. Si lograba superar el obstáculo, esperaba que fuera para saltar y ganar altura así que preparó su espada para recibir el golpe.

Sonrió con malicia cuando el teniente le indicó que podían usar magia porque no había sido del todo sincero con sus poderes, ya que tenía un pequeño as bajo la manga, que la verdad, nunca había usado y sería esta la primera vez. Con el derecha retumbando en mi cabeza como mi propio pensamiento me hizo girarme en la misma dirección, lo cual me hizo desconcentrarme y toparme con el campo de fuerza de V, terminando en el suelo de una forma pesada y torpe, por culpa de la armadura. Es tan incómoda para luchar, que me siento como una tortuga dentro de un caparazón.

Aprovechó el momento que estuvo con sus compañeros, que por cierto ni me acordaba de ellos, para levantarse. Tampoco hizo mucho tiempo, el verdad el justo para respirar. Daba la sensación de que con todo esto puesto hasta que le costaba. En ese sentido echaba de menos el uniforme de auror, tan cómodo. “¿Espada y agua?” Las posibilidades con el agua eran infinitas, claramente, pero meter la espada no me daba especial ventaja, sino que prefería hacerlo a distancia. -Muy bien, improvisaré algo- Apreté los dedos sobre la empuñadura de la espada para cargar contra el teniente. La roca que intentó interponer en mi camino no puedo cuanto menos que hacerme un favor, pues con ayuda del zafiro de Cartago la transformé en agua, la moldeé alrededor mi espada que chocó contra la de mi instructor, por el mero hecho de continuar con el tajo. El agua corrió por los brazos de Vishous y prácticamente al instante se congeló, impidiendo que pudieran moverse, como si se hubieran fusionado en uno solo con una roca helada.

El movimiento de la espada continuó y terminó por hacer que ambos adversarios se separaran un paso, el necesario para poder seguir atacando. Podía empezar el baile de espadas. Agarré la espada, en esta ocasión con ambas manos para tener más fuerza en el embiste, y me dispuse a seguir con el baile de espadas. Nunca había combinado agua con acero. Podrían salir resultados interesantes. Me apetecía probar.

El movimiento de Lytta lo había dejado sorprendido, una cosa era manejar agua y otra transformar objetos en agua. Observó con una sonrisa cuando el agua bajó por sus brazos congelándose. Era una sensación horrorosa pero ante los ojos del nuevo guardia el brazo de V empezó a resplandecer por la canalización de energía, se cambió la espada de mano para no cargársela como las otras y luego se descongeló el otro brazo -Eso fue un movimiento estupendo-

Dijo antes de volver a engarzarse en una pelea con él, por el momento fueron movimientos lentos de espada para luego V lanzar transportar una piedra hacia el casco de Benjamin en un movimiento poco honorable pero efectivo. O eso le pareció a él, estaba poniéndose en alerta para ver su control de agua venir pero podría hacerlo desde cualquier lado. Eso estaba bien. El planeta tenía mucha agua -¿Estás entrenando con el Descendiente Cohen?- Inquirió antes de que ambos fueran empujados hacia los árboles por un mal movimiento de González y su poder elemental de tierra.

-Mierda…- Se rió parándose lentamente mientras movía el hombro -Eh…¡Es contra Oslov!- Pero claro, cuando V miró hacia alrededor no lo encontró. Aquello le pasó muy raro. Pero entonces apareció de la nada a su lado tendiéndole una mano con una sonrisa -Soy rápido- Se rió y los ayudó a los dos a levantarse. Vishous asintió, dándole una palmada en el hombro -Sigamos- Dijo y continuó atacando a Benjamin después de que ambos estuvieran bien posicionados.

No esperaba que el hielo en los brazos de Vishous durara tan poco. Había calculado, en base a la temperatura fresca de dentro del bosque, las horas que era y el mes en el que estaban, que durase un rato mucho más largo, poder llevar a Vishous hasta la extenuación y finalmente derrotarle. Me crují el cuello. Llega un punto en el que la armadura no se nota tanto, como si formara parte de tu cuerpo, una segunda piel.
Pensemos: además de los movimientos básicos de creación de campos de fuerza, controla el movimiento de objetos y debe tener algún tipo de habilidad térmica. ¿Controlará el fuego? ¿Será también elementarista? -Gracias. Improvisé- Más o menos. Esta vez no ataqué, convoqué el agua que había empapado el suelo a nuestros pies tras haberse derretido para situarla delante y congelarla, creando un escudo de hielo con el que pude parar el ataque, y devolverle el estoque, aprovechando que estábamos más cerca ahora.

-Ahá. Cuando la isla volvió a flotar me inscribí en sus clases, necesito mejorar mis habilidades en ese campo- “Y en el de los otros 3 elementos” Pensé sin acordarme que todos los soldados estábamos contactados con el casco. No tardé en darme cuenta de ello, por lo que alcé la vista a V para comentarle, casi a modo de justificación -Pero supongo que ese don solo está disponible para unos pocos afortunados-

El ataque del compañero, elemental de tierra, manda al grupo a la ídem. V les ayuda a levantarse, dándoles nuevas indicaciones. Tiempo que aprovecho para recoger mis armas de nuevo y volver a colocarme en posición de ataque, tal y como hace él a volver a mi posición. -¿Y usted, Teniente? ¿No tiene predilección por alguno de los conocimientos de los miembros del Consejo? Seguro que tiene algún favorito- Me protejo con el escudo, y haciendo girar la espada en mi mano por el mango, la agarro con fuerza y embisto.

Vishous le guiñó un ojo a Benjamin cuando indicó que improvisó. La creatividad era realmente lo que estaba buscando en ellos porque debían ajustarse a situaciones que no se esperaban.  El escudo de hielo también era buena idea pero entonces Vishous estaba empezando a pensar en usar su mano directamente como arma, aunque acabaría cargándose la espada. A diferencia de su otro compañero, él no era ambidiestro asi que calmó el calor de su mano y peleó correctamente con la derecha.

-Bien. Tenemos que trabajar con ambas ramas a la vez- Indicó para después oír su pensamiento lo que le hizo soltar una risa socarrona que se afianzó cuando escuchó su justificación -La ambición no está mal vista siempre que se lleve en su justa medida- Le soltó. Le interesaba más bien poco el tema de que controlara todos los elementos porque al Consejo le daba muy bien controlar a la gente en general. Pensó un momento en su tatuaje pero fue sólo ese instante que los llevó al piso por el muro de tierra.

Al escuchar su pregunta, Vishous alzó levemente el hombro -Ya tengo contacto con Sayid- El nombre le salió en un siseo, porque ya tendría que tener mucho contacto con él si iba a ser su cuñado -Podría trabajar con Newton por los campos de fuerza pero mi verdadera habilidad no la controla nadie- Expresó sin ningún tipo de rintintin, se defendió de la embestida con el campo de fuerza pero sonrió -Eso podría haber sido mortal. Muy bien- Le recompensó con una palmada antes de alejarse y mirar a los otros dos.

-Venga. Pelea de a cuatro- Expresó haciendo que todos hicieran un círculo -El problema allí abajo es que generalmente los Centinelas son el doble de grandes, el doble de fuertes y no tienen ningún tipo de honorabilidad. Y por otro lado, los androides. Casi siempre pelearemos contra más enemigos de los que esperamos así que vamos a ello- Les dijo con tranquilidad  -Os daré órdenes porque acabareis distrayéndoos- Les explicó y no tardó demasiado en empezar a atacar, primero intentó atacar a Oslov pero éste lo esquivó tan rápido que Vishous soltó otra carcajada antes de elevar un campo y protegerse del ataque de tierra de González "Cabrones, entre ustedes también”, les dio la orden mental mientras paraba un ataque de espada de Oslov.

Al final acababa divirtiéndose siempre con sus compañeros, mientras todo a su alrededor vibraba con la tensión de la batalla y los movimientos de tierra. Mientras las cabezas de cada uno tenían pensamientos encontrados.

Aunque el teniente V le hubiera querido quitar peso el tema, preferí poder explicar a lo que me refería. Que a saber con qué milonga podría ir diciendo por ahí. Ya no se puede uno fiar de nadie. Pero no le reprobó, lo que le hizo sentir mejor. La ambición en su justa medida… nunca había sido especialmente ambicioso, ¿o sí y fue algo que perdió con los años? Témome que fuera más la segunda opción que la primera.

Escuché atentamente lo de la habilidad que no controla nadie y que, los campos de fuerza son una habilidad propia. Eso está bien por posibles batallas que tengamos que realizar fuera del campo de entrenamiento. Interesante cuánto menos -¿Una habilidad que no controla nadie?- Quedé un poco pensativo, ¿qué clase de habilidad no es controlada por nadie del consejo? Me pareció cuánto menos interesante.

Recuperé fuerzas y resuello mientras el teniente indicaba el nuevo estilo de combate. Un todos contra todos. Preferí cambiar de tipo de ataque, llevando agua a mis puños u convirtiéndolos en bolas de hielo, a modo de mazas o de puños americanos. El frío recorrió su brazo, como un calambre. Estaba acostumbrado a él, pero nunca lo había usado tan de cerca. Mientras Oslov atacaba a V, empecé por González, con un puñetazo un tanto pesado al pecho. No es intención de hacer daño (creo) más que para marcar. El hecho de mandar a uno de ellos a tomar viento fresco dio cancha para pillar al teniente por otro lado, con el puño de hielo y buscar la cara para golpear con el hielo.

La pregunta de Lytta había dado en el clavo pero Vishous no quería hablar de ello así que directamente no le respondió, sino que se desvió a dar las indicaciones al resto de los combatientes. Lo cierto es que se defendían bastante bien con sus poderes pero las órdenes los descontrolaban, eso era precisamente lo que quería entrenar. Esquivó varias de las estocadas antes de recibir una directa de parte de Benjamín en en el abdomen. Gruñó de dolor y lo miró con curiosidad antes de hacer un campo que agrandó hasta tirarlo lejos de él. Mal momento para perder de vista a Oslov que le pegó en una pierna y lo hizo hincar la rodilla al piso.

-Bien...- Se rió y esperó a que todos se pusieran de nuevo en pie y se acercaran -De nuevo- Dijo y pronto empezaron a darse golpes y golpes y golpes. Todos acabaron magullados, cansados y hechos un desastre pero al menos Vishous estaba contento con el control mental que estaban logrando con el casco y la mejora en las espadas -Por hoy terminamos- Dijo después de un par de horas y finalmente se fueron todos del bosque directo a las duchas.

Llegué tarde, cuando entré en aquel lugar muchas caras tristes me recibieron pero la de Leila no lo estaba, me enfadé con ella iba directo a descargar mi ira con ella pero entonces la visión de una caja pequeña tras un cristal hizo que se me rompiera el corazón en mil pedazos, me paré en seco observando aquella escena, no se sentía real , no podía serlo pero por desgracia lo era. Negué con la cabeza repetidas veces  y me acerqué al cristal mientras las lágrimas empezaban a caer por mis mejillas, lo golpeé con fuerza un par de veces intentando llegar hasta el otro lado, quería romperlo, ver que esa caja estaba vacía, que solo era una artimaña de Leila pero me detuvieron , me resistí y grité el nombre de la que era mi hija hasta que la garganta me supo a sangre, hasta sentir que se me desgarraba pero de ella solo salía un gemido lastimero.

Luché todo el tiempo que pude hasta que no me quedaron fuerzas, Leila se había ido al igual que muchos otros pero yo me quedé allí, llorando y compadeciéndome de mi mismo, pensando que podría haber hecho más por Lila, recordando su voz llamándome papá, pidiendo las tartas que a mi tanto me gustaban de pequeño, pensando que no merecía una familia y que tal vez traer otro niño al mundo era una mala idea. Cuando por fin se me secaban las lágrimas levantaba la vista y de nuevo volvían a brotar, al cabo de unas horas alguien salió a entregarme un recipiente lleno de cenizas.

Mérida estuvo conmigo en todo momento pero en mi cabeza no había nada que no fuera qué hacer con aquel recipiente que llevaba en las manos, me subí al hipogrifo y dimos una vuelta pero para mi todo iba en modo automático, nos detuvimos en el bosque de Darwin y caminé arrastrando los pies sin un rumbo fijo, al final llegué al borde de la pequeña isla y me senté mirando al infinito con la mirada perdida durante horas. Cuando el sol empezó a salir ya tenía decidido lo que haría, el viento soplaba en dirección a las nubes fuera de tierra firme, abrí la urna y dejé que las cenizas volaran poco a poco más allá de lo que mi vista alcanzaba a ver empañada por las lágrimas que parecían no acabar nunca.

Dolía mucho verlo de esa manera. Mérida no era capaz de poder verle la cara a Leila mientras Kyllian se deshacía en lágrimas por la imagen de Lila. Una que se le quedaría grabada a fuego en la mente. Una vida que apenas comenzaba y que había acabado tan pronto. La pelirroja no había podido alejarse de el, no quería. Sabía lo que había sufrido por Lila, sabía que estaba preparando un futuro mejor para ella, sabía que había tenido razón todo este tiempo y muchos, incluida ella, habían abogado por Leila.

Cuando todos se fueron, Mérida se mantuvo con él y al recibir las cenizas no supo bien que hacer. El no podía hablar y no quería ser ella quien le preguntará que deseaba hacer, solo quería estar allí. Lo acompaño mientras sobrevolaban la isla dormida y cuando llegaron al bosque camino a su lado y se sentó, mantuvo una mano en la espalda de él acariciándosela y tratando de darle algo de confort en una situación que era tan difícil. No podía siquiera imaginarse lo que pasaba por su cabeza y lo que más le dolía es que no podía expresarlo.

Cuando los primeros rayos del amanecer los saludaron él se levantó y Mérida lo hizo con ella. Tenía miedo de que se lanzará por el borde en medio de un ataque de psicosis. Sin embargo, al ver lo que hacía le invadió una ola de tristeza y comenzó a llorar de nuevo, esta vez intento ser silenciosa. Se quedó mirando la estela de las cenizas y no supo muy bien de dónde salieron las palabras, pero lo hicieron -Te llevaremos por siempre en nuestro corazón, pequeña- Se tomó del brazo de Kyll y lo acarició de arriba a abajo. Con la llegada del sol ya no hacía tanto frío, pero estaba calada hasta los huesos -Fuiste el rayito de sol e inocencia de la Brigada y de muchas vidas- Dijo apretando un poco más a Kyllian para que comprendiera que intentaba decir algo en su honor -Y te vamos a extrañar- Agregó, frunciendo un poco el ceño antes de sentir que volvían a darle ganas de llorar. Se tapó la boca con la mano y apoyó la frente en el brazo de Kyllian.

Mérida había sufrido varias perdidas a lo largo de los años. Su padre, su madre, compañeros de la Brigada; pero una bebé de un año que había conocido y que, sobretodo, Kyllian había intentado proteger de una amenaza que ella no reconocía; estaba destrozándole el corazón. ¿Y si no estaba preparada para traer un bebé al mundo? ¿y si el mundo no estaba preparado para más bebés? La sola idea de sufrir algo asi estaba haciendola temblar. ¿Y si no sabía cómo cuidar a su bebé? -Kyll… lo siento tanto- Murmuró rodeándolo con los brazos. Y lo decía por muchas cosas. Por todas esas veces que protegió y abogó por Leila, por no haber actuado cuando habría podido, porque sufriera de esa manera y porque ahora se viera en la tesitura de tener a otro niño cuando había perdido a uno de sus hijos.

Mérida se mantuvo en todo momento a mi lado pero en mi cabeza había todo un mar de dudas y sentimientos que me hacían sentir como en un tunel, solo podía ver en una dirección, solo había una cosa ante mi y era el hecho de que la niña no iba a volver. No podía decir nada, y gracias a la herida de mi cuello tenía la excusa perfecta para no hacerlo, pues por primera vez en mucho tiempo no tenía nada que decir.

Tomamos el hipogrifo de la pelirroja y volamos sobre la isla con aquel frío que tampoco conseguía hacerme reaccionar, me senté al borde de la pequeña isla del bosque de darwin y allí esperé hasta que salió el sol sintiendo como la mano de Mérida se paseaba por mi espalda intentando reconfortarme. Al abrir la urna y ver como las cenizas se iban mis ojos se llenaron de lágrimas una vez más pero a diferencia de ella yo lo hice en silencio mientras le dedicaba unas palabras de despedida a Lila que yo no había podido darle.

Pasé un rato más allí mirando al infinito antes de tomar la mano de Mérida y dejar caer el recipiente vacío al suelo que se rompió en mil pedazos, ya no quedaba nada en él y por fin las lágrimas habían dejado de brotar y solo me quedaba un gran vacío en el pecho y una sensación de angustia además de la ira que poco a poco se iba apoderando de mi, porque había un culpable al cual le deseaba un final mucho peor que el de Lila. Los brazos de Mérida me rodearon y por fin pude escuchar su voz de forma más clara, se estaba disculpando pero no entendía la razón, la culpa no era de ella, me giré y la miré a los ojos mientras le limpiaba las lágrimas, los tenía rojos pero seguramente los míos no estaban mucho mejor ¿y ahora qué?¿ como podía enfrentar el hecho de tener más para perderlo una y otra vez? y lo peor de todo es que era un egoísta por desear tener lo que había perdido porque quería ese bebé, quería que aquella visión de la piedra fuera real, tanto que me asustaba y caí de rodillas frente a Mérida para abrazarla, para sentir su calidez y poner mi oído en su vientre esperando escuchar esos pequeños latidos que me dieran esperanza.

Ahí de rodillas me hice una promesa, que pasara lo que pasara nada volvería a dejarme, protegería a nuestro hijo aunque se me fuera la vida en ello. Me levanté y de nuevo le dediqué una mirada, esta vez con una pequeña sonrisa que me había costado mucho, era hora de volver a casa , una vez más montamos en el hipogrifo y volvimos a nuestra habitación dejando atrás el bosque pero no la tristeza.