Recuerdo del primer mensaje :
Los espacios de la residencia son amplios y abiertos, con paredes de cristal corredizas, tragaluces y ventanales, dando la sensación de estar en contacto directo con la naturaleza. Dentro de la casa, no hay plantas, pero la propiedad está estrechamente rodeada por árboles. La estética interior recuerda a su natal Grecia, pero con aires Ingleses. Los pisos son de madera y las paredes blancas en su mayoría, con hechizos suficientes para hacerla resistente e infranqueable.
Entrando por la puerta principal, queda de frente una escalera ancha de madera clara que lleva al piso superior, y una que baja al inferior.
En el piso superior se encuentra la habitación de Sofía, además de algunas áreas personales, como su estudio y una sala de estar.
En el piso central, los espacios son amplios y abiertos. En este piso se encuentra una terraza pequeña, sala de estar, un solarium y dos habitaciones que no usa porque le resultan muy cerradas.
En el piso inferior, que queda al raz del agua del río, se encuentra la cocina, una amplia cava de vinos acondicionada para mantener ciertas pociones (y dos o tres vinos), y una terraza con espacios de descanso. En este piso, no hay paredes divisorias, con lo que se dispone de un solo espacio abierto.
En este piso, hay también una escalera de piedra que baja directamente al lago y que toca también tierra firme. Un camino por la orilla del lago (y uno más por tierra) le llevan al invernadero donde tiene sus espacios de trabajo, para ella y sus alumnos.
Entrando por la puerta principal, queda de frente una escalera ancha de madera clara que lleva al piso superior, y una que baja al inferior.
En el piso superior se encuentra la habitación de Sofía, además de algunas áreas personales, como su estudio y una sala de estar.
En el piso central, los espacios son amplios y abiertos. En este piso se encuentra una terraza pequeña, sala de estar, un solarium y dos habitaciones que no usa porque le resultan muy cerradas.
En el piso inferior, que queda al raz del agua del río, se encuentra la cocina, una amplia cava de vinos acondicionada para mantener ciertas pociones (y dos o tres vinos), y una terraza con espacios de descanso. En este piso, no hay paredes divisorias, con lo que se dispone de un solo espacio abierto.
En este piso, hay también una escalera de piedra que baja directamente al lago y que toca también tierra firme. Un camino por la orilla del lago (y uno más por tierra) le llevan al invernadero donde tiene sus espacios de trabajo, para ella y sus alumnos.
Al menos había dejado que él pudiera llevársela al sofá sin demasiada resistencia, por el contrario, ahora se aferraba a él mientras su cuerpo se movía al ritmo de sus sollozos. La preocupación empezó a crecer aún más. Nunca había visto a Sofía así, ni siquiera cuando habían tenido aquella esclarecedora conversación. El hecho de que le dijera que no podría disfrutar las noches lluviosas reforzaba la idea de que tenía alguna enfermedad agresiva pero V se mantuvo callado, impertérrito, mirándole mientras le acariciaba la mejilla. ¿Estaba despidiéndose? La apretó contra sí mismo, deseando que aquello no fuera un adiós.
No contó el tiempo ni tampoco le importó lo mucho que estuvieron allí. Su mente divago en todas las posibilidades y enfermedades que alguna vez Arleen le había comentado y evaluaba cuales podrían ser terminales y cuáles no. -No me digas lo que tengo que hacer, pelirroja- Susurró con una sonrisa cuando quiso decirle que no se merecía aquel trato. Para él, ella se merecía mucho más pero le había puesto una barrera con aquello de que debía darle su lugar al otro. Sin embargo, la siguiente frase lo pilló desprevenido -En todo caso, el egoísta siempre he sido yo que he puesto límites cuando no debería haberlo hecho contigo- Le acarició el cabello pero ella se incorporó, él intentó hacerla quedarse pero no pudo. La observó moverse hasta el otro sofá y su figura a contraluz era una sombra literal de lo que el conocía de Sofía.
Cuando comenzó a hablar, Vishous la miró extrañado -¿Pero de qué responsabilidad estás hablando?- Se inclinó hacia ella, sentándose en el borde del sofá y cuando finalmente las palabras salieron de su boca todo encajó. Vishous no gesticuló, la observó durante un momento y entonces se echó hacia atrás en el sofá. ¿Un embarazo? Él estaba pensando que su vida estaba finalizando y lo que en realidad sucedía era que estaba embaraza. Estaba creando una nueva vida. Se llevó una mano a la sien y se la masajeó un poco mientras intentaba entender porque Sofía estaba teniendo esa reacción -No sé realmente quien crees que soy- Fueron las primeras palabras que le dijo antes de un largo silencio mientras los recuerdos de la última vez juntos volvían a su mente. No le costó mucho hacer la conexión de que estaba embarazada de él. Primero que nada, porque nunca él se había protegido porque ella se había vanagloriado de ser la experta en pociones del mundo mágico. Segundo, porque le había dejado en claro que sólo estaba teniendo relaciones sexuales con él pese a tener citas con otras dos personas. Vishous bajo la mano y se acarició la barba hasta finalmente colocar la mano sobre su pierna. Entonces ¿A qué venía eso de la responsabilidad? Intentó entenderla mientras le miraba -Lo lamentas porque… ¿Ibas a abortarlo sin siquiera tener la decencia de decírmelo?... - Preguntó, pero a medida que lo decía negaba con la cabeza -No, no te creo capaz de hacer eso…
-Lo sientes…- Entonces lo primero que vino a su mente fue lo que le había dicho cuando tomó la copa. Su boda -Porque ibas a casarte con otro, porque ibas a tener MI hijo con otra persona sin decírmelo… ¿Cuánto tiempo piensas que iba a durarte la mentira? ¿Crees que soy idiota y no sé hacer sumas y restas?- Preguntó. Estaba cabreado. Estaba profundamente cabreado y golpeó con fuerza el brazo del sofá para que le mirara -¡Pensé que te ibas a morir, Sofía!- Le espetó, con ira, porque ese si era un maldito problema. No un embarazo. Que sí, no era planeado, pero si algo había aprendido en su vida y como Guardia era hacer frente a las consecuencias de sus actos -Maldita sea… Menuda imagen de mierda tienes de mí- Le soltó y se incorporó, sólo para acercarse a su sofá y cogerlo desde abajo, arrastrándolo hasta que quedara tan pegado como fuera posible del propio pero dejando espacio para que él se sentara.
Le cogió el rostro con cierta brusquedad, intentaba controlar su ímpetu, pero le era imposible. Le limpió las lágrimas con los pulgares e hizo que le mirara -¿Por quién me tomas? Quien lo siente soy yo, debí haberte ignorado con lo del té… Debí haberme protegido para evitar que tú estuvieras en esta situación porque es de ti de quien esperan cosas, no de mí- Le informó, aún sosteniendo su rostro. Mientras recorría las facciones de la pelirroja nunca le había parecido tan vulnerable. Odiaba ver a las mujeres llorar pero no podía creer que ella estuviera así por él -Sofía, pensé que te ibas a morir…- Repitió y la voz le falló un poco al final de aquella frase. Cerró los ojos y apoyó su frente en la de ella. A veces se olvidaba que Sofía era más joven que él y que a veces lo que parecía un gran problema podía ser solucionado si simplemente se hablaba -La muerte es lo único que no tiene solución…- Insistió y soltó el aire lentamente antes de separar su cabeza de la propia, le acarició la mejilla.
-En la Guardia, cuando se nos presenta una situación nueva nos toca adaptarnos y crear una nueva estrategia. Ahora vamos a hablar, como dos adultos, de lo que va a suceder en los próximos meses- Pero antes que nada, antes de todo, Vishous tenía que cortar ese pensamiento que estaba rondando en el fondo de su mente desde que había oído sus primeras palabras reales. Soltó su rostro y cogió su mano derecha. Le ardía el pecho. Mucho. Y tampoco se imaginó nada así porque...Ella se merecía mucho más, pero era lo que sentía que debía hacer y decir en ese momento. Apartó el sillón y se apoyó en una rodilla, acarició su mano concentrándose en ella mientras hablaba -Sé que tienes otra propuesta, sé que tengo mucho trabajo por hacer pero...- Estaba claro -Cásate conmigo- Le murmuró, en aquel salón a oscuras, con la lluvia torrencial golpeando los ventanales mientras alzaba la cara. No quería que su miedo al rechazo se reflejara en su rostro y agradeció que las luces estuvieran bajas aunque, conociendo a la pelirroja, estaba seguro de que huiría de aquello pero él sujetó su mano con fuerza. Huir no serviría de nada, tenía que enfrentarlo.
No contó el tiempo ni tampoco le importó lo mucho que estuvieron allí. Su mente divago en todas las posibilidades y enfermedades que alguna vez Arleen le había comentado y evaluaba cuales podrían ser terminales y cuáles no. -No me digas lo que tengo que hacer, pelirroja- Susurró con una sonrisa cuando quiso decirle que no se merecía aquel trato. Para él, ella se merecía mucho más pero le había puesto una barrera con aquello de que debía darle su lugar al otro. Sin embargo, la siguiente frase lo pilló desprevenido -En todo caso, el egoísta siempre he sido yo que he puesto límites cuando no debería haberlo hecho contigo- Le acarició el cabello pero ella se incorporó, él intentó hacerla quedarse pero no pudo. La observó moverse hasta el otro sofá y su figura a contraluz era una sombra literal de lo que el conocía de Sofía.
Cuando comenzó a hablar, Vishous la miró extrañado -¿Pero de qué responsabilidad estás hablando?- Se inclinó hacia ella, sentándose en el borde del sofá y cuando finalmente las palabras salieron de su boca todo encajó. Vishous no gesticuló, la observó durante un momento y entonces se echó hacia atrás en el sofá. ¿Un embarazo? Él estaba pensando que su vida estaba finalizando y lo que en realidad sucedía era que estaba embaraza. Estaba creando una nueva vida. Se llevó una mano a la sien y se la masajeó un poco mientras intentaba entender porque Sofía estaba teniendo esa reacción -No sé realmente quien crees que soy- Fueron las primeras palabras que le dijo antes de un largo silencio mientras los recuerdos de la última vez juntos volvían a su mente. No le costó mucho hacer la conexión de que estaba embarazada de él. Primero que nada, porque nunca él se había protegido porque ella se había vanagloriado de ser la experta en pociones del mundo mágico. Segundo, porque le había dejado en claro que sólo estaba teniendo relaciones sexuales con él pese a tener citas con otras dos personas. Vishous bajo la mano y se acarició la barba hasta finalmente colocar la mano sobre su pierna. Entonces ¿A qué venía eso de la responsabilidad? Intentó entenderla mientras le miraba -Lo lamentas porque… ¿Ibas a abortarlo sin siquiera tener la decencia de decírmelo?... - Preguntó, pero a medida que lo decía negaba con la cabeza -No, no te creo capaz de hacer eso…
-Lo sientes…- Entonces lo primero que vino a su mente fue lo que le había dicho cuando tomó la copa. Su boda -Porque ibas a casarte con otro, porque ibas a tener MI hijo con otra persona sin decírmelo… ¿Cuánto tiempo piensas que iba a durarte la mentira? ¿Crees que soy idiota y no sé hacer sumas y restas?- Preguntó. Estaba cabreado. Estaba profundamente cabreado y golpeó con fuerza el brazo del sofá para que le mirara -¡Pensé que te ibas a morir, Sofía!- Le espetó, con ira, porque ese si era un maldito problema. No un embarazo. Que sí, no era planeado, pero si algo había aprendido en su vida y como Guardia era hacer frente a las consecuencias de sus actos -Maldita sea… Menuda imagen de mierda tienes de mí- Le soltó y se incorporó, sólo para acercarse a su sofá y cogerlo desde abajo, arrastrándolo hasta que quedara tan pegado como fuera posible del propio pero dejando espacio para que él se sentara.
Le cogió el rostro con cierta brusquedad, intentaba controlar su ímpetu, pero le era imposible. Le limpió las lágrimas con los pulgares e hizo que le mirara -¿Por quién me tomas? Quien lo siente soy yo, debí haberte ignorado con lo del té… Debí haberme protegido para evitar que tú estuvieras en esta situación porque es de ti de quien esperan cosas, no de mí- Le informó, aún sosteniendo su rostro. Mientras recorría las facciones de la pelirroja nunca le había parecido tan vulnerable. Odiaba ver a las mujeres llorar pero no podía creer que ella estuviera así por él -Sofía, pensé que te ibas a morir…- Repitió y la voz le falló un poco al final de aquella frase. Cerró los ojos y apoyó su frente en la de ella. A veces se olvidaba que Sofía era más joven que él y que a veces lo que parecía un gran problema podía ser solucionado si simplemente se hablaba -La muerte es lo único que no tiene solución…- Insistió y soltó el aire lentamente antes de separar su cabeza de la propia, le acarició la mejilla.
-En la Guardia, cuando se nos presenta una situación nueva nos toca adaptarnos y crear una nueva estrategia. Ahora vamos a hablar, como dos adultos, de lo que va a suceder en los próximos meses- Pero antes que nada, antes de todo, Vishous tenía que cortar ese pensamiento que estaba rondando en el fondo de su mente desde que había oído sus primeras palabras reales. Soltó su rostro y cogió su mano derecha. Le ardía el pecho. Mucho. Y tampoco se imaginó nada así porque...Ella se merecía mucho más, pero era lo que sentía que debía hacer y decir en ese momento. Apartó el sillón y se apoyó en una rodilla, acarició su mano concentrándose en ella mientras hablaba -Sé que tienes otra propuesta, sé que tengo mucho trabajo por hacer pero...- Estaba claro -Cásate conmigo- Le murmuró, en aquel salón a oscuras, con la lluvia torrencial golpeando los ventanales mientras alzaba la cara. No quería que su miedo al rechazo se reflejara en su rostro y agradeció que las luces estuvieran bajas aunque, conociendo a la pelirroja, estaba seguro de que huiría de aquello pero él sujetó su mano con fuerza. Huir no serviría de nada, tenía que enfrentarlo.
No pudo responder a su pregunta de la responsabilidad. Ya lo entendería todo cuando tuviera, más adelante, el valor de contarle lo que le ocurría. Cuando finalmente lo dijo, el silencio entre ellos se hizo y fue más duro de lo que pensó. Por largos momentos evitó su mirada, pero comenzó a preocuparse cuando el tiempo comenzó a irse de sus manos. Cuando el moreno se echó hacia atrás en su asiento fue cuando giró el rostro y le miró, demasiado confundida. ¿Por qué no estaba tirando cosas, quebrando jarrones, rompiendo ventanas, gritando más alto que el viento afuera? ¿Por qué estaba tan calmado? El masaje que se dio en la sien solo sirvió para confundirla todavía más. ¿Estaba drogado? No le iba a preguntar, pero esa tranquilidad no le terminaba de encajar. Él era apasionado, fuerte, era un arrebato, ¿desde cuando se ponía tan tranquilo con las noticias que, evidentemente, impactaban su vida? Sus primeras palabras después de la noticia le cayeron como un balde de agua fría. Ya no estaba confundida, le miraba con sorpresa. La reacción tan tranquila era algo que habría visto impropio hasta en Jack.
Lo único que la sacó de su asombro fue la pregunta del aborto, pero negó con la cabeza horrorizada al mismo tiempo que él negaba su propia pregunta. Su siguiente reclamo era un poco más lo que esperaba de él. Agachó la mirada y cerró los ojos, aceptándolo con culpa. Comenzó a sollozar de nuevo, porque ya estaba sensible y el reclamo le dolía. El golpe contra el sofá la hizo temblar como una hoja. Aún cuando le veía molesto y le dolía, sentía que aquello debía haber sido una tormenta más grande, pero entonces escuchó su reclamo. Levantó el rostro y le miró. Estaba preocupado por ella. Había pensado lo peor y ahora que la cosa no parecía tan fatalista, se sentía aliviado. ¿Era eso? - Pero te dije que no estaba enferma.- Murmuró, apenas en un hilo de voz porque no quería convocar su ira por tecnicismos. Se tomó del sofá cuando el contrario lo movió. Le hubiera gustado huir más, pero él estaba tranquilo dentro de todo. Tenía que saberlo.- ¿Por qué estás tan tranquilo? - Murmuró, que sí, aparentemente él era un monstruo solamente en su cabeza, pero es que nunca pensó que aquella tranquilidad cupiera en él.
Trató de zafarse cuando le cogió del rostro. Sentía que no le conocía de nada si le temía tanto, pero él se dedicó a limpiarle las lágrimas del rostro y entonces vio de nuevo ese brillo azul en su mirada. Él lo entendía, que esperaran cosas de ella y no tantas de él.- Pero te dije que no estaba enferma.- Esta vez la voz tenía un tono más normal y tan cerca no podía evitar que la escuchara. Cerró sus ojos también cuando él lo hizo, dejando que el silencio se apoderara de nuevo. Era un silencio más tranquilo. Su corazón ya no estaba tan angustiado, incluso la lluvia había perdido intensidad.
Entendió, con su explicación de la guardia, que la única manera para que sobrevivieran era adaptarse. Por eso estaba tan tranquilo a pesar de que aquello tenía potencial para arruinar su plan de vida. Subió las piernas al sillón, dejándolas al lado de sus caderas y colocando las manos en el regazo. Le miraba como quien veía a alguien arreglar la situación, pues parecía que le estaban arreglando la vida. Primero Anteia con sus historias, ahora él con su poder de planeación. Dejó que tomara su mano. Sintió durante una fracción de segundo que estaba de acuerdo con el plan que ella había marcado para su vida, y la de quien venía en camino, pero entonces le vio bajar al suelo, le vio y entró en pánico. No era la primera vez que le pedían matrimonio, no era ni siquiera la primera vez de aquel año, pero sintió la sorpresa en el pecho y el golpe seco también. Trató de apartar la mano antes de que él iniciara, pero fue imposible.
No.
La boca se le adelantó y habló sin pensar. Le miraba aún sorprendida, de él y de sí misma por ser tan insensible.- Vishous, no puedo. Tu...- Estaba entrando en pánico, lo que le faltaba.- Vishous... No tienes que hacer esto. Tu lo dijiste, la responsabilidad es mía, no tengo por qué arrastrarte a mi precipicio.- Sus ojos azules brillaron para ella en la oscuridad, hablándole directo a su alma. Agachó el rostro porque no podía verlos, porque sentía que le pedían cosas que no podía darle.- Vishous.- Recuperó su mano y esta vez le tomó por las mejillas con ambas, para que le viera bien.- No puedo dejarte hacer esto. No somos... compatibles y... No puedo quitarte tu oportunidad de ser feliz con quien quieras. No así, no ahora que estás... saliendo de tu propio hoyo. Yo te prometo que... me haré cargo y él... o ella... va a ser muy feliz. Te lo juro. Le protegeré de todo, le daré todo lo que necesite. Todo va a estar bien.
Lo único que la sacó de su asombro fue la pregunta del aborto, pero negó con la cabeza horrorizada al mismo tiempo que él negaba su propia pregunta. Su siguiente reclamo era un poco más lo que esperaba de él. Agachó la mirada y cerró los ojos, aceptándolo con culpa. Comenzó a sollozar de nuevo, porque ya estaba sensible y el reclamo le dolía. El golpe contra el sofá la hizo temblar como una hoja. Aún cuando le veía molesto y le dolía, sentía que aquello debía haber sido una tormenta más grande, pero entonces escuchó su reclamo. Levantó el rostro y le miró. Estaba preocupado por ella. Había pensado lo peor y ahora que la cosa no parecía tan fatalista, se sentía aliviado. ¿Era eso? - Pero te dije que no estaba enferma.- Murmuró, apenas en un hilo de voz porque no quería convocar su ira por tecnicismos. Se tomó del sofá cuando el contrario lo movió. Le hubiera gustado huir más, pero él estaba tranquilo dentro de todo. Tenía que saberlo.- ¿Por qué estás tan tranquilo? - Murmuró, que sí, aparentemente él era un monstruo solamente en su cabeza, pero es que nunca pensó que aquella tranquilidad cupiera en él.
Trató de zafarse cuando le cogió del rostro. Sentía que no le conocía de nada si le temía tanto, pero él se dedicó a limpiarle las lágrimas del rostro y entonces vio de nuevo ese brillo azul en su mirada. Él lo entendía, que esperaran cosas de ella y no tantas de él.- Pero te dije que no estaba enferma.- Esta vez la voz tenía un tono más normal y tan cerca no podía evitar que la escuchara. Cerró sus ojos también cuando él lo hizo, dejando que el silencio se apoderara de nuevo. Era un silencio más tranquilo. Su corazón ya no estaba tan angustiado, incluso la lluvia había perdido intensidad.
Entendió, con su explicación de la guardia, que la única manera para que sobrevivieran era adaptarse. Por eso estaba tan tranquilo a pesar de que aquello tenía potencial para arruinar su plan de vida. Subió las piernas al sillón, dejándolas al lado de sus caderas y colocando las manos en el regazo. Le miraba como quien veía a alguien arreglar la situación, pues parecía que le estaban arreglando la vida. Primero Anteia con sus historias, ahora él con su poder de planeación. Dejó que tomara su mano. Sintió durante una fracción de segundo que estaba de acuerdo con el plan que ella había marcado para su vida, y la de quien venía en camino, pero entonces le vio bajar al suelo, le vio y entró en pánico. No era la primera vez que le pedían matrimonio, no era ni siquiera la primera vez de aquel año, pero sintió la sorpresa en el pecho y el golpe seco también. Trató de apartar la mano antes de que él iniciara, pero fue imposible.
No.
La boca se le adelantó y habló sin pensar. Le miraba aún sorprendida, de él y de sí misma por ser tan insensible.- Vishous, no puedo. Tu...- Estaba entrando en pánico, lo que le faltaba.- Vishous... No tienes que hacer esto. Tu lo dijiste, la responsabilidad es mía, no tengo por qué arrastrarte a mi precipicio.- Sus ojos azules brillaron para ella en la oscuridad, hablándole directo a su alma. Agachó el rostro porque no podía verlos, porque sentía que le pedían cosas que no podía darle.- Vishous.- Recuperó su mano y esta vez le tomó por las mejillas con ambas, para que le viera bien.- No puedo dejarte hacer esto. No somos... compatibles y... No puedo quitarte tu oportunidad de ser feliz con quien quieras. No así, no ahora que estás... saliendo de tu propio hoyo. Yo te prometo que... me haré cargo y él... o ella... va a ser muy feliz. Te lo juro. Le protegeré de todo, le daré todo lo que necesite. Todo va a estar bien.
-Pensé que estabas mintiéndome- Le respondió a su hilo de voz y entonces cuando le preguntó sobre porqué estaba tan tranquilo, él le miró sorprendido. Es más su mandíbula se tensó, apretando las muelas -Pensé que te estabas muriendo, Sofía- Repitió, por si no le había entrado en la cabeza aquellas simples palabras. Cuando alguien te empezaba a importar, era jodido lidiar con la muerte. Aunque ya habían tenido esa discusión, para él era algo a lo que podía adaptarse y le ayudaba a dar cierre era sólo que…se encontró no queriendo perder a Sofía ni con ganas de darle cierre a nada.
Su silencio no ayudó demasiado y cuando sollozó por su segundo planteamiento Vishous negó con la cabeza. Eso no era lo que esperaba de ella. Sinceramente, no. Y aunque no lo había pensado demasiado, aunque su propia pierna temblaba porque sabía que iba a rechazarlo, lo hizo y le propuso que se uniera a él en matrimonio. Se había esperado la negativa, pero no que le doliera tanto. Vishous tensó los labios y luego dejó su mano libre mientras se incorporaba y se sentaba en el sofá. -Yo no soy suficiente- Completo su frase dejada al arrastre -¿Qué?- Inquirió, mirándola con molestia -¿Cómo que tu responsabilidad? Hacen falta dos personas para hacer un bebé y yo tomé parte muy activa de este-
Cuando le tomó las mejillas clavó sus ojos diamantinos en los de ella, aunque la luz era poca, era capaz de verlos porque brillaban por las lágrimas anteriores. La dejó hablar, sintiendo que le dolía todo por dentro porque allí estaba ella…Una descendiente, quitándole autoridad porque “podía”, ocultándolo en la vaga excusa de que no quería que perdiera su oportunidad de ser feliz -¿Qué sabes tú de mi felicidad? ¿Ves el futuro? ¿Y si tú eres mi felicidad? - Le agarró de las muñecas y la atrajo más hacia él, esta vez no estaba siendo ni calmado ni impulsivo; aunque mantenía su intensidad -No puedes decirme qué hacer, Sofía. Y me parece insensible y una maldita mierda de tu parte que intentes echarme de la vida de nuestro hijo…¿Quién coño te crees que eres?- Le preguntó frunciendo el ceño -Incluso si hubieses querido abortar te habría pedido que tuvieras al bebé y me lo dieras a mí, es mi responsabilidad también y no tienes ningún derecho a quitármelo con esa excusa débil de decirme que me estás protegiendo- Cerró los ojos y soltó el aire, intentando tener la cabeza fría porque es lo que mejor había aprendido a hacer en la guardia pero la pelirroja se lo estaba poniendo muy difícil.
Se incorporó y se apartó de ella, masajeándose de nuevo el entrecejo -Mira Sofía…Eso de que no somos compatibles no te lo crees ni tú misma. Miéntete si te da la gana, si eso te hace dormir mejor, perfecto. A mi no me engañas…- Empezó a caminar, sintiendo que se le aceleraba un poco la respiración porque los recuerdos de la historia repitiéndose en su cabeza le pesaban. Siseó con molestia -Y oye, no puedo tener madera de esposo porque nunca me han dejado ser uno. ¿Recuerdas? Pero si hay algo que no voy a permitir… Es que el que sea que se case contigo críe a mi hijo como propio. Cásate con quien quieras, vale? Sé feliz con el que te dé la gana, tienes esa libertad. Pero si vas a tener a nuestro hijo tendrá mi apellido y, si así lo desea tu marido y tú, que sea un bastardo así no afecta tu maravilloso linaje de Descendientes y el PERFECTO ESPOSO que tengas podrá tener a tus PERFECTOS E IDEALES hijos para tu puesto en el Consejo- Apretó los dientes, no pudo soportarlo, y golpeó la barra del bar -Y ni se te ocurra jugar la carta de Descendiente conmigo porque haré que le hagan una prueba de ADN al crío -
Su silencio no ayudó demasiado y cuando sollozó por su segundo planteamiento Vishous negó con la cabeza. Eso no era lo que esperaba de ella. Sinceramente, no. Y aunque no lo había pensado demasiado, aunque su propia pierna temblaba porque sabía que iba a rechazarlo, lo hizo y le propuso que se uniera a él en matrimonio. Se había esperado la negativa, pero no que le doliera tanto. Vishous tensó los labios y luego dejó su mano libre mientras se incorporaba y se sentaba en el sofá. -Yo no soy suficiente- Completo su frase dejada al arrastre -¿Qué?- Inquirió, mirándola con molestia -¿Cómo que tu responsabilidad? Hacen falta dos personas para hacer un bebé y yo tomé parte muy activa de este-
Cuando le tomó las mejillas clavó sus ojos diamantinos en los de ella, aunque la luz era poca, era capaz de verlos porque brillaban por las lágrimas anteriores. La dejó hablar, sintiendo que le dolía todo por dentro porque allí estaba ella…Una descendiente, quitándole autoridad porque “podía”, ocultándolo en la vaga excusa de que no quería que perdiera su oportunidad de ser feliz -¿Qué sabes tú de mi felicidad? ¿Ves el futuro? ¿Y si tú eres mi felicidad? - Le agarró de las muñecas y la atrajo más hacia él, esta vez no estaba siendo ni calmado ni impulsivo; aunque mantenía su intensidad -No puedes decirme qué hacer, Sofía. Y me parece insensible y una maldita mierda de tu parte que intentes echarme de la vida de nuestro hijo…¿Quién coño te crees que eres?- Le preguntó frunciendo el ceño -Incluso si hubieses querido abortar te habría pedido que tuvieras al bebé y me lo dieras a mí, es mi responsabilidad también y no tienes ningún derecho a quitármelo con esa excusa débil de decirme que me estás protegiendo- Cerró los ojos y soltó el aire, intentando tener la cabeza fría porque es lo que mejor había aprendido a hacer en la guardia pero la pelirroja se lo estaba poniendo muy difícil.
Se incorporó y se apartó de ella, masajeándose de nuevo el entrecejo -Mira Sofía…Eso de que no somos compatibles no te lo crees ni tú misma. Miéntete si te da la gana, si eso te hace dormir mejor, perfecto. A mi no me engañas…- Empezó a caminar, sintiendo que se le aceleraba un poco la respiración porque los recuerdos de la historia repitiéndose en su cabeza le pesaban. Siseó con molestia -Y oye, no puedo tener madera de esposo porque nunca me han dejado ser uno. ¿Recuerdas? Pero si hay algo que no voy a permitir… Es que el que sea que se case contigo críe a mi hijo como propio. Cásate con quien quieras, vale? Sé feliz con el que te dé la gana, tienes esa libertad. Pero si vas a tener a nuestro hijo tendrá mi apellido y, si así lo desea tu marido y tú, que sea un bastardo así no afecta tu maravilloso linaje de Descendientes y el PERFECTO ESPOSO que tengas podrá tener a tus PERFECTOS E IDEALES hijos para tu puesto en el Consejo- Apretó los dientes, no pudo soportarlo, y golpeó la barra del bar -Y ni se te ocurra jugar la carta de Descendiente conmigo porque haré que le hagan una prueba de ADN al crío -
Negó suavemente a lo de estarle mintiendo, sintiendo su dolor en la voz cuando habló de nuevo. Sí, había sido eso, el miedo por algo tan grande que hacía ver todo en perspectiva. Todo era tan extraño.
Negó con fuerza a lo de no ser suficiente. Aquella no era para nada la cuestión. Podía ser demasiado, pero no insuficiente. Sin embargo, no aceptó sus planteamientos tan bien como creía que lo haría. De alguna manera pensaba que le alegraría seguir con su vida como siempre, pero también estaba su inminente necesidad de que nadie le dijera qué hacer y entonces cayó en cuenta de que sería tan difícil convencerle como había creído en el inicio.- Vishous, no lo tomes así...- Murmuró, tratando de calmarle. Veía en su mirada el daño que le hacía y, por un instante, quiso deshacerlo todo y cambiar sus decisiones, sus palabras, haberle dicho que sí cuando estaba de rodillas frente a ella, pero sabía bien que solo quería hacerlo porque no quería verlo sufrir. No le gustaba ver sufrir a la gente alrededor suyo y a veces iba muy lejos por evitarles dolor.
Negó suavemente a lo de ver el futuro, y un poco también a lo de ser o no su felicidad.- ¿Cómo? Cariño, no hay amor entre nosotros. No nos lo permitimos, nunca lo dejamos crecer...- Y eso lo había causado él, porque ella sabía bien que de no haber sido por sus reglas, ella se habría enamorado de él desde el detalle de los vestidos. Así de fácil era para ella sentir amor por alguien que la quisiera... Si era sincera, tampoco amaba a Alexander, pero al menos él la quería y ella le podía hacer feliz con relativamente poco esfuerzo.- Por favor, no me lo pongas difícil.- Murmuró en voz baja cerrando los ojos, lo mismo que había dicho cuando se había tomado la copa de vino. Se sintió como la peor de las mujeres cuando le echó en cara lo de quedarse con el bebé aún si ella no lo quería, pero en parte necesitaba que sacara su furia para que pudiera entender. Dejó que se apartara de ella, que tomara su espacio si era lo que necesitaba.
¿Y compatibles cómo? Follamos dos veces, cenamos dos veces, cualquiera es compatible cuando no haz visto los defectos del otro. Empezando con que no podría seguirte el ritmo, Vishous. Me lo haz dicho cien veces, necesitas el sexo y yo no. El sexo es nada en mi vida, prefiero cien veces besarte que tenerte. Y no puedo aceptarte sabiendo que no voy a poder cumplir mis obligaciones contigo.- Muy en el fondo sabía que no iba a poder cumplirle en esa área y él tendría que buscarlo por otro lado. Prefería cortar por lo sano, pero no sabía como hacerlo. Menos en la situación en la que estaban. Se tuvo que cubrir la cara con las manos cuando el contrario empezó a gritar en contra de ella. Ya la odiaba, lo entendía, pero todo aquello era lo que quería evitarse. ¿Por qué no pudo quedarse callada? No tenía que enterarse nunca, por más que él dijera que sabía sumar. No lo sabría a menos que tuviera sus ojos. Aunque por karma, ya no lo dudaba.- ¿Qué carta, Vishous? No tengo ninguna carta, no tengo nada. No tengo un esposo perfecto, no tengo una vida perfecta. ¿De qué me sirve casarme con otro ahora? - ¿De qué le servía? Si iba a hacer todo lo que pudiera con tal de que aquello se supiera, no tenía caso. Se sintió entonces miserable, porque no había nadie a quien pasarle su puesto en el Consejo, porque no podía dejar que su línea se cortara con ella. Se levantó del sillón, ya sabía a qué carta de Descendiente se refería y sí, es que tenía que usarla. No tenía otra opción. Se acercó a él con cuidado, abrazándole por la espalda y colocando la frente entre sus hombros con cuidado. De cualquier modo, no iba a permitir que se apellidara Royden. Su familia siempre había sido tajante en ese asunto y si llevaba el apellido de alguien, sería el de ella. Así se aseguraban de la continuidad del apellido.- Vishous... No quiero hacerte daño, es solo que no sé qué más hacer. Me aterra todo. Quisiera que no estuvieras metido en todo esto, me siento tan inmadura y no tengo a nadie. Por lo que sé, puedo ser la última de mi familia con vida. No puedo tomarme ahora las cosas a la ligera... No puedo evitar mi carta de Descendiente. Está todo en juego, una línea de sucesión de mil años que pende de un hilo por mi culpa. Tengo que hacer lo que es más correcto. No solo lo más correcto sino lo que asegure que esto seguirá...
Negó con fuerza a lo de no ser suficiente. Aquella no era para nada la cuestión. Podía ser demasiado, pero no insuficiente. Sin embargo, no aceptó sus planteamientos tan bien como creía que lo haría. De alguna manera pensaba que le alegraría seguir con su vida como siempre, pero también estaba su inminente necesidad de que nadie le dijera qué hacer y entonces cayó en cuenta de que sería tan difícil convencerle como había creído en el inicio.- Vishous, no lo tomes así...- Murmuró, tratando de calmarle. Veía en su mirada el daño que le hacía y, por un instante, quiso deshacerlo todo y cambiar sus decisiones, sus palabras, haberle dicho que sí cuando estaba de rodillas frente a ella, pero sabía bien que solo quería hacerlo porque no quería verlo sufrir. No le gustaba ver sufrir a la gente alrededor suyo y a veces iba muy lejos por evitarles dolor.
Negó suavemente a lo de ver el futuro, y un poco también a lo de ser o no su felicidad.- ¿Cómo? Cariño, no hay amor entre nosotros. No nos lo permitimos, nunca lo dejamos crecer...- Y eso lo había causado él, porque ella sabía bien que de no haber sido por sus reglas, ella se habría enamorado de él desde el detalle de los vestidos. Así de fácil era para ella sentir amor por alguien que la quisiera... Si era sincera, tampoco amaba a Alexander, pero al menos él la quería y ella le podía hacer feliz con relativamente poco esfuerzo.- Por favor, no me lo pongas difícil.- Murmuró en voz baja cerrando los ojos, lo mismo que había dicho cuando se había tomado la copa de vino. Se sintió como la peor de las mujeres cuando le echó en cara lo de quedarse con el bebé aún si ella no lo quería, pero en parte necesitaba que sacara su furia para que pudiera entender. Dejó que se apartara de ella, que tomara su espacio si era lo que necesitaba.
¿Y compatibles cómo? Follamos dos veces, cenamos dos veces, cualquiera es compatible cuando no haz visto los defectos del otro. Empezando con que no podría seguirte el ritmo, Vishous. Me lo haz dicho cien veces, necesitas el sexo y yo no. El sexo es nada en mi vida, prefiero cien veces besarte que tenerte. Y no puedo aceptarte sabiendo que no voy a poder cumplir mis obligaciones contigo.- Muy en el fondo sabía que no iba a poder cumplirle en esa área y él tendría que buscarlo por otro lado. Prefería cortar por lo sano, pero no sabía como hacerlo. Menos en la situación en la que estaban. Se tuvo que cubrir la cara con las manos cuando el contrario empezó a gritar en contra de ella. Ya la odiaba, lo entendía, pero todo aquello era lo que quería evitarse. ¿Por qué no pudo quedarse callada? No tenía que enterarse nunca, por más que él dijera que sabía sumar. No lo sabría a menos que tuviera sus ojos. Aunque por karma, ya no lo dudaba.- ¿Qué carta, Vishous? No tengo ninguna carta, no tengo nada. No tengo un esposo perfecto, no tengo una vida perfecta. ¿De qué me sirve casarme con otro ahora? - ¿De qué le servía? Si iba a hacer todo lo que pudiera con tal de que aquello se supiera, no tenía caso. Se sintió entonces miserable, porque no había nadie a quien pasarle su puesto en el Consejo, porque no podía dejar que su línea se cortara con ella. Se levantó del sillón, ya sabía a qué carta de Descendiente se refería y sí, es que tenía que usarla. No tenía otra opción. Se acercó a él con cuidado, abrazándole por la espalda y colocando la frente entre sus hombros con cuidado. De cualquier modo, no iba a permitir que se apellidara Royden. Su familia siempre había sido tajante en ese asunto y si llevaba el apellido de alguien, sería el de ella. Así se aseguraban de la continuidad del apellido.- Vishous... No quiero hacerte daño, es solo que no sé qué más hacer. Me aterra todo. Quisiera que no estuvieras metido en todo esto, me siento tan inmadura y no tengo a nadie. Por lo que sé, puedo ser la última de mi familia con vida. No puedo tomarme ahora las cosas a la ligera... No puedo evitar mi carta de Descendiente. Está todo en juego, una línea de sucesión de mil años que pende de un hilo por mi culpa. Tengo que hacer lo que es más correcto. No solo lo más correcto sino lo que asegure que esto seguirá...
Era fácil para ella decirle que no se lo tomara así pero era probable que no entendiera el efecto de su reacción en él. V no diría nada más respecto a su propio respeto porque él sí se tenía respeto a sí mismo. Era un hombre trabajador, comprometido con su deber, con su valor y con el lema de la Guardia de Ouroboros. Pero eso nunca sería suficiente para ninguna mujer. Eso estaba claro.
-Claro que no hay amor ¿Cómo te voy a amar si no me había dado cuenta de que había guardado tanta mierda en mi interior que no había espacio para nada más?- Le preguntó, porque sí; aquellas dulces palabras de que había guardo luto a una relación por más tiempo de lo que había estado con ella le había calado muy hondo. Tanto que no se había permitido nada más -Y por esa razón te pedí tiempo. Te lo dije, te lo dejé muy en claro, Sofía- Porque si algo no podía restregarle la pelirroja a él es que no había sido sincero. Honestidad era lo primero para V y siempre lo había sido -¿Difícil? ¿Y tú crees que me lo estás poniendo fácil?- Le cuestionó de vuelta cuando cerró los ojos.
Caminar lo ayudaba, lo cierto es que sospechaba que aún tenía un poco del sedante encima. La escuchó hablar y se pasó la mano por la cara pidiéndole paciencia al universo -¿Y crees que Arleen conoce los defectos de Sayid o viceversa? No seríamos los primeros en casarnos sin conocernos bien- Le soltó y entonces salió con lo del sexo y allí tuvo que darle la razón. Cogió la botella que había allí sin saber muy bien que era, la abrió y se bebió dos largos tragos mientras lo hacía recordó algo -Y tú me dijiste que ibas a probar con los té.. verdad?...- Apretó las muelas -Y hasta donde sé, la última vez no follamos…- Lo dejó así, no iba a mirarla, pero estaba seguro de que ella podía interpretar claramente su tono de voz. Había sido mucho más que eso. Le había dado la libertad que no le había dado a nadie en años. Y sin embargo… Cerró los ojos cuando fue consciente del verdadero temor de la mujer -Lo que temes no se trata de tus obligaciones conmigo, porque yo nunca te he obligado a nada, lo que temes es que te engañe. Temes que mantenga mi estilo de vida y mi pasado… ¿Por qué no me dices realmente lo que estás pensando, pelirroja?- Le cuestionó y empinó de nuevo el codo para beber otro par de tragos. Los necesitaba, el delicioso ardor bajando por su garganta.
La pregunta sobre casarse le hizo alzar los hombros -Tiene dos propuestas y ya has rechazado una. Me parece que el plan ya lo tienes en la cabeza, sólo “intentas protegerme” de oírlo- Soltó, irónico, haciendo comillas con los dedos. Por supuesto que la percibió cuando se incorporó pero él se quedó apoyado en la barra, apartó la botella y apretó la madera cuando le sintió abrazarle. ¿Qué es lo que estaba buscando? -¿Planeas hacerme más?- Le preguntó cuando soltó aquello de que no quería hacerle daño -Sí tienes a alguien, literalmente estoy aquí, mientras te apoyas en mí pero una parte de ti decide que negarme el derecho a ser el padre de mi hijo, negarme el derecho a casarme contigo, negármelo todo… Porque eres Descendiente, porque es tu línea, porque todos vosotros sois superiores a mí- Cerró los ojos con tanta fuerza que le dolió el recién arreglado, los dedos se clavaron en la madera con la idea de romperla aunque sabía que era imposible.
Se lo habían advertido, se lo habían dicho mil veces, que no jugara con ninguna Descendiente y allí estaba siendo rechazado por otra mientras llevaba a su hijo en su vientre y diciéndole a la cara que no podía criarlo, que no llevaría su apellido y que se casaría con otro. Maldita política. Maldita sea. Se quedó en silencio, intentando controlar su ira, y se mantuvo así durante un rato dándole tiempo a su cuerpo para no desear romper nada.
Se giró y la cogió a volandas para sentarla en la barra, dejó sus piernas cerradas porque no quería invadir su espacio e hizo una bola de luz porque no quería ir hasta el interruptor -Te lo voy a poner fácil Sofía- Dijo mirándola a los ojos con poco menos que un cabreo monumental – Los dos tuvimos relaciones y los dos somos los padres de ese niño. Si creías que me iba a escaquear, estás equivocada. Asumo las responsabilidades correspondientes a mis actos. Te he propuesto matrimonio porque me gustas y, encima, serás la madre de mi hijo o hija. Pero has decidido que no, porque sencillamente, crees que debes protegerme cuando yo puedo tomar mis propias decisiones. ¿Crees que después de todo lo que he pasado propondría matrimonio así de fácil? ¿Crees que no he hecho ese trabajo que te dije que haría? Me falta mucho camino por recorrer, no soy imbécil… Y tú puedes recorrerlo conmigo y enseñarme a amar como lo haces tú o hacerme a un lado y dejar que mi hijo o hija lo haga por ti…Porque déjame decirte, Dioscórides, que estás muy equivocada si crees que voy a desaparecer de tu vida o de la de él- Inspiró profundamente y cerró los ojos alejándose un poco de ella.
-Claro que no hay amor ¿Cómo te voy a amar si no me había dado cuenta de que había guardado tanta mierda en mi interior que no había espacio para nada más?- Le preguntó, porque sí; aquellas dulces palabras de que había guardo luto a una relación por más tiempo de lo que había estado con ella le había calado muy hondo. Tanto que no se había permitido nada más -Y por esa razón te pedí tiempo. Te lo dije, te lo dejé muy en claro, Sofía- Porque si algo no podía restregarle la pelirroja a él es que no había sido sincero. Honestidad era lo primero para V y siempre lo había sido -¿Difícil? ¿Y tú crees que me lo estás poniendo fácil?- Le cuestionó de vuelta cuando cerró los ojos.
Caminar lo ayudaba, lo cierto es que sospechaba que aún tenía un poco del sedante encima. La escuchó hablar y se pasó la mano por la cara pidiéndole paciencia al universo -¿Y crees que Arleen conoce los defectos de Sayid o viceversa? No seríamos los primeros en casarnos sin conocernos bien- Le soltó y entonces salió con lo del sexo y allí tuvo que darle la razón. Cogió la botella que había allí sin saber muy bien que era, la abrió y se bebió dos largos tragos mientras lo hacía recordó algo -Y tú me dijiste que ibas a probar con los té.. verdad?...- Apretó las muelas -Y hasta donde sé, la última vez no follamos…- Lo dejó así, no iba a mirarla, pero estaba seguro de que ella podía interpretar claramente su tono de voz. Había sido mucho más que eso. Le había dado la libertad que no le había dado a nadie en años. Y sin embargo… Cerró los ojos cuando fue consciente del verdadero temor de la mujer -Lo que temes no se trata de tus obligaciones conmigo, porque yo nunca te he obligado a nada, lo que temes es que te engañe. Temes que mantenga mi estilo de vida y mi pasado… ¿Por qué no me dices realmente lo que estás pensando, pelirroja?- Le cuestionó y empinó de nuevo el codo para beber otro par de tragos. Los necesitaba, el delicioso ardor bajando por su garganta.
La pregunta sobre casarse le hizo alzar los hombros -Tiene dos propuestas y ya has rechazado una. Me parece que el plan ya lo tienes en la cabeza, sólo “intentas protegerme” de oírlo- Soltó, irónico, haciendo comillas con los dedos. Por supuesto que la percibió cuando se incorporó pero él se quedó apoyado en la barra, apartó la botella y apretó la madera cuando le sintió abrazarle. ¿Qué es lo que estaba buscando? -¿Planeas hacerme más?- Le preguntó cuando soltó aquello de que no quería hacerle daño -Sí tienes a alguien, literalmente estoy aquí, mientras te apoyas en mí pero una parte de ti decide que negarme el derecho a ser el padre de mi hijo, negarme el derecho a casarme contigo, negármelo todo… Porque eres Descendiente, porque es tu línea, porque todos vosotros sois superiores a mí- Cerró los ojos con tanta fuerza que le dolió el recién arreglado, los dedos se clavaron en la madera con la idea de romperla aunque sabía que era imposible.
Se lo habían advertido, se lo habían dicho mil veces, que no jugara con ninguna Descendiente y allí estaba siendo rechazado por otra mientras llevaba a su hijo en su vientre y diciéndole a la cara que no podía criarlo, que no llevaría su apellido y que se casaría con otro. Maldita política. Maldita sea. Se quedó en silencio, intentando controlar su ira, y se mantuvo así durante un rato dándole tiempo a su cuerpo para no desear romper nada.
Se giró y la cogió a volandas para sentarla en la barra, dejó sus piernas cerradas porque no quería invadir su espacio e hizo una bola de luz porque no quería ir hasta el interruptor -Te lo voy a poner fácil Sofía- Dijo mirándola a los ojos con poco menos que un cabreo monumental – Los dos tuvimos relaciones y los dos somos los padres de ese niño. Si creías que me iba a escaquear, estás equivocada. Asumo las responsabilidades correspondientes a mis actos. Te he propuesto matrimonio porque me gustas y, encima, serás la madre de mi hijo o hija. Pero has decidido que no, porque sencillamente, crees que debes protegerme cuando yo puedo tomar mis propias decisiones. ¿Crees que después de todo lo que he pasado propondría matrimonio así de fácil? ¿Crees que no he hecho ese trabajo que te dije que haría? Me falta mucho camino por recorrer, no soy imbécil… Y tú puedes recorrerlo conmigo y enseñarme a amar como lo haces tú o hacerme a un lado y dejar que mi hijo o hija lo haga por ti…Porque déjame decirte, Dioscórides, que estás muy equivocada si crees que voy a desaparecer de tu vida o de la de él- Inspiró profundamente y cerró los ojos alejándose un poco de ella.
¡Pues a eso me refiero, no nos amamos! ¿Cómo vamos a criar un hijo juntos si...- Había demasiadas maneras de terminar esa pregunta, pero sobre todo no le quiso volver a echar que tenía una larga relación con una persona que ya tenía a su familia completa desde hacía mucho tiempo.- Sí, me lo pediste, y quiero dártelo. Quiero que estés bien, me importas. Yo sé que necesitas tiempo para ti. Y quiero que lo tengas.- No respondió a lo de estárselo poniendo fácil. Ahora sabía que no, aunque sí que había pensado en ello. Creyó que era el tipo de hombre que aceptaría aquel tipo de tratos.- Al menos Arleen y Sayid tienen el carácter parecido.- Murmuró, no queriendo ahondar en eso porque le iba a poner mal y le iba a hacer reconsiderar más cosas de las que tenía. Sayid... el pensar en él le hacía preguntarse el qué diría de toda su situación. Él también era muy de hacer lo correcto. Miró a Vishous con un puchero que no vio porque seguía de espaldas a ella, bebiendo. Sayid también se habría arrodillado para pedir matrimonio en el acto. Aquel pensamiento sí que le hizo reconsiderar su postura, lo mezquina que habia sido con un buen hombre. Si no hubiera podido hacerle algo así a Sayid, ¿por qué se lo hacía a V? Le dieron ganas de llorar otra vez, pero en eso, V le echó sal directo a la herida.
¿Y si el té no es suficiente? - Murmuró, pues cabía la posibilidad, pero luego calló ante la sutil implicación de que lo que habían hecho la última vez no había sido precisamente sexo casual. Se agarró la cabeza con ganas de arrancársela porque estaba confundida de nueva cuenta. Los límites, los malditos límites se estaban metiendo en su cabeza. Estaban allí desde el principio, pero él los había quitado y no sabía en qué punto lo había hecho. Ahora se cuestionaba todo. Y es que esa última vez habían conectado, pero no sabía si aquello era normal en él o no. Se suponía que él era el que no iba a enamorarse.- ¿Y cómo iba a saber que estábamos haciendo el amor? Dijiste: no te enamores de mí, no quiero sentimientos entre nosotros.- Murmuró, dejándose caer contra el sofá. Y justo después ella le había dicho ¿y si eres tú el que termina enamorado? Se mordió la lengua por bruja. Al menos entendió su temor cuando se lo expuso.- Si, no quiero que esto se convierta en vivir en la misma casa y llevar cada quien su vida. Quiero poder confiar en la persona que tengo a mi lado, que me quiere a mí y solo a mí, tanto como yo a él. Haz tenido a todas las chicas de la isla, estoy seguro que todavía tienes carta abierta con más de la mitad. ¿Y cómo me deja eso a mi? Ya tengo una reputación fina, no soy la dama educada, con clase y reservada, no soy fina, elegante, no soy tímida y recatada. Y tú no eres Arleen tampoco. Guiñas un ojo y to-das las chicas saben que el Teniente está en servicio. ¿Qué va a pasar si nos casamos? ¿Lo vas a dejar todo? ¿A to-das? ¿Para siempre? - Quizás no eran preguntas que él quisiera sopesar en ese momento, pero eran algunas de las cosas que tenía en la cabeza y que tenía que sopesar. Negó a lo de tener dos propuestas y haber rechazado una, aunque igual no lo vio. Alexander no sabía de su reciente situación, no podía contar con eso.
No.- Dijo suavemente a lo de hacerle más daño. Abrazada a su espalda podía sentir el dolor del contrario en el pecho y la dificultad de su respiración. Quiso replicar a lo de tener derecho a casarse con ella, pero entendía su punto y él no estaba para tecnicismos.- No soy superior a ti, bajo ninguna circunstancia.- Dijo con firmeza. Tenía que aclararle aquello porque debía enterarse de una vez por todas. Se mantuvo abrazada a él todo el tiempo que sintió necesario. Quería quedarse con su dolor, sacárselo del pecho por contacto para que pudiera estar tranquilo, pero parecía que no podría, no así. Después de unos minutos, sentía que todo se estaba acabando y las ganas de llorar volvían a cada segundo. Como si él se estuviera rindiendo, y se sentía confusa porque quería alejarle pero también lo quería consigo. No impidió que la cogiera en brazos y la subiera a la barra, pero una vez arriba se limpió las lágrimas porque había comenzado a llorar de nuevo.
Escuchó con atención a sus siguientes palabras. Lo de ponérselo fácil lo dudaba, pero a la vez quería creerlo. Su pecho sollozó cuando escuchó que ella le gustaba, pensando en que si la situación fuera otra... todo sería tan diferente. Y una vez más echó a llorar. Porque se sentía aliviada de escucharle decir que estaría allí para ella. Renegó consigo misma por no tener nada en claro pero luego recordó que estaba embarazada y que no tenía por qué hacerle sentido nada. No le gustó nada el espacio que puso entre ellos. Él siempre había sido muy cercano, muy de piel, como ella, y el espacio la mataba. Le hacía sentir que todo era falso. Después de un silencio tan largo, no supo si le hizo caso a la razón o al corazón. No tenía idea de cómo se hacían las cosas. Solo podía pedirle una cosa.- Vishous, por favor... - Inició sin saber cómo terminaría aquella oración. Ya no sabía qué pedirle ni cómo hacerlo. Ya no tenía un plan ni un norte que le diera una pista de lo que necesitaba. Solo tenía un ardor en el pecho que no se iba y que no la dejaba respirar.- No me dejes sola...- Suplicó, llorando de nuevo, pero esta vez tranquila.- No sé qué hacer, no sé cómo hacer esto, pero no me dejes sola...
¿Y si el té no es suficiente? - Murmuró, pues cabía la posibilidad, pero luego calló ante la sutil implicación de que lo que habían hecho la última vez no había sido precisamente sexo casual. Se agarró la cabeza con ganas de arrancársela porque estaba confundida de nueva cuenta. Los límites, los malditos límites se estaban metiendo en su cabeza. Estaban allí desde el principio, pero él los había quitado y no sabía en qué punto lo había hecho. Ahora se cuestionaba todo. Y es que esa última vez habían conectado, pero no sabía si aquello era normal en él o no. Se suponía que él era el que no iba a enamorarse.- ¿Y cómo iba a saber que estábamos haciendo el amor? Dijiste: no te enamores de mí, no quiero sentimientos entre nosotros.- Murmuró, dejándose caer contra el sofá. Y justo después ella le había dicho ¿y si eres tú el que termina enamorado? Se mordió la lengua por bruja. Al menos entendió su temor cuando se lo expuso.- Si, no quiero que esto se convierta en vivir en la misma casa y llevar cada quien su vida. Quiero poder confiar en la persona que tengo a mi lado, que me quiere a mí y solo a mí, tanto como yo a él. Haz tenido a todas las chicas de la isla, estoy seguro que todavía tienes carta abierta con más de la mitad. ¿Y cómo me deja eso a mi? Ya tengo una reputación fina, no soy la dama educada, con clase y reservada, no soy fina, elegante, no soy tímida y recatada. Y tú no eres Arleen tampoco. Guiñas un ojo y to-das las chicas saben que el Teniente está en servicio. ¿Qué va a pasar si nos casamos? ¿Lo vas a dejar todo? ¿A to-das? ¿Para siempre? - Quizás no eran preguntas que él quisiera sopesar en ese momento, pero eran algunas de las cosas que tenía en la cabeza y que tenía que sopesar. Negó a lo de tener dos propuestas y haber rechazado una, aunque igual no lo vio. Alexander no sabía de su reciente situación, no podía contar con eso.
No.- Dijo suavemente a lo de hacerle más daño. Abrazada a su espalda podía sentir el dolor del contrario en el pecho y la dificultad de su respiración. Quiso replicar a lo de tener derecho a casarse con ella, pero entendía su punto y él no estaba para tecnicismos.- No soy superior a ti, bajo ninguna circunstancia.- Dijo con firmeza. Tenía que aclararle aquello porque debía enterarse de una vez por todas. Se mantuvo abrazada a él todo el tiempo que sintió necesario. Quería quedarse con su dolor, sacárselo del pecho por contacto para que pudiera estar tranquilo, pero parecía que no podría, no así. Después de unos minutos, sentía que todo se estaba acabando y las ganas de llorar volvían a cada segundo. Como si él se estuviera rindiendo, y se sentía confusa porque quería alejarle pero también lo quería consigo. No impidió que la cogiera en brazos y la subiera a la barra, pero una vez arriba se limpió las lágrimas porque había comenzado a llorar de nuevo.
Escuchó con atención a sus siguientes palabras. Lo de ponérselo fácil lo dudaba, pero a la vez quería creerlo. Su pecho sollozó cuando escuchó que ella le gustaba, pensando en que si la situación fuera otra... todo sería tan diferente. Y una vez más echó a llorar. Porque se sentía aliviada de escucharle decir que estaría allí para ella. Renegó consigo misma por no tener nada en claro pero luego recordó que estaba embarazada y que no tenía por qué hacerle sentido nada. No le gustó nada el espacio que puso entre ellos. Él siempre había sido muy cercano, muy de piel, como ella, y el espacio la mataba. Le hacía sentir que todo era falso. Después de un silencio tan largo, no supo si le hizo caso a la razón o al corazón. No tenía idea de cómo se hacían las cosas. Solo podía pedirle una cosa.- Vishous, por favor... - Inició sin saber cómo terminaría aquella oración. Ya no sabía qué pedirle ni cómo hacerlo. Ya no tenía un plan ni un norte que le diera una pista de lo que necesitaba. Solo tenía un ardor en el pecho que no se iba y que no la dejaba respirar.- No me dejes sola...- Suplicó, llorando de nuevo, pero esta vez tranquila.- No sé qué hacer, no sé cómo hacer esto, pero no me dejes sola...
-Si nunca llegamos a amarnos, estoy seguro que cada uno, por su lado lo amara a él- Aclaró en una voz bastante baja pero al mismo tiempo comprometida. Pero soltó una risa floja cuando oyó aquello de que Sayid y Arleen tenían comportamientos parecidos -No conoces a Arleen en la intimidad, Sofia- Su hermana, cuando quería, se ponía en sus trece y no había ser en la tierra que la hiciera entrar en razón. Se plantaba como un árbol. Le gustaría saber si Sayid ya había descubierto esa faceta de ella. Pero los pensamientos esos se diluyeron, en ese momento no podía prestarles más atención porque tenía un asunto más personal y mucho más importante.
-Pues me masturbare en la ducha. No seré ni el primer ni el único hombre que lo haga- Espetó, en una respuesta que solo se ganó el silencio de la pelirroja. Un silencio que generó pensamientos en el, encontrados. Imaginarse ahora solo con una mujer estaba empezando a sentirse como una corbata demasiado apretada. Aunque no podía negar que Sofía era uno de sus bombones predilectos y que siempre despertaba en él deseo y atracción -Fue tu reto y me lo pediste. No con palabras pero me quedó claro y eso fue lo que hice- Pero no quiso añadir nada más. Frunció el ceño. Tal vez ella no lo había sentido así. Era probable. Hacía mucho tiempo que no tenía ese tipo de encuentros. Y ahí estaba, la retahíla que estaba esperando soltar desde el momento en el que el pánico la había poseído -Lo hice una vez- Expresó no sin que su tono de voz se tornará bajo y bastante oscuro -A ti te deja como la mujer que finalmente conquistó al gigoló… porque por ti, por el…- Indico esperando que supiera a que se refería -Podria hacerlo de nuevo- Si precisamente en los últimos dos meses había estando causando bajas y más bajas. Entre el trabajo y que cuando Sofía no estaba disponible acababa en la ducha por fastidio de llamar a alguien o quedaba con Aldaron. Ni siquiera había sido consciente de eso hasta ese momento. Es cierto, había coqueteado con aquella morena en la boda pero nunca habían concretado nada… porque en el fondo… ¿No había querido hacerlo? ¿Era es la verdad?
Sus negaciones cayeron en un balde roto. Según su experiencia, aun quedaba mucho por decir y hacer como para que ella supiera que no iba a hacerle más daño. Pero poner las cosas en perspectiva, fáciles, eso sí le ayudaba y cuando le hablo noto que seguía llorando. Mantenerse de espaldas a ella le había ayudado a no sentirse afligido por sus lágrimas. Muchas mujeres las usaban como armas, pero las de la pelirroja no le pasaban indiferentes. El silencio que siguió a sus palabras casi le respondió. Estaba bien. Con que respetará que el formaría parte de la vida de la niña o el niño era feliz, que llevará su apellido también. Que reconociera que él era el padre, tendría a alguien a quien consentir y que podría llamar propio. Ella podía hacer con su vida lo que quisiera siempre que respetará eso.
Su petición le rompió el corazón. V dejó escapar el aire. No le había respondido directamente pero no podía seguir exigiéndole nada. La atrajo hacia sí mismo y la abrazó con fuerza -No estás sola. Y vamos a hacerlo todo poco a poco- Le dijo al oído antes de alejarse y darle un beso en la frente. La atrajo hasta poder cogerla en brazos y se la llevó a la habitación, no encendió las luces porque conocía o recordaba la habitación. Entonces la colocó en la cama, apartando las sábanas -Ahora vamos a dormir, lo necesitamos ambos- Murmuró sacándose los zapatos y la ropa, quedándose en ropa interior y metiéndose en la cama con ella, la atrajo hacia sí mismo y los cubrió a los dos. Se quedó en silencio un rato, disfrutando de tenerla así entre sus brazos y oliendo el delicioso y enloquecedor aroma de su cuerpo -No voy a dejarte sola … ¿De acuerdo? Ni a ti ni a él. Es en lo único que quiero que pienses ahora mismo, nada más… necesitamos descansar- Y lo decía en plural porque tanto la cabeza como el ojo le iban a estallar y debía estar repuesto para la misión en tierra. Al poco de aquello noto que se quedo tranquila y ambos durmieron.
-Pues me masturbare en la ducha. No seré ni el primer ni el único hombre que lo haga- Espetó, en una respuesta que solo se ganó el silencio de la pelirroja. Un silencio que generó pensamientos en el, encontrados. Imaginarse ahora solo con una mujer estaba empezando a sentirse como una corbata demasiado apretada. Aunque no podía negar que Sofía era uno de sus bombones predilectos y que siempre despertaba en él deseo y atracción -Fue tu reto y me lo pediste. No con palabras pero me quedó claro y eso fue lo que hice- Pero no quiso añadir nada más. Frunció el ceño. Tal vez ella no lo había sentido así. Era probable. Hacía mucho tiempo que no tenía ese tipo de encuentros. Y ahí estaba, la retahíla que estaba esperando soltar desde el momento en el que el pánico la había poseído -Lo hice una vez- Expresó no sin que su tono de voz se tornará bajo y bastante oscuro -A ti te deja como la mujer que finalmente conquistó al gigoló… porque por ti, por el…- Indico esperando que supiera a que se refería -Podria hacerlo de nuevo- Si precisamente en los últimos dos meses había estando causando bajas y más bajas. Entre el trabajo y que cuando Sofía no estaba disponible acababa en la ducha por fastidio de llamar a alguien o quedaba con Aldaron. Ni siquiera había sido consciente de eso hasta ese momento. Es cierto, había coqueteado con aquella morena en la boda pero nunca habían concretado nada… porque en el fondo… ¿No había querido hacerlo? ¿Era es la verdad?
Sus negaciones cayeron en un balde roto. Según su experiencia, aun quedaba mucho por decir y hacer como para que ella supiera que no iba a hacerle más daño. Pero poner las cosas en perspectiva, fáciles, eso sí le ayudaba y cuando le hablo noto que seguía llorando. Mantenerse de espaldas a ella le había ayudado a no sentirse afligido por sus lágrimas. Muchas mujeres las usaban como armas, pero las de la pelirroja no le pasaban indiferentes. El silencio que siguió a sus palabras casi le respondió. Estaba bien. Con que respetará que el formaría parte de la vida de la niña o el niño era feliz, que llevará su apellido también. Que reconociera que él era el padre, tendría a alguien a quien consentir y que podría llamar propio. Ella podía hacer con su vida lo que quisiera siempre que respetará eso.
Su petición le rompió el corazón. V dejó escapar el aire. No le había respondido directamente pero no podía seguir exigiéndole nada. La atrajo hacia sí mismo y la abrazó con fuerza -No estás sola. Y vamos a hacerlo todo poco a poco- Le dijo al oído antes de alejarse y darle un beso en la frente. La atrajo hasta poder cogerla en brazos y se la llevó a la habitación, no encendió las luces porque conocía o recordaba la habitación. Entonces la colocó en la cama, apartando las sábanas -Ahora vamos a dormir, lo necesitamos ambos- Murmuró sacándose los zapatos y la ropa, quedándose en ropa interior y metiéndose en la cama con ella, la atrajo hacia sí mismo y los cubrió a los dos. Se quedó en silencio un rato, disfrutando de tenerla así entre sus brazos y oliendo el delicioso y enloquecedor aroma de su cuerpo -No voy a dejarte sola … ¿De acuerdo? Ni a ti ni a él. Es en lo único que quiero que pienses ahora mismo, nada más… necesitamos descansar- Y lo decía en plural porque tanto la cabeza como el ojo le iban a estallar y debía estar repuesto para la misión en tierra. Al poco de aquello noto que se quedo tranquila y ambos durmieron.
O a ella...- Añadió, porque no le gustaba que a los bebés siempre los trataran de "él". Ella trataba de no ponerle pronombre para que pudiera nacer y manifestarse sin presiones de ningún tipo, pero era cuestión de gustos. No comentó sobre Arleen, pues él tenía razón, no la conocía.
No le gustó el pensamiento de él masturbándose en la ducha. Porque para hacerlo hacía falta pensar en algo, y si tenía que pensar en algo y no estaba muy satisfecho con ella, terminaría por pensar en otra. En cada solución veía un problema más grande. En tanto a lo del reto... No quería entrar en eso. Sí, es cierto que lo tenía en la punta de la lengua, pero el moreno era un venadillo asustadizo cada vez que hablaban de sentimientos. Lo asustabas con facilidad. Tuvo que poner los ojos en blanco cuando habló de conquistar al soltero codiciado, porque aún cuando así fuera, al final todo mundo sabría que había sido por medio del embarazo. La cosa no podía ir más cuesta abajo.- O ella...- Le corrigió por lo bajo sin interrumpirle, dejando que siguiera. Por último, su petición pareció cobrar fuerza en él, pues se abrazó justo como antes, como cuando necesitaba ser reconfortada. Ella también le abrazó y volvió a llorar, pero aquella vez era más tranquila y con menos sentimiento. Ahora solo lloraba porque no sabía como manejar la situación. El nudo en el estómago por decirle ya se le había deshecho.
Dejó que la llevara a la habitación, recostándose en su pecho. En realidad no se refería a que se quedara cuando le pidió que no la dejara sola, pero aquello estaba bien. Sí necesitaba dormir, se sentía como una carcaza vacía y la cabeza estaba por explotarle. Por lo general, permitía que el contrario la atrajera con él a sus espaldas, pero aquella noche necesitaba aferrarse a algo. Se giró para colocar la cabeza entre los brazos del moreno, con la frente en su pecho y las manos aferradas a su torso.- O ella...- Susurró una última vez, asintiendo, quedándose dormida casi al momento en que logró relajar el cuello sobre el brazo del moreno.
...
A la mañana siguiente, no la despertó el sol. Era un día fresco, y entre eso y la humedad se podía ver poco por la neblina que cubría el bosque. No conocía muy bien el clima de ese lugar, pero sentía que pronto nevaría. Acurrucada entre los brazos del moreno, se dio cuenta de que poco se habían movido durante la noche. Sus cuerpos habían buscado el calor del otro. La cabeza le martilleaba, pero tenía que ser por el estrés sin final en el que se había puesto los dos días anteriores. Contempló la neblina sin que ningún pensamiento, bueno o malo, le cruzara la cabeza. Ya no tenía ideas, las había agotado. Pero un café le parecía una muy buena idea. Recordó con un poco de molestia que, lo más probable, es que la habitación estuviera hecha un desastre. Había sacado los vestidos de Vishous el día anterior y los había puesto en sus cajas, pero estaban tiradas por el suelo del vestidor y la cama tenía dos días sin hacerse, todo debía ser un espectáculo bastante nefasto. Tenía que sacarlo de ahí...
Se removió un poco para ver el reloj en su buró. Era buena hora. Él no tardaba en despertarse; tenía la alarma integrada. Esperó con cuidado a que despertara. Vería de cerca la primera vez en el día que los ojos del moreno se abrían y eso le resultaba poético. Cuando por fin lo hizo, le sonrió apenas en un atizbo. Era lo más que podía darle después de aquella noche tan inquietante.- Buenos días... Ya que no cenaste nada por mi culpa... ¿Te quedas a desayunar?- No sabía si ya tenía que presentarse a la Guardia o si tendría un par de días más de incapacidad, así que prefería ser un poco práctica con ese asunto.
No le gustó el pensamiento de él masturbándose en la ducha. Porque para hacerlo hacía falta pensar en algo, y si tenía que pensar en algo y no estaba muy satisfecho con ella, terminaría por pensar en otra. En cada solución veía un problema más grande. En tanto a lo del reto... No quería entrar en eso. Sí, es cierto que lo tenía en la punta de la lengua, pero el moreno era un venadillo asustadizo cada vez que hablaban de sentimientos. Lo asustabas con facilidad. Tuvo que poner los ojos en blanco cuando habló de conquistar al soltero codiciado, porque aún cuando así fuera, al final todo mundo sabría que había sido por medio del embarazo. La cosa no podía ir más cuesta abajo.- O ella...- Le corrigió por lo bajo sin interrumpirle, dejando que siguiera. Por último, su petición pareció cobrar fuerza en él, pues se abrazó justo como antes, como cuando necesitaba ser reconfortada. Ella también le abrazó y volvió a llorar, pero aquella vez era más tranquila y con menos sentimiento. Ahora solo lloraba porque no sabía como manejar la situación. El nudo en el estómago por decirle ya se le había deshecho.
Dejó que la llevara a la habitación, recostándose en su pecho. En realidad no se refería a que se quedara cuando le pidió que no la dejara sola, pero aquello estaba bien. Sí necesitaba dormir, se sentía como una carcaza vacía y la cabeza estaba por explotarle. Por lo general, permitía que el contrario la atrajera con él a sus espaldas, pero aquella noche necesitaba aferrarse a algo. Se giró para colocar la cabeza entre los brazos del moreno, con la frente en su pecho y las manos aferradas a su torso.- O ella...- Susurró una última vez, asintiendo, quedándose dormida casi al momento en que logró relajar el cuello sobre el brazo del moreno.
...
A la mañana siguiente, no la despertó el sol. Era un día fresco, y entre eso y la humedad se podía ver poco por la neblina que cubría el bosque. No conocía muy bien el clima de ese lugar, pero sentía que pronto nevaría. Acurrucada entre los brazos del moreno, se dio cuenta de que poco se habían movido durante la noche. Sus cuerpos habían buscado el calor del otro. La cabeza le martilleaba, pero tenía que ser por el estrés sin final en el que se había puesto los dos días anteriores. Contempló la neblina sin que ningún pensamiento, bueno o malo, le cruzara la cabeza. Ya no tenía ideas, las había agotado. Pero un café le parecía una muy buena idea. Recordó con un poco de molestia que, lo más probable, es que la habitación estuviera hecha un desastre. Había sacado los vestidos de Vishous el día anterior y los había puesto en sus cajas, pero estaban tiradas por el suelo del vestidor y la cama tenía dos días sin hacerse, todo debía ser un espectáculo bastante nefasto. Tenía que sacarlo de ahí...
Se removió un poco para ver el reloj en su buró. Era buena hora. Él no tardaba en despertarse; tenía la alarma integrada. Esperó con cuidado a que despertara. Vería de cerca la primera vez en el día que los ojos del moreno se abrían y eso le resultaba poético. Cuando por fin lo hizo, le sonrió apenas en un atizbo. Era lo más que podía darle después de aquella noche tan inquietante.- Buenos días... Ya que no cenaste nada por mi culpa... ¿Te quedas a desayunar?- No sabía si ya tenía que presentarse a la Guardia o si tendría un par de días más de incapacidad, así que prefería ser un poco práctica con ese asunto.
-O a ella…- Se había corregido finalmente porque era solo único que la pelirroja había agregado a sus frases. La sintió relajarse y eso le permitió a él hacerlo. Mientras caía en el sueño profundo se imaginó los escenarios en los que reaccionaría su familia. Estaba seguro de que todos le dirían un"te lo dije" como advertencia a no meterse con las Descendientes. ¿Y qué podía decir él? La ilusión seguro haría más mella en su madre y en su hermana. Fred le daría un sermón. Aurora lo miraría con una sonrisa silenciosa en los labios para luego rehuirle. Podía imaginarlos a casi todos. Amaya seguro se le reiría en la cara.
Tras eso pasó la noche, en efecto ninguno de los dos se movió y Vishous la mantuvo bastante pegada a él. En algún momento, finalmente su cuerpo tomó consciencia de su reloj biológico y V intentó mover las dos manos hacia la cara para desperezarse pero su brazo izquierdo no se lo permitió. Recordó entonces que se había quedado a dormir con Sofía. Se llevó la derecha hacia los ojos, los restregó un poco y después los abrió para mirarla cuando el dirigió la palabra -Nuestra…- corrigió. Porque ella podría haberse vuelto reticente a hablarle pero la razón había sido cosa de los dos -Mmm.. si. Sigo de baja…Hasta mañana- Y le apetecía algo como un desayuno americano lleno de grasas y fruta, siempre fruta según le había enseñado su madre.
Pero estaba cómodo en la cama. Vio hacia afuera, contemplando el clima y suspiró. Se acercaba la Navidad y la misión. Bajo la vista hacia ella de nuevo -¿Mejor?- Preguntó y después de su respuesta decidió que, aunque le apetecía besarla, lo mejor era respetar su decisión. Se inclinó y la atrajo hacia él solo para dejarle un beso en la frente -Usaré tu baño- Le dijo antes de incorporarse, alejándose de ella dejándola reposar con suavidad. Cuando se levantó y vio todo lo que estaba en el piso sintió una punzada de dolor pero más allá de apretar las muelas ni siquiera emitió palabra. Estaba claro que hiciera lo que hiciera, Sofía ya tenía su plan. Aunque ayer habían llegado a lo que él creía era un acuerdo. Era un asunto que tenían que hablar después. Evidentemente, él no iba a dejarla sola pero los detalles que envolvían su futura relación estaban bastante dispersos.
Fue hasta el baño donde hizo su propia rutina de mañanas. Después de eso salió ignorando el desastre de la habitación y fue a por su ropa, colocándose los pantalones y la camiseta con lentitud -¿Tienes huevos y bacon?- Le cuestionó para hacer un poco de conversación antes de bajar.
Tras eso pasó la noche, en efecto ninguno de los dos se movió y Vishous la mantuvo bastante pegada a él. En algún momento, finalmente su cuerpo tomó consciencia de su reloj biológico y V intentó mover las dos manos hacia la cara para desperezarse pero su brazo izquierdo no se lo permitió. Recordó entonces que se había quedado a dormir con Sofía. Se llevó la derecha hacia los ojos, los restregó un poco y después los abrió para mirarla cuando el dirigió la palabra -Nuestra…- corrigió. Porque ella podría haberse vuelto reticente a hablarle pero la razón había sido cosa de los dos -Mmm.. si. Sigo de baja…Hasta mañana- Y le apetecía algo como un desayuno americano lleno de grasas y fruta, siempre fruta según le había enseñado su madre.
Pero estaba cómodo en la cama. Vio hacia afuera, contemplando el clima y suspiró. Se acercaba la Navidad y la misión. Bajo la vista hacia ella de nuevo -¿Mejor?- Preguntó y después de su respuesta decidió que, aunque le apetecía besarla, lo mejor era respetar su decisión. Se inclinó y la atrajo hacia él solo para dejarle un beso en la frente -Usaré tu baño- Le dijo antes de incorporarse, alejándose de ella dejándola reposar con suavidad. Cuando se levantó y vio todo lo que estaba en el piso sintió una punzada de dolor pero más allá de apretar las muelas ni siquiera emitió palabra. Estaba claro que hiciera lo que hiciera, Sofía ya tenía su plan. Aunque ayer habían llegado a lo que él creía era un acuerdo. Era un asunto que tenían que hablar después. Evidentemente, él no iba a dejarla sola pero los detalles que envolvían su futura relación estaban bastante dispersos.
Fue hasta el baño donde hizo su propia rutina de mañanas. Después de eso salió ignorando el desastre de la habitación y fue a por su ropa, colocándose los pantalones y la camiseta con lentitud -¿Tienes huevos y bacon?- Le cuestionó para hacer un poco de conversación antes de bajar.
No iba a empezar la mañana iniciando una pelea. Sí había sido bastante culpa suya porque ella había hecho tres cuartas partes del drama, pero él también había contribuido.- Deberían darte un par de días más. Luego preguntaré que te hicieron en el ojo.- A Lucio. O a Sean. Ellos podrían decirle y era seguro que sabían, porque Sean había estado ciego un tiempo y Lucio le devolvió la vista. La pregunta del contrario le sacó de sus pensamientos, devolviendo la vista al moreno. No sabía cómo contestar, así que se quedó en silencio unos segundos antes de asentir con lentitud.
Hubiera preferido que no tuviera tiempo para ver el destrozo que había hecho de su habitación, pero no iba a impedirle usar el baño. Aprovechó para descansar y cerrar los ojos unos minutos más, hasta que el contrario salió con aquella pregunta. Le miró y asintió suavemente, remoloneándose despacio en la cama.- En el refrigerador. Los huevos en la puerta, el bacon arriba en la nevera. Te acompaño en un minuto.- Murmuró. Necesitaba lavarse la cara antes de poder hacer cualquier cosa aquella mañana. Lentamente, salió de las mantas con pereza y siguió hasta el baño. El espejo no le daba un reflejo tan horrible de ella misma como pensó. Se recompuso un poco, lavando su rostro y refrescándose como pudo. Quiso tomar un baño pero a la vez se sentía bastante espesa para eso. Al final, se cambió la bata de dormir por un vestido ligero, blanco, corto y se colocó un par de zapatos bajos. Estaba dispersa y prefería no romperse un tobillo en las escaleras. Cuando estaba por salir del vestidor, pateó un poco las cajas con el pie para quitarlas del medio y encontró algo por lo que también había llorado mucho el día anterior. Recogió la preciosa caja negra de terciopelo con el moño y listón plateado y la abrazó contra su pecho, bajando por fin a la cocina.
Ahora que lo pensaba, su casa tenía una distribución extraña. Quizás no sería muy funcional los siguientes nueve meses si no podía desaparecerse por ahí, tal como le había pedido Anteia. Cuando por fin llegó, se sentó en uno de los taburetes de la barra. No sentía hambre y mucho menos ganas de cocinar, pero él podía usar lo que quisiera. Dejó el regalo con cuidado en la cubierta frente a ella, observándolo. Ya no sabía cómo dárselo, así que fue honesta con él.- Esto quería dártelo en persona. Iba a invitarte a ver la lluvia conmigo, a escuchar música a las tres de la mañana, a ser amigos pero... te me adelantaste. Ya no sé si sea algo positivo para ti o no.
Hubiera preferido que no tuviera tiempo para ver el destrozo que había hecho de su habitación, pero no iba a impedirle usar el baño. Aprovechó para descansar y cerrar los ojos unos minutos más, hasta que el contrario salió con aquella pregunta. Le miró y asintió suavemente, remoloneándose despacio en la cama.- En el refrigerador. Los huevos en la puerta, el bacon arriba en la nevera. Te acompaño en un minuto.- Murmuró. Necesitaba lavarse la cara antes de poder hacer cualquier cosa aquella mañana. Lentamente, salió de las mantas con pereza y siguió hasta el baño. El espejo no le daba un reflejo tan horrible de ella misma como pensó. Se recompuso un poco, lavando su rostro y refrescándose como pudo. Quiso tomar un baño pero a la vez se sentía bastante espesa para eso. Al final, se cambió la bata de dormir por un vestido ligero, blanco, corto y se colocó un par de zapatos bajos. Estaba dispersa y prefería no romperse un tobillo en las escaleras. Cuando estaba por salir del vestidor, pateó un poco las cajas con el pie para quitarlas del medio y encontró algo por lo que también había llorado mucho el día anterior. Recogió la preciosa caja negra de terciopelo con el moño y listón plateado y la abrazó contra su pecho, bajando por fin a la cocina.
Ahora que lo pensaba, su casa tenía una distribución extraña. Quizás no sería muy funcional los siguientes nueve meses si no podía desaparecerse por ahí, tal como le había pedido Anteia. Cuando por fin llegó, se sentó en uno de los taburetes de la barra. No sentía hambre y mucho menos ganas de cocinar, pero él podía usar lo que quisiera. Dejó el regalo con cuidado en la cubierta frente a ella, observándolo. Ya no sabía cómo dárselo, así que fue honesta con él.- Esto quería dártelo en persona. Iba a invitarte a ver la lluvia conmigo, a escuchar música a las tres de la mañana, a ser amigos pero... te me adelantaste. Ya no sé si sea algo positivo para ti o no.
-Tengo que preparar a los guardias para la misión, ver lo del Drow, ver lo del licántropo y su ataque en el laboratorio…En fin, gajes del oficio- Bromeó. En cuanto a lo del ojo alzó suavemente el hombro. Le habían puesto unas gotas y después habían empezado a hacer una especie de recital, de cántico, pero Vishous se había quedado bastante tranquilo y luego los grandes sedantes. Se quedó más tranquilo cuando asintió a que estaba mejor.
Bajó después de que le dijera dónde estaba la comida, así que se fue a la cocina. No tardó en conseguir lo que quería así que hizo varios huevos y bacon para ambos. Un par de tostadas para los dos y luego cogio algo más de frutos rojos. Ya tenía casi todo listo excepto el café, preparó el de él pero le pareció recordar que Sofía era más de té. Cuando apareció llevaba una caja con un lazo y no supo que era pero prefirió no preguntar -Creo inferir que tomas té…Pero de eso poco sé ¿Te lo haces tú o me dices qué hacer?
Miró la caja cuando le habló y sonrió de lado -Bueno, ayer vine más temprano- Bromeó brevemente y se inclinó sobre la mesa, dejándole el plato a ella. Se sentó a su lado y miró la caja. Antes de desayunar abrió la caja y observó el cuaderno y las plumas, sonrió de lado con cierta nostalgia. La miró un momento y luego sacó el cuaderno para acariciar la portada y lo abrió, cogió uno de los bolis y escribió en la portada en la parte superior su nombre y apellido -Es positivo- Le dijo con tranquilidad a Sofía. Puso la fecha y luego escribió que era un regalo de la Descendiente Sofía Dioscórides. Inspiró y observó su caligrafía un momento antes de cerrar el cuaderno y guardarlo en la caja y apartarla de la mesa para que no se ensuciara -Ya casi me acabo el último. Pero…Espero que en este pueda escribir cosas más positivas- Le dijo e inclinó hacia ella para dejarle otro beso en la frente -Gracias- Le susurró y tras eso empezó a comer con bastante apetito.
Bajó después de que le dijera dónde estaba la comida, así que se fue a la cocina. No tardó en conseguir lo que quería así que hizo varios huevos y bacon para ambos. Un par de tostadas para los dos y luego cogio algo más de frutos rojos. Ya tenía casi todo listo excepto el café, preparó el de él pero le pareció recordar que Sofía era más de té. Cuando apareció llevaba una caja con un lazo y no supo que era pero prefirió no preguntar -Creo inferir que tomas té…Pero de eso poco sé ¿Te lo haces tú o me dices qué hacer?
Miró la caja cuando le habló y sonrió de lado -Bueno, ayer vine más temprano- Bromeó brevemente y se inclinó sobre la mesa, dejándole el plato a ella. Se sentó a su lado y miró la caja. Antes de desayunar abrió la caja y observó el cuaderno y las plumas, sonrió de lado con cierta nostalgia. La miró un momento y luego sacó el cuaderno para acariciar la portada y lo abrió, cogió uno de los bolis y escribió en la portada en la parte superior su nombre y apellido -Es positivo- Le dijo con tranquilidad a Sofía. Puso la fecha y luego escribió que era un regalo de la Descendiente Sofía Dioscórides. Inspiró y observó su caligrafía un momento antes de cerrar el cuaderno y guardarlo en la caja y apartarla de la mesa para que no se ensuciara -Ya casi me acabo el último. Pero…Espero que en este pueda escribir cosas más positivas- Le dijo e inclinó hacia ella para dejarle otro beso en la frente -Gracias- Le susurró y tras eso empezó a comer con bastante apetito.
Asintió, dejándole estar ahora que veía que tenía muchas cosas que hacer. Si era en algo como ella, lo haría sin importar lo que dijera, porque era su deber.
Cuando bajó, sonrió despacio, apreciando que pensara en ella por lo del té, pero negó suavemente y embrujó la taza para que un café se preparara en ella.- Yo lo hago. Hoy quisiera algo más fuerte.- Recibió el café entre ambas manos cuando llegó a ella, endulzado a la perfección. Bebió un sorbo y aspiró el aroma. El café era toda una experiencia para ella, justo como el té. Eso le ayudaría a terminar de deshacer la sensación de pesadez y cansancio que tenía encima.
Observó el plato y se dio cuenta de que tenía más hambre de la que pensaba, pero estaba bastante enmascarada por el cansancio emocional en el que estaba. Sonrió al contrario por su ocurrencia y tomó una zarzamora con los dedos para metérsela a la boca, esperando a que se sentara y viera el obsequio. Estuvo en tensión hasta que le vio sonreír. Al menos le había gustado y enseguida lo vio comenzar a escribir su nombre. Tenía buena letra y al menos le haría justicia. No le gustó que pusiera que era de parte de la "Descendiente". Le daba mucha importancia a eso y le traía recuerdos del día anterior. Hubiera preferido que solo escribiera Sofía, pero dejó estar el pensamiento cuando recibió el beso en la frente.- Quizás podrías empezar a agradecerle al universo por todo lo bueno que tienes.- Murmuró, aunque a ella le iban bastante las cosas esotéricas, los agradecimientos al universo, los rituales a la luna, quizás a él no le resultaba tan normal.- Es... Es solo ver tu vida y enfocarte en lo bueno, y... bueno, hay gente que cree que es una tontería, pero es que te enfocas en lo bueno y al menos aprendes a ver la luz en cosas pequeñas.- Mejor se cayó, porque no sabía cómo comunicarse sobre esas cosas cuando no sabía si él creía en algo por el estilo. Pero existiendo la magia, las cosas eran más fáciles. Además, se sentía como empezando una conversación con alguien nuevo, como si no tuvieran nada en común, aunque sabía que era solo cuestión de intentos el volver a tener la libertad con él que siempre tuvo.
Cuando bajó, sonrió despacio, apreciando que pensara en ella por lo del té, pero negó suavemente y embrujó la taza para que un café se preparara en ella.- Yo lo hago. Hoy quisiera algo más fuerte.- Recibió el café entre ambas manos cuando llegó a ella, endulzado a la perfección. Bebió un sorbo y aspiró el aroma. El café era toda una experiencia para ella, justo como el té. Eso le ayudaría a terminar de deshacer la sensación de pesadez y cansancio que tenía encima.
Observó el plato y se dio cuenta de que tenía más hambre de la que pensaba, pero estaba bastante enmascarada por el cansancio emocional en el que estaba. Sonrió al contrario por su ocurrencia y tomó una zarzamora con los dedos para metérsela a la boca, esperando a que se sentara y viera el obsequio. Estuvo en tensión hasta que le vio sonreír. Al menos le había gustado y enseguida lo vio comenzar a escribir su nombre. Tenía buena letra y al menos le haría justicia. No le gustó que pusiera que era de parte de la "Descendiente". Le daba mucha importancia a eso y le traía recuerdos del día anterior. Hubiera preferido que solo escribiera Sofía, pero dejó estar el pensamiento cuando recibió el beso en la frente.- Quizás podrías empezar a agradecerle al universo por todo lo bueno que tienes.- Murmuró, aunque a ella le iban bastante las cosas esotéricas, los agradecimientos al universo, los rituales a la luna, quizás a él no le resultaba tan normal.- Es... Es solo ver tu vida y enfocarte en lo bueno, y... bueno, hay gente que cree que es una tontería, pero es que te enfocas en lo bueno y al menos aprendes a ver la luz en cosas pequeñas.- Mejor se cayó, porque no sabía cómo comunicarse sobre esas cosas cuando no sabía si él creía en algo por el estilo. Pero existiendo la magia, las cosas eran más fáciles. Además, se sentía como empezando una conversación con alguien nuevo, como si no tuvieran nada en común, aunque sabía que era solo cuestión de intentos el volver a tener la libertad con él que siempre tuvo.
No respondió nada a aquello de que necesitaba algo más fuerte, él siempre optaba el café sólo y sin azúcar. Y el café, sin duda, era bueno. A él le gustaba el aroma y por eso no siempre lo hacía mágicamente, necesitaba hacerlo de forma manual y que el aroma pudiera filtrarse por todo el loft para poder apreciarlo. Empezó a comer, disfrutando de los huevos y del bacon como si nunca en su vida los hubiese probado. Pero sinceramente, después de la comida del hospital era lo mejor que podía tener. Disfrutó un trago del café y entonces se concentró en lo del regalo.
Escuchó lo que le comentaba y él le sonrió -Un ojo nuevo, por ejemplo- Bromeó porque en el fondo no quería atormentarla con nada. Siguió oyendo y entonces no pudo soportarlo un poco más. Dar consejos siempre le era muy bueno a Sofía. Pero sin duda, debía aprender a llevarlo -Sofía…- Le cogió la mano dejando un poco aquello de lado -Me gusta oírte así…Estaba seguro de que ayer no ibas a ser capaz de decirme esto- Le acarició suavemente con el pulgar, se inclinó y atrajo la silla de ella hacia él. También su plato para que comiera junto a él.
-Me gusta ver que estés mejor…Ahora…Desayuna y no sólo frutos rojos- Soltó, como advertencia, mientras veía la caja de nuevo. Había más cosas en la que enfocarse. Aparte de tener un ojo nuevo tenía un nuevo objetivo en la vida y lo cierto es que independientemente de lo que Sofía eligiera, él estaba… ¿feliz? Era un sentimiento extraño el que se anidaba en su interior al pensar en ser padre. Siempre había adorado a sus sobrinos, pero ahora podría tener un propio. Se quedó pensativo, en silencio, con una leve sonrisa mientras desayunaba. Se miró la mano derecha con algo de curiosidad -Es irónico que tenga que agradecer al universo…- Movió la mano hacia ella para que la viera -Se supone que estoy conectado a él-
Escuchó lo que le comentaba y él le sonrió -Un ojo nuevo, por ejemplo- Bromeó porque en el fondo no quería atormentarla con nada. Siguió oyendo y entonces no pudo soportarlo un poco más. Dar consejos siempre le era muy bueno a Sofía. Pero sin duda, debía aprender a llevarlo -Sofía…- Le cogió la mano dejando un poco aquello de lado -Me gusta oírte así…Estaba seguro de que ayer no ibas a ser capaz de decirme esto- Le acarició suavemente con el pulgar, se inclinó y atrajo la silla de ella hacia él. También su plato para que comiera junto a él.
-Me gusta ver que estés mejor…Ahora…Desayuna y no sólo frutos rojos- Soltó, como advertencia, mientras veía la caja de nuevo. Había más cosas en la que enfocarse. Aparte de tener un ojo nuevo tenía un nuevo objetivo en la vida y lo cierto es que independientemente de lo que Sofía eligiera, él estaba… ¿feliz? Era un sentimiento extraño el que se anidaba en su interior al pensar en ser padre. Siempre había adorado a sus sobrinos, pero ahora podría tener un propio. Se quedó pensativo, en silencio, con una leve sonrisa mientras desayunaba. Se miró la mano derecha con algo de curiosidad -Es irónico que tenga que agradecer al universo…- Movió la mano hacia ella para que la viera -Se supone que estoy conectado a él-
No sabía si un ojo nuevo era positivo, considerando que le habían tenido que averiar el anterior para obtenerlo, pero parecía feliz. De alguna manera, a pesar de todo lo del día anterior, se veía feliz. ¿Se había imaginado toda la pelea? Le dolía tanto la cabeza que hubiera podido decir que si, pero la inquietud en el pecho le decía que los recuerdos no eran ficticios. Le sorprendió que le cogiera la mano después de decir su nombre, muy confundida por lo que el contrario decía. Se tuvo que sostener de la mesa cuando atrajo la silla hacia él, porque no lo esperaba.- ¿De decirte... qué? - Preguntó, con el ceño fruncido en incógnita. ¿Por qué se sentía fuera de lugar en su propia casa? Él parecía incluso hasta feliz y ella aún estaba asimilando todo. Parecía estar lo suficientemente bien como para darse cuenta de que no había tocado el desayuno. El hambre iba y venía de modos extraños y en momentos muy aleatorios. Tomó el pan tostado y mordió una esquina mientras seguía pensando. ¿Le había dicho que sí a casarse y no lo recordaba? Improbable.
Le miró observar su mano y tuvo que intervenir en aquello.- Entonces la ley de atracción funciona de maravilla contigo, ¿no? Atraes lo que piensas, tanto si es bueno como si es malo.
Vishous...- Murmuró, tomando luego el café para darse un poco de tiempo en formular su pregunta.- Quizás... Quizás no debiste venir ayer. La noticia estaba reciente, no lo había asimilado bien y... dije... Dije cosas que no debí haber dicho. Lo siento mucho. Quizás desde tu perspectiva puede parecer exagerado pero...- Soltó un suspiro. No sabía cómo hacerle entender la marea de sentimientos que tenía por dentro, y curiosamente el sol estaba saliendo afuera. Partió un poco sus huevos con los cubiertos, pero luego dejó las manos a ambos lados del plato. Su cabeza era un desorden ahora que ya estaba más despierta.- Hay cosas que no te habría dicho en otro momento. Me dejé llevar por el dolor. Y me... me estás sacando de quicio. ¿Por qué estás tan tranquilo? - Eso mismo le había preguntado ayer, solo que no recordaba la respuesta. ¿Sería la diferencia de edad?
Le miró observar su mano y tuvo que intervenir en aquello.- Entonces la ley de atracción funciona de maravilla contigo, ¿no? Atraes lo que piensas, tanto si es bueno como si es malo.
Vishous...- Murmuró, tomando luego el café para darse un poco de tiempo en formular su pregunta.- Quizás... Quizás no debiste venir ayer. La noticia estaba reciente, no lo había asimilado bien y... dije... Dije cosas que no debí haber dicho. Lo siento mucho. Quizás desde tu perspectiva puede parecer exagerado pero...- Soltó un suspiro. No sabía cómo hacerle entender la marea de sentimientos que tenía por dentro, y curiosamente el sol estaba saliendo afuera. Partió un poco sus huevos con los cubiertos, pero luego dejó las manos a ambos lados del plato. Su cabeza era un desorden ahora que ya estaba más despierta.- Hay cosas que no te habría dicho en otro momento. Me dejé llevar por el dolor. Y me... me estás sacando de quicio. ¿Por qué estás tan tranquilo? - Eso mismo le había preguntado ayer, solo que no recordaba la respuesta. ¿Sería la diferencia de edad?
-Algo positivo- Informó mientras se acababa los huevos y parte del bacon, dejando lo mejor para el final porque le gustaba escuchar y masticar la parte más crocante de éste. Adoraba el bacon, era bastante carnívoro. Una buena carne, bien hecha, bien marinada era una de sus debilidades. Le observó cuando habló de la mano y se la contempló de nuevo -No estoy seguro, tampoco me he concentrado demasiado en ello- Le explicó alzando suavemente el hombro.
Bebió del café y cuando dijo su nombre supo que finalmente iban a hablar. Al menos ya tenía comida en el estómago y no iba a comportarse como un hosco. Escuchó cada palabra de lo que le dijo, sobre aquello de las cosas que no debía decir pero no agregó nada porque hasta donde le había dicho su madre afirmar que una mujer era “exagerada” estaba mal visto así que se mordió la lengua. No tenía nada que agregar asi que se calló. Lo siguiente si que le pilló por sorpresa. Tranquilidad. Él sonrió de lado -Porque me dijiste que no te dejara sola. Eso quiere decir que incluso aunque no aceptes mi propuesta de matrimonio podré estar involucrado en su crianza y será reconocido como mi hijo o hija. Yo también quiero que tú seas feliz y…estoy tranquilo porque has respetado que pueda tomar mi responsabilidad. No puedo pedirte más- Le explicó y se giró un poco en la silla para quedar frente a ella
-Verás…Me gustan los niños, nunca me planteé tener uno porque no me planteaba ningún tipo de futuro, vivía en el día a día. Ahora, después de … analizar un poco lo que ha sido mi vida después de Leticia me he dado cuenta de que desperdicié años guardando luto a una relación que finalizó hace demasiado. Me lo hiciste ver tú…- El tono era bastante sosegado, pero es que se encontraba bastante tranquilo al respecto -y Chloe… Entonces, tal vez esta sea otra señal para comenzar un nuevo capítulo en mi vida. Y ayer… yo también dije cosas, pero es porque sentía que estabas quitándome el poder de decidir sobre él o ella…Y ya sabes…- Dijo alzando la mano para señalarse la cabeza con brusquedad, estaba convencido de que sabría a lo que se refería -Estabas sacándome el control en mi vida- Lo mencionó, por si aquello no fuese suficiente.
-Aún te queda tiempo para pensarlo. Está muy reciente, debes seguir dirgiriéndolo. Yo sólo te pido que me dejes ser parte de su vida, y por ende, de la tuya. En los términos que elijas...Somos grandecitos para hacer con nuestra vida lo que consideremos mejor- Mencionó alzando las manos pero antes de seguir tomó las de ella para que le mirara -Y no deseo dejarte sola, pero sabes que viene la misión a tierra y tendré que bajar como miembro de la Guardia. Según sé, mi hermano se queda… Me quedaría más tranquilo si puedo decírselo a él, para que venga a verte y se asegure de que estás bien. Te cuidará como yo lo haría y sé que si le pido que guarde el secreto, lo hará. ¿Está bien?- Inquirió y luego sonrió de lado -Con suerte, tenemos éxito y podré llevarlos a ver el London Eye- Creyó habérselo mencionado alguna vez pero era un lugar al que los Royden solían ir de jóvenes a disfrutar.
Bebió del café y cuando dijo su nombre supo que finalmente iban a hablar. Al menos ya tenía comida en el estómago y no iba a comportarse como un hosco. Escuchó cada palabra de lo que le dijo, sobre aquello de las cosas que no debía decir pero no agregó nada porque hasta donde le había dicho su madre afirmar que una mujer era “exagerada” estaba mal visto así que se mordió la lengua. No tenía nada que agregar asi que se calló. Lo siguiente si que le pilló por sorpresa. Tranquilidad. Él sonrió de lado -Porque me dijiste que no te dejara sola. Eso quiere decir que incluso aunque no aceptes mi propuesta de matrimonio podré estar involucrado en su crianza y será reconocido como mi hijo o hija. Yo también quiero que tú seas feliz y…estoy tranquilo porque has respetado que pueda tomar mi responsabilidad. No puedo pedirte más- Le explicó y se giró un poco en la silla para quedar frente a ella
-Verás…Me gustan los niños, nunca me planteé tener uno porque no me planteaba ningún tipo de futuro, vivía en el día a día. Ahora, después de … analizar un poco lo que ha sido mi vida después de Leticia me he dado cuenta de que desperdicié años guardando luto a una relación que finalizó hace demasiado. Me lo hiciste ver tú…- El tono era bastante sosegado, pero es que se encontraba bastante tranquilo al respecto -y Chloe… Entonces, tal vez esta sea otra señal para comenzar un nuevo capítulo en mi vida. Y ayer… yo también dije cosas, pero es porque sentía que estabas quitándome el poder de decidir sobre él o ella…Y ya sabes…- Dijo alzando la mano para señalarse la cabeza con brusquedad, estaba convencido de que sabría a lo que se refería -Estabas sacándome el control en mi vida- Lo mencionó, por si aquello no fuese suficiente.
-Aún te queda tiempo para pensarlo. Está muy reciente, debes seguir dirgiriéndolo. Yo sólo te pido que me dejes ser parte de su vida, y por ende, de la tuya. En los términos que elijas...Somos grandecitos para hacer con nuestra vida lo que consideremos mejor- Mencionó alzando las manos pero antes de seguir tomó las de ella para que le mirara -Y no deseo dejarte sola, pero sabes que viene la misión a tierra y tendré que bajar como miembro de la Guardia. Según sé, mi hermano se queda… Me quedaría más tranquilo si puedo decírselo a él, para que venga a verte y se asegure de que estás bien. Te cuidará como yo lo haría y sé que si le pido que guarde el secreto, lo hará. ¿Está bien?- Inquirió y luego sonrió de lado -Con suerte, tenemos éxito y podré llevarlos a ver el London Eye- Creyó habérselo mencionado alguna vez pero era un lugar al que los Royden solían ir de jóvenes a disfrutar.
Le miró comer, porque sentía que se estaba perdiendo algo importante y no sabía qué. Asumió de una vez por todas que aún no estaba en sus seis sentidos y que tendría que quedarse tranquila al respecto. Lo miró beber café y dejó los cubiertos sobre el plato, pero él se quedó bastante callado hasta que terminó de hablar. Y ahí estaba de nuevo, la sonrisilla en su rostro que no lograba entender. Quizás era más que ella no podía sonreír todavía lo que le sacaba de quicio, pero se mantuvo callada mientras escuchaba. No tenía ni idea que iba a hacer, ni cómo funcionaría todo permitiéndole que el bebé tuviera el apellido Royden. Aún sentía que dejarle su libertad para irse era lo mejor, pero él se veía tan feliz con todo que no podía dejarlo de lado, no después de todo lo que le dijo el día anterior.
Levantó el rostro para mirarle, arqueando la ceja con aquello de que le gustaban los niños. No sonaba muy verdadero ni encajaba con él, pero debía ser cierto. Al menos hablaba de Leticia sin dolor. La última vez no había podido pronunciar su nombre. El solo recuerdo le cambió la cara más de una vez y ahora se veía tan tranquilo. En tan poco tiempo.- Quizás es cuando estás más fuertemente aferrado cuando es más fácil soltar.- Murmuró, no para él, sino para ella, para darse una idea de lo que debieron ser los días que no estuvo cerca de él. Entendió lo de sacarle el control de su vida y agradeció el tiempo que le daba para pensarlo. Sí, debía encontrar una solución a todo. Algo que le permitiera hacer todo a la vez. Cuando el contrario le tomó las manos tuvo que hacer un esfuerzo en mirarle. Conocía lo de la misión pero por alguna razón no creía que fuera. Iba a ser peligroso, pero si algo le habían enseñado era que cuando un hombre salía en una misión, el deber de una mujer era anclar en él un recuerdo que le motivara a volver. Y no sabía si a ella le correspondía aquello, pero tenía miedo de que esa tranquilidad en él se volviera en su contra.
Discutieron un rato sobre Fred. Ella no le conocía de nada y sentía que traer a más gente a un secreto solo lo hacía más complicado de guardar. Ya lo sabían cuatro personas. En poco iban a ser cien. Terminó por aceptar, pero con la condición de que no le pidiera que la vigilara. No quería tener su sombra todo el rato encima. Lo había conocido brevemente en la boda, parecía majo, pero tenía otras obligaciones y él ya tenía una familia de la cual cuidar. Eso y que sabía que la misión sería breve o terminarían todos muertos... No dejó que el sombrío pensamiento le opacara el rostro. Se lo guardó. Ya se arreglaría con Fred y así V podría bajar sin preocupaciones. Y tuvo que sonreír con aquello del London Eye. Tuvo que. Terminaron de desayunar sin demasiadas preocupaciones y después le dejó partir, para que pudiera concentrarse en los días que le venían encima.
Levantó el rostro para mirarle, arqueando la ceja con aquello de que le gustaban los niños. No sonaba muy verdadero ni encajaba con él, pero debía ser cierto. Al menos hablaba de Leticia sin dolor. La última vez no había podido pronunciar su nombre. El solo recuerdo le cambió la cara más de una vez y ahora se veía tan tranquilo. En tan poco tiempo.- Quizás es cuando estás más fuertemente aferrado cuando es más fácil soltar.- Murmuró, no para él, sino para ella, para darse una idea de lo que debieron ser los días que no estuvo cerca de él. Entendió lo de sacarle el control de su vida y agradeció el tiempo que le daba para pensarlo. Sí, debía encontrar una solución a todo. Algo que le permitiera hacer todo a la vez. Cuando el contrario le tomó las manos tuvo que hacer un esfuerzo en mirarle. Conocía lo de la misión pero por alguna razón no creía que fuera. Iba a ser peligroso, pero si algo le habían enseñado era que cuando un hombre salía en una misión, el deber de una mujer era anclar en él un recuerdo que le motivara a volver. Y no sabía si a ella le correspondía aquello, pero tenía miedo de que esa tranquilidad en él se volviera en su contra.
Discutieron un rato sobre Fred. Ella no le conocía de nada y sentía que traer a más gente a un secreto solo lo hacía más complicado de guardar. Ya lo sabían cuatro personas. En poco iban a ser cien. Terminó por aceptar, pero con la condición de que no le pidiera que la vigilara. No quería tener su sombra todo el rato encima. Lo había conocido brevemente en la boda, parecía majo, pero tenía otras obligaciones y él ya tenía una familia de la cual cuidar. Eso y que sabía que la misión sería breve o terminarían todos muertos... No dejó que el sombrío pensamiento le opacara el rostro. Se lo guardó. Ya se arreglaría con Fred y así V podría bajar sin preocupaciones. Y tuvo que sonreír con aquello del London Eye. Tuvo que. Terminaron de desayunar sin demasiadas preocupaciones y después le dejó partir, para que pudiera concentrarse en los días que le venían encima.
La mañana de la navidad era para todo el mundo uno de los más importantes del año. Sin embargo, para ella era aún más que eso. Era el día donde la magia sucedía, y también era su cumpleaños. Mientras se columpiaba suavemente en su sillón colgante, contemplando el lago sobre su terraza baja, repasaba los últimos meses de su vida y cómo sentía que le habían cambiado de perspectiva por completo. Tal vez todo había sido rápido, pero quizás también el universo había conspirado a su favor. Era la primera vez que lo veía así y no como algo que le había jugado en contra. Y le agradaba la sensación.
El sonido de la tetera anunciando la temperatura perfecta del agua la sacó de su ensoñación. Dejó su cómodo sitio y se acercó a la cocina para apagarla, colocando el agua en el juego de té y preparando todo para la llegada de aquella especial persona. Tuvo que cerrar las paredes de cristal pues el aire frío terminaría por enfriar el agua y espantar a su invitado. Y quería que todo estuviera tan cómodo como fuera posible.
Mientras esperaba, se llevó a la boca un bocado de chocolate. Era quizás un poco pesado para media tarde, pero el antojo le podía desde hacía tiempo. Trataba de evitarlos como podía, pero aquel día se había decidido a probar todo lo que quisiera, y la promesa de los dulces de Sayid lo hacían todo mejor. Tratando de pasar el tiempo, comenzó a sacar alguna selección de tés que podrían gustarle a su acompañante de la noche.
El sonido de la tetera anunciando la temperatura perfecta del agua la sacó de su ensoñación. Dejó su cómodo sitio y se acercó a la cocina para apagarla, colocando el agua en el juego de té y preparando todo para la llegada de aquella especial persona. Tuvo que cerrar las paredes de cristal pues el aire frío terminaría por enfriar el agua y espantar a su invitado. Y quería que todo estuviera tan cómodo como fuera posible.
Mientras esperaba, se llevó a la boca un bocado de chocolate. Era quizás un poco pesado para media tarde, pero el antojo le podía desde hacía tiempo. Trataba de evitarlos como podía, pero aquel día se había decidido a probar todo lo que quisiera, y la promesa de los dulces de Sayid lo hacían todo mejor. Tratando de pasar el tiempo, comenzó a sacar alguna selección de tés que podrían gustarle a su acompañante de la noche.
Sayid Ibn Salah
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Mientras paseaba por el mercado en busca de la tienda de dulces que me gustaba, vi muchas cosas navideñas y caí en algo, la noche anterior Arleen y yo habíamos ido al hospital sin decir mucho más a su hermano y a Sofía y para ella no tenía un presente de navidad adecuado por lo que tendría que comprar algo para la ocasión, no solo eso, era su cumpleaños. Tantos años de amistad y una deuda tan grande con la descendiente por tantos y un número enorme de favores merecían algo especial.
Pasé mucho tiempo en el mercado, mucho más del previsto pues me había propuesto comprarle dos regalos, uno por navidad y otro por su cumpleaños, lo peor de todo es que no lograba decidirme por una sola cosa en concreto, era demasiado complicado medir la magnitud de nuestra amistad solo con dos regalos porque eligiera lo que eligiera seguía pareciendo insignificante. Al llegar a casa de Sofía cargado de cajas y bolsas me sentí satisfecho. Un vestido, un collar de oro y esmeraldas, dulces, tocados... tal vez me había pasado con el globo pero toqué la puerta, esperando que me abriera.
Pasé mucho tiempo en el mercado, mucho más del previsto pues me había propuesto comprarle dos regalos, uno por navidad y otro por su cumpleaños, lo peor de todo es que no lograba decidirme por una sola cosa en concreto, era demasiado complicado medir la magnitud de nuestra amistad solo con dos regalos porque eligiera lo que eligiera seguía pareciendo insignificante. Al llegar a casa de Sofía cargado de cajas y bolsas me sentí satisfecho. Un vestido, un collar de oro y esmeraldas, dulces, tocados... tal vez me había pasado con el globo pero toqué la puerta, esperando que me abriera.
El sonido de la puerta dio un vuelco al corazón. Si bien hasta hacía un instante se había visto emocionada, ahora se sentía nerviosa, ansiosa e incluso temerosa de lo que pudiera ocurrir. Se tomó un momento para panicar (como Markus) antes de dejar las mezclas de té sobre la bandeja y comenzar a subir las escaleras hasta el piso central de la casa. Ahora que lo pensaba, la distribución era extraña, pero eran solo los nervios pasándole una mala jugada.
Por un instante, por su mente pasó la inconcebible idea de cancelarle a su compañero, pero todo se desvaneció cuando abrió la puerta. En primera instancia, no se le pasó que todos los regalos fueran para ella, pero su corazón se hinchó de alegría de solo ver al moreno en su portal.- ¡Pero haz comprado todo el mercado! ¿Estás repartiendo tus regalos de navidad? Pero pasa, no te quedes en el frío.- Preguntó mientras sonreía con gran gusto de verle. Le invitó a pasar y esperó a que entrara con todos sus varios obsequios, incluido el globo, antes de cerrar la puerta tras él. Con cháchara animada, le guio hacia el piso inferior, a la cocina, donde tenía todo listo para el té. Le ayudó entonces a colocar todo lo que cargaba en una esquina en la gran barra de la cocina y esperó el momento propicio para darle un fuerte y cálido abrazo, soltando un suspiro una vez que lo tuvo entre sus brazos, aliviada de que estaba bien y de pie.- Oh, Sayid, me alegra verte con tanta vida por dentro. Temí por ti al verte en el hospital pero nunca perdí la fe en que saldrías adelante. Te ves mejor que nunca.- Casi por protocolo, se separó de él. No tenía ganas de hacerlo, no después de tanto, pero tampoco quería agobiarle.- ¿Cómo estás? ¿Cómo te sientes después de todo?
Por un instante, por su mente pasó la inconcebible idea de cancelarle a su compañero, pero todo se desvaneció cuando abrió la puerta. En primera instancia, no se le pasó que todos los regalos fueran para ella, pero su corazón se hinchó de alegría de solo ver al moreno en su portal.- ¡Pero haz comprado todo el mercado! ¿Estás repartiendo tus regalos de navidad? Pero pasa, no te quedes en el frío.- Preguntó mientras sonreía con gran gusto de verle. Le invitó a pasar y esperó a que entrara con todos sus varios obsequios, incluido el globo, antes de cerrar la puerta tras él. Con cháchara animada, le guio hacia el piso inferior, a la cocina, donde tenía todo listo para el té. Le ayudó entonces a colocar todo lo que cargaba en una esquina en la gran barra de la cocina y esperó el momento propicio para darle un fuerte y cálido abrazo, soltando un suspiro una vez que lo tuvo entre sus brazos, aliviada de que estaba bien y de pie.- Oh, Sayid, me alegra verte con tanta vida por dentro. Temí por ti al verte en el hospital pero nunca perdí la fe en que saldrías adelante. Te ves mejor que nunca.- Casi por protocolo, se separó de él. No tenía ganas de hacerlo, no después de tanto, pero tampoco quería agobiarle.- ¿Cómo estás? ¿Cómo te sientes después de todo?
Sayid Ibn Salah
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Esperó en la puerta por su amiga y cuando por fin se abrió extendió los brazos cargados de bolsas -¡Sofía, querida!- se echó a reír cuando le preguntó si había comprado todo el mercado y negó cuando dijo si repartía los de navidad -Solo hay uno de navidad- contestó a la pelirroja mientras pasaba a la casa sintiendo de inmediato el calor del hogar.
Bajaron a la cocina y dejó los regalos a un lado pero sin dejar el globo, se quitó el abrigo y fue entonces cuando correspondió al abrazo que ella le brindaba -Gracias Sofía, la verdad, si me veo mejor que nunca no quiero pensar en lo mal que estaba antes- dijo a modo de broma. Cuando se separaron y ella empezó a preguntarle por su estado se vio en el deber de detenerla con un gesto de su mano -tenemos mucho tiempo para hablar de mi pero primero lo más importante- tiró de la cuerda del globo y lo puso a la altura de su rostro unos instantes para que pudiera leerlo, después lo dejó escapar y tomó su mano para besarla dedicándole después una sonrisa -Feliz cumpleaños mi querida Sofía, la única flor de la isla que no se marchita, la más bella de todas... después de mi mujer- aclaró al final porque habría estado feo no decirlo. Sin soltar su mano la acercó hasta todas las bolsas y cajas presentándolas -Esto es para ti, todas y cada una de las cajas, ningún regalo me parecía suficiente así que considéralos de agradecimiento, de navidad y de cumpleaños, espero que te gusten-
Dejó que le echara un vistazo a todo mientras tomaba una de las cajas con los dulces que había traído para el té -por cierto, no hace falta que te preocupes por mi, estoy bien, solo necesito un par de días de reposo, aunque la verdad, el trabajo no me deja, esta mañana han venido Giordano, Catherine y Tesla a casa, se han metido en un problemilla... pero bueno, eso son cosas del consejo ¿tu que tal te encuentras? ¿Todo bien? ¿al final hablaste con Vishous del incidente?-
Bajaron a la cocina y dejó los regalos a un lado pero sin dejar el globo, se quitó el abrigo y fue entonces cuando correspondió al abrazo que ella le brindaba -Gracias Sofía, la verdad, si me veo mejor que nunca no quiero pensar en lo mal que estaba antes- dijo a modo de broma. Cuando se separaron y ella empezó a preguntarle por su estado se vio en el deber de detenerla con un gesto de su mano -tenemos mucho tiempo para hablar de mi pero primero lo más importante- tiró de la cuerda del globo y lo puso a la altura de su rostro unos instantes para que pudiera leerlo, después lo dejó escapar y tomó su mano para besarla dedicándole después una sonrisa -Feliz cumpleaños mi querida Sofía, la única flor de la isla que no se marchita, la más bella de todas... después de mi mujer- aclaró al final porque habría estado feo no decirlo. Sin soltar su mano la acercó hasta todas las bolsas y cajas presentándolas -Esto es para ti, todas y cada una de las cajas, ningún regalo me parecía suficiente así que considéralos de agradecimiento, de navidad y de cumpleaños, espero que te gusten-
Dejó que le echara un vistazo a todo mientras tomaba una de las cajas con los dulces que había traído para el té -por cierto, no hace falta que te preocupes por mi, estoy bien, solo necesito un par de días de reposo, aunque la verdad, el trabajo no me deja, esta mañana han venido Giordano, Catherine y Tesla a casa, se han metido en un problemilla... pero bueno, eso son cosas del consejo ¿tu que tal te encuentras? ¿Todo bien? ¿al final hablaste con Vishous del incidente?-
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