Recuerdo del primer mensaje :
Los espacios de la residencia son amplios y abiertos, con paredes de cristal corredizas, tragaluces y ventanales, dando la sensación de estar en contacto directo con la naturaleza. Dentro de la casa, no hay plantas, pero la propiedad está estrechamente rodeada por árboles. La estética interior recuerda a su natal Grecia, pero con aires Ingleses. Los pisos son de madera y las paredes blancas en su mayoría, con hechizos suficientes para hacerla resistente e infranqueable.
Entrando por la puerta principal, queda de frente una escalera ancha de madera clara que lleva al piso superior, y una que baja al inferior.
En el piso superior se encuentra la habitación de Sofía, además de algunas áreas personales, como su estudio y una sala de estar.
En el piso central, los espacios son amplios y abiertos. En este piso se encuentra una terraza pequeña, sala de estar, un solarium y dos habitaciones que no usa porque le resultan muy cerradas.
En el piso inferior, que queda al raz del agua del río, se encuentra la cocina, una amplia cava de vinos acondicionada para mantener ciertas pociones (y dos o tres vinos), y una terraza con espacios de descanso. En este piso, no hay paredes divisorias, con lo que se dispone de un solo espacio abierto.
En este piso, hay también una escalera de piedra que baja directamente al lago y que toca también tierra firme. Un camino por la orilla del lago (y uno más por tierra) le llevan al invernadero donde tiene sus espacios de trabajo, para ella y sus alumnos.
Entrando por la puerta principal, queda de frente una escalera ancha de madera clara que lleva al piso superior, y una que baja al inferior.
En el piso superior se encuentra la habitación de Sofía, además de algunas áreas personales, como su estudio y una sala de estar.
En el piso central, los espacios son amplios y abiertos. En este piso se encuentra una terraza pequeña, sala de estar, un solarium y dos habitaciones que no usa porque le resultan muy cerradas.
En el piso inferior, que queda al raz del agua del río, se encuentra la cocina, una amplia cava de vinos acondicionada para mantener ciertas pociones (y dos o tres vinos), y una terraza con espacios de descanso. En este piso, no hay paredes divisorias, con lo que se dispone de un solo espacio abierto.
En este piso, hay también una escalera de piedra que baja directamente al lago y que toca también tierra firme. Un camino por la orilla del lago (y uno más por tierra) le llevan al invernadero donde tiene sus espacios de trabajo, para ella y sus alumnos.
Se mostró deacuerdo con sus palabras, le hizo un gesto como de "calla, calla que me sonrojas" cuando dijo que lo de la boda no lo habría logrado sin su ayuda y la de sus estudiantes y rió ante la anécdota. -Puedes alardear todo lo que quieras, nadie nos ve.- Le siguió la broma mientras le ponía una cucharada de azúcar al café, luego de agradecerle. La escuchó atentamente mientras bebía un trago del cálido brebaje. Le complació saber que su compañera se encontraba bien y que sentía la misma pasión que él por la erudición, era comprensible que esté cansada.
Claramente la idea la disgustó, pegó un suave respingo cuando la mujer reaccionó de ésa forma. Entendía las razones de su indignación, pero la estancia de los refugiados en la isla no tenía una fecha límite, tantas personas juntas durante tanto tiempo crearía un aumento en la población y tal y como estaban las cosas, Ouroboros también estaba en peligro. No le gustó la forma en la que habló de las personas que no habían tenido la suerte de llegar a la isla, pero sabía que lo decía desde la contrariedad. Su opinión cambió cuando Sofía le explicó su punto de vista e hizo una mueca de circunstancias ante su comentario sobre el invierno.
-Entiendo, tienes razón, las casas son un lujo que no podemos reemplazar a costa del balance natural, hablaré con Sean para que haga los encantamientos de extensión necesarios.- Dijo comprensivo. -Genial, se los diré.- Resolvió, les diría a los campesinos que llamen a Sofía cuando sea la hora de la cosecha, para lo cual no faltaba mucho, y bebió otro sorbo del café pero la preocupación de que la mujer se haya enojado con él lo perturbaba. -Lo siento, pensé que era una buena idea ¿Me perdonas?- Preguntó arrepentido y apoyando una mano sobre la barra que los separaba esperando que la mujer le estreche la mano. Suerte que estaba ella para matizar las ideas que proponía desde la inexperiencia.
Claramente la idea la disgustó, pegó un suave respingo cuando la mujer reaccionó de ésa forma. Entendía las razones de su indignación, pero la estancia de los refugiados en la isla no tenía una fecha límite, tantas personas juntas durante tanto tiempo crearía un aumento en la población y tal y como estaban las cosas, Ouroboros también estaba en peligro. No le gustó la forma en la que habló de las personas que no habían tenido la suerte de llegar a la isla, pero sabía que lo decía desde la contrariedad. Su opinión cambió cuando Sofía le explicó su punto de vista e hizo una mueca de circunstancias ante su comentario sobre el invierno.
-Entiendo, tienes razón, las casas son un lujo que no podemos reemplazar a costa del balance natural, hablaré con Sean para que haga los encantamientos de extensión necesarios.- Dijo comprensivo. -Genial, se los diré.- Resolvió, les diría a los campesinos que llamen a Sofía cuando sea la hora de la cosecha, para lo cual no faltaba mucho, y bebió otro sorbo del café pero la preocupación de que la mujer se haya enojado con él lo perturbaba. -Lo siento, pensé que era una buena idea ¿Me perdonas?- Preguntó arrepentido y apoyando una mano sobre la barra que los separaba esperando que la mujer le estreche la mano. Suerte que estaba ella para matizar las ideas que proponía desde la inexperiencia.
Rió a lo de alardear. Eso sonaba bien, estaban en confianza. Y debido a esa confianza, se sentía lo suficientemente cómoda con Adael como para poder expresar sus sentimientos por la idea sin adornarlo con demasiadas palabras educadas y elegantes, aunque su tono siempre fuera comedido. Aún así, vio las muecas del contrario y se dio cuenta de que a él tampoco le habían gustado sus palabras. Relajó el rostro al instante, no quería pelear más por esa situación, y por las palabras que siguieron al contrario, se imaginaba que él tampoco. Sobre todo con la cuestión del perdón. Le tendió la mano inmediatamente por encima de la barra, tomándola con firmeza.- No es que sea mala idea, es una manera de resolver un problema, solo es que no creo que este lugar, que preserva el patrimonio histórico mágico deba convertirse en una zona residencial. Tenemos problemas, sí, pero si quitamos áreas verdes pronto no tendremos los árboles frutales de la ciudad, que dan alimento a todo quien lo quiera y perderíamos la esencia del equilibrio. Siempre supe que tu y Sarah, sobre todo, serían mis aliados. Al resto el bosque no parece preocuparles mucho, pero quitar pilares como estos también nos debilita, no solo a los elfos, a las criaturas, sino a todos.
Estaba muy consciente de que eran un ecosistema vivo y que cada pieza era vital e importante. En lugar de quitar áreas verdes, ella ya estaba pensando en ampliar la cantidad de vegetación, pues necesitarían más sustento en la tierra.- Sean nos ayudará, seguramente. Resolveremos esto pronto.- Soltó al contrario para tomar su taza de té y beber de ella un par de tragos. El aroma era delicioso y le encantaba. El día había empezado abrupto, pero iba bien sobre todo.
Estaba muy consciente de que eran un ecosistema vivo y que cada pieza era vital e importante. En lugar de quitar áreas verdes, ella ya estaba pensando en ampliar la cantidad de vegetación, pues necesitarían más sustento en la tierra.- Sean nos ayudará, seguramente. Resolveremos esto pronto.- Soltó al contrario para tomar su taza de té y beber de ella un par de tragos. El aroma era delicioso y le encantaba. El día había empezado abrupto, pero iba bien sobre todo.
Sonrió suavemente cuando tomó su mano en el convencimiento que se trataba de su forma de darle su perdón. Comprendía sus palabras; por un lado era necesario conseguir espacio, pero éso mismo agravaría el problema del abastecimiento ya que restaría lugar para cosechar, no había pensado en eso, cada día aprendía algo nuevo. El pecho se le hinchó con orgullo al saber que consideraba a Sarah y a él como sus aliados y asintió comprendiendo su punto.
-Para ampliar espacios se podría quitar tierra de debajo de la isla y traerla a la superficie, aunque no sé si eso afecte la levitación de Ouroboros ¿Qué te parece?- Preguntó ahora que había vuelto la paz. Bebió otro poco del café y recordó otro tema que le gustaría tratar -¿Qué opinas del Consejo de los 20?- Quería saber la opinión de la mujer sobre ése tema. -Sobre los miembros, en general, las reuniones, las decisiones.-
-Para ampliar espacios se podría quitar tierra de debajo de la isla y traerla a la superficie, aunque no sé si eso afecte la levitación de Ouroboros ¿Qué te parece?- Preguntó ahora que había vuelto la paz. Bebió otro poco del café y recordó otro tema que le gustaría tratar -¿Qué opinas del Consejo de los 20?- Quería saber la opinión de la mujer sobre ése tema. -Sobre los miembros, en general, las reuniones, las decisiones.-
Hmmm, no lo sé y no lo creo. Me cuesta pensar que la forma no esté así por alguna cuestión en particular. Los árboles necesitan raíces, supongo que Ouroboros necesita raíces también.- Se encogió de hombros, tendrían que seguir pensando sobre ello.
Bebió un poco de su té, soltando la mano del contrario y colocando los codos con cuidado sobre la encimera mientras disfrutaba aquello. La pregunta de Adael le hizo arquear las cejas, un tanto extrañada, pero a sabiendas de que más de uno de los Descendientes tenían dudas sobre el Consejo.- A mi me parece bien, pero no podemos pretender que nuestras normas sean universales. Tenemos influencia sobre los magos, cierta influencia, pero va a ser difícil con los humanos y las otras criaturas. No creo que el Consejo deba asumir, naturalmente, que seremos nosotros quienes formemos el gobierno mágico y, aún así, creo que deberíamos ayudar a completar esa tarea, quitando nuestras ambiciones personales de por medio. En realidad no sé qué me estás preguntando.- Murmuró, encogiéndose de hombros y soplando un poco a su bebida mientras pensaba en aquello.
Bebió un poco de su té, soltando la mano del contrario y colocando los codos con cuidado sobre la encimera mientras disfrutaba aquello. La pregunta de Adael le hizo arquear las cejas, un tanto extrañada, pero a sabiendas de que más de uno de los Descendientes tenían dudas sobre el Consejo.- A mi me parece bien, pero no podemos pretender que nuestras normas sean universales. Tenemos influencia sobre los magos, cierta influencia, pero va a ser difícil con los humanos y las otras criaturas. No creo que el Consejo deba asumir, naturalmente, que seremos nosotros quienes formemos el gobierno mágico y, aún así, creo que deberíamos ayudar a completar esa tarea, quitando nuestras ambiciones personales de por medio. En realidad no sé qué me estás preguntando.- Murmuró, encogiéndose de hombros y soplando un poco a su bebida mientras pensaba en aquello.
Reflexionó sobre las palabras de la mujer mientras bebía otro poco del café caliente. También, lo que se podría hacer sería traer tierra de la superficie a la isla, aunque antes de proponerselo a la pocionista le preguntaría a elementaristas de la tierra para ver si alguien estaba dispuesto a bajar, porque quizás nadie se ofrecía y la propuesta se estancaría. Hablando sobre elementaristas de la tierra, hace tiempo que había enviado un mensaje al elfo Thranduil y, casi dos meses después, aún no había respuesta. Recordar éso le preocupó, no sabía dónde estaba, si no le respondía porque estaba enfadado o si se encontraba bien. Luego lo buscaría por la isla para ver si había logrado llegar y si no… Siendo un ser inocente, quería protegerlo, le angustió pensar que estaba solo abajo.
La cálida bebida acariciaba su garganta y entibiaba su pecho mientras el vapor que emanaba de la taza abrigaba su nariz. Agarró el recipiente con ambas manos para que las palmas también entren en calor al tiempo que atendía a lo que Sofía decía. Rió un poco al escuchar lo último, bebió lo que quedaba del café hasta terminarlo para levantarse e ir a lavar la taza en el fregadero. -Seré más específico ¿Cómo te sientes en las reuniones? Lo cierto es que la confusión reina en mi interior la mayor parte de los Cónclaves, de ahí paso a la frustración y la apatía es lo que le sigue, esa es la razón por la que llega un punto en el que dejo de hablar y de participar en general, salvo que sea absolutamente necesario.- Dijo mientras lavaba el vaso hasta dejarlo limpio, secarlo y tenderselo porque no sabía dónde se guardaba.
La cálida bebida acariciaba su garganta y entibiaba su pecho mientras el vapor que emanaba de la taza abrigaba su nariz. Agarró el recipiente con ambas manos para que las palmas también entren en calor al tiempo que atendía a lo que Sofía decía. Rió un poco al escuchar lo último, bebió lo que quedaba del café hasta terminarlo para levantarse e ir a lavar la taza en el fregadero. -Seré más específico ¿Cómo te sientes en las reuniones? Lo cierto es que la confusión reina en mi interior la mayor parte de los Cónclaves, de ahí paso a la frustración y la apatía es lo que le sigue, esa es la razón por la que llega un punto en el que dejo de hablar y de participar en general, salvo que sea absolutamente necesario.- Dijo mientras lavaba el vaso hasta dejarlo limpio, secarlo y tenderselo porque no sabía dónde se guardaba.
Ya hacía rato había recibido el patronus, por lo que supuso que sería tiempo de enviar uno nuevo. Lo conjuró lo más rápido que pudo, con una simple pregunta para el destinatario, mientras volvía a su café. Todo aquello de la batalla y pensar en cosas tan sustanciales no le estaba haciendo bien a su cabeza. Qué complicación.
Bebió su té con rapidez, dejando el último trago en la taza. Le gustaba tomarlo tibio, que apenas estuviera caliente para balancear un poco la temperatura en su estómago. No tenía ninguna base científica de eso, pero era lo que consideraba mejor. Miró al contrario extrañada cuando se puso a lavar su taza. Ahora ella misma tendría que lavar la suya o seguramente la vería mal por dejarla sucia y a la espera de que le dieran ganas de mojarse las manos. Escuchó de nuevo la pregunta de Adael, pero una vez más, estaba demasiado perdida.- ¿Cómo me siento en las reuniones? - Alzó una ceja. Además estaba la cuestión de dejar de participar y eso.- No entiendo a qué viene todo esto, pero creo que no tenemos que participar siempre.- Murmuró, tomando la taza que el contrario le tendía y colocándola en uno de los gabinetes. Bebió su último sorbo del té y dejó la taza en la barra antes de comenzar a subir las escaleras mientras hablaba.- La verdad es que cada quien tiene sus temas de especialización y no todos los temas nos incumben de la misma manera. Nos corresponde ver el tema desde nuestro punto de vista. Y si no hay tal, podemos no participar...
Se detuvo en el gran ventanal al lado de la puerta, mirando hacia afuera. Se cruzó de brazos, pero después comenzó a morderse la punta del dedo por inercia. Todo parecía bastante tranquilo y no veía a los guardias que el patronus había mencionado por ningún lado. Sobre todo, no había respuesta. Él respondía rápido, siempre. Aunque sabía que no estaba en posición de exigirle.- Pero... si no quieres hablar, no deberías hacerlo. Ni siquiera tienes que estar en las reuniones si no quieres. Tu tienes mucha familia que podría suplirte.- A diferencia de ella. Caminó por la entrada hacia el otro ventanal, mirando de nuevo hacia afuera. Seguía siendo todo tan normal que le estaba poniendo nerviosa. Y cuando se ponía nerviosa así, le daba por ponerse a investigar. Y para investigar tendría que salir. Volvió a morderse el dedo, indecisa.
Bebió su té con rapidez, dejando el último trago en la taza. Le gustaba tomarlo tibio, que apenas estuviera caliente para balancear un poco la temperatura en su estómago. No tenía ninguna base científica de eso, pero era lo que consideraba mejor. Miró al contrario extrañada cuando se puso a lavar su taza. Ahora ella misma tendría que lavar la suya o seguramente la vería mal por dejarla sucia y a la espera de que le dieran ganas de mojarse las manos. Escuchó de nuevo la pregunta de Adael, pero una vez más, estaba demasiado perdida.- ¿Cómo me siento en las reuniones? - Alzó una ceja. Además estaba la cuestión de dejar de participar y eso.- No entiendo a qué viene todo esto, pero creo que no tenemos que participar siempre.- Murmuró, tomando la taza que el contrario le tendía y colocándola en uno de los gabinetes. Bebió su último sorbo del té y dejó la taza en la barra antes de comenzar a subir las escaleras mientras hablaba.- La verdad es que cada quien tiene sus temas de especialización y no todos los temas nos incumben de la misma manera. Nos corresponde ver el tema desde nuestro punto de vista. Y si no hay tal, podemos no participar...
Se detuvo en el gran ventanal al lado de la puerta, mirando hacia afuera. Se cruzó de brazos, pero después comenzó a morderse la punta del dedo por inercia. Todo parecía bastante tranquilo y no veía a los guardias que el patronus había mencionado por ningún lado. Sobre todo, no había respuesta. Él respondía rápido, siempre. Aunque sabía que no estaba en posición de exigirle.- Pero... si no quieres hablar, no deberías hacerlo. Ni siquiera tienes que estar en las reuniones si no quieres. Tu tienes mucha familia que podría suplirte.- A diferencia de ella. Caminó por la entrada hacia el otro ventanal, mirando de nuevo hacia afuera. Seguía siendo todo tan normal que le estaba poniendo nerviosa. Y cuando se ponía nerviosa así, le daba por ponerse a investigar. Y para investigar tendría que salir. Volvió a morderse el dedo, indecisa.
Comenzó a notarla algo dispersa pero, al contrario que Sean y él, al menos, Sofía no parecía tener problemas con las reuniones por lo que decía. De un salto, ayudado por su magia sobre el viento, llegó al piso central. Los puntos de vista era lo que quería abordar. La vio ponerse nerviosa, sus últimas palabras lo sorprendieron, se preguntó si ella se sentía obligada y la vio moverse de acá para allá cual león enjaulado.
-¿Suplirme? Pero si trabajé tan duro para llegar hasta aquí.- Se había esforzado mucho para ser el elegido del Espíritu de la Naturaleza. -Yo no quiero renunciar al puesto en el Consejo ¿Tu... Tu quieres que me reemplacen?- Preguntó angustiado. -Lo que pasa es que quiero hablar, quiero dar mi opinión, pero las reuniones son tan caóticas que no puedo.- Explicó, no era cuestión de querer, porque quería y tenía su punto de vista.
Afuera, el cielo se había cubierto más de nubes que cuando había entrado a la cabaña y las lluvias que presagiaban se hicieron reales. Las gotas comenzaron a caer golpeando las hojas, el suelo y el agua del río mientras el olor a humedad invadía todos los espacios. -¿Te encuentras bien?- Le preguntó preocupado por su comportamiento y acercándose a ella para tomarla suavemente de la mano para que se gire a mirarlo.
En eso comenzó a sentir a su cuerpo vibrar, estaba temblando pero no por el frío. Había olvidado que no estaba acostumbrado al café y lo que había bebido no lo dejaría dormir por la noche.
-¿Suplirme? Pero si trabajé tan duro para llegar hasta aquí.- Se había esforzado mucho para ser el elegido del Espíritu de la Naturaleza. -Yo no quiero renunciar al puesto en el Consejo ¿Tu... Tu quieres que me reemplacen?- Preguntó angustiado. -Lo que pasa es que quiero hablar, quiero dar mi opinión, pero las reuniones son tan caóticas que no puedo.- Explicó, no era cuestión de querer, porque quería y tenía su punto de vista.
Afuera, el cielo se había cubierto más de nubes que cuando había entrado a la cabaña y las lluvias que presagiaban se hicieron reales. Las gotas comenzaron a caer golpeando las hojas, el suelo y el agua del río mientras el olor a humedad invadía todos los espacios. -¿Te encuentras bien?- Le preguntó preocupado por su comportamiento y acercándose a ella para tomarla suavemente de la mano para que se gire a mirarlo.
En eso comenzó a sentir a su cuerpo vibrar, estaba temblando pero no por el frío. Había olvidado que no estaba acostumbrado al café y lo que había bebido no lo dejaría dormir por la noche.
Escuchó al contrario y se encogió de hombros.- No lo digo porque tengas que, ni porque quiera que te reemplacen. Es solo una posibilidad. No sé a qué vienen tus dudas. Es decir... Nunca me he planteado el cómo me siento en las reuniones. Es una tarea más, es mi trabajo.
Entendió lo de que las reuniones eran un caos y asintió suavemente con la cabeza.- Si hay algo que debas decir, lo mejor es alzar la voz. Hay que aceptar que esta administración no es tan ordenada como debiera, pero seguro que antes tampoco lo eran.
Mientras veía por la ventana, la lluvia comenzó a caer y la respuesta no volvía. Escuchó la preocupación de Adael y asintió suavemente, aunque preocupada.- Pasa que... Me avisaron que hay algo... alguien en los jardines causando problemas. Siempre me responden rápidamente, pero ahora no. Me temo que la lluvia no es un buen presagio, no debería estar lloviendo en diciembre. ¿Eres supersticioso?- Murmuró, colocando las manos sobre las de Adael con una suave sonrisa para luego abrir la puerta y salir un par de pasos a lo alto de las escaleras de la cabaña.- Creo que deberíamos salir de aquí.- ¿Y si era algo Pendragon? Estaban muy lejos del centro de la ciudad.
Miró de reojo al compaero y se dio cuenta de que estaba temblando, pero no estaba haciendo frío. A pesar de que había salido a lo fresco, el clima era cálido pues así lo requería el invernadero. Su casa nunca era tan fría como el resto de la isla y así lo regulaba.- ¿Qué te ocurre? ¿Tienes frío? Necesito parar la lluvia o dañará los cultivos.- Murmuró, torciendo una mueca mientras se abrazaba a sí misma, caminando un par de pasos bajo la lluvia para poder revisar las nubes del cielo y ver si sería una tormenta o podía dejarla pasar. De pronto un movimiento en el bosque le alertó y vio claramente el casco del guardia. Al menos ellos seguían ahí. Deberían saber algo pero no tenía mucha cabeza para preguntarles cosas.- ¿Qué tan avanzados van los cultivos? ¿Hace cuanto tiempo plantaron? - Aquello le serviría para estimar las probabilidades de que acabaran muertos con las lluvias que caerían.
Entendió lo de que las reuniones eran un caos y asintió suavemente con la cabeza.- Si hay algo que debas decir, lo mejor es alzar la voz. Hay que aceptar que esta administración no es tan ordenada como debiera, pero seguro que antes tampoco lo eran.
Mientras veía por la ventana, la lluvia comenzó a caer y la respuesta no volvía. Escuchó la preocupación de Adael y asintió suavemente, aunque preocupada.- Pasa que... Me avisaron que hay algo... alguien en los jardines causando problemas. Siempre me responden rápidamente, pero ahora no. Me temo que la lluvia no es un buen presagio, no debería estar lloviendo en diciembre. ¿Eres supersticioso?- Murmuró, colocando las manos sobre las de Adael con una suave sonrisa para luego abrir la puerta y salir un par de pasos a lo alto de las escaleras de la cabaña.- Creo que deberíamos salir de aquí.- ¿Y si era algo Pendragon? Estaban muy lejos del centro de la ciudad.
Miró de reojo al compaero y se dio cuenta de que estaba temblando, pero no estaba haciendo frío. A pesar de que había salido a lo fresco, el clima era cálido pues así lo requería el invernadero. Su casa nunca era tan fría como el resto de la isla y así lo regulaba.- ¿Qué te ocurre? ¿Tienes frío? Necesito parar la lluvia o dañará los cultivos.- Murmuró, torciendo una mueca mientras se abrazaba a sí misma, caminando un par de pasos bajo la lluvia para poder revisar las nubes del cielo y ver si sería una tormenta o podía dejarla pasar. De pronto un movimiento en el bosque le alertó y vio claramente el casco del guardia. Al menos ellos seguían ahí. Deberían saber algo pero no tenía mucha cabeza para preguntarles cosas.- ¿Qué tan avanzados van los cultivos? ¿Hace cuanto tiempo plantaron? - Aquello le serviría para estimar las probabilidades de que acabaran muertos con las lluvias que caerían.
Asintió comprendiendo que la mujer no se había cuestionado el tema, raro siendo una persona que se guiaba por los sentimientos como lo era ella, pero no imposible. Al parecer no le afectaba tanto como otras cosas y tal vez de ahí su distracción. Se mostró deacuerdo con lo que ella decía sobre que la administración no era tan ordenada como debería. -Exacto, por eso opino que es momento de cambiar eso. Si la idea es crear un gobierno mágico, no podemos pretender que tenga éxito siendo que el mismo Consejo de los 20 carecen de orden. No sé si la solución para escucharnos entre todos es alzar la voz, no lo creo, pienso que eso es lo que se viene haciendo hasta ahora y no da resultado, hasta diría que es contraproducente.- Recordó escenas de las reuniones. -Todos hablando a la vez a los gritos… De verdad quisiera saber qué haces para que no te afecte, yo termino con los chacras en zigzag. Lo que se me ocurre para solucionar el problema es pedir la palabra ¿Qué opinas?¿Qué se te ocurre a ti?- Alzar la mano para pedir la palabra, hablar y escuchar respetuosamente, así los temas se tratarían más rápido y se llegaría a una solución que les complazca a la mayoría en menos tiempo.
Escuchó lo que perturbaba a la mujer y entendió su preocupación. Desde que la cantidad de personas en la isla había aumentado, los percances habían incrementado en la misma medida. Le extrañó que diga que no debería estar lloviendo en diciembre cuando estaban a unas pocas semanas de entrar en la temporada de lluvias, siendo el invierno la época de mayores precipitaciones, pero ella era la experta y si decía que se trataba de condiciones atmosféricas fuera de temporada, así debía ser. Asintió en respuesta a si era supersticioso, en verdad lo era y, si en verdad no debería estar lloviendo, eso no era una buena señal, tal vez era un mal augurio como ella decía. La miró serio salir para ver la lluviosa escena durante el oscuro atardecer en el que los últimos rayos de luz se colaban entre las nubes, la mujer dijo algo también pero no lo escuchó por su sordera parcial y le dió pena pedir que se lo repita. Tras sentir los temblores en el cuerpo solo pudo decir -El café.- como explicación y, seguidamente, la cafeína hizo efecto en su cuerpo. Estaba inquieto y necesitaba moverse así que hizo uso de su magia sobre el aire pero midió mal y terminó chocando contra el techo de la cabaña, lo volvió a intentar chocando con una pared, luego con otra y así estuvo rebotando hasta que salió eyectado de la casa para dar una vuelta en el aire y chocar con un árbol.
No desistió de poder controlar la potencia del aire y volvió a conjurar una corriente para alzarse en vuelo y volver junto a Sofía, pero tuvo un aterrizaje accidentado y cayó sobre ella. Las casualidades fueron tantas que los labios de ambos se unieron en el choque. El mago se encontró a sí mismo sobre la mujer bajo la lluvia y, al darse cuenta de la situación, se separó y se levantó rápidamente rojo como un tomate. -Ay Sofía, como lo siento. Por favor, perdóname, es que me olvidé que no estoy acostumbrado al café.- Se disculpó apenado mientras le ofrecía su ayuda para levantarse. Hablaba de forma acelerada, atropellando sus palabras. Con un par de movimientos de su magia sobre el agua, conjuró una especie de paraguas de agua para ambos para estar afuera sin mojarse más. -¿Qué me habías preguntado?¡Ah, si! Los cultivos. Pueees… ya sabes cómo es… no todos los campesinos plantan al mismo tiempo las mismas cosas.- Con las estaciones, las plantaciones mutaban. En eso, llegó el patronus de un halcón con un mensaje que casi hace que Sofía se desmaye lo que preocupó mucho al joven maestro, por lo que se ofreció a llevarla al hospital. La guió hasta meterse en el río, le advirtió que se sujete fuerte de él y, con su magia sobre el agua, partieron a toda velocidad haciendo uso de la corriente.
Escuchó lo que perturbaba a la mujer y entendió su preocupación. Desde que la cantidad de personas en la isla había aumentado, los percances habían incrementado en la misma medida. Le extrañó que diga que no debería estar lloviendo en diciembre cuando estaban a unas pocas semanas de entrar en la temporada de lluvias, siendo el invierno la época de mayores precipitaciones, pero ella era la experta y si decía que se trataba de condiciones atmosféricas fuera de temporada, así debía ser. Asintió en respuesta a si era supersticioso, en verdad lo era y, si en verdad no debería estar lloviendo, eso no era una buena señal, tal vez era un mal augurio como ella decía. La miró serio salir para ver la lluviosa escena durante el oscuro atardecer en el que los últimos rayos de luz se colaban entre las nubes, la mujer dijo algo también pero no lo escuchó por su sordera parcial y le dió pena pedir que se lo repita. Tras sentir los temblores en el cuerpo solo pudo decir -El café.- como explicación y, seguidamente, la cafeína hizo efecto en su cuerpo. Estaba inquieto y necesitaba moverse así que hizo uso de su magia sobre el aire pero midió mal y terminó chocando contra el techo de la cabaña, lo volvió a intentar chocando con una pared, luego con otra y así estuvo rebotando hasta que salió eyectado de la casa para dar una vuelta en el aire y chocar con un árbol.
No desistió de poder controlar la potencia del aire y volvió a conjurar una corriente para alzarse en vuelo y volver junto a Sofía, pero tuvo un aterrizaje accidentado y cayó sobre ella. Las casualidades fueron tantas que los labios de ambos se unieron en el choque. El mago se encontró a sí mismo sobre la mujer bajo la lluvia y, al darse cuenta de la situación, se separó y se levantó rápidamente rojo como un tomate. -Ay Sofía, como lo siento. Por favor, perdóname, es que me olvidé que no estoy acostumbrado al café.- Se disculpó apenado mientras le ofrecía su ayuda para levantarse. Hablaba de forma acelerada, atropellando sus palabras. Con un par de movimientos de su magia sobre el agua, conjuró una especie de paraguas de agua para ambos para estar afuera sin mojarse más. -¿Qué me habías preguntado?¡Ah, si! Los cultivos. Pueees… ya sabes cómo es… no todos los campesinos plantan al mismo tiempo las mismas cosas.- Con las estaciones, las plantaciones mutaban. En eso, llegó el patronus de un halcón con un mensaje que casi hace que Sofía se desmaye lo que preocupó mucho al joven maestro, por lo que se ofreció a llevarla al hospital. La guió hasta meterse en el río, le advirtió que se sujete fuerte de él y, con su magia sobre el agua, partieron a toda velocidad haciendo uso de la corriente.
No tardó tanto en llegar a casa como creía. Después de caminar por más de media hora, sintiéndose cansada y derrotada, recordó su alfombra voladora y la llamó al instante. La alfombra voló bajo, porque no quería caerse; después de todo, no la había usado demasiado en los años que la había tenido. Era más una compañera a la que veía de vez en cuanto. No tenía idea de por qué no debía desaparecerse. Lo había intentado antes y lo lograba con buenos resultados. Se había desaparecido más de una vez en los últimos treinta días. Curiosamente, aún tenía aquel extraño optimismo vacío que había sentido al final de la consulta, pero no quiso pensar en nada hasta que estuvo metida en la tina, con el agua tibia rodeando su cuerpo en cada ángulo. Era su manera de quitarse las penas, como si limpiarse fuera el secreto para quitarse los males. El agua la hacía sentir fresca y a salvo, como si estando en ella pudiera esconderse y nada malo le tocara. Siempre le funcionaba, pero no tanto en aquella ocasión. Al menos los aceites le tranquilizaron mientras lloraba en silencio dentro del agua. Para cuando terminó, ya era muy tarde, la lluvia había iniciado fuerte afuera y no podía decir que no fuera su culpa y no el curso natural del clima.
Se sentía indecisa y desorientada en su propio espacio. Sabía lo que tenía que hacer, pero cada paso de su rutina traía consigo una angustia constante y terminaba llorando de nuevo a cada paso. Cuando se sentó para desenredarse el cabello, vio su reflejo en el espejo y echó a llorar de nuevo. Era difícil tener un deber y saber que todo lo que se hacía lejos de ese camino era prohibido. Y más aún saber que todos sus deseos, todas las cosas que en el presente anhelaba no se empataban con ese deber. Aquello no debió salir así. Toda la situación estaba mal. Tendría que haber disfrutado aún su vida por algunos años antes de encontrar al hombre bueno y cariñoso con el que compartiría su vida y con el que vería crecer a sus hijos. Pero los hijos se le habían adelantado a su hombre perfecto y ahora nunca le conocería. Lloraba porque nunca le conocería, y porque ahora tendría que conformarse, sí, conformarse y suplicar ser aceptada con un bebé en camino. Se rehusó a pensar en el padre de la criatura, y en cuanto salió a flote en su mente, se levantó del taburete y se alejó de ese pensamiento. No tenía cabeza para él, él no podía formar parte de su familia perfecta y no tenía caso contemplarle. ¿Qué le diría? ¿Le diría? Salió del baño al instante, huyendo de sus pensamientos y sacando un camisón de seda que le hacía sentir cómoda, aunque quizás no era lo mejor para la noche fría de diciembre.
Cuando pasó frente al espejo, reflejaba la tristeza misma. Pero sintió curiosidad y se paró de frente, a pesar de no querer ver nada en él. De frente no veía nada nuevo, su cuerpo seguía justo como siempre lo veía. De lado tampoco encontraba nada nuevo. ¿Qué cambios traía el embarazo a parte de lo evidente? No tenía idea. Nunca había querido saber nada de eso, siempre se centró en evitarlo. Con tristeza, pensó si aquello se trataría de una broma. No había nada diferente, todo seguía completamente igual. Sus manos temblaban, pero las pasó con mucho cuidado, casi sin tocarse, por su vientre bajo, comprobando que no lo sentía diferente. La piel seguía igual, la sensación seguía igual. Nada era diferente y, sin embargo, parecía que todo se había puesto mal de un día para el otro. ¿Cómo podía haberse arruinado todo en su vida y seguir todo tan igual? ¿Cómo cambió tanto todo cuando no había cambiado nada? Decidió que no quería verse más, se puso la ropa de cama, apagó las luces y se escondió bajo las mantas a llorar de nueva cuenta. El sueño y el descanso no llegó hasta muy entrada la madrugada, cuando los truenos fueron más fuertes que sus pensamientos y le permitieron dormir.
...
Por la mañana, escuchó el golpeteo en la puerta. Abrió los ojos con cuidado y luego los cerró con fuerza. Ya estaba muy entrada la mañana, pero no quería salir de la cama aún. Esperó por unos minutos, deseando que se fuera para poder seguir durmiendo, con el cuerpo y el alma tan deshechos como los sentía, pero parecía que aquella persona, fuera quien fuera, no iba a desistir pronto. Se levantó con cuidado y se vio en el espejo. En realidad no daba la mala imagen que creía, así que se colocó una bata de seda encima del camisón y bajó las escaleras. Recibió entonces una carta solamente, y el mensajero se fue. No tenía ganas de recibir correspondencia, así que se fue directo a la cama, dejando la carta en su mesa de noche y cubriéndose de nuevo, de pies a cabeza, con las mantas. Tardó unos minutos en darse cuenta de que no podría dormirse hasta que la leyera, pues ya estaba dándole vueltas en la mente. La tomó, la metió debajo de su edredón y la leyó ahí, en aquel lugar que le había encontrado algo de paz. Sacó la mano y la tiró en el suelo antes de darse la vuelta y buscar un nuevo ángulo cómodo para tratar de dormir.
Se sentía indecisa y desorientada en su propio espacio. Sabía lo que tenía que hacer, pero cada paso de su rutina traía consigo una angustia constante y terminaba llorando de nuevo a cada paso. Cuando se sentó para desenredarse el cabello, vio su reflejo en el espejo y echó a llorar de nuevo. Era difícil tener un deber y saber que todo lo que se hacía lejos de ese camino era prohibido. Y más aún saber que todos sus deseos, todas las cosas que en el presente anhelaba no se empataban con ese deber. Aquello no debió salir así. Toda la situación estaba mal. Tendría que haber disfrutado aún su vida por algunos años antes de encontrar al hombre bueno y cariñoso con el que compartiría su vida y con el que vería crecer a sus hijos. Pero los hijos se le habían adelantado a su hombre perfecto y ahora nunca le conocería. Lloraba porque nunca le conocería, y porque ahora tendría que conformarse, sí, conformarse y suplicar ser aceptada con un bebé en camino. Se rehusó a pensar en el padre de la criatura, y en cuanto salió a flote en su mente, se levantó del taburete y se alejó de ese pensamiento. No tenía cabeza para él, él no podía formar parte de su familia perfecta y no tenía caso contemplarle. ¿Qué le diría? ¿Le diría? Salió del baño al instante, huyendo de sus pensamientos y sacando un camisón de seda que le hacía sentir cómoda, aunque quizás no era lo mejor para la noche fría de diciembre.
Cuando pasó frente al espejo, reflejaba la tristeza misma. Pero sintió curiosidad y se paró de frente, a pesar de no querer ver nada en él. De frente no veía nada nuevo, su cuerpo seguía justo como siempre lo veía. De lado tampoco encontraba nada nuevo. ¿Qué cambios traía el embarazo a parte de lo evidente? No tenía idea. Nunca había querido saber nada de eso, siempre se centró en evitarlo. Con tristeza, pensó si aquello se trataría de una broma. No había nada diferente, todo seguía completamente igual. Sus manos temblaban, pero las pasó con mucho cuidado, casi sin tocarse, por su vientre bajo, comprobando que no lo sentía diferente. La piel seguía igual, la sensación seguía igual. Nada era diferente y, sin embargo, parecía que todo se había puesto mal de un día para el otro. ¿Cómo podía haberse arruinado todo en su vida y seguir todo tan igual? ¿Cómo cambió tanto todo cuando no había cambiado nada? Decidió que no quería verse más, se puso la ropa de cama, apagó las luces y se escondió bajo las mantas a llorar de nueva cuenta. El sueño y el descanso no llegó hasta muy entrada la madrugada, cuando los truenos fueron más fuertes que sus pensamientos y le permitieron dormir.
...
Por la mañana, escuchó el golpeteo en la puerta. Abrió los ojos con cuidado y luego los cerró con fuerza. Ya estaba muy entrada la mañana, pero no quería salir de la cama aún. Esperó por unos minutos, deseando que se fuera para poder seguir durmiendo, con el cuerpo y el alma tan deshechos como los sentía, pero parecía que aquella persona, fuera quien fuera, no iba a desistir pronto. Se levantó con cuidado y se vio en el espejo. En realidad no daba la mala imagen que creía, así que se colocó una bata de seda encima del camisón y bajó las escaleras. Recibió entonces una carta solamente, y el mensajero se fue. No tenía ganas de recibir correspondencia, así que se fue directo a la cama, dejando la carta en su mesa de noche y cubriéndose de nuevo, de pies a cabeza, con las mantas. Tardó unos minutos en darse cuenta de que no podría dormirse hasta que la leyera, pues ya estaba dándole vueltas en la mente. La tomó, la metió debajo de su edredón y la leyó ahí, en aquel lugar que le había encontrado algo de paz. Sacó la mano y la tiró en el suelo antes de darse la vuelta y buscar un nuevo ángulo cómodo para tratar de dormir.
Llevaba varios minutos caminando, había metido las manos en los bolsillos y, para ser sinceros, estaba nervioso. No por donde iba sino por la noche. Había hecho aparentar que se encontraba bien pero tras las palabras de Sarah sobre "dos palizas en una semana" estaba empezando a… pensar que era una mierda de guerrero y que no podía asegurar la vida de nadie. Aunque eso no impediría que lo intentará.
Cuando llego a la puerta de la casa no se encontraba cansado, no por nada tenía una buena resistencia física pero había comenzado a caer una llovizna ligera que por la temperatura diría que en cualquier momento empezaría a nevar. No había gente en la calle pero Vishous podía apreciar el esplendor de la zona residencial por las luces de navidad, lo que le hizo sonreír. Era su época preferida porque la pasaba en familia y, la verdad, sentía que este año sería distinto. Él se encontraba diferente, se sentía diferente después de tanto tiempo dedicado a sacar todo lo que tenía en su interior sin necesidad de hablarlo con nadie más que un cuaderno y una pluma.
A sabiendas de que no podía desaparecerse tocó la puerta varias veces y espero. Aún se estaba acostumbrando a la nueva visión, le daba miedo hacer gestos bruscos pero se encontraba a sí mismo probando nuevos ángulos y moviendo la cabeza. Se pegó bastante a la puerta para que el alero de la casa le protegiera de la lluvia pero necesito subirse el cuello del abrigo para protegerse del frío. Volvió a tocar, insistiendo, no de iría de ahí sin saber que le sucedía a su pelirroja favorita.
Cuando llego a la puerta de la casa no se encontraba cansado, no por nada tenía una buena resistencia física pero había comenzado a caer una llovizna ligera que por la temperatura diría que en cualquier momento empezaría a nevar. No había gente en la calle pero Vishous podía apreciar el esplendor de la zona residencial por las luces de navidad, lo que le hizo sonreír. Era su época preferida porque la pasaba en familia y, la verdad, sentía que este año sería distinto. Él se encontraba diferente, se sentía diferente después de tanto tiempo dedicado a sacar todo lo que tenía en su interior sin necesidad de hablarlo con nadie más que un cuaderno y una pluma.
A sabiendas de que no podía desaparecerse tocó la puerta varias veces y espero. Aún se estaba acostumbrando a la nueva visión, le daba miedo hacer gestos bruscos pero se encontraba a sí mismo probando nuevos ángulos y moviendo la cabeza. Se pegó bastante a la puerta para que el alero de la casa le protegiera de la lluvia pero necesito subirse el cuello del abrigo para protegerse del frío. Volvió a tocar, insistiendo, no de iría de ahí sin saber que le sucedía a su pelirroja favorita.
Había pasado el resto del día en la cama en un estado difícil, entre la conciencia y el dolor, y la inconsciencia y sus recuerdos. Había llorado a ratos, pero para cuando la noche cayó sentía que había vaciado su alma lo suficiente para poder decir que estaba desahogada. Los pensamientos ya no le dolían, pero no había podido encontrar la respuesta a sus preguntas ni el camino que tenía que seguir para hacer las cosas bien.
Cuando estuvo oscuro afuera, se levantó. Volvió a tomar otro baño, uno que sintió más largo y más cansado, pero que ayudó a que terminara de sacar todo el cansancio de su cuerpo. Todo el dolor que tenía en los músculos. Apagó las velas con cuidado cuando terminó de arreglar su cabello y su cara. Se colocó un camisón y encima una bata de tul, que hubiera descartado, pero escuchó a alguien tocar la puerta. Cerró los ojos, pues tenía la sensación de que sería otro mensajero y no se sentía en condiciones. Bajó con cuidado las escaleras y abrió la puerta sin recordar asegurarse que fuera una visita amiga, no como el drow que había merodeado por los jardines el día anterior. No esperaba lo que encontró.
Vishous.- Le miró sorprendida, sin tratar de ocultar su expresión. Habría sperado a cualquier persona antes que a él. Recordaba su carta, no la había respondido porque creyó que tendría más tiempo para hacerlo, que estaría más tiempo en el hospital, pero ahí estaba frente a ella, muy entero. Quiso cerrarle la puerta en la cara, pero entonces tendría por seguro que había algo. La casa estaba en penumbras, no había encendido los focos desde la tarde anterior y lo único que iluminaba era la luz que entraba desde el lago en todas las ventanas de la cabaña. Esperaba que no pudiera ver su cara y adivinar sus pensamientos. Tardó en responder más de lo que hubiera querido, porque no tenía ni idea de que decirle. Al menos hasta que la única neurona que aún servía en su cabeza se despertó.- Pudieron hacer algo por tu ojo, me alegra.
Cuando estuvo oscuro afuera, se levantó. Volvió a tomar otro baño, uno que sintió más largo y más cansado, pero que ayudó a que terminara de sacar todo el cansancio de su cuerpo. Todo el dolor que tenía en los músculos. Apagó las velas con cuidado cuando terminó de arreglar su cabello y su cara. Se colocó un camisón y encima una bata de tul, que hubiera descartado, pero escuchó a alguien tocar la puerta. Cerró los ojos, pues tenía la sensación de que sería otro mensajero y no se sentía en condiciones. Bajó con cuidado las escaleras y abrió la puerta sin recordar asegurarse que fuera una visita amiga, no como el drow que había merodeado por los jardines el día anterior. No esperaba lo que encontró.
Vishous.- Le miró sorprendida, sin tratar de ocultar su expresión. Habría sperado a cualquier persona antes que a él. Recordaba su carta, no la había respondido porque creyó que tendría más tiempo para hacerlo, que estaría más tiempo en el hospital, pero ahí estaba frente a ella, muy entero. Quiso cerrarle la puerta en la cara, pero entonces tendría por seguro que había algo. La casa estaba en penumbras, no había encendido los focos desde la tarde anterior y lo único que iluminaba era la luz que entraba desde el lago en todas las ventanas de la cabaña. Esperaba que no pudiera ver su cara y adivinar sus pensamientos. Tardó en responder más de lo que hubiera querido, porque no tenía ni idea de que decirle. Al menos hasta que la única neurona que aún servía en su cabeza se despertó.- Pudieron hacer algo por tu ojo, me alegra.
Por lo menos estaba en pie, Vishous sonrió un poco al verla abrir la puerta aunque la oscuridad no ayudaba en nada -El que viste y calza- Respondió, animado de que estuviera viva sin embargo su instinto le dijo que algo no iba bien. Ella se mantuvo en silencio, sin siquiera invitarle a pasar cuando antes siempre se había aparecido dentro para evitar habladurías. ¿O se mantenía aún despejado el jardín? Lo dudaba. Entrecerró los ojos recorriendo su rostro y su cuerpo pero la penumbra no ayudaba.
-Ajá- Respondió confundido y después pensó en otro agresor. Apartó la vista de ella y miró hacia dentro de la casa. ¿Sería otro drow? ¿Los Pendragon? ¿Los licántropos? Miró hacia el cielo pero la luna aún no estaba llena. Les quedaba tiempo. No sabía muy bien cómo preguntarle si estaba sola sin ponerla en un compromiso. Quería que le mirara, quería verla bien. Se sacó el guante de su mano derecha y la encendió, la luz era tenue porque no quería cegarlos pero también le serviría por si tenía que matar a alguien por ponerla en pelirgo.
-¿Puedo pasar? Está lloviendo y quiero preguntarte una cosa…- Mencionó pero lo cierto es que no esperó una respuesta. Pasó directamente, cogiéndola por la cintura para apartarla y protegerla con su cuerpo. Cerró la puerta lentamente y se llevó un dedo a los labios para que hiciera silencio. Entonces empezó a caminar dentro de la casa, arrastrándola por la muñeca para mantenerla cubierta mientras buscaba al enemigo aunque después de unos minutos se dio por vencido. Pero…No encontró nada. Estaba en penumbras porque quería -Pensé que estabas bajo amenaza…- Le explicó y finalmente se giró para mirarla, más confundido aún. La mano que mantenía su muñeca atrajo la palma de ella y le dejó un beso allí -Dime que te han dicho en el hospital. No volviste y no soy idiota. ¿Tienes SPM? ¿Fiebre de dragón? ¿Tienes cáncer? ¿Algo de tierra? ¿Te estás muriendo?- Le cuestionó, cada vez con un tono más desesperado?
-Ajá- Respondió confundido y después pensó en otro agresor. Apartó la vista de ella y miró hacia dentro de la casa. ¿Sería otro drow? ¿Los Pendragon? ¿Los licántropos? Miró hacia el cielo pero la luna aún no estaba llena. Les quedaba tiempo. No sabía muy bien cómo preguntarle si estaba sola sin ponerla en un compromiso. Quería que le mirara, quería verla bien. Se sacó el guante de su mano derecha y la encendió, la luz era tenue porque no quería cegarlos pero también le serviría por si tenía que matar a alguien por ponerla en pelirgo.
-¿Puedo pasar? Está lloviendo y quiero preguntarte una cosa…- Mencionó pero lo cierto es que no esperó una respuesta. Pasó directamente, cogiéndola por la cintura para apartarla y protegerla con su cuerpo. Cerró la puerta lentamente y se llevó un dedo a los labios para que hiciera silencio. Entonces empezó a caminar dentro de la casa, arrastrándola por la muñeca para mantenerla cubierta mientras buscaba al enemigo aunque después de unos minutos se dio por vencido. Pero…No encontró nada. Estaba en penumbras porque quería -Pensé que estabas bajo amenaza…- Le explicó y finalmente se giró para mirarla, más confundido aún. La mano que mantenía su muñeca atrajo la palma de ella y le dejó un beso allí -Dime que te han dicho en el hospital. No volviste y no soy idiota. ¿Tienes SPM? ¿Fiebre de dragón? ¿Tienes cáncer? ¿Algo de tierra? ¿Te estás muriendo?- Le cuestionó, cada vez con un tono más desesperado?
El momento en la puerta fue incómodo y tenso. No tenía energías siquiera para fingir que las cosas iban bien, así que simplemente pasó de verle a la cara y se fijó en el bosque detrás del contrario, a pesar de casi tapar todo el panorama. El que encendiera su mano le obligó a tener una mueca de desolación, pues no iba a dejar pasar ningún detalle. Incluso se invitó a pasar él solo. Pensó en decirle que no, pero ya era demasiado tarde. Entró en modo paranóico, se dio cuenta porque buscaba por toda la casa un enemigo invisible mientras la llevaba a rastras con él, pegada a su cuerpo, luego tomada de la muñeca. Era demasiado, solo quería dormir y que se fuera, y no tener que lidiar nunca con las consecuencias de lo que habían hecho.
Estoy bien. Todo está bien.- Mintió. Iba a elaborar más, a decirle que le dolía la cabeza o que tenía migraña y que la luz le molestaba, pero no tenía ganas de mentir de más. No podría sostener por mucho tiempo una mentira elaborada. Terminaría tropezando y sería más cansado empezar desde cero. Giró el rostro cuando dejó aquel beso en su palma. Hubiera preferido que no lo hiciera. Aquellas muestras de cariño, su sobreprotección, todo lo complicaba. Con delicadeza, pidió su mano de vuelta y la recuperó, escuchando el tono desesperado con que la voz del contrario hacía las preguntas. Tuvo que girarse, irse de allí, porque no tenía cabeza para aquello. Necesitaba una copa y le daba igual todo.- Estoy bien.- Murmuró de nuevo.- No estoy enferma.- Al menos eso no era una mentira. Se alejó de él, subiendo de piso y caminando con cuidado hacia la barra. ¿Cómo haría para que se fuera? No lo iba a dejar estar, era intuitivo, sabía cuando no estaba bien y cualquiera que le conociera de vista podría adivinar que no se encontraba en su mejor ánimo. Su rostro apenas expresaba, sus palabras eran monótonas y su tono de voz era bajo y grave, todo ella era muy contrario a lo que siempre era. Se sirvió una copa. No le sirvió una a él, porque no quería que se quedara, aunque estando todo tan a la mano, no dudaba que pudiera hacerlo él mismo.- ¿No deberías estar descansando? Te vi muy mal en el hospital, deberías irte a casa, Vishous.
Estoy bien. Todo está bien.- Mintió. Iba a elaborar más, a decirle que le dolía la cabeza o que tenía migraña y que la luz le molestaba, pero no tenía ganas de mentir de más. No podría sostener por mucho tiempo una mentira elaborada. Terminaría tropezando y sería más cansado empezar desde cero. Giró el rostro cuando dejó aquel beso en su palma. Hubiera preferido que no lo hiciera. Aquellas muestras de cariño, su sobreprotección, todo lo complicaba. Con delicadeza, pidió su mano de vuelta y la recuperó, escuchando el tono desesperado con que la voz del contrario hacía las preguntas. Tuvo que girarse, irse de allí, porque no tenía cabeza para aquello. Necesitaba una copa y le daba igual todo.- Estoy bien.- Murmuró de nuevo.- No estoy enferma.- Al menos eso no era una mentira. Se alejó de él, subiendo de piso y caminando con cuidado hacia la barra. ¿Cómo haría para que se fuera? No lo iba a dejar estar, era intuitivo, sabía cuando no estaba bien y cualquiera que le conociera de vista podría adivinar que no se encontraba en su mejor ánimo. Su rostro apenas expresaba, sus palabras eran monótonas y su tono de voz era bajo y grave, todo ella era muy contrario a lo que siempre era. Se sirvió una copa. No le sirvió una a él, porque no quería que se quedara, aunque estando todo tan a la mano, no dudaba que pudiera hacerlo él mismo.- ¿No deberías estar descansando? Te vi muy mal en el hospital, deberías irte a casa, Vishous.
Lo de que “estaba bien” no se lo creía pero ni que se lo dijera con una sonrisa. Todo en ella pintaba mal, no estaba hablando con buen tono, no tenía buen lenguaje corporal, no había nada que dijera que estaba bien. Le quitó la mano de la propia con un gesto elegante y V frunció el ceño, se giró y lo dejó plantado allí con otro “estoy bien” -Mientras más lo repites menos te creo- Le informó aunque se tranquilizó al saber que no estaba enferma. Pero eso no explicaba su actitud actual.
La siguió lentamente, quitándose el abrigo porque de allí no se iría hasta que no supiera que había sucedido en aquel lugar. Subió y la miró ponerse una bebida y no dudo en ir a encender la luz. Su rostro no estaba cubierto por una sonrisa y su voz estaba cada vez peor. Entendió el mensaje cuando no le ofreció una copa -He descansado suficiente- Indicó y se paró frente a la barra con los brazos cruzados y clavó su mirada diamantina en la pelirroja.
Se mantuvo en silencio, no dijo absolutamente nada durante un rato mientras esperaba a que le dijera que ocurría -Siempre fui sincero contigo y creo que siempre has sido sincera conmigo. No me iré hasta que me digas qué ocurre…- Acomodó la posición para poder esperar cómodamente a que ella se abriera. Mientras lo hacía, evaluaba su actitud. Parecía un poco hinchada ¿De dormir? ¿De llorar? Algo la estaba afectando y era profundamente evidente y presionaría hasta saber qué podía hacer para solucionarlo
La siguió lentamente, quitándose el abrigo porque de allí no se iría hasta que no supiera que había sucedido en aquel lugar. Subió y la miró ponerse una bebida y no dudo en ir a encender la luz. Su rostro no estaba cubierto por una sonrisa y su voz estaba cada vez peor. Entendió el mensaje cuando no le ofreció una copa -He descansado suficiente- Indicó y se paró frente a la barra con los brazos cruzados y clavó su mirada diamantina en la pelirroja.
Se mantuvo en silencio, no dijo absolutamente nada durante un rato mientras esperaba a que le dijera que ocurría -Siempre fui sincero contigo y creo que siempre has sido sincera conmigo. No me iré hasta que me digas qué ocurre…- Acomodó la posición para poder esperar cómodamente a que ella se abriera. Mientras lo hacía, evaluaba su actitud. Parecía un poco hinchada ¿De dormir? ¿De llorar? Algo la estaba afectando y era profundamente evidente y presionaría hasta saber qué podía hacer para solucionarlo
Lo vio quitarse el abrigo cuando subió con ella al piso superior. Soltó un suspiro profundo, quiso arrancarse la cabeza mientras le veía encender la luz. Incluso se llevó las manos al rostro, chasqueando los dedos al instante antes de hacer que el foco se apagara de nuevo.- Por favor, no lo enciendas de nuevo.- Murmuró, descubriendo su rostro y quedando en penumbra. Definitivamente le iba a dar una migraña si tenía que hablarle con la luz encendida. Que se lo adjudicara a la migraña si quería, no le importaba.
Le miró con cuidado cuando se colocó frente a la barra, frente a ella, con aquella actitud de aquí no me mueve ni Dios antes de saber lo que te pasa. Se logró disimular un gimoteo antes de darse media vuelta con la copa. No quería verlo, no podía. No podía. Se apuró la copa entera porque no se iba a poder safar de él y porque si le decía le iba a romper todas las botellas al instante. Aún no se había decidido a decirle, a cómo decirle. Al menos esa última copa no se la iba a quitar.
Dejó la copa de lado y se hizo el silencio. La estaba matando. Quería silencio y, sin embargo, ahora le estaba lastimando. Él lo extendió lo más que quiso hasta soltar aquellas tres verdades que no necesitaba. Sentía una opresión en el pecho que no le dejaba respirar. Aún si tenía que decirle algo, no había manera que soltara directamente lo que le dolía. Buscó un tema periférico, algo que ya había decidido y que tenía que decirle tarde o temprano.
Tengo que casarme.- Murmuró, colocando los codos en la cubierta y dejando caer el rostro entre las manos, aún de espaldas a él. Se tomó un minuto para controlar sus emociones, que tenía demasiado moviéndose por dentro y no encontraba palabras para describirlo. Trató de poner su voz más neutral y continuó.- Recibí una propuesta y... Voy a casarme, Vishous. Es tiempo. Tengo que hacer lo que debo. Por favor, no me hagas esto más difícil.- Susurró, cerrando los ojos con fuerza y tensando la mandíbula.- Creo que ya no es correcto que nos veamos. Tengo que darle a él su lugar. Tengo que... Te devolveré tus cosas.- Susurró, irguiéndose de una, encontrando la excusa justa para caminar hacia la sala, tratando de poner distancia de por medio entre ellos, y alejarse de su mirada.
Le miró con cuidado cuando se colocó frente a la barra, frente a ella, con aquella actitud de aquí no me mueve ni Dios antes de saber lo que te pasa. Se logró disimular un gimoteo antes de darse media vuelta con la copa. No quería verlo, no podía. No podía. Se apuró la copa entera porque no se iba a poder safar de él y porque si le decía le iba a romper todas las botellas al instante. Aún no se había decidido a decirle, a cómo decirle. Al menos esa última copa no se la iba a quitar.
Dejó la copa de lado y se hizo el silencio. La estaba matando. Quería silencio y, sin embargo, ahora le estaba lastimando. Él lo extendió lo más que quiso hasta soltar aquellas tres verdades que no necesitaba. Sentía una opresión en el pecho que no le dejaba respirar. Aún si tenía que decirle algo, no había manera que soltara directamente lo que le dolía. Buscó un tema periférico, algo que ya había decidido y que tenía que decirle tarde o temprano.
Tengo que casarme.- Murmuró, colocando los codos en la cubierta y dejando caer el rostro entre las manos, aún de espaldas a él. Se tomó un minuto para controlar sus emociones, que tenía demasiado moviéndose por dentro y no encontraba palabras para describirlo. Trató de poner su voz más neutral y continuó.- Recibí una propuesta y... Voy a casarme, Vishous. Es tiempo. Tengo que hacer lo que debo. Por favor, no me hagas esto más difícil.- Susurró, cerrando los ojos con fuerza y tensando la mandíbula.- Creo que ya no es correcto que nos veamos. Tengo que darle a él su lugar. Tengo que... Te devolveré tus cosas.- Susurró, irguiéndose de una, encontrando la excusa justa para caminar hacia la sala, tratando de poner distancia de por medio entre ellos, y alejarse de su mirada.
Frunció el ceño cuando apago la luz y empezó a cabrearse porque estaba ocultándole cosas cuando, después de todo, se habían hablado con bastante confianza siempre -Vale- Mencionó con un tono tenso y se mantuvo allí, en silencio. La vio moverse, la vio doblarse, la vio combatir con lo que sea que la estaba comiendo por dentro pero decidió no intervenir.
-Bien. Bueno, eso ya lo sabías, Sofía. Es una de vuestras responsabilidad- Respondió en un tono neutral, confundido por su reacción. Él había estado curándose mucho solo pero no podía ofrecerle lo que los otros dos hombres con los que salía le daban: Estabilidad y…lamerle las botas. O eso creía él -Hey hey…- Se acercó hacia ella y poniéndole una mano en la espalda con suavidad, acariciándola lentamente de arriba abajo -No estoy aquí para hacértelo difícil. Yo… Bueno, he estado de verdad trabajando mucho en mí mismo pero… -
-Eso lo entiendo… Está todo perfecto. Yo ahora no me creo suficiente para ti, Sofía…Pero no creas que estoy aquí para ponértelo difícil. ¿Por qué… por qué pensarías eso?- Preguntó viendo que empezaba a irse a por las cosas que le había regalado. No estaba entendiendo porqué venía aquello del matrimonio. Le dolía, por supuesto porque creyó que en algún momento en los próximos meses podría pedirle una cita en condiciones pero estaba bien. La respetaría a ella y a él.
La siguió, no muy convencido -Antes que nada, la última vez que nos vimos, quedamos en ser amigos…- Buscó su mirada con bastante ahínco y volvió a cogerla de la mano, de ambas, para detenerla con firmeza -Basta, Sofía. Me estás rehuyendo…He estado en mil interrogatorios y puedo sacarte lo que quiera, pero no tengo el valor de ser así contigo… Lo del matrimonio te lo veías venir. La última vez que hablamos te dijo que iba a querer algo más serio contigo así que no me engañes…Lo que te tiene así viene del hospital. Los odias y no volviste. ¿Qué te pasa? Me dices que no estás enferma pero estoy dispuesto a dar vuelta el hospital hasta sus cimientos y encontrar qué es lo que te pasa-
-Bien. Bueno, eso ya lo sabías, Sofía. Es una de vuestras responsabilidad- Respondió en un tono neutral, confundido por su reacción. Él había estado curándose mucho solo pero no podía ofrecerle lo que los otros dos hombres con los que salía le daban: Estabilidad y…lamerle las botas. O eso creía él -Hey hey…- Se acercó hacia ella y poniéndole una mano en la espalda con suavidad, acariciándola lentamente de arriba abajo -No estoy aquí para hacértelo difícil. Yo… Bueno, he estado de verdad trabajando mucho en mí mismo pero… -
-Eso lo entiendo… Está todo perfecto. Yo ahora no me creo suficiente para ti, Sofía…Pero no creas que estoy aquí para ponértelo difícil. ¿Por qué… por qué pensarías eso?- Preguntó viendo que empezaba a irse a por las cosas que le había regalado. No estaba entendiendo porqué venía aquello del matrimonio. Le dolía, por supuesto porque creyó que en algún momento en los próximos meses podría pedirle una cita en condiciones pero estaba bien. La respetaría a ella y a él.
La siguió, no muy convencido -Antes que nada, la última vez que nos vimos, quedamos en ser amigos…- Buscó su mirada con bastante ahínco y volvió a cogerla de la mano, de ambas, para detenerla con firmeza -Basta, Sofía. Me estás rehuyendo…He estado en mil interrogatorios y puedo sacarte lo que quiera, pero no tengo el valor de ser así contigo… Lo del matrimonio te lo veías venir. La última vez que hablamos te dijo que iba a querer algo más serio contigo así que no me engañes…Lo que te tiene así viene del hospital. Los odias y no volviste. ¿Qué te pasa? Me dices que no estás enferma pero estoy dispuesto a dar vuelta el hospital hasta sus cimientos y encontrar qué es lo que te pasa-
Le dolió el tono tan displicente con el que el contrario habló de sus responsabilidades. Sí, era cierto que lo sabían, pero no había manera de poner aquello de buena manera. Sintió la mano del contrario en la espalda y tuvo que alejarse de él, porque el que le tocara lo hacía todo más real. Todo se volvía real y sus emociones se revolvían por dentro cuando le tocaba. Sobre todo cuando comenzó a hablar de sí mismo, de no creerse suficiente para ella. Se preguntó si mantendría aquel pensamiento cuando viera el panorama completo. Quizás no tenía por qué ser tan difícil decirle, quizás él no querría mantenerse a su lado, o ver a su hijo. Quizás sería fácil y no lo sabía. Le vio entonces con otros ojos. Con melancolía más que con tristeza. Ella ya lo había descartado, pero es que su sinceridad y la tranquilidad con la que trataba de consolarla le hacían sentir... Confundida. Se sentía confundida. No había manera de que pudiera salir de aquello con facilidad.
No pudo hacer nada cuando el moreno llegó hasta ella y le tomó los manos con firmeza. Trató de deshacer el agarre con delicadeza, no siendo brusca, pero él la tenía bien tomada. Asintió rápidamente a lo de ser amigos, pero algo en el pecho le seguía oprimiendo. Rehuyó a la mirada del moreno, que parecía que era lo único que la encontraba en cada paso que daba en la oscuridad. Y de pronto lo sintió todo tan real. El peso de la situación cayó de nuevo sobre ella como una fuerza de la naturaleza. En cuanto empezó a hablar de interrogatorios, se rompió.- Por favor, no.- Murmuró entre gimoteos, justo antes de comenzar a sollozar. Estaba cansada de llorar, pero ese era un tipo de llanto diferente. Tenía miedo. Miedo de su reacción, fuera esta buena o mala. Miedo de perderle y miedo de que quisiera quedarse y no poder aceptarle.
No quiero estar en esta situación.- Murmuró, agachando sencillamente la cabeza y comenzando a llorar.- Vishous, por favor...- Tan desconsolada como se sentía, no tuvo ocasión de terminar la oración. Se sentía tan sola y a la deriva... tan incapaz de salir adelante... que el solo tenerle frente a ella y ser incapaz de mirarle a los ojos la hacía sentir en la más extensa miseria.
No pudo hacer nada cuando el moreno llegó hasta ella y le tomó los manos con firmeza. Trató de deshacer el agarre con delicadeza, no siendo brusca, pero él la tenía bien tomada. Asintió rápidamente a lo de ser amigos, pero algo en el pecho le seguía oprimiendo. Rehuyó a la mirada del moreno, que parecía que era lo único que la encontraba en cada paso que daba en la oscuridad. Y de pronto lo sintió todo tan real. El peso de la situación cayó de nuevo sobre ella como una fuerza de la naturaleza. En cuanto empezó a hablar de interrogatorios, se rompió.- Por favor, no.- Murmuró entre gimoteos, justo antes de comenzar a sollozar. Estaba cansada de llorar, pero ese era un tipo de llanto diferente. Tenía miedo. Miedo de su reacción, fuera esta buena o mala. Miedo de perderle y miedo de que quisiera quedarse y no poder aceptarle.
No quiero estar en esta situación.- Murmuró, agachando sencillamente la cabeza y comenzando a llorar.- Vishous, por favor...- Tan desconsolada como se sentía, no tuvo ocasión de terminar la oración. Se sentía tan sola y a la deriva... tan incapaz de salir adelante... que el solo tenerle frente a ella y ser incapaz de mirarle a los ojos la hacía sentir en la más extensa miseria.
Fue una palabra lo que hizo que se deshiciera y Vishous sintió que algo le ardía en el pecho. ¿Qué noticia podrían haberle dado que la tuviera tan afectada? Pero… ¿Qué podría obligarla a casarse? No siguió por esa linea de pensamiento porque siguió soltando aquello de que no quería estar en esa situación. La tomó en brazos y se sentó en un sofá cercano, la apoyó contra él y no dijo nada más; la dejó llorar aunque sabía que en el fondo quería que se fuera pero le era imposible dejarla así.
La acunó entre sus brazos y le acarició la espalda y el cabello -Es una de tus noches preferidas- Mencionó al recordar lo de la lluvia y con fuerza se volvió a levantar, giró el sofá con una pierna y se volvió a sentar para acomodarla como una niña pequeña pero que aún así pudiera ver la lluvia. No dijo nada más. Si seguía presionándola iba a entrar en un ataque de pánico. Dejaría que se calmara ella misma y si no se lo decía, se iría. Pero al menos calmada iba a dejarla.
Aún se preguntaba porqué el cambio de opinión en cuanto a casarse y, más aún, porque le afectaba de esa manera. Mientras miraba la lluvia caer a través de la ventana apretaba las muelas pensando… ¿Y si ese hombre le estaba chantajeando? ¿Y si se había enterado de su “relación” y le estaba jodiendo con ella? La ira infló de nuevo el pecho del teniente pero se prometió no preguntar hasta que ella estuviera calmada. Iba a matarlo, iba a conseguir el nombre y lo iba a estrangular con sus propias manos.
La acunó entre sus brazos y le acarició la espalda y el cabello -Es una de tus noches preferidas- Mencionó al recordar lo de la lluvia y con fuerza se volvió a levantar, giró el sofá con una pierna y se volvió a sentar para acomodarla como una niña pequeña pero que aún así pudiera ver la lluvia. No dijo nada más. Si seguía presionándola iba a entrar en un ataque de pánico. Dejaría que se calmara ella misma y si no se lo decía, se iría. Pero al menos calmada iba a dejarla.
Aún se preguntaba porqué el cambio de opinión en cuanto a casarse y, más aún, porque le afectaba de esa manera. Mientras miraba la lluvia caer a través de la ventana apretaba las muelas pensando… ¿Y si ese hombre le estaba chantajeando? ¿Y si se había enterado de su “relación” y le estaba jodiendo con ella? La ira infló de nuevo el pecho del teniente pero se prometió no preguntar hasta que ella estuviera calmada. Iba a matarlo, iba a conseguir el nombre y lo iba a estrangular con sus propias manos.
Le hubiera gustado que no le abrazara. Y, a la vez, estando entre sus brazos se sentía más protegida que lo que había estado en las últimas 24 horas. Con las manos temblorosas, se aferró a su camisa, ocultando el rostro entre el pecho y la barbilla, dejándose ir en llanto. Cuando la tomó en brazos, se tomó de su cuello, agradecida de que no siguiera, pero cada vez la pena era más profunda. El día anterior no se había permitido pensar en él para nada, y aquello añadía una nueva capa de dolor a todo. Era como haber abierto la herida por completo, pero esta vez un poco más.
Mientras permanecía en sus brazos, la voz del contrario le sacó un momento de su trance. Dejó que se acomodara como quiso. No tenía ni idea de lo que hacía, pero tuvo una amarga sensación cuando se dio cuenta de que cambiaba de posición para poder ver la lluvia con ella. No era para nada lo que imaginaba cuando pensó en invitarle para una velada de aquellas. Levantó el rostro para verle un instante, dejando de llorar solo unos momentos para repasar en su mente su comentario. La lluvia caía acompasada al ritmo de su llanto. Ya no era una ligera llovizna, sino un sentimiento torrencial.- Ya no podré verlas igual. Ya nunca podré disfrutarlas.- Murmuró, acariciando suavemente la mejilla del moreno antes de ocultar de nuevo el rostro en su cuello y seguir. Aquello solo sirvió para hacer más grande su amargura. Él era un buen hombre, había estado trabajando en sí mismo. Quería ser mejor, quería progresar. Se notaba su compromiso de cambiar, pues se comportaba justo como no creyó que haría. Estaba ahí y se sentía protegida por él, aunque solo fuera un momento ínfimo en el tiempo. Había dejado de presionarla y estaba ahí, acompañándole en su dolor. Pensó en los regalos que tenía para él; ya no sabía cómo dárselos. Pensó en cuán atento era con ella y lloró con dolor. Porque él le hacía reír y ella le haría sufrir. Pero más le reclamaría después si no se lo decía. Se quedó en aquel lugar reconfortante entre sus brazos por tanto tiempo que perdió la noción del tiempo mientras veía la lluvia.- Por favor, no seas tan bueno conmigo. No lo merezco.- Susurró, pues su deseo era nunca decirle aquel secreto, pero su cabeza había escarbado demasiado en su corazón adolorido y, de alguna manera, sentía que el sufrimiento sería más grande si no se lo contaba.- Soy muy egoísta, Vishous. Traté de ahorrarte este dolor y mira dónde estoy; llorando entre tus brazos cuando lo único que quiero es que seas feliz.- Murmuró mirando la lluvia a través del cristal. Sus sollozos se hicieron menos fuertes cuando se separó un poco de él, sentándose en sus piernas, tratando de levantarse. Las piernas le respondían poco, estaba débil y de ánimo frágil. Se sentó en el sillón más próximo, el que daba la espalda a la lluvia. Se abrazó del respaldo y reconoció en el diluvio el dolor de su corazón. Tenía que decirle. Solo esperaba que pudiera entenderle.
Por favor, Vishous. Tienes que saber que lo siento, que no quise que las cosas fueran así, que no quiero hacerte daño y que no tendrás que preocuparte por nada. Me haré cargo de todo. Yo asumiré mi responsabilidad, tal y como tu lo dijiste.- Se pasó el dorso de las manos por el rostro, tratando de recomponerse, pero cada vez que pensaba en las palabras que estaba por mencionar, un nudo aparecía en su garganta y soltaba de nuevo en llanto. Después de un rato, agachó el rostro y controló los sollozos apenas lo suficiente para que las palabras salieran de su boca. El sonido de la lluvia fue lo único que cortaba la tensión que vibraba en ella.- Vishous, estoy embarazada.
Mientras permanecía en sus brazos, la voz del contrario le sacó un momento de su trance. Dejó que se acomodara como quiso. No tenía ni idea de lo que hacía, pero tuvo una amarga sensación cuando se dio cuenta de que cambiaba de posición para poder ver la lluvia con ella. No era para nada lo que imaginaba cuando pensó en invitarle para una velada de aquellas. Levantó el rostro para verle un instante, dejando de llorar solo unos momentos para repasar en su mente su comentario. La lluvia caía acompasada al ritmo de su llanto. Ya no era una ligera llovizna, sino un sentimiento torrencial.- Ya no podré verlas igual. Ya nunca podré disfrutarlas.- Murmuró, acariciando suavemente la mejilla del moreno antes de ocultar de nuevo el rostro en su cuello y seguir. Aquello solo sirvió para hacer más grande su amargura. Él era un buen hombre, había estado trabajando en sí mismo. Quería ser mejor, quería progresar. Se notaba su compromiso de cambiar, pues se comportaba justo como no creyó que haría. Estaba ahí y se sentía protegida por él, aunque solo fuera un momento ínfimo en el tiempo. Había dejado de presionarla y estaba ahí, acompañándole en su dolor. Pensó en los regalos que tenía para él; ya no sabía cómo dárselos. Pensó en cuán atento era con ella y lloró con dolor. Porque él le hacía reír y ella le haría sufrir. Pero más le reclamaría después si no se lo decía. Se quedó en aquel lugar reconfortante entre sus brazos por tanto tiempo que perdió la noción del tiempo mientras veía la lluvia.- Por favor, no seas tan bueno conmigo. No lo merezco.- Susurró, pues su deseo era nunca decirle aquel secreto, pero su cabeza había escarbado demasiado en su corazón adolorido y, de alguna manera, sentía que el sufrimiento sería más grande si no se lo contaba.- Soy muy egoísta, Vishous. Traté de ahorrarte este dolor y mira dónde estoy; llorando entre tus brazos cuando lo único que quiero es que seas feliz.- Murmuró mirando la lluvia a través del cristal. Sus sollozos se hicieron menos fuertes cuando se separó un poco de él, sentándose en sus piernas, tratando de levantarse. Las piernas le respondían poco, estaba débil y de ánimo frágil. Se sentó en el sillón más próximo, el que daba la espalda a la lluvia. Se abrazó del respaldo y reconoció en el diluvio el dolor de su corazón. Tenía que decirle. Solo esperaba que pudiera entenderle.
Por favor, Vishous. Tienes que saber que lo siento, que no quise que las cosas fueran así, que no quiero hacerte daño y que no tendrás que preocuparte por nada. Me haré cargo de todo. Yo asumiré mi responsabilidad, tal y como tu lo dijiste.- Se pasó el dorso de las manos por el rostro, tratando de recomponerse, pero cada vez que pensaba en las palabras que estaba por mencionar, un nudo aparecía en su garganta y soltaba de nuevo en llanto. Después de un rato, agachó el rostro y controló los sollozos apenas lo suficiente para que las palabras salieran de su boca. El sonido de la lluvia fue lo único que cortaba la tensión que vibraba en ella.- Vishous, estoy embarazada.
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