Planta de habitaciones para ingresos

Me zafé lo más rapidamente y bruscamente que pude del agarra del nigromante, pues noté como las sombras se empezaban a mover ávidas hacia el contacto con el hechicero. Por suerte, logré apartar mi mano de la suya antes de que eso ocurriera, y la cosa se quedó en un susurro y un anhelo colgando del aire. Hizo preguntas demasiado directas y personales.

- No lo sé, no me acuerdo. - era cierto, en gran parte. Me alejé de Matvey, lanzandole una mirada de desconfiada mezclada con algo de...miedo. Miré a Ian, no sabía....? Ah, claro, no se lo había contado. -Las sombras me lo mostraron cuando entraron en contacto con Wthyr esa noche. - desvié la mirada a Rasputin, esperando que entendiera que si me había apartado tan bruscamente de él, había sido tambien para salvaguardar su propia privacidad. - Y no suelen mostrarme las partes bonitas de la vida de la gente....

Asentí a mi amigo, estaba bien. Ni si quiera sabía a donde tenía que ir. Avisar a Savannah? No, no queria causarle mas problemas. Pero lo de Lyran lo tendría en cuenta. Espere a que terminasen de despedirse él y Catherine, hasta que la morena se marchó. Luego miré nuevamente a Ian, necesitaria espacio para asimilarlo...
- Te dejo con Aedan. Avísame si...bueno, avisame por cualquier cosa - dicho esto salí del hospital, practicamente corriendo.

El miembro 'Jarkko Cirth' ha efectuado la acción siguiente: Lanzada de dados

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'Probabilidad' :

El licántropo fue tremendamente brusco y críptico, pero yo seguia con la sensación de que aquella cosa tenía....no, no vida propia, no era un ente por si mismo, no tenía "mente"... magia oscura, sin duda. Capté lo que quiso decir a la perfeccion, yo tambien habia notado ese sutil desplazamiento hacia mi. Casi me alegré cuando lo vi alejarse.

Por otra parte, llegó Sofía, con sus pociones. Dadivosa en saludos como siempre, recibí su cálido abrazo como solo le permitiría a Sofía acercarse tanto a mi persona sin lanzarle aquella mirada de témpano de hielo asesino, aunque evidentemente tampoco se lo devolví con el mismo nivel de efusividad que ella expresaba. Luego suspiré pesadamente al oir a Ian, asi que Cath había hecho a la maldicion manifestarse?

- Yo no descartaría esa posibilidad. - respondí a Ian, frunciendo luego mi ceño cuando dijo aquello del espiritu. Repetí sus palabras. - El espíritu de Morgana. - de donde habia sacado Cath comunicacion con el espiritu de Morgana? Acaso no la habia advertido de los peligros de....? Y mas con Morgana!

Anteia no tardó en hablar, pero por el gesto que me dedicó supe que no estaba al tanto ni de la mitad del asunto, y mira que yo tenia la sensacion de conocer menos de la mitad de toda la cuestion y embrollo... Cuando lo del divorcio estuvo hecho y se marchó, pasé a ver a Aedan.

Luego le acerqué una silla a Anteia, tal como había dicho. Pensando, pensando en otras soluciones. Quizá si renunciaba a su linaje, a su poder y a su apellido...librase a lo que quedaba de su familia de la maldicion, sin pasar por el aro de los Pendragon.

Nada más llegar, asintió a Catherine con lo de tener lo que le había pedido.- Sí, está todo listo.- Murmuró, aunque seguía sin comprender cómo podía hacer algo así. No la dejó tranquila la explicación de Ian sobre la magia negra, ¿era solo contra un niño pequeño o había algo más que no sabía? Suspiró, a veces se le olvidaba que no todos los niños podían ser libres y comunes. Le hacía pensarse a la pobre criatura a la que traería al mundo en pocos meses.

Fue entonces que vio los papeles del divorcio y a Ian firmándolos con aquella intranquilidad. Lo supo porque el hilo invisible que los conectaba se deshizo al instante. Se ahorró el regaño para ambos, porque solo traían peor energía a la habitación del pequeño, pero en el estado en que los veía ninguno iba a hacerle caso. Tuvo que darse media vuelta porque aquello le había dejado una profunda herida en el alma. Se limpió las mejillas tratando de que nadie la viera tan sentimental y escuchó a Anteia mientras comenzaba a abrir su baúl.

Pues... Pociones en sí no se utilizan casi para la magia negra, ni para las maldiciones. No porque no sirvan, sino porque suelen ser un lazo energético y es muy fácil hacerlas mal. Además, a diferencia de los conjuros rompe maldiciones, son tardadas, y no por ello menos desgastantes.- Susurró, terminando de limpiarse la cara y comenzó a sacar pequeñas cajas y objetos hasta que se decidió por un combo que podía funcionar.

Limpió de objetos la mesita que estaba a un lado de la cabecera de Aedan y comenzó a colocar las protecciones necesarias. Un puñado de tierra sobre la superficie que extendió uniformemente. Colocó encima una piedra de obsidiana de troya, un ojo de tigre y una amatista. Volvió al baúl y se colocó un par de guantes que parecían de seda para quitarle al pequeño Aedan el cuarzo cristal de la cabeza y cerrar con ello las puntas del cuadrado en la mesa. Las piedras eran preciosas y de buen tamaño, eran auténticas y las había obtenido ella misma de la madre naturaleza; las recargaba de energía cada mes en la luna llena. Las acomodó para que en cuatro puntas perfectas quedaran y en el centro colocó con un poco de agua en un cuenco tibetano de oro. Por último, intencionó una vela susurrándole mientras se la colocaba en el corazón y la colocó junto al cuenco, encendiéndola con una cerilla.- De acuerdo, sé que necesitan el espacio pero traten de no mover esto, si es magia negra comenzarán a absorber las malas energías. Si es una especie de espíritu...- Miró a Matvey, él sabía más de eso que ella. Y, ¿por algo estaba ahí, no? Quizás más en calidad de amigo de Catherine que en Nigromante. ¿Qué había escuchado por ahí del espíritu de Morgana? En fin, a un espíritu no lo absorbería pero quizás lo mantendría al margen por un rato; estaban retrasando los efectos, pero no era infalible.- De pociones... tengo poción de purga de maldiciones, pero... es... es fuerte para un niño tan pequeño.- Murmuró mirando a Ian, que siendo el único padre presente, tendría que darle autorización de algún tipo. Se había perdido la salida de Catherine mientras se limpiaba las lágrimas, seguramente.- No podrían darle sedantes ni nada que lo relaje o le impida sentir, el efecto se anularía. Estará inconsciente e intranquilo por la poción, puede ser muy duro de vivir y de presenciar. Necesitará mucha agua para facilitar que se mueva la energía y no debe estar solo. Si ven que no va a soportarlo... deben suspender y darle una herbovitalizante. El efecto se debería detener tras unos minutos. - Susurró mirando a Anteia y sacó del baúl el pequeño franquito que estaba colgando de una cadena corta de acero. Dentro, una poción blanca y espesa relucía entre los cristales.- Se le podrían dar tres gotas y ver como reacciona, tres gotas más cada dos horas hasta que la maldición remitiese, o podemos darle una gota cada hora, que haría los síntomas solo un poco más llevaderos, pero el proceso sería mucho más largo. Sean debe tener alguna manera de quitar maldiciones, pero me preocupa lo pequeño que es y por lo regular son procesos mucho más fuertes y secos que esto. En eso él tendría que emitir su juicio al respecto, pero esto no se contrapone con lo que él pueda hacer, puede ayudarle...

¿Ian? ¿Te parece bien? - Preguntó, comenzando a abrir la poción y, con el pequeño gotero, extraer algunas gotas.

Quería hacerle mil preguntas a Anteia sobre lo que le sucedía a Aedan y cómo evolucionaría en las próximas horas, pero probablemente ella tampoco supiese nada y estuviese ya agotada de canalizar magia. Ella y Justin habían hecho todo lo posible, pero el que debería estar atendiendo era Lucio, y no estaba cuando se le necesitaba. Casi me daban ganas de ir a buscarlo en donde estuviese y traerlo por el pescuezo. - Gracias, Anteia...deberías descansar. En tu estado no creo que puedas estar canalizando magia mucho más rato. Trae a Lucio ya. Es él quien debe estar aquí. - me indignaba que no estuviese, o tal vez fuese una mezcla de la tristeza y la incertidumbre de la situación. El último contacto con Catherine fue una caricia en la mano poco antes de que la magia que nos había unido se disipase, dejando un amargo mensaje en mi mente justo antes de desaparecer. No tuve tiempo de devolverle las palabras, pero ella debía saber lo que sentía incluso sin necesidad de hablar o pensar.

Después de aquello sólo escuché a medias lo que sucedía alrededor, aunque me interesé por lo que dijo Jarkko de poder ver el pasado de otras personas tocándolos. Tal vez fuese útil contra los Pendragon.  - Sí, te mantendré informado. Ten cuidado y avisa a Adam o a Chloe de dónde vas. No hagas ninguna estupidez por ahí. - volví la vista al pequeño mientras Matvey repetía aquello del espíritu de Morgana, se notaba que no le hacía gracia ninguna. - Entré con ella al laberinto, y...no me fío de nada. No me gustan ni sus planes ni los de los Pendragon. Ayuda a Catherine, convéncela para que no vuelva ahí. Antes de salir, el espíritu me dijo que ella nunca estaba sola. - no sabía si era una amenaza, advertencia, o qué cojones había querido decir. El caso es que cuanto más analizaba la conversación,  menos me gustaba todo eso.

Permanecí absorto unos segundos más en los recientes recuerdos del laberinto, hasta que Sofía sacó todo aquel arsenal de objetos e hizo su despliegue con ellos. Nunca había visto sanaciones con tantas cosas, pero parecía que sabía lo que hacía. Tantos datos comenzaron a aturdirme y a acentuar el dolor de cabeza que tenía de la preocupación y la noche que había pasado en vela con Aedan, pero creí entender que era muy duro para un niño. Pasé una mano con cuidado por su mejilla, que ahora parecía algo menos caliente. Aún así seguía dormido, como si no tuviese energía para despertar.

- Purga...eso suena muy mal. No lo sé, Sofía. Tal vez la poción ayude a controlar la maldición, pero tampoco quiero que sufra. - me pasé una mano por la cara bastante agobiado, tomar ese tipo de decisiones era muy difícil. Ser responsable de una vida era más duro de lo que pensaba.  - Joder...- seguí tratando de decidir durante varios segundos, aunque al final le di luz verde para intentar probar con aquella poción.  - Vamos a intentarlo...

Arqueé la ceja con desconfianza con aquellas respuestas ambiguas del chico de pelo largo sobre aquellas cosas de sus brazos. No añadí nada, pues no tenía nada que añadir al respecto, salvo cientos de preguntas para formular a Lucio, que para eso es mi tutor, mentor y todas esas cosas. ¿Percibido algo peligroso y malvado? Creo que todos los que estábamos allí dirigimos la mirada inconscientemente hacia la sala del niño, pero rápidamente nos aclararon aquel tema de una forma un poco ambigua… ¿Se acaba de despertar?

Pero aguarda, porque el culebrón no iba a cesar en ese momento. PARA NADA. Porque, no sé, quizás es que yo no terminaba de entender las normas de esos Descendientes, pero no me parece que el mejor momento para firmar algún tipo de divorcio se deba hacer sobre el cuasi cadáver del hijo en común que todavía seguía postrado en la cama de la habitación, ahora siendo socorrido por Sofía y sus pociones. No estaba entendiendo absolutamente nada, y aquello ya era lo más raro que podría haber visto en mucho tiempo. Ya podrían haberse esperado a, yo qué sé, que Aedan estuviera mejor y ya que fuera él el que eligiera si prefería a papá o a mamá. En cualquier caso, parecía que aquella rara maldición estaba en el centro de todo aquello, sin estar seguro de cómo y en qué profundidad. Mira, yo qué sabía, no era adulto como para entender todas esas cosas. Y entonces… puff y desapareció con aquellos papeles. Fue entonces cuando aparté la mirada de la antiguamente llamada pareja para dirigirme hacia la enfermera que estaba en la recepción de la planta. Contacté con su mirada un segundo, encogiéndonos los hombros con cara de estupefacción. Al menos no era el único que no estaba entendiendo nada.

Tras la espantada de Jarkko, la desaparición de Catherine y que toda la acción interesante se estaba desarrollando en el interior de la habitación, no pude evitar sentir curiosidad científica por ver qué es lo que estaba haciendo Sofía en el interior de la misma, y más percibiendo todo aquel movimiento. Me separé del mostrador de madera, dejando a la compañera sola, y me acerqué al quicio de la puerta, en profundo silencio, para observar el procedimiento de Sofía, llamándome la atención la dificultad del proceso que estaba realizando para “purgar” la maldición del niño, ¿se puede purgar una maldición de sangre con pociones? ¿O una maldición, en general? ¿Cómo? ¿No deberían utilizarse magia blanca para combatirla? -Estamos solos. Ni Lucio, ni Sean han contestado a la llamada. He avisado también a Aldaron y a Josephine- Avisé a los que estaban dentro, en especial a Sofia a ver si tenía ella más suerte para contactar con sus compañeros descendientes. Lo de la herbo me lo apunté por si hubiera complicaciones futuras, Merlín no lo quisiera.

El mensaje mental de Catherine me había parecido muy extraño y poco explícito, pero entendí que era algo relacionado con Aedan. No pude ir de inmediato porque tenía que dejar con alguien a la pequeña que había acogido en casa, así que tardé un poco hasta encontrar a alguien. Dejarla de nuevo en la guardería del hospital no me parecía la mejor opción, así que busqué a los Royden para que se quedasen un rato con ella. Total, ya habían cogido al crío de Rasputín y al hermano. Apenas les di explicaciones, solo que volvería lo antes posible. Después acudí al hospital, pidiendo que me informasen un poco. Me dirigí hacia la habitación en al que habían ingresado al niño de Catherine, aunque no la encontré a ella al entrar.

- Siento la tardanza, he tenido algún que otro contratiempo para llegar. - me disculpé en general, encontrándome en primer lugar con Justin en la puerta. Le pregunté a él primero, para que me fuese dando un avance o resumen. - ¿Qué sucede? ¿es grave? - me sorprendió ver allí no sólo a Anteia, sino a Matvey y a Sofía. - Catherine me mandó un mensaje...¿dónde está? - mi mirada pasó de Ian a mis compañeros del Consejo, en especial a Sofía, que estaba haciendo algún tipo de procedimiento. Me aproximé hasta la cama en la que estaba tendido Aedan, sorprendiéndome por las vías y el oxígeno que le habían puesto. No fue eso lo que más me llamó la atención. Enseguida me di cuenta de la mancha oscura con forma de raíces que se extendía hacia su cuello y su hombro. Tenía toda la pinta de ser una maldición, pero me parecía inhumano que alguien hubiese atacado así a un niño de dos años.

- Por Merlín...¿quién le ha hecho esto? - me giré a Anteia para que me explicase más, pero al verla tan agotada lo único que pude hacer fue mandarla fuera antes de que se desmayase por los excesos de canalización mágica. Pedí a una enfermera que se la llevase a la sala de personal para que descansase y la atendiesen allí, esperando a que la sacasen para pedirle algo más a Justin. - Pronto te daré el relevo en el turno. Habrá que avisar a Oscurus, a él le toca hacer el turno de tarde-noche.

Esperó mientras Ian se decidía. Sabía que la decisión era difícil, pero realmente no había nada que hacer cuando una maldición de ese tipo llegaba. Suspiró pesadamente mientras veía a Ian dudar, entendiendo la encrucijada en la que le ponía y deseando que Sean tuviera métodos más eficaces que no pusieran en peligro la vida del pequeño, pero a decir verdad dudaba un poco de aquello.- Ian, no creo que haya algo para quitar una maldición que sea un proceso tranquilo.- Susurró tratando de tranquilizarse, aunque finalmente accedió tras mucho pensar. Ella asintió con cuidado y solemnemente a sus palabras, colocando tres gotas del líquido que llevaba en las manos en los labios entreabiertos del pequeño. La reacción no se hizo esperar con un ligero temblor que fue apagándose, pero aquello solo era la antesala de algo mayor. Ya tenía un mal presentimiento.

Le pareció muy extraño, cuando llegó Justin, que ninguno de sus compañeros hubiese respondido al llamado. Estaba por abrir un patronus cuando el mensaje de Catherine le llegó. Que la requiriera con tanta urgencia le hacía pensar cosas aún peores. No podía con tanta angustia. No podía dejar a Aedan solo. Al menos Lucio llegó para relevarla. Suspiró con cuidado, pensando si a él también le habría convocado o algo parecido. Si había algo que decirle fuera del estado de Aedan.

Debo irme, Catherine me solicita. Enviaré a dos de mis estudiantes más avanzadas para que esté al pendiente del proceso de primera mano. Si lo necesitan, responderé como urgencia cualquier cosa que me envíen. Estaré pendiente.- El niño aún se veía bien, pero no tardaría en comenzar a sudar, temblar o peor... Solo esperaba que la maldición no fuera tan fuerte. Tomó de su cofre un pequeño mazo de cobre y golpeó un par de veces los bordes externos del cuenco tibetano antes de girarlo cuatro vueltas alrededor del borde. El sonido metálico no se hizo esperar, como música para sus oidos limpiando el ambiente.- Tres gotas cada dos horas y herbovitalizante si necesitan detener el efecto.- Repitió antes de acercarse a Lucio. Le dio a él el abrazo y el beso que ella necesitaba y subió con gracia a su alfombra voladora. Echó un ojo de nuevo a Aedan y sintió el dolor en el pecho por dejarlo. No quería. Pero si sus instintos eran correctos, debía hacerlo.- Vendré a verlo en unas horas.- Tras aquello, le dejó en las manos a Lucio el frasco con la poción y le hizo una caricia en la mejilla. No sabía si por médico no la conocería o sí, o si no le tendría confianza. Los médicos magos modernos a veces no confiaban en las pociones avanzadas, solo esperaba que tuviera alma de viejo como ella.- Estaré atenta.- Y tras aquello, partió del hospital.

Asentí a lo que me dijo Ian sobre intentar convencerla acerca del maldito laberinto aquel. El espiritu de Morgana....

"que nunca está sola? Y si la está controlando?"

Empecé a pensar en los designios de los muertos y del poder que ejercen en nuestro plano, a traves de diversos artefactos de magia negra, veanse....el laberinto que ella poseia. Podía influenciar su mente sin problemas-

- Llegaré al fondo del asunto, Ian. - le aseguré. Lucio llegó para tomar el relevo, y me llegaron los mensajes mentales de Catherine.

- Tengo que irme, Galeno. - dije con gesto serio. - El linaje Le Fay está comprometido. Mantened al niño con vida.... malditos Pendragon, en qué momento! - gruñó, furioso, en evidente tono de enfado, mientras me marchaba de alli, desapareciendome a medio camino.

Las palabras de Matvey me dieron algo más de seguridad en que Catherine no estaría sola, incluso con los Pendragon y sus planes, o Morgana y los suyos. Teníamos gente con la que podíamos contar, aunque sintiésemos que en esos momentos poco podíamos hacer.  - Confío en ti...eres como un padre para ella. - al menos él estaba allí y había llegado a tiempo, no como Lucio, que llegó excusándose. Era él y no Anteia quien tenía que esforzarse, por eso me pareció correcto que la sacase de la habitación para que descansara. Estaba tan preocupado que eso predominaba por encima del enfado por su tardanza.  - Catherine ha tenido que irse. Ya te enterarás luego. Ahora lo único que necesitas saber es que tienes que mantener a raya la maldición de Aedan hasta que ella consiga salvarlo. A no ser que puedas hacer algo para frenarla. ¿Puedes...? - pregunté casi en una súplica como si fuese la última esperanza para lograr curar a Aedan sin que ella tuviese que sacrificarse de ese modo.

Incluso quise creer que lo que decía Sofía podía ayudar, que aunque Aedan pasase un mal rato podría mejorar con aquellas gotas que le estaba dando. Apoyé la mano en el hombro del niño, notando aquel leve estremecimiento en su pequeño cuerpo cuando ingirió aquello. - ¿Eso es normal? - Memoricé lo que dijo Sofía sobre las gotas y cada cuantas horas, pensando que lo pararía si aquello no funcionaba y encima lo ponía peor. Me despedí tanto de Sofía como de Matvey, quedándome a solas con Lucio y Justin. Suspiré cansado y agobiado, pidiéndoles un momento para ir al baño y que me dejasen algo para cambiarme de la parte de arriba. No había tenido ocasión de quitarme la camiseta con restos de sangre hasta ese momento. Tras apenas un par de minutos salí de nuevo del baño, llevando la parte de arriba de la ropa de un enfermero. Regresé de nuevo a la cama de Aedan, sentándome a los pies sin poder apartar la mirada de él.  - Lucio, inténtalo. Por favor... - si ni la magia de Lucio ni las pociones de Sofía podían...aquello era terriblemente grave.

Con la información que me dieron unos y otros pude ir armando una especie de idea en mi cabeza. La maldición tenía que ver con los Pendragon, y Catherine tenía que hacer algo al respecto. No tenía ni idea de que tuviesen el poder de lanzar maldiciones, y me pareció una aberración que le hiciesen eso a un niño. Para mí acababan de perder todos los puntos que habían ganado, entre eso y lo que relató Shyvanna sobre su hermano y el ataque a Thoren. Quería creer que habían cambiado después de los errores que cometieron en su entrada, que de verdad querían integrarse. No era así. - Vais con Catherine, ¿verdad? tened cuidado, no permitáis que os hagan daño. - eché de menos que Sean fuese con ella, pero no sabía en qué andaba metido. Probablemente fuese cosa de Zaphira y su sobreprotección, pero parecía ilocalizable por el momento. Volví a prestar atención cuando una enfermera me pasó el informe médico que habían hecho entre Justin y Anteia, echándole un ojo a todo. Era bastante serio.

- Haré todo lo posible, Ian. - entendí a la perfección la preocupación del joven padre, aunque no estaba seguro de poder eliminarla. Los efectos secundarios de las gotas de Sofía aún tardarían un poco en aparecer, al menos hasta la siguiente administración. Aproveché ese tiempo para canalizar magia de sanación directamente hacia la oscura marca que se extendía desde su pecho hasta el hombro y el cuello, notando cómo aquello parecía ofrecer una resistencia importante a la reparación del daño y a la merma de vitalidad. - Es...es como si se lo tragase todo... - murmuré desconcertado, pero me concentré e insistí. Subí la intensidad de la canalización de magia sanadora, de tal manera que el brillo azulado que envolvía al niño se volvió casi cegador. Me dio la impresión de que esa especie de raíces negras en su piel dejaban de avanzar y de extenderse, pareciendo que se controlaba un poco. Seguía así casi media hora más, pero ni con esas logré que retrocediese o se borrase. Al final me detuve por agotamiento, demasiado rato sin descanso.

Bajé la cabeza derrotado, otra vez no era lo suficientemente bueno como descendiente de Galeno. No podía deshacer o revertir esa maldición, sólo hacer que el niño resistiese un poco más. - Lo siento...no puedo eliminar la maldición por mis propios medios. Escapa a mis capacidades. Debe ser una magia demasiado poderosa o antigua. - me disculpé con él antes de apartarme del paciente, moviéndome hacia la puerta. - Debo recuperar fuerzas antes de seguir, pasaré a veros en unas horas. Avísame si hay cambios o si las gotas tienen efectos como dijo Sofía. - cogí a Justin por el hombro, dándole las gracias por su resolución. Después me lo llevé de allí, para hablar con él sobre el tema y explicarle un poco más antes de darle un descanso.
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éxito: logra detener el avance de la marca durante unas horas
fallo: no lo logra

El miembro 'Lucio Galenus' ha efectuado la acción siguiente: Lanzada de dados

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'Probabilidad' :

Dejé espacio a Lucio para que intentase eliminar la marca negra que se veía sobre la piel de Aedan, esperando que alguien de su nivel consiguiese anularla o al menos quitarla bastante. Tal vez era ingenuo creer que todavía se podía hacer algo para salvarlo a él y a la vez evitar lo que debía hacer Catherine, pero decidí esperar hasta ver si era capaz. Enseguida pude notar lo mucho que le estaba costando a Lucio y el esfuerzo en la canalización  mágica, que mantuvo alrededor de media hora sin que hubiese mucho cambio. Era demasiado fuerte para eliminarse así, la última esperanza que me quedaba se acababa de esfumar. Únicamente había logrado frenar el avance de la marca. Bajé la cabeza con gesto de derrota, simplemente asintiendo a su 'lo siento' antes de que se marchase. Tras eso me quedé  a solas con Aedan, prometiéndole de manera silenciosa que le salvaríamos.

Las horas del día fueron pasando sin muchos cambios. Supuse que podía tomarlo como algo de suerte porque no iba a peor, o al menos estaba resistiendo mejor de lo que pensaba. Incluso las gotas parecía estar llevándolas bien, al menos hasta que llegó de nuevo la noche y empezó a temblar poco después de que se las diese. Ya me habían advertido que podía pasar, y aún así esperaba que no llegase a suceder. Llevé los labios a su frente, notando que la fiebre le había vuelto a subir bastante.  - Otra vez no. - También había empezado a lloriquear y a hacer ruidillos de encontrarse mal, pero no terminaba de despertarse.  - Date prisa... - Sabía que era imposible que Catherine hubiese hecho ya la puñetera boda, que al menos tendría que esperar hasta que se hiciese de día. Todo ese tiempo tendría que resistir, fuese como fuese. Era evidente que la marca de maldición había avanzado, y ya se extendía hasta su brazo, parte del pecho y el cuello. Además, aquella marca había comenzado a irradiar mucho calor y una tenue luz rojiza que empezaba a apreciarse en la habitación medio a oscuras.  - Putos Pendragon de mierda. Es todo culpa suya.- murmuré con rabia mientras pulsaba el botón de llamada de la habitación, para que viniesen a ponerle más pociones.

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éxito: gotas de Dioscórides no mal
fallo: Gotas mal

El miembro 'Ian Hacksaw' ha efectuado la acción siguiente: Lanzada de dados

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'Probabilidad' :

Había pasado todo el día de fiesta por los bares de Ouroboros, celebrando  la libertad y esas cosas que se podían hacer antes de entrar a una nueva jornada de duro trabajo. Me tocaba el turno de noche, así que me fui bien preparada con un buen termo de café para que no me entrase el sueño por todo lo que había bebido durante el día. Al llegar a recepción me llevé un buen susto, pues Doris me informó de que mi sobrino había ingresado en el hospital esa mañana. Pedí que me dijese rápidamente el número de habitación en el que estaba, cambiándome acto seguido para ir hacia allí a ver cómo estaba. Por el pasillo fui leyéndome el informe médico, alucinando más a cada línea. ¿Cómo que una marca de maldición?

Encendí la luz nada más llegar a la habitación, encontrándome con Ian junto a la cama de Aedan. El pequeño no tenía buen aspecto, y no pude evitar alarmarme en exceso. No podía imaginar la preocupación que tendría encima mi hermano.

- Ian... me acabo de enterar. ¿Por qué no nos has avisado a papá o a mí? - caminé hacia ellos, poniendo  la mano sobre la frente de Aedan en cuanto lo tuve cerca. Estaba ardiendo y temblaba levemente. Lo más llamativo era aquella marca, mucho más grande de lo que describían en el informe. - No entiendo nada. ¿Desde cuándo tiene esto? ¿no han podido hacer nada para quitarla? - miré alrededor al darme cuenta de algo importante, Catherine no estaba allí. Aquello no era normal, ella no se separaría del lado de Aedan.

 - ¿Catherine también está mal? ¿Dónde está?  - le hice un gesto para que esperase un momento, saliendo al pasillo para pedir a mis compañeras que trajesen pociones para reponer los goteros. Enseguida entraron para ponerle lo que había pedido, como una herbovitalizante, entre otras. En cuanto salieron me preparé para canalizar magia de sanación hacia aquella marca oscura, tratando de hacerla desaparecer o hacer que menguase.

No sirvió de nada. Ni siquiera disminuyó por muchas veces que lo intentase. Con el paso de las horas incluso parecía extenderse más, llegando casi hasta su mano. Tampoco funcionaron las pociones para hacer que la fiebre cediese, y su pequeño cuerpo estaba cada vez más debilitado.
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éxito: Consigue que mejore
fallo: Empeora

El miembro 'Chloe Hacksaw' ha efectuado la acción siguiente: Lanzada de dados

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'Probabilidad' :

Empezaba a perder la paciencia esperando que llegase alguien para darle más medicinas, así que dejé de pulsar el botón de llamada con la intención de ir a pedir en persona que viniesen de una vez. En ese momento entró Chloe, que por su cara se notaba que se había enterado de la mala noticia justo al entrar a su turno. Suspiré bajando la mirada de nuevo a Aedan, respondiendo en tono apagado. - No quería preocuparos...y tampoco quiero que nuestro padre haga ninguna locura. - normal que no entendiese nada. Ni siquiera yo entendía cómo habíamos llegado a esa situación de manera tan repentina.

 - Se puso mal anoche...lleva así todo el día, desde que le apareció la marca. Nada ha servido. Es una mierda todo. - apenas tardó unos segundos en darse cuenta de lo raro que era que Catherine no estuviese allí. Ya no tenía sentido ocultarlo, todos habían visto lo del divorcio, pronto se sabría lo que ella había tenido que hacer. - Ha tenido que irse, por lo de la maldición. Al parecer la única manera de anularla y salvar a Aedan es... - hice una pausa para tomar aire, pasándome una mano por la frente con gesto cansado.  

- Casarse con Wthyr Pendragon y tener descendencia. - odiaba decirlo en voz alta, pero así era. Ahora mismo estaría en Ávalon, preparándose para la ceremonia. Lo único que esperaba ya era que llegase a tiempo, que esos indeseables de los Pendragon se diesen prisa en hacer aquello por mucho que me doliera. Guardé silencio mientras las enfermeras pasaban para ponerle los goteros al niño, observando después sin muchas esperanzas la sanación de Chloe. Lucio no había podido, así que ella menos.

Tomé la mano de mi hijo entre las mías, deseando poder quitarle esa marca de magia negra que se iba apoderando de él.  Estaba aterrado ante la idea de no poder salvarle ni protegerle. Probablemente tuviese más miedo del que hubiese tenido nunca en ninguna batalla. Ahí sí sabía cómo actuar, dependía de mis habilidades y de mis compañeros.  - Yo...no sé qué más hacer. Tengo miedo de que no llegue a tiempo, de que no funcione.- confesé con un nudo en la garganta sin poder evitar que comenzasen a caer unas silenciosas lágrimas que había contenido hasta el momento. Era  mucha responsabilidad tener una vida indefensa a tu cargo, mucho más difícil de lo que había creído. Ya era la segunda noche que pasaba en vilo por Aedan y lo único que podía pensar era que no sabía cuánto más podría resistir. Al llegar el día fue empeorando, incluso me pareció que su pecho no subía y bajaba con la misma frecuencia. Llevé la oreja a su pecho para escuchar el latido, sintiéndolo demasiado débil y lento. Miré a mi hermana asustado, cogiéndola de la mano para que hiciese algo rápido, lo que fuese.

- Ian...somos tu familia. ¿A quién se lo vas a contar si no? - me mordí el labio inferior sin decir nada sobre lo de nuestro padre, ahí tenía razón. Si había alguien a quien atacar por lo de Aedan, lo haría. Desvié de nuevo la mirada hacia mi sobrino mientras Ian me explicaba desde cuándo llevaba así, aunque seguía sin entender el motivo de que alguien le echase una maldición a un niño tan pequeño. Era cruel.

Quedé paralizada al escuchar el motivo por el cual Catherine no estaba allí, negando con la cabeza con cara de confusión.  - ¡¿¿Pero cómo va a tener que hacer eso para anular una maldición??! ¿Las maldiciones se pueden anular con ese tipo de...? - descendencia...sonaba fatal. Tal vez era alguna estratagema de los Pendragon, y ellos habían enfermado a Aedan de algún modo para obligarla. No quería pensar mal, pero era lo primero que se me venía a la cabeza. Suspiré mientras las compañeras que entraron cambiaron los sueros del crío, manteniendo después un angustioso silencio mientras él cogía la mano de Aedan. Mis ojos también se humedecieron cuando vi sus lágrimas, pero traté de no ponerme a llorar para poder pensar con claridad qué podíamos hacer.  - Tú ya no puedes hacer más...creo. - me puse a su lado para darle un abrazo, apoyando un momento la cabeza en su hombro. Si de verdad dependía de Catherine, lo mejor sería avisarla para que supiese que el estado de Aedan estaba empeorando. Después me separé un poco de la cama, buscando concentrarme.

Traté de contactar mentalmente, pero por alguna razón no lograba establecer comunicación telepática con ella. Era algo parecido a lo que sucedió cuando la secuestraron y no podían localizarla, cuando Rhaegar tuvo que usar magia de sangre para buscarla y murió por ello. - No logro enviarle ningún mensaje mental a Catherine...debe estar aislada.  - me lamenté con resignación tras intentarlo un par de veces más. El resto de la noche la pasamos en vela, vigilando a Aedan. Necesitábamos ganar todo el tiempo posible hasta que su madre lo resolviese.

Las horas siguieron pasando hasta que llegó el día, y a partir de ahí todo fue a peor. La respiración y el latido del niño eran muy débiles, y eso solo podía indicar que se estaba quedando sin fuerzas y que todo estaba fallando ya en su interior. No hizo falta que Ian me dijese nada, rápidamente di la voz de alarma al resto del servicio médico que estaba por el pasillo, saliendo de la habitación con Aedan en una camilla para llevarlo a reanimación en la UCI.

Bajó del dragón más débil que la última hoja de otoño prendida de la rama más alta. El viaje no le dio nauseas, simplemente porque no podía estar más enferma, más debilitada o más cansada. Agradeció que la dejaran en el hospital, porque entró con la rapidez que pudo a la recepción, tratando de parecer completa y serena aunque por dentro moría. Pidió a Aurora con urgencia que le prepararan una habitación. Su habitación. Y de preferencia sin contarle a Vishous, advirtió, aunque poco sabía que la lealtad de la rubia no estaba precisamente con ella.

No pudo más. El cuerpo le reclamó los excesos en cuanto se permitió respirar algo que no fuera ansiedad y nerviosismo. Uno de los doctores, que recibía un expediente justo en ese momento, fue quien la salvó de acabar en el suelo. Por demás oportuno. No se había desmayado, pero ya no podía continuar de pie un momento más.

En sus brazos, anduvo el camino hasta la habitación mientras las luces del techo le molestaban. Por el camino, encontró a su estudiante, a la que había hecho seguir la evolución de Aedan con discreción y que aparentemente había salido huyendo cuando Catherine había entrado. Soltó un suspiro de exasperación, pero no podía con más. Además, se enteró de que le habían suspendido el tratamiento y de nada pintaba ahí. No entró a la habitación del niño para comprobar su estado como deseaba y había pedido al guapo uniformado. No entró. Si no que se retiraron a la habitación.

A su estudiante le dio instrucciones precisas antes de pasar. En cuanto al médico, la dejó recostada en la cama. Su cuerpo se relajó tan visiblemente que quedó atrapada en el dolor de la tensión vivida en los últimos dos días. Le pidió un té con lavanda y quedó atrapada entre el mundo de los sueños y el de la consciencia, atrapada por el cansancio y los nervios que le traicionaban. No pasó mucho tiempo sola, pues Daeallia llegó con una caja negra en manos. Sofía la había construído después de la última boda de Catherine, porque la habían dejado en una habitación de hospital vacía, fría y sin ventanas, y eso había hecho muy difícil y tardada su recuperación. Y sola en su casa no se daría los cuidados que una enfermera podía proveerle. Comenzaba a pensar en las coincidencias y en que no iría a la próxima boda de Catherine. Enviaría el regalo con el halcón de Vishous.

La caja traía instrucciones precisas para colocar tierra en el suelo y convertir aquello en una especie de selva, algo que le resultaba mucho más cómodo a su cuerpo y a su magia. Tenía las semillas de las plantas que exactamente necesitaba para recuperarse y planos de cómo iban colocadas, cómo hacerlas crecer, la temperatura del cuarto, sus cuidados. Incluso, ella misma había preparado los sahumerios que debían encender para ayudarla a relajarse, cómo prepararlos y cada cuanto encenderlos; los cuarzos que debían colocar en el cuarto y dónde ubicarlos; las esencias que debían colocar, y todo lo había acomodado perfectamente en esa caja negra. Para cuando sus estudiantes terminaron de recrear todo, ella quedó profundamente dormida, con solo un par de luces encendidos en la habitación, lo que le permitiría descansar y reponer las energías. Tenía la sensación de que, en su bosque, Vishous tenía guardias en algún lugar, cuidando de ella, pero ahí los tenía justo en la puerta, y viniendo de donde venía, y estando un Pendragón donde estaba, aquello le reconfortaba más de lo que quería admitir.

Al subir y llegar a Ouroboros lo primero que recibió fue el patronus de Aurora diciendole que Sofía había vuelto pero estaba en el hospital. Aceleró el paso del grifo para llevar a Arleen que se había quedado dormida en sus brazos. Dio órdenes para que revisaran a su hermana y les ido la información que tenía sobre el sangrado, el gasto mágico y el cansancio. Lo de sus locuras se lo guardó para sí mismo, ya hablaría con ella de esa empatía y el maldito juramento hipocrático.

Después de eso fue corriendo hacia la habitación de Sofía pero cuando entró... Recordó lo que había hecho en su baño y supo que tenía que tener cuidado, saludó a los guardias y a los estudiantes. Estaba agotado pero tenía que verla. Estaba profundamente dormida y no estaba seguro de querer dejarla. Aparentemente estaba bien, solo cansada. Como su hermana. ¿Habría gastado mucha energía? No lo sabía. ¡POR NO SABER NO SABÍA UNA MIERDA DE NINGUNA DE LAS DOS! Se masajeó la sien y acomodó un sofá junto a la cama de Sofía . No tardó mucho en caer en un duermevela a causa de los inciensos y el cansancio, al menos las dos estaban en Ouroboros donde podía vigilarlas.