Casita del bosque

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#1 'Probabilidad' :


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#2 'Dado (10)' :

Estático como un poto. Eso le había dicho Justin alguna vez en el pasado. Y aunque al principio le pareció una solemne estupidez ahora parecía tener hasta sentido. Le había prometido que hablaría con Adael para las clases, pero eran promesas vagas, vacías. Ahora él estaba estudiando en el hospital y quería aprender a hacer mejores barreras de defensa. Él no se quedó paralizado por el miedo… aquello, como dijo Sete, se aprende. Quizás… debería aprender a no tener miedo. Se mordió el labio, pensando en aquello mientras seguía al mago, unos pasos por detrás, y observaba en silencio cómo desarmaba la habitación al completo para sacar la piedra de Palantir. Entré en el habitáculo y me senté de rodillas a su lado, mirando con curiosidad aquel objeto envuelto y también a Sete, suspirando con aquello -¿Y cuántas más cosas nos ha ocultado?- Le pregunté. No esperaba respuesta, pues era un pensamiento en voz alta, más que una pregunta. Negué con la cabeza para indicarle que no hacía falta contestación. Qué más da lo que nos había ocultado, andar con aquellos vagos recuerdos no solucionaría el problema en el que estaban metidos ahora.

Me acomodé cambiando la forma de sentarme, para hacerlo como un indio. Quizás se lo había visto hacer a Sete y ya lo tenía interiorizado, lo hice sin pensar. Juraría que Belle tenía un cachivache igual que ese, pero no sabía que era tan peligrosa. Asentí a las instrucciones, arrugando levemente el gesto, con cierta preocupación. Alterné la mirada entre la piedra y el mago, hasta que en el interior de ésta se empezaron a dibujar imágenes. Acerqué la nariz para mirar con más detalles. No reconocía aquellos campos, no era NewHouse ni Hogsmeade, Monica no parecía mayor a su edad actual, ni más joven. ¿Presente real? Arqueó la ceja, escéptico con aquellos hippies. Fuego. Arrasaba los campos, definitivamente eran los mismos campos. Era de noche y aquella figura era de Joram, corriendo entra las llamas. Ahogó un grito llevándose las manos a la boca. Y entonces un hombre, moreno, no le conocía. Parecía amable. ¿Y sus primos? Monica parecía estar bien en esa última imagen. Y entonces, oscuridad.

La piedra cayó al suelo y rodó hasta chocar con la pared. La cogió con la tela con la que Sete la tenía protegida y la envolvió de nuevo. -¿Y ahora, Sete, qué hacemos?- Le consultó con infinita preocupación. Monica parecía estar bien, con aquella gente rara y el tipo moreno parecía buena gente. Pero, ¿y el fuego? -¿Sete, estás bien?- Se acercó a él, poniéndose de cuclillas a su lado y posando con cuidado la mano libre sobre el hombro del hombre.

... Me quedé pensativo. Me habia estado ocupando tanto de proteger los pozos de antimagia como Guardián que me habia olvidado del resto del mundo. Oi a Nico, preguntandome. Estaba....bien?

- Es solo....

Pensaba un tanto lento, culpa del exceso de relajación y concentración al mismo tiempo que me  habia provocado al esnifarme aquello. Lo bueno es que los efectos se pasaban muy rapido. Sacudí la cabeza, despejandome.

- Si. A ver, Nico, te suena el lugar que has visto? Tienes alguna información, algo...? Campos de cultivo enormes, comuna hippie, drogas....y problemas. Tenemos que contrastar la información que tenemos, cotejar. Tienes contactos? Habla con ellos, diles lo que sabemos, pregunta. Yo haré lo mismo.

Miré de nuevo la piedra vidente que habia acercado Nico.

- Podría volver a intentarlo. Ver algo más.

Tomé la piedra de nuevo, aun tenía energías para hacerlo. Repeti procedimiento. La piedra me mostró lo mismo de antes, Monica hablando con Klaus.... Reacia a mostrar mas? No, mas magia.

Quería saber mas, necesitaba saber mas. Le insistí, mucho. Una especie de sala de operaciones....una cirugía? Sangre, instrumentos quirurgicos de dudosas condiciones....el cuello de Monica, abierto, ella de espaldas en la camilla. Pero no estaba sola. Los niños, los tres, tambien, en la misma posición. En bandejas a sus lados, discos ensangrentados... y más gente vestida de blanco. Batas, o las mismas ropas hipìes? Una persona con una mano robotica procedia a insertar esos discos en sus cuellos.

La piedra consumió las imagenes y mis pensamientos, dejándome con mas dudas que antes, incluso.

- Eso...era real? - le pregunté a Nico. Que iba a saber él? - Por esto son peligrosas.

"informacion, contrastar"

Empecé a guardar la piedra, rapidamente, pero esta vez no en el cofre si no que la metí en mi mochila de viaje y me la cargué a la espalda.

- Vamos a preguntarle a ese descendiente que has invitado, quiza sabe algo interesante.

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#1 'Probabilidad' :


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#2 'Dado (10)' :

Empecé a preocuparme cuando parecía que tardaba en responderme, y no me calmé hasta que se sacudió la cabeza y me respondió. Negué. -Esos campos no son de Ouroboros, ni de Hogsmeade. No es pasado, ni futuro. Es el presente, pero, ¿presente real?- Busqué con la mirada al moreno, tratando de responder a toda la retahíla de preguntas con las que no dejaba de apabullarme. Cerré los ojos y gruñí, tratando de enfocarme, pues todavía tenía la mente un tanto espesa de la conversación de antes. -No he visto a ese señor en vida, ni esa comuna. Esté donde esté- Contactos… contactos… ¿Johan? Podría tratar de preguntar a alguien de la resistencia, aunque no estaba seguro de que ellos pudieran saber algo. Bueno, al menos le daría una pista por la que empezar a buscar. Podría acercarse a aquella posada donde estuvo hace unos años, cuando fue el comunicado. Asentí en silencio, pensando que podría tirar de algunos hilos, y le acerqué el Palantir de nuevo para repetir el proceso.

De nuevo la imagen del hombre. ¿Klaus? Se quedaría con ese nombre. Hablaban inglés, pero no conseguía averiguar sobre qué conversaban. La otra imagen le impactó y horrorizó a partes iguales. Reconocía aquella cosa, Belle se le había mostrado: los famosos chips. Les estaban poniendo los chips, a los cuatro. Se le aceleró la respiración y sabía que aquello sí eran problemas, y de los gordos. Estaba pálido cuando Sete le preguntó y solo pudo negar con la cabeza. Fijó la mirada en la piedra, en su peligro. -¡No! Solo hay una manera de saber si lo que ha mostrado el Palantir es cierto. Y no es en Ouroboros- Le clavó la mirada fijamente a Sete, con determinación. -Es buscando a ese Klaus y esos campos de cultivo. Si es que existen- Solo esperó que todo aquello no haya sido invención de la piedra y que de serlo, no lleguen demasiado tarde. -Y para empezar, tenemos que bajar a la superficie- Estaba decidido.

- tienes razón. Pero no sabemos si quiera si es Londres, Escocia, Irlanda... Al menos tenemos un nombre. Iremos buscando de lo conocido hacia lo desconocido.

Acababa de venir de un largo viaje, y me habría venido muy bien una ducha y un cambio de ropa, pero no. Seguiría con mi look de monje moderno pordiosero.

Notaba a Nico pensar a toda velocidad mientras yo me aseguraba de llevar el equipo necesario encima. Iría en alfombra, volando lo veía todo mejor.

Me detuve cuando Nico dijo lo que yo estaba pensando, que el único modo de comprobar era... Yendo. Dejé la bolsa del viaje, que se redujo mágicamente, atada a mi cinturón y lo miré.

- está bien. Cubriremos más terreno junto. Pero equípate. Preparate para lo que sea. Esta vez le dirás a tu miedo que... Reaccionaras con movimiento, no con parálisis.

Me quedé un momento en el sitio y le sonreí al chico de medio lado.
- me voy a Londres a peinar desde el aire. Si descubres algo informa. Haré lo mismo.

Silbe a mis loros, se venían conmigo de vuelo. Me subí a la alfombra, y salí con ellos volando por la ventana rápidamente, dejando atrás ouroboros en cuestión de segundos

Masculló algo incomprensible, tenía razón. Solo sabían que se comunicaban en inglés, pero eso tampoco era determinante de nada. Ni de que ese Klaus exista -Pero al menos es un sitio para poder empezar a indagar- Le respondí, empeñándome en ello. Y luego asentí, en silencio. De lo conocido hacia lo desconocido, desentrañando las visiones del Palantir, al que le dediqué un último vistazo hasta que terminó dentro de la bolsa de viaje. Luego le miré a él, entendiendo lo que me decía. Equiparse iba a ser lo más importante, lo que no sabía es de dónde sacaría el material para ello… Suspiró para concentrarse, reconociendo que, como decía, estaba aterrado. -Estoy muerto de miedo. Pero sé que es lo correcto- Y entonces entendió a Belle cuando le sorprendió diciendo que tenía que bajar a la misión, las dos veces. Al principio la tachó de estúpida, pero… era lo correcto. -Preguntaré en la cantina. Quizás sepan algo- Y se acordó cuando iba a ella con una sonrisa de oreja a oreja, ofreciendo mensajería rápida. ¿Dónde habían quedado aquellos tiempos? Luego llegó el otro tugurio, er Crasu…

Cuando Sete abandonó la habitación cerré la puerta con cuidado y me apoyé en ella con la espalda. Suspiré de una forma pesada, tanto que casi hace que mi cuerpo se deslizara. Abajo todavía se escuchaban las voces de la conversación. Y un patronus. Se mordió el labio. “El miedo no me paraliza, reacciono con movimiento”. Cogió aire y bajó con cuidado las escaleras hasta su habitación, destartalada. Cogió sus cosas, las fue guardando en la mochila que usaría de viaje, aquella habitación estaba tan vacía sin las cosas de Joram que hasta dolía. Se terminó de preparar para el viaje, cargando la guitarra a su espalda, junto al petate. Suspiró, esperando que aquello fuese lo correcto. Dedicó un último pensamiento a sus seres queridos, y sin pasarse por la cocina para despedirse, se desapareció de la casa.

Dejó los guanteletes de acero negro y la bufanda en un mueble y la vara alargada apoyada contra una pared, todo cerca de la puerta de entrada, quedándose con la olgada túnica oscura de buena calidad que llevaba el símbolo del Consejo de los 20 en hilo de plata sobre el corazón. A continuación, la siguió hasta la cocina mientras le preguntaba por su salud y deslizaba la mirada por su cuerpo, aprovechando que estaba de espaldas. Vió ante él a una mujer esbelta, realmente atractiva y se halló imaginandose acariciando la apetecible piel blanca como mármol pulido de la pelimorada con reverencia pero enseguida apartó esos inoportunos pensamientos.

Tomó asiento con cierta elegancia natural mientras su mirada seguía los movimientos de Belle por la cocina. -Una gran hazaña.- Comentó ante la mención de la derrota de la máquina. No la conocía lo suficiente como para descifrarla y tal vez estaba errado, pero había algo distinto en su mirada. Las catástrofes los habían atravesado a todos y cada uno lo afrontaba como le era posible, cambiando a su manera en el proceso. -Tila, por favor.- Pidió cuando le dio a elegir entre su gran variedad de tés. -Se perdieron muchas vidas, a diario me pregunto qué debería haber hecho para evitarlo.- Específicamente mientras no ocupaba su mente con trabajo, por eso se comprometía con todo lo que pudiera hacer en la isla.

Asintió dando a entender que, efectivamente, él se estaba encargando del censo y que estaba de acuerdo con las palabras de Belle. -Quiero esa tecnomagia para agilizar la burocracia y me gustaría que usted la instale y nos enseñe a usarla. A cambio puedo ofrecer enseñarle a controlar el elemento que prefiera; electricidad, metal que puede serle útil para manejar a las máquinas...- Respondió para luego indicarle que prefería el té solo. -No quiero más papeles, quiero que los censistas puedan llevar y completar el cuestionario en algo portátil, que la información se transmita y se archive de forma instantánea y segura.- Dijo y por el rabillo del ojo notó que Setelah y Nicho se movían a otra habitación.

-Sí, bueno. Muchas personas nos dejaron atrás esos días- Suspiró tras responder a Adael, dejando caer los hombros. Una de las mangas de la chaqueta se descolgó de su posición y se resbaló por el brazo, no tendría que haber hecho ese movimiento. Se lo recolocó con cuidado de nuevo, pensando en aquellos soldados humanos que murieron en la misión, en la gente de Ouroboros cuando la IA atacó la isla, en la madre de Collins, en lo mal que acabó Arleen, en Iroh en coma, en … su propio juicio. Y por supuesto, por no hablar de los daños materiales… Si aquello era una gran hazaña… Suspiró otra vez. Ya dudaba de todo, ni siquiera podía asegurar que la máquina se hubiera hecho con su cuerpo o su mente y ahora estuviese en una simulación, ni siquiera podía asegurar que aquel cuerpo era el suyo (sangraba, sí, ya lo había comprobado) pero, ¿y si era un cuerpo falso y le había modificado SAM los recuerdos? No, no quería pensar en aquello. Estaba bien, todo aquello era producto de sus miedos y de su imaginación. Se apretó con más fuerza las uñas a la carne, por debajo de las mangas, mientras seguía preparando el agua, al otro lado de la cocina, apartada de Adael. El dolor físico le ayudaba a enfocarse de nuevo en la supuesta realidad y apartar los pensamientos destructivos -Estupendo- Trató de responder de una forma amable, dibujando una falsa sonrisa calmada que el Descendiente no podría ver, al seguir de espaldas a él. -Eso mismo me pregunto yo todos los días- Le respondí bajando el tono de voz, algo apesadumbrada. -Quizás no se podía hacer nada y era algo que, por desgracia, tendría que ocurrirnos sí o sí para acabar con S.A.M. finalmente- Bajó la mirada y se quedó en silencio, el pelo se le cayó hacia delante, por lo que se retiró de la cara los mechones rebeldes, teniendo que sacar las yemas de los dedos, que seguían ocultos debajo de las mangas, para ello. La tetera chilló y aquello dio paso a otra conversación, esperando que no fuera tan oscura como la anterior.

-Le escucho, siga, por favor- Se disculpó porque debía atender la tetera. Adael empezó a explicar su idea cuando ella se levantó a retirar el agua del fuego y empezar a coger el azúcar, preparar las hierbas secas y ponerlas en sus cestillos para las infusiones y coger la leche para servirla en su jarrita especial. Se perdió un tanto en el líquido fluir hasta el recipiente, mientras la voz de Adael sonaba de fondo, sin prestarle mucha atención. -¿Máquinas?- Parpadeó, confundida, reconectando con la realidad, y cogiendo la bandeja para servir todo en la mesa donde estaban. No le pidió que repitiera lo que le había dicho, porque sería descortés, de modo que simplemente, siguió con su protocolo para servir los tés.

Repartió el agua en dos teteras, donde dejó que infusionaran tanto la tila como las amapolas, con la diferencia de que ella usaría leche para endulzar el trago. Sirvió las bebidas y se sentó de nuevo en la silla, juntando las rodillas como una señorita elegante que era. Que estaba hablando con un Descendiente y debía comportarse. No tardó mucho en servirse el té y la leche, aunque no hubiera pasado el tiempo necesario, al beber se quemó la punta de la lengua, no le importó. Escuchó al castaño por encima de la taza, mientras sorbía. El calor descendió por su garganta y enseguida se sintió más calmada, cerró los ojos y se dejó acariciar por aquella sensación placentera -Una tableta- Respondió casi sin dejarle terminar de hablar -Se programan las preguntas en un programa de la tableta y el censor las puede ir seleccionando él o preparar un identificador de voz que con un micrófono que codifique y guarde las respuestas. Los resultados del censo se pueden consultar luego, hacer estadísticas, guardar en el dispositivo o …- Suspiró y le entró un escalofrío -En la nube- Allá donde se había intentado guardado S.A.M. Un segundo escalofrío le recorrió la espalda al pensar en la IA haciendo que se le acelerase la respiración. Se obligó a beber más té, respirar profundamente -Pero, yo, lo guardaría en un servidor propio- Observó movimiento en el pasillo, viendo la ropa de Nicho moverse y lo que parecía el kimono de Sete. Al fin había vuelto, por fin. Aquello le calmó los nervios.

Asintió pesaroso como respuesta a las palabras de la mujer, él estaba de luto por la partida de sus seres queridos. Le pareció curioso que usara chaqueta dentro de su casa pero no le dió mayor importancia. -Entonces temo pensar en lo que tendrá que ocurrirnos para que la paz y la prosperidad llegue para quedarse.- Decisiones, sacrificios... -Si, dígame si me equivoco, pero tengo entendido que varios de los aparatos funcionan a base de electricidad y están hechos de aleaciones con características metálicas, los tractores que usamos en los campos son un ejemplo. Sé que hay más elementos, con Emerald Curie podremos crear muchos nuevos, pero la electricidad o el metal me parece lo más indicado para usted, aunque no hay inconveniente si prefiere el agua o el aire.- Ofreció con gesto amable.

Agradeció que le haya servido el té y tomó la cálida taza entre sus manos para calentarlas. Los ojos pardos se clavaron en el rostro de la mujer, enmarcado por una ondulada cascada de cabello del color floral de la lavanda oscura, y buscaron su mirada cuando lo interrumpió con el nombre de un objeto. A medida que la mujer explicaba las opciones que había, el joven maestro se inclinó ligeramente hacia adelante, interesado en sus palabras. -Exacto, si, me encanta.- Dijo complacido con la idea. -¿Guardarlo en una nube? Sé que el viento lleva información e incluso se puede escuchar la voz de las montañas pero ¿qué haremos cuando esté despejado?- Preguntó pensando que le estaba proponiendo guardar la información literalmente en las nubes, además en ese momento el cielo estaba cubierto de ellas.

-Bien, encargaré el servidor y que produzcan tabletas en el taller, usted supervisará la producción ¿de acuerdo? Las clases comienzan en marzo ¿qué elemento desea aprender a controlar?- Preguntó y se acercó la taza a la nariz para disfrutar del relajante y ligero perfume de la infusión. -¿Usted vive aquí?- Preguntó, miró alrededor y le dio un sorbo al cálido té tras comprobar que tenía la temperatura idónea. -Pensaba que en su hogar habría más objetos tecnomágicos. ¿Han tenido algún problema aquí con las criaturas del bosque?- Realmente la casa parecía estar en armonía con la naturaleza que la rodeaba, como si la aceptara en su vientre al igual que una piedra o una gota de agua más. -¿Es aprendiz de algún otro Descendiente?- Su mirada de terciopelo color caoba buscó conectar con la de ella.

Suspiró, ante la afirmación de Adael, resultándole terriblemente horrible lo que estaba pensando. Serían sacrificios absurdos que quizás no valieran para nada… no para un bien mayor, no para quedarse -Que serán producto de nuestra imaginación… Efímero- Quizás la paz deseada no exista y lo único que se podía hacer era sobrevivir al día. -Hoy estás bien. Mañana vaya usted a saber- Hinchó el pecho y suspiró de una forma muy pesada mientras volvía con las cosas para servirlas en la mesa. Pareció que el cebo había funcionado y Adael empezó a explicarse, de nuevo. Así al menos podría saber qué es lo que le había dicho. -Efectivamente, está en lo cierto Adael. Las máquinas funcionan con electricidad, y están fabricadas con diversas mezclas de metales, pero…- Arqueó la ceja, sin estar segura hasta dónde quería llegar. Le miró con desconfianza mientras se acomodaba en la silla y tensaba la espalda -… yo no soy elementarista. Ese es Nichollas- ¿Había detectado un error en la simulación? ¿Ese Adael era falso, quizás, o SAM estaba tratando de jugar con sus pensamientos? Se mordió el labio, algo incómoda y enseguida bajó la mirada mientras sentía que el pulso se le aceleraba. Parecía que el té todavía tardaría un tiempo en hacer efecto. Él se inclinó hacia delante, ella se echó hacia atrás, pegando los omóplatos al asiento. Sonrió un tanto incómoda, pero con cierta ternura. -La nube, no es la nube del cielo. Es una forma de almacenamiento de información, sin emplazamiento fijo, como si se almacenara en... todas partes… como si el viento conociese los secretos- Entendió esa referencia, y le hizo gracia, ¿lo habría hecho Adael a propósito? La desconfianza fue en aumento y empezó a plantearse la opción de salir corriendo, o de defenderse en caso de que hiciera falta.

Se revolvió incómoda en la silla, tragando saliva, con un nerviosismo cada vez más marcado. Trató de obligarse a concentrarse que todo aquello era producto de su imaginación, que todo estaba bien, que aquel era Adael y que SAM no estaba controlando su mente. -No sé- Más preguntas, más preguntas… mientras que aquella persona, o cosa seguía con su personal interrogatorio -No sé….- Se llevó la mano a la sien, clavándose las uñas en la raíz del pelo mientras aquel acoso seguía -¡NO SÉ!- Terminó por gritar hacia el suelo. Fue en ese momento cuando su mente hizo chick y se dio cuenta de lo que había hecho: nada más y nada menos que gritarle a un Descendiente, seguro que la expulsaban de la isla, que ya no podría seguir siendo aprendiz de nadie, que la meterían presa. Se tapó la boca con las manos y negó, en silencio, rompiendo a llorar -No lo sé…- Respondió con un hilo de voz. Se levantó de la silla de un respingo y salió de la cocina apresurada y se escondió en su único lugar seguro: su habitación. Cerró la puerta, apoyó la espalda sobre la madera y se dejó caer, derrotada. Hundió el rostro en las mangas de la chaqueta mientras éstas se humedecían con el sabor amargo de la derrota.

Los ojos se le desviaron hacia los labios de la pelimorada y una sensación de cosquilleo lo recorrió al ver la suave piel ser mordida pero tomó una respiración profunda para retomar la conversación al notar cierto nerviosismo en ella. Se rascó la incipiente barba pensativo ante la mención de la habilidad elementarista del hermano menor de la mujer. -¿Alguna vez lo ha intentado usted?- Le preguntó y alzó las cejas con una mirada desafiante. Asintió para dar a entender que había comprendido la explicación acerca de la nube y apartó la mirada mientras reflexionaba respecto a las palabras de Belle sobre el viento. -Hay relatos sobre personajes que buscan respuestas en el viento, en el sol, en la luna...- Comentó.

Las preguntas eran hechas con la intención de generar un poco de conversación, de tener la oportunidad de conocerla un poco más y de relajar un poco el ambiente, pero evidentemente el joven maestro se concentró más en sacar un tema tras otro que en fijarse en la parte receptora de la comunicación. Al primer “no sé” dió por hecho que la pelimorada desconocía qué tipo de magia elementarista quería aprender o tal vez no estaba interesada en aprender ese arte así que pensó que lo mejor era cambiar de tema. El segundo “no sé” le sonó raro ¿No sabía si vivía ahí?¿Tenía dificultades con el resto de residentes?¿Viajaba mucho? Hizo otra pregunta con la intención de abordar el tema desde otro ángulo.

Craso error.

Se derramó en la ropa parte del té de la taza que sostenía porque el grito lo tomó por sorpresa y su rostro fue una mezcla de sobresalto, desconcierto y una mueca de molestia porque la infusión estaba caliente y la ropa mojada no era especialmente cómoda. Al mirar a la mujer vió en ella la comprensión de lo que había pasado y ¿temor? No estaba seguro, verla llorar lo conmocionó y Belle salió rápido de la cocina, mientras él trataba de procesar lo que había pasado. Tan confundido quedó que mantuvo sus ojos como platos, la mirada perdida y sentado en la silla sin saber cómo reaccionar. Se quitó la humedad de la ropa gracias a la magia elementarista del agua mientras repasaba la secuencia.

¿Había dicho algo que la había ofendido?¿Aparecería Setelah, Nichollas, o alguien más para averiguar la razón del grito?¿Cuál había sido la razón? Miró las infusiones, las teteras, el azúcar, todo lo que estaba servido sobre la mesa y se puso de pié. Caminó por la entrada buscando gente, nada. Caminó lentamente por el pasillo mirando el salón en el que habían entrado Setelah y Nichollas, vacío. Buscó en el resto de los cuartos que conectaban con el pasillo pero no encontró pistas de personas, tal vez estaban en el piso de arriba pero se sentía incómodo merodeando en una casa ajena. La magia elementarista del aire le había dado la característica de dar pasos muy ligeros que casi no se escuchaban.

Llegó al fondo del pasillo, donde el elementarista de fuego azul le había indicado que era la habitación de la pelimorada, y se rascó la nuca. Conjuró un patronus en forma de nutria que fue en busca de ella, atravesando la pared y surcando el aire con la gracia y la agilidad propia de la criatura. Como si estuviera nadando en un lago de aire, el animal translúcido de brillo blanquecino dió un amplio rodeo, recorriendo toda la alcoba, hasta llegar a unos centímetros de distancia frente a la mujer donde se detuvo y la miró con sus ojos pequeños y largos bigotes. -¿Qué acaba de pasar?- Le preguntó el joven maestro que estaba fuera de la habitación y apoyó un hombro en el quicio de la puerta.

Permaneció refugiada en la penumbra de su cuarto, las grandes ramas proyectaban las sombras sobre los muebles, paredes, suelo y sobre ella misma. Se apretó las rodillas para pegárselas contra el pecho, hundiendo la cara entra ellas, todavía congestionada sin estar segura de las consecuencias que sus actos podrían acarrearle.

Había negado con la cabeza a la pregunta de si había tratado de manipular los elementos, mordiéndose el labio para ello, todavía valorando si aquella pregunta era bienintencionada o solo buscaba el hecho de confundirla más… tanto que la paranoia fue tan grande que explotó, llevándose a todo el mundo por delante.

Pero ahora estaba a salvo en su rincón. Nadie le molestaría. Lloró durante unos momentos enjuagando las lágrimas en las mangas de la chaqueta. Había hecho una estupidez, su razón se lo decía, quizás el agresor que estaba ahí fuera quisiera ahora acabar con ella, y ahora estaba encerrada en aquella habitación. ¿por qué? ¿por qué SAM quería hacerle tanto mal? ¿por qué aquel falso Adael estaba allí? ¿qué quería de ella? Ya había acabado con él, ¿por qué seguía atormentándola así? Esperó, ilusa de ella, que una vez encerrada en la habitación todos sus miedos se esfumaran, como por arte de magia. Error.

El patronus le pilló de improviso. Con un leve grito se echó hacia atrás, pero la puerta de madera le frenó el golpe. Se llevó la manga a la boca, ocultando la parte inferior de su gesto, observando con mirada dubitativa la nutria de color traslúcido hablar enfrente de ella. Dirigió con suavidad la mano en dirección del patronus mientras este se comunicaba con ella. Trató de tocarlo, pero la figura se desvanecía entre sus dedos, trató de recordar si en algún momento de su pasado había tocado un patronus con anterioridad para saber si SAM había conseguido imitar con sus bytes aquel tacto que se le hacía tan especial, tan mágico. Arqueó las cejas, confundida sin saber hasta qué punto la IA podía entender aquello… luego entendió que si aquella nutria estaba allí, su dueño no podía estar muy lejos, al menos, hasta que se desvaneció. Apoyó la cabeza sobre la puerta, alzando la todavía humedecida mirada al techo, pero en silencio, todavía dudando si quería o no hablar con la otra persona, porque… quizás… simplemente pensaría que estaba loca. Suspiró cansada.

Al final, de una forma u otra, SAM había ganado la batalla, a pesar de que todo el mundo se había emperrado en decir que había sido derrotada.

Desde su lugar, apoyado en el marco de la puerta cerrada, guardó silencio con la mirada baja, pendiente de lo que sucedía del otro lado. Supo que la mujer seguía allí porque percibió movimiento, pero no obtuvo respuesta. Alzó la vista hacia la madera que los separaba y quiso prender fuego la puerta pero enseguida desechó ese pensamiento. Tocó a la puerta suavemente con los nudillos un par de veces. -¿Sabe? Puede mentirme y decirme que se encuentra bien cuantas veces quiera pero no se engañe a sí misma.- Dijo en un tono de voz relajado.

Su cuerpo firme se mantuvo erguido en toda su altura con una postura distendida aunque el gesto de su rostro estaba tenso por la incertidumbre. -Como escondite, algo flojo.- Comentó refiriéndose a su habitación. -Puedo prestarle uno de los míos, tengo uno en el bosque Darwin. Se llega internándose hasta lo más profundo, girando en la segunda roca sangrante a la derecha, de ahí todo derecho hasta una cascada, hay unos escalones esculpidos en la piedra del acantilado escondidos detrás del torrente de agua, si sube por ahí encontrará la cueva.- Siendo que toda su vida había vivido en una casa bastante bulliciosa, encontró sus propios escondites donde poder estar solo.

-Hay días en los que la melancolía hace que levantarme de la cama sea una tarea titánica. “¿Para qué?” me pregunto “¿sirve de algo lo que hago?” pero tengo responsabilidades que necesitan ser cumplidas porque hay personas que confían en mí, yo creo en usted señorita Simon y la necesito...-

Que la otra persona tocara a la puerta le llamó la atención, rompiendo el bucle de pensamientos sobre SAM y sobre todas aquellas ideaciones catastróficas. Al menos por un momento. Entonces escuchó a Adael. Ladeó la cabeza, bajando la mirada hacia el resquicio de la puerta, observando la sombra del hombre al otro lado. No, no se había ido. Contuvo la respiración y luego suspiró lentamente, cerrando los ojos. Aquella otra persona, o máquina, que estaba al otro lado de la puerta tenía total y absoluta razón… o quizás simplemente quería hacerla sentir así. ¿qué sabía ella? Nada. ¿Qué sentía ella? Ya no sabía qué era fruto de la química que alteraba su percepción y su imaginación.

Miro su habitación. Aquel que parecía Adael tenía razón, la verdad es que aquella cueva, como escondite, dejaba mucho que desear. Jugó con un mechón de pelo mientras seguía con la cabeza apoyada en la puerta, escuchando con atención aquella descripción. Cerró los ojos y su mente voló, casi como si hubiera dejado su cuerpo atrás, y visualizó aquella cascada. La humedad de la bruma por el salto de agua le acarició la cara e incluso fue capaz de internarse en el interior de aquella cueva tras subir por aquellos escalones. Aspiró por la nariz mientras seguía escuchando la voz, que le aparentaba lejana, de Adael. Comprendió sus sentimientos, pues él también había perdido su familia recientemente, según sabía por oídas, y empatizó con aquella tristeza que le avocaba a la cama. Con la diferencia de que ella no encontraba respuesta alguna a ninguna de esas preguntas que formulaba al aire. Al acabar, permaneció un rato en silencio.


Finalmente se puso en pie, delante de la puerta, se abrazó a sí misma y abrió la puerta. Al otro lado del quicio estaba el supuesto Adael, que quiso creer que era el verdadero y real. Que no era producto de su imaginación bulliciosa haciendo que alguien pronunciase de aquellos labios las palabras que, en verdad, quería escuchar. Había derrotado la máquina, sí, era verdad, entre todos, pero desde entonces se sentía profundamente vacía, cansada y confusa. La chaqueta, de gran cuello, se había descolgado vencida por la tirantez de las mangas forzadas a tapar las manos de la dueña, dejando al aire uno de los hombros, acariciado por el morado pelo. -No es la melancolía lo que me impide salir de la cama, sino el miedo a pensar que el mundo real sea producto de la imaginación simulada de una máquina cruel- Le reconoció, sintiéndose desnuda al compartir aquellos miedos. Muy poca gente sabía aquello, solo su familia más cercana. Y encima ahora estaba incompleta. Se dio la vuelta y se sentó en el borde de la cama, juntando las rodillas y escondiendo las manos enguantadas en las mangas, entre ellas -Dudo que todos mis sentimientos, pensamientos, miedos, ideas… sean producto de mi razón y no de los códigos de SAM. Dudo que esta conversación sea real y no simulada por la IA. Dudo que usted sea real y no un humanoide creado por la máquina- Suspiró bajando la mirada -No, no estoy bien. Y dudo que pueda serle de utilidad-

El silencio persistió del otro lado de la puerta cerrada y el joven maestro se debatió entre marcharse o insistir. Tal vez su presencia empeoraba las cosas pero se negaba a irse sin una explicación. Resuelto a quedarse, se armó de paciencia y aguardó en silencio mientras movía con el pié una pequeña pluma que había en el suelo. El momento en el que la puerta se abrió lo tomó desprevenido pero enseguida buscó con la mirada a la mujer manteniendo el hombro apoyado en el marco. No se había dado cuenta de que tenía la esperanza de ver a otra persona cuando la puerta se abriera, pero Vanessa no estaba ahí. Frente a él vió a la pelimorada y los indicios del llanto en su rostro lo conmovieron. Escuchó sus palabras y ladeó ligeramente la cabeza pensativo mientras buscaba aquella deslumbrante mirada azul que, de a poco, comenzaba a descifrar.

-¿Está diciendo que S.A.M. no fue derrotado?- Preguntó con gesto serio. Fue lo que pudo interpretar ante la mención de una “máquina cruel” con el poder para crear simulaciones. La siguió con la mirada cuando se sentó en la cama y luego recorrió la habitación con la vista mientras la escuchaba, el lugar se veía ordenado. La miró con los ojos como platos cuando fue puesto en tela de juicio si se trataba del Adael real o de un clon. -¿Que yo...- Se señaló pero no terminó la frase porque se había quedado sin palabras, abrió y cerró la boca un par de veces tratando de formular alguna oración, pero nada así que se cruzó de brazos pensativo. Era una situación complicada, no parecía haber solución posible a la encrucijada en la que Belle estaba... pero existía la respuesta. -No tengo forma de demostrarle que su realidad no es una ilusión controlada por un ser malvado pero ¿qué más da si es así?.- Preguntó alzando los hombros.

-Supongamos que es verdad, una máquina muggle induce a su mente a sentirse de cierta forma, obviamente es cruel lo que le estaría haciendo a usted, pero, si no encuentra diferencias entre sus sentimientos y los que podrían ser inducidos, ¿estos últimos tienen menos valor en éstas circunstancias? Ponga a prueba su mente, haga cosas que recuerde que la hicieron sentir bien y esté con los que recuerda con cariño, está bien si se siente igual que antes de que comenzara a tener todas estas dudas y también es válido que se sienta distinto.- En ese momento comenzó a oírse un murmullo en el exterior, el relajante sonido de la lluvia al caer sobre el follaje del bosque que rodeaba a la casa. -¿Qué pasará si aquel villano nunca la libera de esta ilusión de realidad? Además, disculpe la crudeza, pero, si un ser malvado controla la realidad en la que existe, puede hacerla sufrir del mismo modo aquí o en cualquier lugar. Debería buscar otro tipo de escondite… uno menos físico y más metafórico... seres con los que pueda sentirse acompañada... actividades con las que sentirse realizada... ¿Qué importa si son producto de una ilusión o no?- Camino adentrándose en la habitación hasta la ventana para mirar el paisaje con expresión grave.

-Entiendo que usted y yo atravesamos cosas distintas, pero lo que yo hago es comprometerme con todo lo que pueda para pasar los días ocupado. Lleno mi cabeza de problemas ajenos para evitar pensar en los míos. Al final del día me siento agotado pero realizado.- Esbozó una sonrisa cansada y se giró para mirarla. -Debe pensar que soy un entrometido. Dígalo, prometo no molestarme.-

No contestó de forma inmediata, sino que mantuvo un silencio pesado. Finalmente reconoció que no lo sabía, porque. ¿cómo podía asegurarlo en cualquiera de las dos direcciones? SAM podría seguir alimentándose de nuestros pensamientos, tanto como podría haber sido destruida por siempre y para siempre, o quizás estaban todos infectados por el virus que representaba aquella IA. Se sentó cansada, en la cama, pensando que quizás todo lo que estaba compartiendo a oídos de cualquier persona cuerda sonase como una verdadera estupidez. Se sentía estúpida y humillada en aquel momento. Debería haberse quedado sola en aquella habitación y no haber salido a recibir a nadie. Se tapó la cara, no quería que Adael la viera así. Pero, ¿qué más daba? Alzó la mirada, con bastante incredulidad. A pesar de ello, le dejó hablar, aunque no entendía bien aquellos pensamientos -¿Prefiere vivir en una mentira por muy bien armada que esté?- Le respondió, algo dolida, quizás porque no entendía ese pensamiento…. Esa especie de … ¿comodidad? ¿El no poder ver más allá de la pantomima de SAM? -¿Y cuál es el valor de vivir en una cueva, tratando de apreciar las sombras de los seres que me acompañaban? Claro que es importante. Lo suficiente como para no querer vivir rodeada de sombras y poder salir a la luz del sol. Lo suficiente como para saber si aprecio a esas personas, a esos momentos de una forma real y no porque una cosa me obliga a querer creer que es así- A pesar de todo… a pesar de todo la idea de comprobar que pudiera haber un recuerdo pasado que pudiera ser… ¿feliz? Pero, ¿dónde? Otra ilusión. -Quiero… quiero ser dueña de mis sensaciones y estar segura de que no son producto de un programa que los emule. Seres con los que pueda sentirse acompañada… pensó enseguida en algunas personas: Arleen, Giordano, Monica, Iroh…. Sentirse acompañada….-Quiero ser dueña de mí misma y de mi verdad, ¿no era eso por lo que bajamos a la superficie? ¿A liberar de la opresión de la máquina?- Se apretó las sienes, dolorida, con aquellas palabras haciéndole mella. Quizás, si… pero, ¿quién querría perder su valioso tiempo con una loca como ella? -Debería…. Debería ser importante…- Bajó la mirada, con un suspiro.

-Estás viviendo tu propia mentira, Adael- Alzó la ceja para mirarle, en este caso a su espalda, pero trató de mirar hacia los ojos de él -A riesgo de ser entrometida, no puede eclipsar sus propios sentimientos con la ilusión de ocuparlos con problemas ajenos. Quizá tengamos fantasmas a los que debamos enfrentarnos, Adael…- Suspiró, esperando que el hombre no se enfadara con ella por meterse donde no le llamaban.

No le sorprendió la expresión de incredulidad en la pelimorada y mantuvo el gesto circunspecto ante su respuesta, ella tenía fundamentos completamente ciertos. -Tiene razón.- Admitió levantando la barbilla. -Pero, si lo que desea es sentir la luz del sol, ¿Por qué se encierra aquí?- Si salía en ese momento sentiría la lluvia y poca luz del astro rey porque el cielo estaba cubierto por oscuras nubes grises. -No existe la verdad absoluta.- Respondió a sus preguntas sobre la razón de haber ido a tierra firme con la mirada fija en el paisaje que se dejaba ver a través de la ventana. -Es importante, ahora ¿qué se puede hacer al respecto?¿Qué le parece entrenar la mente? Mei Xian es una experta en ése área, la Descendiente de Morgana Le Fay también debe saber algo...-

La sonrisa cansada se borró de su rostro ante las palabras de la pelimorada pero le sostuvo la mirada. No era fácil escuchar que el delicado equilibrio, que había encontrado tras acomodarse luego de perder el pilar que había sido su familia, se basaba en una mentira. -Creo que voy a faltar a mi palabra y voy a molestarme.- Dijo alzando levemente la comisura de su labio para dar a entender que estaba bromeando pero enseguida volvió a su expresión seria. Se tapaba de trabajo para no pensar ¿en qué? -¿Sugiere que debo enfrentar la soledad? Porque creo que eso es lo que intento ocultar... tantos años de vivir acompañado me hace sentir incómodo estar solo.-

Alcé la mirada, con las cejas levemente arqueadas cuando el Descendiente dijo que tenía razón, sintiendo una gran liberación en la opresión del pecho. Al menos no la había tachado de loca, o le había mandado a tomar leche de amapola, o a dormir. Le había escuchado con todas sus chorradas dándole vueltas a la cabeza. -Porque tengo miedo de que el sol me queme- Le reconocí, bajando el tono de voz y mirando al suelo de nuevo. Claro que querría salir de aquella argucia tan bien orquestada por SAM y poder ser dueña de su propio ser. Pero ya no hablaba de la metáfora, sino de la vida real… “real”. Tenía miedo de salir al campo y pensar que podría volver SAM. Aquella era la otra paranoia que le perseguía día y noche,  y le acompañaba en todas sus pesadillas. Para eso era la leche de amapola, para dormir sin soñar. -Hay tantas verdades como individualidades. Por eso quiero mi verdad y no una que haya sido previamente orquestada- Y, quizás, tal como ya le había demostrado dos veces aquel que parecía Adael, no iba a conseguirla encerrada en aquellas cuatro paredes. O al menos, no así, desvió la mirada al paisaje lluvioso que tan absorto tenía al Descendiente, y quizás la verdad estaba ahí fuera, como decían en Expediente X. Entreabrí la boca para contestar a aquello de hurgar en su mente… no estaba segura de si aquello era lo que quería o si le iba a hacer bien, o si se dejaría confiar “sus recuerdos” a uno de esos agentes de la máquina. No supo qué responder, de modo que no lo hizo. A pesar de todo, estudiaría la opción porque si de verdad, todo estaba en su cabeza, quizás sí podría explorar ese campo.

Fijé la mirada con seriedad cuando Adael me reprendió diciendo que sí que iba a molestarme. Estaría dispuesta a recibir sus críticas, al fin y al cabo, tenía razón y quizás me hubiera metido en asuntos que no me concernían. Sin embargo luego relajó el gesto y supuse que no iba a enfadarse. Me levanté de la cama y caminé despacio hacia él, que debía estar todavía a la altura de la ventana, con aquel cielo gris y bosque invernal -¿Quiere… hablar de ello? Para aprender a luchar con sus monstruos lo primero que hay que hacer es conocerlos- Y ella los conocía bien, solo que a veces, solían ganar la batalla de la cordura y la estabilidad. Me había acercado al Descendiente, y ahora me había quedado apoyada a la pared, al lado de la ventana, enfrentada al hombre que, debajo de toda aquella carga de trabajo y bondad, quizás, había una persona que sucumbía a la soledad.

No alcanzó a escuchar la respuesta de la mujer respecto a salir a la luz del sol debido a su sordera pero no quiso perturbar la solemnidad del momento pidiéndole que lo repita así que lo dejó estar. Apartó la mirada del horizonte en el que la vegetación era mecida por el viento y la lluvia para contemplar a la pelimorada, su convicción por hallar su alma le hizo sentir auténtica admiración por ella así que volvió a perder la mirada en un punto lejano del bosque en el exterior para refleccionar en silencio al respecto. La falta de respuesta acerca de entrenar la mente fue una respuesta por sí sola. Si la iniciativa para enfrentar los problemas no surge de uno, todo seguirá igual. El joven maestro era consciente de esto así que no pronunció una palabra más al respecto con la esperanza de que las ideas queden dando vueltas en la mente de Belle.

La sintió acercarse y escuchó sus palabras pero no se movió de su lugar frente a la ventana ni apartó la mirada color caoba de la precipitación. Había algo relajante en la lluvia, era como el desenlace de un nudo para bien o para mal ya que era capaz de regar la tierra con afecto pero esperar clemencia de una inundación era redundante. Extrañaba el nítido sonido de una tempestad, pero debía conformarse con uno algo distorsionado, el aroma, la sensación de humedad y el paisaje. -Mis padres, hermanos, tíos, primos, sobrinos, abuelos...- Habló con gesto grave. -Todos ellos siempre estuvieron al alcance de mi mano... pero ahora ya no están... se fueron en un parpadeo... He enfrentado antes la muerte de personas cercanas... pero no es lo mismo. Me giré y ellos ¡puf! desaparecieron.- Dijo chasqueando los dedos para representar un poco más gráficamente la repentina ausencia.

-Ni siquiera se hallaron los cuerpos de algunos.- Dijo negando con la cabeza y suspirando. Recordó que había comenzado a preparar a unos pocos para sucederlo en el puesto de Descendiente de Moises y sus ojos adoptaron un aspecto vidrioso. -La culpa me invade a menudo, no pude salvarlos ni sucumbí junto a ellos, sobreviví. ¿Qué haré si un día despierto y no queda nadie sobre la faz de la tierra?- Le preguntó mirándola a los ojos. Es decir, si vuelve a pasar lo que sucedió una vez pero a una escala mucho mayor. -Tengo dos pesadillas recurrentes; una es... una especie de ojo gigante que me observa y la otra, un poco más reciente, es una en la que estoy en una calle en medio de la oscuridad con la angustiosa certeza de estar solo. Tengo miedo de estar solo.- Dijo asintiendo con convicción al conseguir ponerle nombre a uno de los monstruos.

-Me gusta pensar que hay una razón por la que sigo con vida; para compartir conocimientos.- Hora de volver al trabajo. -Y para ello es necesario proteger la isla, es por eso que es tan importante el censo así que complenten y envíenlos por favor, luego hablaremos sobre la tecnomagia para renovar los métodos del censo.- Giró y caminó para salir de la habitación. -Piense lo de la magia elementarista... podría ser divertido. Quiero que, con cada metal que vea, cierre los ojos e imagine que es un papel que va a arrugar con solo cerrar el puño.- Dijo alzando la voz mientras avanzaba por el pasillo hacia la salida. -Los daños van por cuenta mía.- Dijo con una sonrisa ladina recordando que el pelirrojo había roto dos jarrones. -Gracias por el té, estuvo delicioso.- Dijo poniéndose la bufanda, la capucha, los guanteletes y agarrando la vara alargada que utilizaba para pastorear ganado. Abrió la puerta de entrada y sintió el viento frío y húmedo chocar contra su cuerpo. Se giró hacia el interior de la casa. -Llámeme si necesita algo. Deseo de corazón que encuentre su verdad, hasta pronto señorita Simon.- Tras esas palabras atravesó el umbral y cerró la puerta detrás de él. Se marchó caminando por el bosque bajo la lluvia pensando en cómo arreglar el problema de Adele... y en lo brillantes que eran los ojos de Belle.