Planta de cuidados intensivos

La noche fue difícil mientras su cuerpo quemaba a la enfermedad y también la medicina que le ponían. Con frecuencia, el enfermero sexi le colocó medicamentos, haciéndolo a ratos todo más llevadero y sacándole sangre. Sin embargo, siguió balbuceando cosas de dragones en la montaña, de su madre y de Reiv, recordándolo en aquel estado en que lo reconoció por última vez. No había logrado identificarle en toda la noche pero de alguna manera podía saber que era él con el contacto de su piel cuando le tocaba, cuando la ayudaba a beber o cambiaba el paño húmedo en su frente.

Bien entrada la madrugada, los escalofríos habrían parado, incluso la fiebre que habían frenado con suficientes medicamentos y que ahora podía dormir un rato, arrebujada entre las mantas y removiéndose menos, acabando por dormir cada vez más tranquila. No despertó hasta bien entrado el medio día, pues según las pruebas llevaba tres días sin alimento, agua o descanso.

Había amanecido con la cabeza menos embotada a pesar de seguir fatigada y agotada por el esfuerzo inconsciente de su cuerpo entero la noche anterior. Los estornudos empezaron con los primeros rayos del sol, así que ahora su nariz tenía un suave color rosado en la punta y en la mano sostenía un pañuelo de manera permanente. No habría los ojos. El cansancio le podía hasta que sus recuerdos comenzaron a volverse nítidos. No los de la noche anterior, sino los del torneo. Abrió los ojos de golpe solo para volver a cerrarlos por culpa de la luz. A pesar de lo rápido que sucedió, había captado que no estaba sola en la habitación, que estaba en un hospital y que, aparte de él, no había nadie alrededor... aquello le hizo inspirar profundo con miedo, sintiendo una opresión en el pecho que ya no sabía si se debía a su enfermedad.

Abrió los ojos de nuevo. Lento esta vez. La mano del pañuelo le temblaba ligeramente cuando giró por fin el rostro hasta encontrarse con la mirada de Reiv. Su corazón se aceleró mientras le miraba con timidez, tratando de evitar una reacción como la de las montañas a toda costa y tanteando el terreno. La piel sobre su muñeca comenzó a arder de nueva cuenta, tapándose con la manta hasta la nariz. Se quedó un buen rato mirándole sin saber qué hacer o qué decir, hasta que entendió que quizás lo único que podía hacer era saludar.- Hola...- Dijo después de no verle en días, aunque lo había recordado con frecuencia durante el torneo. Se sentía tan tímida como la primera vez que habían despertado juntos, hacía ya bastante tiempo. Se llevó el pañuelo al rostro con rapidez y estornudó tres veces, soltando al final un quejido que terminó por romper la tensión del ambiente.- ¿Qué ocurrió? Yo no estaba herida, nadie me dio.- Susurró mirando al suelo mientras trataba de recordar. La huida cargando a Lasaña había sido agotadora, pero después no recordaba más nada.

Presté atención a las instrucciones del galeno antes de que se marchase, esperando no tener que avisarles de urgencia si todo iba a peor. Después de aquello nos quedamos solos, a excepción de algún enfermero que pasaba de vez en cuando para revisar si tenía que poner más poción en el gotero o no. Las siguientes horas fueron complicadas y frustrantes porque poco podía hacer por ayudarla en aquel trance. Lo único que podía hacer era era darle de beber cuando lo necesitase, o remojar de vez en cuando un paño húmedo para refrescarle la frente y las mejillas encendidas.

Permanecí vigilante para comprobar que no respirase con dificultad o que la fiebre no siguiese subiendo, tocando su piel de tanto en tanto para comprobarlo. Por la mañana la temperatura comenzó a remitir, así que al menos por ahora pude respirar aliviado. Fui un momento al baño para echarme agua en la cara y espabilarme un poco, pues se notaban los dos o tres días sin dormir desde que había comenzado la misión. Al mirarme en el espejo comprobé que el cansancio se notaba en la cara en forma de ojeras, pero qué menos que eso después de haber sobrevivido a la Ciudadela, a la posesión demoníaca con su exorcismo y a una noche de preocupación en el hospital. Al salir del baño me acerqué a su cama para comprobar que seguía durmiendo tranquila, así que fui un momento a la habitación de al lado a ver cómo estaba Kyllian. Me acerqué a él para tomarle también la temperatura, que no había bajado demasiado. El feral no tenía muy buen aspecto, y me extrañó que estuviese solo. Por eso decidí conjurar un patronus con forma de dragón para enviar un mensaje a Leila, informando de que Kyllian estaba grave en el hospital. Salí de la habitación de mi amigo después de ponerle otro paño mojado sobre la frente y avisar a los enfermeros para que lo revisasen.

Regresé a los pocos minutos con Juliet, que siguió durmiendo unas cuantas horas más hasta bien entrado el día. Puse una silla al lado de su cama para sentarme, intentando no dormirme hasta que ella despertase. Tenía que hacerlo en algún momento. Me incliné rápidamente hacia delante al verla abrir los ojos, aunque fuese apenas unos segundos. Enseguida volvió a abrirlos de nuevo, y esta vez parecía más consciente de dónde estaba. Sonreí levemente cuando pareció reconocerme al saludarme, cogiendo a continuación una de sus manos para acariciarla con el pulgar. La pobre no podía parar de estornudar, así que le ofrecí otra caja de pañuelos que estaba en la mesa junta a la cama. - Por fiin despiertas. - solté aliviado tras su quejido, apresurándome a preguntar por su estado. - ¿Cómo te encuentras? ¿quieres que te traiga algo? - al parecer ella no tenía ni idea de lo sucedido, a juzgar por lo extrañada que estaba de haber acabado aquí. - No, no te hirieron. Te contagiaron la gripe simia en el torneo. Al parecer fue Kyllian el que empezó. Él también está aquí en el hospital. Pero no te preocupes, seguro que en pocos días estarás recuperada del todo. - no quería preguntarle si se acordaba de algo más de las montañas, seguro que eso la alteraba y no era buena idea en este momento.

Bostezó suavemente mientras seguía arrebujada en las mantas, siguiendo los movimientos de Reiv con la mirada. Como le sonreía, como tomaba su mano, el modo tan servicial que tenía de estar con ella. También se veía cansado, asumió que no había podido dormir en la silla si es que se había quedado en ella. Sonaba bastante aliviado de verla despierta, haciendo tantas preguntas y ofertas. Parecía que no había rastros del Reiv que había visto en el torneo, por lo que se obligó a dejar sus pensamientos de lado y aceptar que había sido solo una ilusión. Negó suavemente con la cabeza, no quería nada pero sentía la garganta rasposa como para responder.- Hace mucho que do tego gripe... Estoy muy cansada... - Murmuró, recordando que la última vez habría sido en su infancia. Nunca fue enfermiza, pero aquella ocasión había sido excepcional. Escuchó la voz de Reiv con cansancio, aún cuando recién despertaba. Aquello tomaría algunos días en mejorar. Tomó un pañuelo de los que Reiv le ofreció, llevándoselo al rostro para estornudar tres veces más. Aquello le daba desventaja, pues no podía oler nada y era de sus sentidos buenos.- Mad-dito Kyllian, sabía que debía matarlo de primero. ¿Haz visto a Kiana, a la otra dragona, Setelah? ¿Dos descalificaron por abandonar? - Tenía demasiadas dudas, pero sobre todo quería largarse de ahí. Se ayudó de ambos brazos para poder sentarse en la cama, sintiéndose más débil ahora que tenía que esforzarse por estar recta.- Reiv, do me gusta estar enferma...

Mensaje de la moneda comunicadora.

Leila escribió:Hay toque de queda. ¿Estás con él?¿Qué es lo que tiene?

Por sus gestos me pareció que estaba tranquila a pesar de encontrarse mal, como si no recordase nada de lo sucedido el día anterior. Dejé la silla a un lado para levantarme y sentarme a los pies de su cama, asintiendo como dándole la razón cuando dijo que estaba muy cansada. No era de extrañar. - Normal que lo estés. Esta noche tenías como 40 de fiebre, por lo menos. Me tenías preocupado... - fruncí el ceño con cara de circunstancia, añadiendo después. - Tal vez te ha afectado más por estar pasando tanto frío en aquella montaña. - hice levitar el vaso de agua de la mesilla para dárselo a ella, soltando su mano para dejársela libre. - Bebe, tienes que estar bebiendo todo el rato. - eché un vistazo al gotero, todavía quedaba un poco para que se terminase, pero pronto habría que avisar a un enfermero.

- Uff...pues el pobre Kyllian también está jodido. Fui a verle antes, no hay nadie con él. - negué cuando preguntó lo de Kiana, no tenía ni idea, y tampoco sabía nada de Setelah. Seguro que la próxima vez que nos viésemos me llevase una bronca por haber secuestrado a su hijo. Desvié la mirada un momento un poco incómodo a la mención de ese mago, carraspeando levemente. - No sé qué pasó. Tampoco sé quién ha ganado, espero que nos lo puedan decir en algún momento. - cogí el mando de la cama para inclinarla un poco y así ayudarla a sentarse. Sonreí porque me hizo gracia escucharla hablar de ese modo, comenzando a jugar con el respaldo de su cama arriba y abajo. - Ya...a nadie le gusta. Recuerdo cuando a veces de pequeño me ponía malo y mis abuelos me dejaban en mi habitación como en cuarentena, sólo mandaban a la esclava squib a encargarse de mí. - me encogí de hombros sin darle ya más importancia, parecía que habían pasado siglos de aquello. Iba a decirle que comiese o volviese a dormir cuando me llegó un mensaje a la moneda comunicadora. La saqué para leerla en voz baja, de modo que Juliet también se enterase. - Leila...¿cómo que un toque de queda? - comencé a escribir de vuelta, dándole la información que pedía.

mensaje moneda:

Envié el mensaje dejando caer eso, a ver qué hacía al final. Si no venía ya pediría que pasasen a Kyllian a esta habitación para poder echarle un ojo. - No sé si son pareja o qué, pero le he dicho que debería venir. Igual me estoy metiendo donde no me llaman. - comenté a juliet antes de guardar de nuevo la moneda, acabando por echarme de lado para apoyar el codo sobre la cama, a la altura de sus rodillas.

Do quería preocuparte, do siento...- Susurró mientras trataba de recordar algo después de aquella avalancha, después del camino hasta el hospital cuando se desvaneció al deshacer la transformación. Incluso no podía recordar la sensación de frío de la montaña, a pesar de estar siendo atacados por una constante ventisca. Tomó el vaso con agua que Reiv le acercó con una tímida sonrisa, llevándoselo a los labios como le había sugerido. Poco después, se llevó el pañuelo al rostro, cubriéndose mientras estornudaba otro par de veces.

¿Donde habrán dejado a la niña? Leila y Kyllian estaban ambos en el torneo.- Pensó. Se imaginaba que Leila seguiría en cuidados médicos pues había sido eliminada del torneo mientras estaban dentro del libro. Asintió suavemente para dejar de hacerle preguntas que no conocía. Solo tenía curiosidad y la expresó; no esperaba que él conociera todo si el torneo se había parado de repente con el alud. Una vez estuvo la cama arriba, se recostó para no hacer tanta fuerza ahora que seguía débil, aunque no para descansar pues Reiv comenzó a jugar con el mando. No pudo evitar reír por aquello mientras duró, pues a veces sentía que a ambos les había faltado infancia y que aquellos cortos momentos compensaban por todo. No cabía duda que él mejoraba hasta sus peores momentos.- ¿Esclava squib? - Preguntó confundida por el nombre.- Do eres mi esclavo pero me estás cuidando muy bien... Gracias por quedarte.- Susurró. Aquel momento era tan bueno como cualquiera para agradecer las atenciones, escuchando lo que Leila le había enviado, un poco extrañada.- ¿Leila ya do está en el hospital? Pero si...- Dejó la frase a medias escuchando lo del toque de queda. Él también lo desconocía así que haría falta más información. ¿Tendría que ver con el alud? Setelah había desconfiado, pero no le parecía suficiente prueba. Al verlo cansado, se echó de lado dándole espacio y le jaloneó sin fuerza para que se recostara con ella, quitándole el mando para bajar un poco el respaldo de la cama. Había suficiente espacio para que el moreno al menos se recostara un rato.- Tú, metiéndote en otras parejas. Quien lo diría.- Ironizó a sabiendas de que la misma oración servía para lo que fuera que tuvieran ellos dos.- Me hiciste mucha falta en el torneo. Fue una tontería entrar... Al menos espero que do te aburrieras en las gradas viendo las pruebas. La segunda fue algo entretenida...

Mensaje de la moneda comunicadora para Reiv.

Leila escribió:No lo sé, me han dicho los guardias Don Quijote y Sancho Panza que hay toque de queda por orden del Concejo.

Es una mierda, en tierra firme hay toque de queda, en el país de Nunca Jamás hay toque de queda... ¿Qué nos queda?

Mándale mis saludos a Juliet.

¿Alguien como un doctor?

Reiv, Kyllian es un feral en el hospital de OUROBOROS ¿QUÉ MÁS QUIERES? Relájate, se va a recuperar.

- Bueno, estamos en paz por otras veces que te haya preocupado yo. Ya he perdido la cuenta de cómo vamos. - entorné los ojos mientras contaba con los dedos de ambas manos, aunque al final solté un 'bah' que quería decir que no se podían contar. Habían sido muchas. - Pues ni idea, imagino que en la guardería esa que hay en el hospital. Josephine también la deja ahí. - imaginé que debía ser un quebradero de cabeza eso de tener que preocuparse  por dónde dejar a los mocosos, pero no dije nada porque ese tema ya lo habíamos dejado de lado hacía tiempo y no merecía la pena.

Dejé de jugar con el mando después de subirla y bajarla unas cuantas veces más, pensando que si se reía en lugar de molestarle era que ya se encontraba mejor. Traté de explicarle brevemente lo que era un squib, aunque sonase fatal la idea de tener como esclavo a alguien sin magia. Cosas de mi familia materna, exceptuando mi madre. Ella era rara, diferente.  

Puse cara de no saber nada de Leila, pero era de suponer  en caso de haber pasado  por el hospital ya no estaba aquí. Dejé que ella cogiese el mando para acomodarse la cama como quisiese, aprovechando el hueco que me dejaba para echarme un rato de lado junto a ella, aunque por encima de las mantas. Dormir parecía una idea tentadora, aunque no quería dormirme demasiado rato para así estar atento a si volvía a empeorar.   - ¿Yo? soy un entrometido, ya lo sabes. Pero que no se metan en la nuestra. - remarqué con media sonrisa al notar que ella había ironizado con lo de parejas, dándole después un beso en la mejilla cuando dijo eso de que le hice falta en el torneo. Si ella supiese que a mi también me había hecho falta en la misión...tarde o temprano me iba a pillar cuando me hablase de las pruebas y yo no supiese nada. Era mejor confesar todo, tal vez hasta la parte de la que ella parecía no acordarse.  

- Ahh...sí, la segunda...aunque me gustó  más la primera prueba...- desvié la conversación a la primera prueba porque era la única que había visto, así que de ese modo no tendría que mentir. La moneda comunicadora volvió a vibrar, con la respuesta de Leila. Lo saqué para leerlo de modo que Juliet  también pudiera leer, intercambiando con ella una mirada de confusión. - El toque de queda...debe ser por lo de la muerte del Le Fay. - yo había estado en esa sala, sabía lo del espíritu, y que el chaval ese acabó herido. El resto del mensaje me hizo torcer el gesto.  - Jul, ¿tú vendrías a verme si te dijesen que estoy grave en el hospital? tal vez no sean tan pareja como creía. Un momento.  - me levanté de la cama a pesar de que estaba bastante a gusto, saliendo de la habitación para ir a la de al lado. Allí estaba Kyllian medio ahogándose por la tos, así que avisé a una enfermera para que le pusiesen una mascarilla para respirar, y de paso que lo trajesen a la habitación en la que estaba Juliet para así poder tenerlo también vigilado. Al cabo de unos minutos estuvieron las dos camas en el mismo sitio, y yo en una silla en medio de ambos.

No había oído, sentido, ni visto nada desde que me chamuscaron en el torneo, mi mente estaba totalmente a oscuras hasta el momento que me curaron en el hospital y después de eso la asfixiante sensación de no poder respirar como se debía.

A lo lejos escuchaba la voz del elfo, después silencio, algo de movimiento y gritos de una mujer hasta que solo pude escuchar el pitido constante de un monitor antes de volver a caer en aquella oscuridad profunda.

Un sueño extraño se proyectó en mi mente, estaba en casa pero no con mis padres, solo yo viviendo cerca del bosque mientras buscaba a alguien, de repente la dragona dorada empezó a chamuscar el bosque y me enfrenté a ella hasta que llegó un césar enorme modo king kong y todo pasó a ser muy godzilla, me quedé muy empanado con eso hasta que de nuevo todo se tornó negro y al abrir los ojos estaba de nuevo en los campos de concentración, miré a mi alrededor intentando liberarme de las cadenas que me aprisionaban pero en su lugar me encontré con los ojos de Éamon me miraba con ira absoluta pero no decía una sola palabra, solo llevó las manos a mi cuello para asfixiarme, me faltaba el aire y tosía como un loco, era algo demasiado real.

Aquella pesadilla terminó con otro fondo negro pero esta vez el pitido de una máquina me llevaba a la realidad y poco a poco se iba sumando el sonido de mi propia respiración con una máscara, parpadeé un par de veces, todo era blanco y escuchaba voces conocidas, miré hacia un lado y Reiv estaba sentado a mi lado mientras Juliet se encontraba más allá -r..eiv..- dije en un hilo de voz mientras aquella máscara seguia haciendo un ruido a lo darth vadrer y por supuesto no podía desaprovechar la oportunidad -yo s..y tu p..dre- y por gracioso, un ataque de tos de regalo.

Vamos a tedminad en empate si sigo metiéndome en estas tontedias...- Susurró, cubriéndose el rostro una vez más, estornudando un par de veces y soltando un largo quejido al final. Estar con él, riendo a pesar de todo, se sentía cálido y abrigador en el pecho, como un té caliente. Escuchó lo de la guardería con tranquilidad, aunque sintió que Reiv no deseaba mucho el tema, pues lo zanjó enseguida. No tardó mucho en recordar por qué, pues aunque en general lo tenía bien presente, se había olvidado por un rato de lo que le había pasado. Seguir así era lo mejor.

Con el ceño fruncido escuchó lo de la squib, juzgando severamente a la familia de Reiv, más no a él. Después de todo, era muy pequeño para enterarse de aquello, sobre todo para oponerse a ello. Cuando se recostó a su lado, le pasó la mano del suero con cuidado por encima para abrazarle, dejando la mejilla recargada en su hombro. Ya no se encontraba tan cansada, mas cerró los ojos, riendo a la respuesta del moreno de que no era entrometido, aunque ambos supieran la verdad. Aún así, no pudo dejar pasar el comentario, levantando el rostro para verle con ternura y cariño. Quizás él no había querido implicar que estaban en una relación, o quizás ella era la única que se hacía tonta con el tema. Al final, el beso en la mejilla le devolvió al presente, cerrando los ojos de nuevo para arrebujarse contra él.

Asintió a lo de la prueba, pues en efecto, sentía que le iba más a él. Había sido difícil, sobre todo en la parte del acertijo que la dejó pensativa durante todo el torneo. Ante el mensaje de Leila, que llegó unos momentos después, sonrió a sabiendas que le enviaba saludos. Durante el torneo también había pensado en ella, en como alejaba a todos y ella había sido también afectada. No comentó nada, ni siquiera para regresar el saludo, pues captó su atención el comentario de Reiv.- ¿Le Fay? ¿Como el castillo? - Murmuró con sorpresa.- ¿Ya do es seguda la isla tampoco? - Preguntó con evidente desanimo en la mirada, cerrando los ojos con fuerza mientras trataba de asimilar que una angustia le comenzara a subir por el estómago. Afortunadamente, estaba demasiado sedada y atontada como para preocuparse como debía. Se quedó bien a Reiv un par de segundos, extrañada por su pregunta, pues ya antes habían hecho aquello el uno por el otro. No era una novedad el cuidar del otro en un hospital.- Do. Do tendría que id a vedte, estadía ahí todo lo que fueda necesadio. Creo que... ¿a donde vas? - Susurró con tranquilidad después de un momento de reflexión. Desde siempre se había visto que no eran una pareja ordinaria. Tenían una pasión amor-odio que le resultaba entretenida. Le vio levantarse, no sin antes tratar de jalarlo para que se quedara, al menos hasta que comprendió que iba a ver a Kyllian. Se preguntó, por tan solo un instante, si aquellas molestias se las tomaría por su hermano, pero luego entendió que no tenía caso comparar entre aquellas personas a las que decides tener cerca y aquellas a las que aún no sabes como acercarte. Cuando volvió, hizo lo posible por hacerlo regresar a la cama, hasta que escuchó a Kyllian hablar...

Puso mucha atención a lo que decía, tensándose mientras esperaba a que las palabras salieran de su boca. Cuando lo hicieron, una suave carcajada se le escapó. No entendió la referencia, nunca había visto la película, pero le había hecho mucha gracia el resultado.

Hubiese querido decirle a Juliet que la isla era segura, pero era absurdo mentir después de ver lo que había pasado en aquella sala de reuniones. Nada parecía seguro ahora, ni la isla ni lo de abajo. Dejé pasar la pregunta haciendo un gesto de no tener ni idea. - Eso es lo que yo pensaba. Si quieres a alguien no pasas de él si está en el hospital, ni pones excusas. En fin...- fue la última reflexión que hice al respecto antes de marcharme a lo de Kyllian. Una vez estuvo en la habitación ya fue más fácil estar pendiente de ambos.

Me levanté de la silla al notar que el feral comenzaba a despertar, aunque no me imaginaba que pudiese hablar teniendo en cuenta que estaba medio ahogado. Su ocurrencia nada más despertar me hizo pensar que sobreviviría, era muy propio de él eso de hacer bromas incluso en los peores momentos. Solté una breve risa por esa imitación del 'yo soy tu padre', estando tentando de soltarle una colleja que contuve por eso de que estaba feo pegarle a un medio zombie. - Vaya un idiota estás hecho, expandidor de virus. - sonreí negando con la cabeza, ordenando que no hablase al ver el ataque de tos que le daba.

- Anda, sigue descansando. Ya hablaremos luego. - regresé hasta los pies de la cama de Juliet, volviéndome a sentarme ahí hasta que ella se quedó dormida. A partir de ese momento pareció que podía dejar de temer por sus vidas, aunque los siguientes días fueron algo complicados porque seguían teniendo fiebre y tos. Había que aguantar mientras que ellos mismos iban venciendo a la infección y mientras hacían efecto los medicamentos que probaban los médicos. Permanecí con ellos para cuidarles y atenderles colaborando con los enfermeros, saliendo del hospital lo justo para ducharme y comer algo. En esas breves salidas pude enterarme de que algo en la isla no iba bien. Se rumoreaba que había una especie de campamento de asedio en la zona de las montañas, pero no había información clara al respecto. Los guardias estaban muy estrictos y apenas dejaban a la gente que se moviese por las calles. Aquello significaba problemas, seguro...

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Transcurrió una semana desde el ingreso de Juliet y Kyllian, y para ese momento ambos habían mejorado bastante. Incluso les había traído ropa a ambos porque era previsible que ese día pudieran darles el alta para poder seguir descansando ya en alguna de las casas de la isla. Sólo quedaba esperar a que pasase alguna de las enfermeras para que les diese el visto bueno.

- ¿Ya tenéis planes de lo que queréis hacer cuando salgáis? - pregunté mientras echaba un vistazo por la ventana por si veía algo extraño relacionado con el toque de queda. No les había contado nada del tema. Tampoco habíamos hablado de lo del torneo, aunque en algún momento podría salir ese tema molesto.

los días en el hospital pasaron y gracias a Reiv no me morí del asco, no mucho porque los cabrones de vez en cuando se daban amor y claro, eso está feo hacerlo delante de los que llevan en abstinencia mucho tiempo como yo pero claramente no les iba a dejar en paz, si yo no me podía pajear ellos no se podían besar.

A la semana ya nos encontrábamos mejor y por fin estábamos esperando el alta -Lo primero comerme un filete en condiciones que no sepa a suela de zapato... que asco la comida de hospital, de verdad- me quedé pensando un poco y caí en que me habían descalificado del maldito torneo -Joder Juliet! dejaste que la perra dorada me chamuscara! podría haber quedado en el podio! no es justo! vaya mierda de torne... un momento...- sip, me acordaba de lo que había hecho Reiv en la nieve y me giré para mirarlo con los ojos entornados dispuesto a cuestionarlo, Juliet no parecía acordarse así que como caso extraordinario y por cuidarme esa semana decidí ser discreto -Tu me debes unas cervezas...- sonreí recordando que ahora tenía a otro colega que parecía majo -Podemos invitar a Dean! es el tío con el que hice la primera prueba, noche de chicos! lo siento Juliet, te quedas en casa-

Unos minutos después entró la enfermera para darnos el alta, eso significaba que ya no era un peligro biológico así que me tiré sobre Reiv para abrazarlo y sobarle la cabeza chafandole el pelo modo abuela -Ay que majo eres!!! gracias por cuidarme broh! si es que tienes unos mofletes que yo qué sé!- dije pellizcandole una mejilla mientras me reía a carcajadas, al menos las que la tos me permitía porque aún estaba un poco pocho.

Solté a Reiv para que fuera con Juliet mientras me estiraba como buen gato que era -Me siento acartonado, que horrible, necesito correr y hacer ejercicio... por cierto, que vais a hacer? yo me voy a los dormitorios, si no tenéis a donde ir venid que seguro os dan una habitación- miré el reloj del hospital, pronto sería la hora de comer y no pensaba comer cosa fea de hospital un día más -Ea, me voy a comer, si vais a echar un kiki que sea rápido, os espero en la zona residencial por si necesitáis hueco- dicho esto me desaparecí dejando a la parejita en paz.

Su humor menguó un poco a partir de que se enteró que la isla no era tan segura como ella pensaba. Sentía ahora desolación, pues de nuevo no había un lugar seguro. Sentía que le perseguía la desgracia desde hacía mucho tiempo y que por más que caminara y se alejara no podía alejarse de ella. También tenía la sensación de que no podía proteger a nadie como quisiera, así que no importaban sus intentos, tenía que confiar en que todo iría bien aunque era rezar a ciegas.

Pasó alrededor de una semana en la que su cuerpo comenzó a sentirse mucho mejor. La gripe simia había sido muy fuerte, porque después de siete días apenas y se iba relajando. Estaba cansada de estar acostada, de descansar, de no ver nada que el cuarto del hospital. De no haber sido por ellos, su estancia habría sido eterna. Menos mal que había logrado pasar el tiempo entre risas, lo que a ratos le mejoraba mucho el ánimo y le hacía dejar de pensar en todo lo que le preocupaba.

El día llegó en que estaban por darles de alta. Mientras recogía sus cosas, esperaba a que llegara la enfermera con los análisis de sangre que habían sacado durante la mañana. Se estaba colocando en los bolsillos todas las cosas que había llevado consigo al torneo y que, por dejarlo para más tarde, terminó por no usar ninguna. Incluso no supo usar el objeto que ganó en la cuarta prueba. La pregunta de Reiv le sacó de sus pensamientos. Lo del filete no sonaba tan mal. Sentía que toda la semana se había quejado Kyllian de más por la comida del hospital, pero era que ella había comido cosas más insípidas por mucho tiempo que ya cualquier cosa era buena.

El reclamo de Kyllian llegó en un momento extraño, haciéndola levantar las manos casi con pena.- ¡Pero no lo hice! Yo también le ataqué, con hielo, fue bastante poético y todo. Además, no sabemos como quedó el marcador.- Ella nunca había visto el propio, y el de los demás le parecía muy elevado cada vez que caía en cuenta de ellos. Al menos estaba lo suficientemente bien como para hacer planes.- No lo sé, ya nos hemos dejado mucho.- Murmuró por lo bajo, tratando de agachar el rostro para que su fleco cubriera un poco de su rubor. Además, el pensar en Dean no le daba buena espina y el que Kyllian estuviera involucrado con él solo le hacía sentir preocupada. Se preguntaba donde habría quedado después de la prueba del pandemonium... En fin, respecto a él, no podía hablar por Reiv, pero si por ella misma. Y lo que quería en ese momento era por fin dejar ese lugar.

Cuando la enfermera por fin llegó con los resultados, declarándolos sanos, sintió un profundo alivio y algo de felicidad, pues ya no tendría que estar tan aislada. Le parecía un milagro que Reiv no se hubiera contagiado, pues parecía que el mago tenía mejor sistema inmune que el feral y la dragona... curioso. Observó el abrazo que Kyllian le dio, un poco celosa de no poder mostrarle su cariño tan fácilmente como él parecía hacer con todos. Además, con él siempre tenía esa extraña sensación de no saber dónde estaba parada. Estaba lleno de sorpresas.

¿Un kiki? - Le miró extrañada. Siempre decía palabras extrañas, como piñata. Fue lo único de su pequeña charla que le llamó la atención pues lo de las habitaciones ya lo tenía bastante controlado. No alcanzó a despedirse, pues el feral se fue echando humo. Suspiró cuando por fin pudo escucharse pensar. La última semana había sido un ir y venir de chistes, risas y disparates a pesar de la enfermedad, con lo que la tranquilidad le venía a bien.- ¡Eres agotador, me tienes exhausta, me mareas, ya para de hablar! ¡Eres la pesadilla de la gente introvertida! - Dijo para Kyllian acompañada de una carcajada: aunque él ya no se encontraba en la habitación tenía que sacarlo de su sistema antes de que explotara. Se separó por fin de la camilla, acercándose a Reiv hasta que logró tocarlo, subiendo sus manos hasta rodear el cuello del moreno parándose de puntillas. Le sostuvo la mirada en el silencio, apenada pero segura, para después fundirse en él, en sus labios, en un beso firme, suave, profundo y duradero que se alargó a límites insospechados. Casi dos semanas sin él y la cosa se ponía difícil para todos. Después de un rato, después de saciar su sed de él en sus labios fue cuando pudo por fin separarse.- Tu lo trajiste a mi habitación, no te lo perdonaré fácilmente.- Bromeó bajando por fin los pies a la tierra, dando un rápido vistazo en la habitación por si algo se les olvidaba.- Vámonos, quiero caminar si no te molesta.- Murmuró, pues aunque desaparecerse era la mejor opción, necesitaba sentr los músculos en acción antes de que otra cosa ocurriera. Sin más, salieron de la habitación hacia el pasillo, saliendo pronto del hospital.

Al llegar allí después de ver a su hermano, Arleen ya podía ver que los habían cambiado de ropa y se encontraban abrigados con los materiales que poseían en la unidad. Revisó de nuevo los signos vitales y se dio cuenta que el niño estaba mucho mejor que el padre. Fue hasta Ian y se percató también de las pequeñas heridas que tenía en los brazos y que ahora un enfermero estaba curando. Arleen se dedicó a trabajar con su magia de sanación mientras Jo hacía lo suyo con Aedan, poco a poco la coloración azulada empezaba a desaparecer y todo volvía a la normalidad. La sanadora sospechaba que habían actuado rápido y que no habían pasado demasiado tiempo expuestos a ese frío. Agradecía que la guardia hubiese actuado tan rápido. Después de aproximadamente 15 minutos, gracias a la magia de ambas, los dos pacientes se encontraban regulados aunque permanecerían bajo vigilancia médica al menos un día.

Salió de la unidad para encontrar a las dos personas fuera clavándoles la mirada con tanta profundidad que tuvo que hacer uso de toda su educación para mantenerse erguida y protocolaria -Ya se encuentran estables pero no han despertado. Es probable que lo hagan pronto. Si lo hacen permitir que hagan ejercicios leves, empezando por mover los dedos poco a poco. Una leve rehabilitación. Mi recomendación es que deben quedarse bajo vigilancia médica pero… Sé que no es vuestro fuerte- Indicó y miró hacia Catherine con un gesto neutro – Sabéis como comunicaros conmigo, Sra. Le Fay- Dijo e hizo una leve reverencia con la cabeza para retirarse, haciendo que Jo se fuera con ella.

Esperar, esperar, esperar. Estaba harta de tener que esperar. De vez en cuando se ponía de puntillas para mirar por el hueco de la puerta pero todos seguían moviéndose sin decirle nada. Observó a Adam finalmente y miró hacia los lados, esperando que nadie los oyera -Si, han sido los Pendragon…O sus dragones- Explicó finalmente Catherine -Aparentemente tienen poder sobre esa raza y están a su servicio. ¿Alguna vez te has enfrentado a un dragón?- Preguntó haciendo una leve mueca, desgana y frustración a partes iguales. Miró de nuevo a través de las puertas y sonrió de lado -Sí, se que querrá luchar… Por eso hablé con Anteia-

Bajó lentamente de estar en puntillas y miró un punto fijo en el suelo, lentamente levantó la mirada hacia Adam con una ira tan patente que se le dibujó en el rostro. Apretó los dedos  y las muelas con tanta fuerza, tanta energía que cuando golpeó el piso con el báculo una humareda de oscuridad y chispas violetas salió de él -¡Son unos malditos!- Espetó con crudeza y se llevó una de las manos a la sien, apretándosela con fiereza mientras sacudía el báculo como si no hubiera un mañana -El código, el antiguo código, me obliga a ir a una fiesta en su honor- Exclamó bajando la mano de su sien con bastante molestia -Y no puedo ni matarlos ni derramar su sangre porque cae una maldición sobre nosotros… Y créeme… ¿Maldiciones antiguas? Eso seguro viene de Morgana y mi linaje no habla de maldiciones como "vomitar babosas"- Iba a soltar otra petorata de maldiciones cuando salió la sanadora.

El gesto de Catherine se relajó, al menos hasta la última parte del discursito que hizo que pusiera un gesto de puro odio -Si te da dolor de cabeza no te mediques, soy yo- Espetó antes de abrir la puerta y mirar a Jo, no le sonrió, pero su gesto volvió a relajarse. Tras eso pasó y se acercó a Aedan, otra vez con sus mejillas sonrosadas durmiendo plácidamente. Le acarició suavemente el pelo y le dejó un beso en la frente, tras ello se giró a la cama de Ian y le acarició la mejilla. Allí respiraba paz y tranquilidad, un breve espacio de tiempo que le devolvió el aire a los pulmones -Voy a esperar a que despierten y después iré a la fiesta. Puedes venir si quieres. Ya sabes… Evaluar a los enemigos, meternos en su psique, implantar pesadillas, modificar recuerdos… Eso no implica demasiada violencia ¿no?- Sonrió de lado con cierta malicia, el pensamiento de Jack le llegó justo después y sinceramente, en ese momento se ganó aún más su respeto -Y si ellos derraman nuestra sangre, se acaba el parlamento. Y si se acaba, se puede asesinar- Ignoró el mensaje de Adael, no diría nada en su contra, pero no lo apoyaba. Una persona que busca parlamentar no ataca a diestra y siniestra y después viene a pedir hablar.

La hipotermia fue cediendo lentamente gracias a los cuidados de los sanadores, aunque todavía me costó un buen rato reaccionar. Sentía el cuerpo entero entumecido y seguía teniendo frío, pero al menos logré abrir los ojos después de algunos minutos escuchando la voz de Catherine. Parecía furiosa, buscaba venganza. Mis últimos recuerdos estaban aún algo borrosos, pero estaba seguro de que había sido un dragón. Pendragon. Busqué su mano a tientas con la mía, sintiendo su calor en cuanto la encontré para aferrarme a ella. Mi primer pensamiento claro fue para mi hijo, al que no estaba seguro de haber podido proteger bien. - Aedan...dónde...- murmuré antes de carraspear un poco para aclararme la voz, angustiado al pensar lo que le podía haber pasado. Traté de incorporarme, viendo al pequeño dormido en la cama de al lado. Interrogué a Catherine con la mirada, preocupado y asustado, aunque a simple vista no parecía que el niño estuviese herido, ni se le veía mal. - ¿¿Cómo está?? ¿qué tiene? - me sorprendí al ver a mi padre fuera del calabozo, y con Catherine. Intuí que algo debían haber hablado ya. Ahora eso quedaba un poco en segundo plano.

- Han sido los dragones...- volví a dejarme caer sobre la almohada, cerrando los ojos mientras me pasaba una mano por la cara. - Apenas tuve tiempo de reaccionar para protegerle. - ya no eran un simple cuento, no eran nada el pasado. Eran reales, y venían a por toda la isla, a no ser que supiesen que una Le Fay vivía ahí.

Seguimos a las sanadoras hasta la zona de cuidados intensivos, a la espera de que lograsen estabilizar a Ian y al crío. Poco podíamos hacer mientras, excepto esperar fuera con rabia e impotencia. Saldrían de esto, pero el ataque no quedaría impune. De tanto en tanto miraba hacia la puerta para ver si salían a dar noticias, atendiendo también a las explicaciones de Catherine sobre los Pendragon y sus habilidades.  - No me he enfrentado a uno... los aurores teníamos dragones a nuestro servicio, por un pacto de Termeritus.  - inspiré profundamente al recordar la treta que casi vuelve loco a Lyran, cuando creyó que un dragón a nuestro servicio estaba devorando a su hermana Alhena. Nada más lejos, era una víctima a la que di ese aspecto con segundas intenciones.  A veces pensaba en qué habría sido del resto de los hermanos de Lyran, especialmente Aleera después de la muerte de Lars. La cabeza empezó a dolerme por momentos, tal vez de la tensión acumulada.  Por fin pudimos entrar al cuarto, lo que me tranquilizó bastante porque todo parecía controlado.

- Al demonio con el código. ¿No eres especialista en maldiciones? vuelve eso en su contra. Escúpeles en la puta copa de vino cuando vayas a ese...banquete.  - me masajeé la sien cuando dijo eso de que era ella la causante del dolor de cabeza, a lo que fruncí el ceño. Pensé en si mi hijo tendría que aguantar eso por estar casado con ella. - Claro que voy a ir ahí. Esos idiotas se atreven a venir aquí a atacar a mi familia. A tu familia...y además nos hacen perder el tiempo ante la lucha contra la IA.  - hice un gesto de que el parlamento me importaba una mierda. No tenía ganas de sutilezas ni de tejemanejes de ningún tipo. La única vez que aguanté ese tipo de cosas fue para dar un golpe de Estado. Me acerqué a mi nieto después de que ella fuese junto a Ian, pasando la mano por la cabeza del pequeño que dormía plácidamente  y aparentemente bien.  - Sólo tenía en mente protegerle, ¿lo sabes, verdad? haría lo que fuese por ellos. Igual que tú.  - posé mi mirada en la suya, suponiendo que sabía a lo que me refería. Mi intención no había sido matar a su hermano. Podía entrar en mi mente si quería, no encontraría esa intención. Mi ataque fue claramente a su hombro, nada que fuese mortal. Guardé silencio unos segundos, y no dije nada más porque enseguida despertó Ian.

- Descansa, debes recuperarte para lo que viene. Os dejo a solas. Debo estar en otro sitio en este momento.  - me separé de la cama Aedan tras despedirme, desapareciendo de la habitación del hospital.

Un acuerdo era muy distinto al empleo de magia, Catherine asintió pero no avanzó respecto a ese tema porque era un camino sin salida. Sin embargo cuando maldijo el código, sonrió de lado sintiendo, tristemente, el peso de ser una Descendiente. No podía arriesgar a toda la isla por ser una rebelde. No, ya no era esa muchacha, ahora pensaba con mucho más detenimiento sus acciones…Pero escupir en una copa. Eso se llamaba creatividad.  Escuchó su determinación a ir a lo del banquete y entrecerró los ojos -Adam, permíteme ser yo su ejecutora- Y aquello parecía una petición por el uso especifico de ese verbo pero realmente no iba a dar su brazo a torcer. Tras eso atacó directamente el elefante blanco de la habitación -Lo sé- Murmuró y subió su vista desde Aedan hasta él -Si conocieras mi historia entenderías perfectamente porque mi actitud es esta. Sé que no fue tu intención ni la de nadie del Consejo, Desmond ha acabado muerto gracias a los Pendragon que lo utilizaron como un peón. No te culpo, ni a ti, ni a nadie más que a ellos. Me han arrebatado el último vestigio de esperanza que tenía en mi familia y ahora han atacado a mi única razón de ser, creéme cuando te digo que los Pendragon pagarán con sangre lo que han hecho-

“Y de Desmond me encargaré yo”

La pelinegra se giró hacia Ian cuando sintió su mano, aún algo fría, entrelazarse con la suya; al hacerlo ella apretó sus dedos con suavidad y le sonrió ampliamente -Todo está bien- Susurró en un tono calmado mientras le arreglaba el pelo, mejor dicho, se lo desordenaba que los sanadores se lo habían repantigado para atrás. Se giró un poco para que viera a Aedan y Adam -Tiene algo de frío pero está descansando. Debe quedarse en supervisión- Musitó y escuchó lo que dijo respecto a protegerlo pensando en lo inútil que ella había sido cuando se lo había llevado su “hermano” -Está bien, lo has hecho bien- Reforzó aquello y se giró hacia Adam cuando dijo que se iba -Saluda a Chloe- Murmuró antes de intercambiar una mirada de entendimiento por la breve conversación tenida. Tras eso se giró hacia Ian, apoyando la cadera en la camilla. Se le quedó mirando el rostro y por un escaso momento desconectó del mundo y pensó en él. Se atrevió  a hacer algo y se inclinó, tomándole el rostro con la mano libre para besarlo lentamente, sintiendo la frialdad de sus labios. Tras unos segundos se alejó y apoyó la frente en la de él, dejando los párpados cerrado -Si sólo supiera una forma de calentarte…- Dejó escapar una risa floja e irónica pero finalmente se irguió para mirarlo a los ojos, borrando lentamente la sonrisa por su gesto neutral -Tú también tienes que quedarte en supervisión pero sé que no lo harás así que prepárate para digerir lo que te voy a decir sin hacer movimientos bruscos porque puedes hacerte daño- Le miró severamente y asintió como dándole tiempo para prepararse -Los Pendragon han venido a pedir parlamento bajo el antiguo código lo que implica que tenemos que hacerles una fiesta de bienvenida y no podemos atacarles... Al menos visualmente- Sonrió de lado de forma pícara como demostrando que tenía alguna especie de plan -Y debería ir ahora mismo pero no me apetece. Llegaré tarde y descarada…- Volvió a acariciarle la línea de la mandíbula -¿Quieres alguna manta extra?- Preguntó alejándose de él para ir hacia Aedan y atraer su camilla hacia la de Ian, teniendo especial cuidado en no despertarlo o hacerle movimientos bruscos; de esa forma estarían cerca.

Las palabras de Catherine sobre el estado de Aedan me tranquilizaron un poco, aunque no quitaron toda la preocupación. Él no debería estar aquí, no por culpa de un ataque. - Recuerdo que lloraba...debió asustarse mucho. Qué hijos de puta...- era lo último que lograba recordar después de que las ventanas reventasen y la estancia se llenase de hielo. Todavía me dolía la espalda y las costillas por el golpe. Mi padre no tardó en irse tras comprobar que estábamos más o menos en condiciones, y en cuanto desapareció intercambié una breve mirada con Catherine como preguntando si estaba todo bien con él. Cerré los ojos cuando ella se acercó para besarme, sintiendo el calor de sus labios templando los míos mientras le correspondía. La sensación de agradable calidez se extendió hasta que apoyó su frente contra la mía. Posar la vista en sus ojos era como sentir que estaba en casa, a salvo. Su comentario me sacó una media sonrisa, en consonancia con su risa irónica.

- Se me ocurren unas cuantas maneras de entrar en calor. - posé la mano sobre su cadera, subiendo hasta la cintura. Después me incorporé para sentarme, aunque haciendo una mueca mientras me llevaba la otra mano a las costillas. - Tal vez dentro de unas horas, cuando las cosas de licántropo hayan hecho su parte. - me disculpe mientras terminaba de acomodarme sentado, frunciendo el ceño con resignación por lo de quedarme más rato en revisión. - ¿En serio quieren hablar después de lo que han hecho? - pregunté cabreado, sin poder entender que hubiesen pedido fiesta de bienvenida. - Pues se la daremos. Pero no como ellos creen. Nos están faltando al respeto, no podemos consentirlo más. - asentí a lo de la manta, inclinándome después un poco hacia Aedan cuando ella lo acercó. Acaricié la mejilla del niño con cuidado, intentando no despertarlo. - En los últimos días no han hecho más que intentar atentar contra él. Ojalá que no se acuerde de esto. - pensé que era demasiado pequeño para hacerlo, mis primeros recuerdos eran de cuando tenía tres años, no antes. - ¿Cuál es tu primer recuerdo de niña? - pregunté con curiosidad mientras terminaba de arropar al crío.

El rostro de Catherine se transformó a una mueca de dolor, como si en ese momento alguien le hubiese clavado alguna especie de cuchillo; pero sólo era la manifestación de la angustia que sabía que Ian debía haber vivido al ver a Aedan así. Ella la había sentido al oír su llanto a metros de distancia y luego al verlo revolverse histérico de la mano de Desmond. Volvió a acariciar con suavidad a Aedan, arreglándole el cabello lentamente -Ya…- Dijo, sin poder decir ni una palabra más. Cuando volvió a mirarlo se dio cuenta de la pregunta no dicha y asintió, sonriendo con suavidad de lado. Sintió que lo había dejado claro a él pero evidentemente no.

Después de que lo besara, sonrió de lado al ver la tranquilidad en sus ojos, eso era lo más importante para ella: Que su familia viviera esa serenidad, una que ella nunca tuvo hasta tenerlos. Pero se lo estaban poniendo difícil, muy difícil. Se alejó un poco para darle espacio mientras se incorporaba, sonriendo por sus palabras pero al ver su mueca su gesto se desvaneció -Cuidado. La sanadora dijo que tenias que descansar  y aparte hacer un poco de rehabilitación pero despacio- Le volvió a apartar el pelo de la parte de los ojos y le miró inspirando profundamente -Lo sé….Pero si algo he aprendido en todo este tiempo es que no debo dejarme llevar por los impulsos. Estos han venido a jugar un juego que no conozco y ya han matado a mi hermano y puesto a vosotros en peligro Ian. ¿Y si voy de cabeza y me matan a mí? Tengo que tener cuidado, tengo que evaluar quienes son, debo… hacer una estrategia- Le tomó las manos a Ian con suavidad cuando empezó a hablar del respeto, se las acarició suavemente y sonrió de lado con tristeza -Siento haberte metido en esto y, sobretodo, porque no puedo ayudarte a atacarlos. No ahora… Necesito saber. Por primera vez en mi vida, siento que tengo que pensar antes de hacer…¿Me explico? ¿Puedo pedirte que me des algo de tiempo? Al menos para saber realmente a quien me estoy enfrentando, necesito ponerles caras-

Ladeó la vista hacia Aedan, dejando caer los párpados con pesar -Es como si estuviese maldita, joder- Le soltó las manos a Ian para llevárselas a la sien y apretarse con fuerza la cabeza sintiendo que todos estaban hablando demasiado sin conseguir nada. Intentó cerrar el canal pero no lo logró porque el puente de Mei era muy fuerte. Suspiró brevemente

-¿Recuerdo?- Aquello la pilló tan desprevenida que se le quedó mirando con cara de nada durante un rato -OH… oh… Fue con mi padre. Fue la primera vez que hice que mis pinturas cobraran vida y engañé a mis hermanos- Se puso el pelo repeinado detrás de las orejas, apartándoselo del rostro, y sonrió brevemente -Fue divertido. Luego de que el pájaro revoloteó a su alrededor lo hice explotar en confeti. Hasta Rhaegar se divirtió… ¿Te comenté que su risa era muy contagiosa?- Inquirió manteniendo el gesto nostálgico. Ese "era" le había dolido más de lo que quería reconocer -¿Y el tuyo?- Preguntó sintiendo que era bueno recordar algo positivo y no algo de su madre.