ENTRADA

Sybil había partido: Con su carta, con algo de dinero en el pergamino. Si mal no recordaba los quebrantahuesos eran capaz de levantar hasta su propio peso… Me habría gustado dejarle descansar más, me habría encantado poder tenerla conmigo un tiempo. Pero necesitaba aquello enviado con urgencia… Y la notaba intranquila, como un pájaro de mal aguero, que fuera a anticiparse a unos hechos terribles. Durante la mayor parte del día revoloteaba de un lado a otro e incluso arañaba el cristal. Ni los mejores huesos la convencían. Así pues, tras una breve sesión de caricias, le até el tubo para la carta, le di un último trozo de hueso y siqueira tuve que decirle su destino.

Era de noche. Sybil tenía unos horarios nefastos para un pájaro, y estaba convencido de que no podía ser sano que partiera a aquellas horas. Aunque tampoco podía serlo subsistir a base de café… Y ahí estaba, de alguna forma, vivo. Con mis papeles, mis garabatos y mis llamadas constantes. Aquella felicidad matutina había sido reemplazada por una tranquilidad inimaginable. Había salido varias veces y o había notado menos hostilidades o sencillamente me las había imaginado. Si había llegado a ganar las elecciones, significaba que no debía tener todo el ejército en mi contra, ¿No?

Estaba en unos de mis paseos por un pasillo, buscando recargas para la cafetera del despacho. Justo cuando empezó a sonar una alarma, por megafonía avisos de un ataque, algo de unos muertos… Fui de inmediato a una de las salas de control para preguntar por información, y las cámaras revelaban una imagen asoladora: Seres decadentes y putrefactos, avanzando lastimosamente hacia nuestra base. Agarré Dominator y preparé la cuchilla muy al tanto. Antes de salir de la sala uno me llamó la atención pues, aparentemente, el ataque no había sido… arte de magia. O justamente sí. Eso, eso había sido. Las cámaras habían detectado dos difusas imágenes en la distancia, dos individuos, uno de ellos un hombre -probablemente mago-, de aspecto más anciano que joven y de una altura imponente. Con la seriedad plasmada en los escasos píxeles que formaban su rostro. Y el otro, un drow. Un drow con una guadaña, con una sonrisa, y con unos ojos brillantes…

Tembló mi pulso. No. Menuda idiotez, no era él. ¿Qué iba a ser él? Estaba muerto. Corrí y corrí, por alguna razón, convencido de poder llegar antes de que se esfumaran. Los muros retenían sin mayor complicación a los muertos que, ansiosos, reclamaban su entrada. Disparos y una olor muy desagradable invadieron mis sentidos. Hacía frío y era de noche, y yo me preguntaba, ¿Por qué? Subí hasta uno de los muros donde otros ya se encargaban de controlar la situación. Y miré en la distancia, pero allí donde tuvieran que estar esas figuras no había más que oscuridad.

No iba a entrar en vano a primera fila: Los muros la contendrían antes que pudieran hacer mayor daño. Era una mera labor de limpieza. Pero eran… eran cadáveres. Eran muertos. No hacía falta ser un expero para adivinarlo. Olía a nigromancia, o al recuerdo que tuviera de ella. Los muchos años que pasé conviviendo con aquel tipo de hechizos… Y disparaba, disparaba contra ellos, como si eso fuera a borrar esas memorias. Solo dejé de hacerlo para informar tanto a Morgana -que debía estar por allí- y Javert, pues consideré justo. Era un comunicado breve: “Un ataque menor de inferis en las puertas de la base, dos nigromantes parecen ser culpables. Desaparecidos.”. Y ahí quedó todo. Poco a poco el contingente se reducía y no sin mucho drama: Muchos de los soldados no parecían contentos con la visión. Cerré los ojos y esperé, por alguna razón, escuchar alguna voz que pudiera sacarme de aquel infierno. Empezaba a sumirme demasiado en el pasado y no sentía que disparara contra seres vivos, si no fragmentos de mis antiguas vivencias.

Las semanas siguientes a la salida del hospital habían transcurrido de manera lenta y tediosa, llevando bastante tiempo la recuperación total de la visión perdida en el combate, todo por culpa de esos magos. Antes ya los odiaba, pero ahora es eso mismo multiplicado. Atacaron a lo que era mi orgullo, mis habilidades en combate. Por suerte mi vista comenzó a mejorar progresivamente, recuperando casi toda la agudeza visual de antes. En cuanto estuve recuperada volví a los entrenamientos, tanto en campo de tiro como físicos, lo cual era necesario después de todo el tiempo de inactividad. Nada ha perturbado la paz de la base, hasta el momento, todo ha estado relativamente tranquilo. Hasta hoy. Las alarmas comienzan a sonar, lo que me hace pensar en un nuevo ataque de los magos. Dejo enseguida lo que estoy haciendo (leer unas informes de patrullas de la ciudad) para agarrar mi rifle rápidamente, corriendo hacia el exterior. No dudaré en volarle la cabeza al primero que vea, y si es uno de los que me atacaron pues mucho mejor. Por el camino recibo un mensaje al comunicador, de parte de Ailanthus. A pesar de mi reticencia inicial a trabajar con él creo que tocará mantener las formas, al menos fue el único que acudió al hospital cuando me hirieron. Le respondo que enseguida estaré allí, haciendo un gesto de disgusto al escuchar eso de los inferis y nigromantes. No son los magos que buscaba.

En unos minutos estoy en el exterior, rifle en mano y en lo alto del muro. Contemplo durante algunos segundos el dantesco espectáculo que hay ante mis ojos. Un montón de cadáveres vivientes chocando contra los muros del recinto de la base. No creo que puedan derribarlo, por muchos que sean, pero sí que será un problema para salir al exterior.

- ¡Apuntad a la cabeza, es la única forma de detenerlos!- grito al pelotón junto al que estoy, comenzando a disparar para dar ejemplo de cómo se hace. En realidad es mucho más fácil que disparar a seres vivos, estos son lentos y un tanto atontados, así de lejos no suponen problema. Comienzo a volar unos cuantos sesos, que salen despedidos por los aires regando al resto de los inferis que hay a su lado. Casi parece el típico juego de consola de esos de matar zombies. En cuanto me aseguro de que los soldados de esa zona saben lo que tienen que hacer paso a la siguiente zona, que es donde encuentro a Ailanthus. Ahora ya puedo ver más que esa mancha oscura que alcanzaba a ver en el hospital. Lo sacudo por el hombro al verlo con los ojos cerrados, esperando que reaccione y me mire. - ¡ Esos bichos no se eliminan solos! saca el bazoka o lo que quieras, pero vamos a reventarlos para que dejen de joder en la entrada! si llegan los que han salido de misión hace unas horas...se les echarán encima. No son asquerosos magos a los que matar, pero sí son asquerosos a secas. ¿Has informado a Javert? - cuestiono al final, esperando que me diga que sabe algo de él. Últimamente está más desaparecido de que de costumbre, lo cual es una lástima, las tropas le necesitan.

Ahí seguía, sumido en mis pensamientos. Era una pausa breve que se me antojó eterna, ponía en marcha de nuevo aquella pistola que llevaba quizás demasiado tiempo sin utilizar. Había un grito que había sentido no mucho tiempo antes, sobre disparar a la cabeza. Y recordaba a Velinyon sermoneándome sobre eso. “¿Y qué más da que les den a la cabeza? No necesito que piensen, solo que muevan sus carnes hasta que no tengan forma física de levantarse. Cascos, querido, cascos. Haré mi propio ejército de zombies, con cascos y putas…”

Le encantaba desvariar. Imbécil. Ojalá se pudriera en la tumba en la que lo había dejado. Ojalá siguiera allí. Un zarandeo en mis hombros me arrancó de mis pensamientos y me hizo abrir los ojos, descifrando de inmediato un rostro conocido entre un mar de cascos y soldados, en la oscuridad de la noche. Gritaba sobre que no se iban a morir solos, y era cierto. No tenía razón para mostrar compasión: No luchábamos contra nada racional. -Yo… Mierda, Morgana. Creo que había alguna forma más… Útil de acabar con ello.- Y seguramente alguna vez me lo hubiera dicho él.

Pero era cierto. Mientras hablaba pegué un tiro, aquella arma se estaba un rato para cargar. Habló de algunos que salieron de misión antes. -No, no vamos a dejar que toquen a nadie. Esas bestias, se expanden como ratas.- Grité con firme convencimiento. -¡NO ESCATIMÉIS EN BALAS! ¡Ya nos ocuparemos de quemarlo todo luego! ¡Pero aseguraos que queden bien quietos!- No muertos, porque ya lo estaban.

Su siguiente pregunta, entre la emoción de la batalla, me pilló de imprevisto. -Le he enviado un mensaje y aunque no creo que aparezca antes de que acabemos con esto, está informado. Sé que tenía pendiente reuniones con el… Ministerio. Tal vez esté con eso.- Pero no nos vendría mal su presencia. Y prefería, por alguna razón, tenerlo cerca. Fuera seguridad o fuera por lo que significaba. Sin él presente yo era la máxima autoridad de toda la base, y… Ciertamente, me imponía.

La escasa inteligencia de los muertos no hacía de aquello un ataque capaz de amenazar muchas vidas. -¿Alguien tiene un explosivo? ¡Eso debería bastar!- Necesitaba fuego y con urgencia: Aquella olor putrefacta, de tripas desparramadas, invadía mis fosas nasales y me provocaban náuseas y tos. No había alcanzado a conseguir un casco y ahora me arrepentía. No debía ser del todo peligroso, pero… Me ponía los pelos de punta.

Tras dar otro buen tiro a uno entre ceja y ceja, y otro para asegurarme, hablé sin mirar a la cabo, que supuse que debería estar cerca. -¿Has… has podido recuperarte? ¿Tienes la vista bien?- Eran palabras, más que por valor estratégido, por sencilla empatía, y tal vez aquella… estúpida preocupación que me había levantado verla así. -¿Dónde están los otros cabos cuando se les necesita?

No tarda mucho en reaccionar tras mi poco cariñoso zarandeo, pero al menos he conseguido lo que quería, que abra los ojos. Enarco una ceja cuando menciona eso de una manera más efectiva que acabar con ellos, bajando un momento el rifle para apoyarlo en la cadera. - Espero que no sea un lanzallamas. Una horda de esos bichos ardiendo es lo que menos necesitamos ahora. Bueno...también podemos ser bestias y llamar a los tanques y aviones, pero están demasiado cerca del muro, acabaríamos destrozándolo y entrarían dentro. Eso sería un desastre. No nos queda otro remedio que acabar con ellos con ráfagas de rifle. En algún momento dejarán de venir. - levanto de nuevo el rifle, aprovechando para lanzar otra buena tanda de disparos, con la que caen una media de veinte.

Quien los haya mandado ya debe andar lejos. No han tenido bastante con lo de hace unos meses, ahora también tienen que venir a lanzarnos a sus muertos vivientes. - ¿Reconociste a alguno de los culpables de esto? dijiste antes que eran dos nigromantes. Tal vez fuesen más, o algunos muy poderosos, para convocar toda esta basura. - bufo al escuchar lo del paradero de Javert, últimamente se junta mucho con los políticos, algo que no me gusta demasiado. Creo que intentan meter demasiado las narices en lo nuestro, y hasta hace 4 días eran una fuerza de lo más debilitada, con escasa presencia institucional.

- Pues vale, que se lo pase bien con sus nuevos 'amigos'. - respondo de manera brusca y algo contrariada, sin dejar de mirar hacia el mar de inferis que se abre bajo nuestros pies. Muchos de ellos siguen gorjeando y estampando sus blandas cabezas contra el muro de hormigón, apiñándose de tal manera que ya va formándose una apestosa y desagradable montaña. Ya van quedando menos, los soldados han cogido buen ritmo y están haciendo buen trabajo. - ¡ Vamos! ¡ya casi los tenemos, quedan pocos! - grito para animar a seguir así, que no bajen la guardia ni se detengan. No llevo explosivos encima, pero sé de uno que se maneja bastante bien con ellos, y que por suerte no queda lejos de nosotros. - ¡ya has oído, utiliza todo lo que tengas en tu arsenal! - ceso un momento los disparos, esperando que acate las órdenes cuanto antes. La pregunta sobre mi estado físico me pilla algo por sorpresa en un momento así, no me lo esperaba.

Tras un par de segundos de desconcierto respondo, alzando levemente un hombro. - No me quejo. Me ha llevado tiempo, pero como ves...- apunto nuevamente con el rifle, esta vez a un inferi trajeado que alza las manos de manera desesperada. Segundos después ha dejado impresa su masa cerebral en la cara de otro inferi. - Ya vuelvo a ser útil aquí. - finalizo con un tono que denota que mi orgullo se ha reestablecido también. Luego ruedo los ojos al escuchar lo de los cabos.  - No sé, se estarán tocando los cojones a dos manos. No todos son tan adictos al trabajo como para dormir en despachos- añado con sorna al recordar lo que me dijo al traerme de vuelta a la base, que solía dormir en su despacho.

Mis… formas de acabar con ellos no parecieron convencerle. Le observé con los ojos cansados, siempre subrayados por aquellas perennes ojeras mías, mientras observaba a la mole. -No, no usaremos la artillería pesada en ellos. Pero… Créeme, son menos dañinos en llamas que no… Vivos. Ya me entiendes.- Yo también iba repartiendo tiros tal y como la puñetera pistola me lo permitía. No necesitaba disparos potentes, necesitaba atravesar cerebros y poco más.

También me preguntó, en el fragor de la batalla -o de la matanza indiscriminada de cosas muertas- si había reconocido alguno, si… quizás había más. -No, solo se avistaron dos. Uno viejo y el otro… De mi raza. Yo, de joven, había convivido con un nigromante. Pero ese está muerto, no… No puede ser el mismo.- ¿O sí? Sabía perfectamente que sí. Sabía perfectamente que no iba a convencerme por mucho que me lo repitiera. -Y si no lo está me encargaré de arreglar ese error.- Disparé con muy mala saña a un muerto que parecía llevar un… ¿Papelito? Pegado en la frente, como si me estuviera desquitando todos mis miedos de infancia.

No pareció ella tampoco encantada con los tratos que andaba haciendo Javert últimamente. -No me gusta eso. Las decisiones del ejército las debería tomar el ejército, pues para algo nosotros sabemos de batallas. ¿Ellos? De esconderse en sus agujeros y poco más, ¿O no es lo que hicieron?- Hablaba con casi una sonrisa despectiva en el rostro. Y es que ya parecía reducirse el número. Pasado el impacto inicial de ver los muertos cobrar vida, pareciera que los soldados se reafirmaran en aquello de aniquilar la amenaza. Yo había visto los suficientes para tener más asco que el de su pútrido olor.

Ella siguió animando. Era una buena estrategia. Y finalmente conseguimos explosivos, perfectos para limpiar los que poco a poco iban quedándose solos. La explosión en sí no se hizo de esperar e hizo un trabajo más que maravilloso. Poco a poco los disparos cesaban: Parecía que ya era menos fácil acertar, no habían muchos dispuestos a intentar dar batalla. Miraba en la oscuridad de la noche para poder rematar la faena que pudiera quedar. Ella misma me quitó el del traje de la vista, como reafirmando que estaba sana.

-Tan buena puntería como siempre, por lo que veo.- Me asomé un poco por el muro y me ensañé con uno que parecía alpinista, intentando trepar. Hizo un comentario con una clara referencia a mi persona, aunque… No me veía capaz de tomármelo mal. En el fondo estaba orgulloso de dedicarle las horas necesarias. -El ejército no necesita cabos que hagan esto por cobrar dinero, presumir de insignias, sorprender criajos o ves tu que otros negocios oscuros se traen entre manos.- Ya no veía movimiento allí abajo. Sonreí. -El ejército necesita gente que sepa que no lucha solo por un sueldo, si no por la humanidad entera.

Me giré de caras a los soldados allí presentes. Algunos comentaban cosas entre dientes, otros estaban firmes, y alguno intentaba encontrar algo que se moviera allí debajo para acabar de rematar. -Ha… Ha acabado. Deberíamos regresar a nuestros puestos, puede no ser más que una distracción, todo esto. Pero habrían intentado esto con más esmero si hubieran querido hacer algo más que llamar la atención. Limpiaremos eso por la mañana, que nadie se acerque a ello. Quienes deban entrar, que busquen otros lados. Eso puede ser… infeccioso. Pero no es recomendable bajar sin la luz del día. Habéis hecho un buen trabajo.

Aún así no mermarían los murmullos y comentarios en toda la noche, y sería la comidilla del día siguiente. Los muertos dejaban indiferentes a pocos. Y a mí algo de todo aquello me escamaba, me ponía los pelos de punta y me obsesionaba. -Entonces, Morgana… Si ya estás recuperada, creo que tu y yo tenemos una cita pendiente.- Por supuesto debía saber a que me refería. -China Town. Dejemos que el capitán haga sus reuniones y que planee cual sea la gran sorpresa que nos tenga reservada a todos. Me gustaría, en el fondo, poder saber dónde demonios han ido esos nigromantes. Pueden ser peligrosos. Era demasiado… Ejército para tan poco número.

Miraba entre los soldados. Siempre disfrutaba de aquel ambiente más que el de los altos mandos. Más sencillez, más… humano, todo. Modesto. Honrado. -¿Te ves con fuerzas para acompañarme en esa redada? Aunque algo me dice que esos disparos los acertarías tan bien en muertos como en magos.

Lanzo una mirada suspicaz al drow cuando escucho eso de un  nigromante de su raza. No sabía yo que los drows fuesen también levantamuertos de esos. Tal vez porque él es el primer drow que conozco, y hasta ahora pensaba que era más bien cosa de brujos, lo que nosotros llamamos magos. Ya tengo confusión con los puñeteros conceptos. - No se salva ni uno...- murmuro más bien para mi misma, pensando por un momento en todo el pasado que habrá tenido este elfo oscuro, rodeado de gente mágica y esas mierdas. - Y acabaste tan hasta las narices de todo eso que huiste, ¿no es eso? es lo que diste a entender el día del discurso, algo así recuerdo. - aunque a decir verdad estaba tan cabreada que escuchaba a medias. A día d hoy sigo teniendo mis reservas, pero supongo que me lo tomo con más resignación, intentando trabajar con alguien que ahora  está en este bando, tratando de pensar lo menos posible en su raza. Admitir que acepto a Ailanthus sería una traición a los ideales que tenía al entrar en el ejército. Demasiadas contradicciones en este momento...

Pero basta de pensar más por ahora, toca terminar de eliminar a todos esos putrefactos de ahí abajo. Que había convivido con uno de esos, aunque no ha dicho que hubiese sido su amigo. También da que pensar eso de que diese de lado a los 'suyos' para venirs con nosotros. - A veces los muertos vuelven, ya lo has visto. Si resulta ser él, mátalo, por capullo, y por ensuciarnos los muros. - respondo a sus divagaciones sobre su posible amigo muerto/no muerto que podría haber traído todo esto hasta aquí, en caso de que fuese él. Acto seguido vuelvo a disparar hacia otra fila, terminando con buena parte del grupo en otra ráfaga de disparos. La tarea ya está prácticamente hecha, así que dejo a nuestros soldados terminando la tarea, sobre todo al tipo de los explosivos. Escucharlo hablar de los políticos hace que suelte un sonido de indignación, descargando ese cabreo con unos cuantos tiros más al campo de inferis, aunque apenas quedan unos diez.

- En tiempos de guerra los políticos están de más. En todo caso cuando hayamos reestablecido la paz, pero justo ahora no lo veo. No es el momento de tener tres ministerios activos. Aunque...también te digo otra cosa. Necsitamos financiación. Si cortan el grifo, adiós armas, adiós defensa. Debemos ser listos y aprovecharnos todo lo posible. Al fin y al cabo cada uno actúa como más le conviene. Incluido tú, centenario y oscuro compañero. - termino con una leve sonrisa y una mirada evaluadora, a la vez que le doy un pequeño toque con el índice en el pecho. Por mucho que diga eso de luchar por la humanidad entera, creo que ninguno somos el clásico modelo defensor de la ley y el honor, el caballero de brillante e impoluta armadura. Hasta esos se corrompen. Y cuando lo hacen resultan ser peores que los que parten de una calidad moral más dudosa. Asiento aceptando su halago a mi puntería, ya sé que es buena, pero me gusta que me lo digan, sobre todo después de haber estado a punto de perderla.

Me asomo apoyando una mano en la parte alta del muro, observando el desastre que ha quedado abajo. Ailanthus va despidiendo a los soldados tras decirles que ha acabado, haciendo alguna que otra recomendación de salubridad. Hasta mañana no limpiarían, o eso parece. Nos quedamos prácticamente a solas, momento en el que me recuerda eso de la misión de la que hablamos en el hospital. - No te preocupes por los nigromantes ahora. Los muros de contención son fuertes, en caso de que organicen otro ataque. Vayamos a lo otro, ya estoy en condiciones de pelear incluso cuerpo a cuerpo, si es necesario. - lo de China Town, o donde quiera que acabemos al final, no será un gran golpe, pero sí uno de esos que pueden mermar poco a poco la moral del enemigo. Además, podemos eliminar a varios, capturarlos, torturarlos, hacer ejecuciones públicas...todo ese tipo de cosas que pueden contribuir a que cada vez tengan más miedo a levantarse contra nosotros.

- Cuando esa plaga se de cuenta de que es inútil, casi todos preferirán conservar la vida, esconderse cual ratones, huir...ya sólo nos quedará acabar con los pocos rescoldos vivientes que queden. Ahogar su esperanza y su futuro. No podemos dejar que sigan reproduciéndose. Espero que estés de acuerdo en eso. La única manera de acabar con el problema es erradicarlo de raíz. - no sé su manera de pensar al respecto, pero por mi parte no dudaría en eliminar a potenciales enemigos, aquellos que cuando crezcan puedan tomar el papel de sus padres, y con ansias de venganza renovadas. Incluso impediría nacer a aquellos que reemplazarán a los que eliminamos.

Me sorprendió que a ella le sorprendiera que hubieran nigromantes de mi raza. Había una concepción extraña sobre… El resto de las razas siendo poco más que eso, razas. “¿Y tu, qué eres?” “Pues un elfo, ¿para qué más?” ¡Como si nosotros no nos especializáramos en cosas! Pero me limité a responder su otra pregunta. -Él fue la mayor razón, pero… Fue la segunda. A la tercera vino la vencida. Para aquel entonces yo siquiera sabía que existían los humanos.- Y aún tardaría mucho tiempo en hacerlo, pensé. Ella también luchaba, pero como yo, se daba cuenta que pronto ya quedaba poco.

A veces apetecía disparar por disparar. Quizás por frustraciones de la vida. Saber que puedes darle a un tiro a algo, y más que hacerle un mal, hacerle un bien… También tuvo una respuesta para el tema de la posible… Existencia de Velinyon. Que lo matara. -Su lugar está debajo de una tumba. Pienso encargarme de que así sea.- Pero tal y como pensaba en su nombre, y en su rostro, menos recordaba el monstruoso y putrefacto ser que fue en los últimos días de su vida y más en el joven y magullado malintencionado criajo que alguna vez fue. Con sus comentarios a todo momento, su pata de hueso, sus charlas sobre la magia como una amante e incluso como, a pesar de su insensibilidad, le daba tantas vueltas al tema del amor.

Me devolvió a la realidad su típico sonido molesto ante cosas que le indignaban, que poco lo ocultaba. Hablaba de políticos y me soltó nuevamente el discurso que ya sabía: Que la pasta venía de ellos. O la pasta, tal vez, viniera de lo que nosotros hacíamos. Aunque ella estaba de acuerdo con que sobraban un poco. Pero sonreía, y parecía que quisiera que estuviera contento con aquello de aprovecharnos. Centenario, oscuro… Menudos apodos me iban montando. Y un toquecito en el pecho. Le sonreí de vuelta, no como si siguiera aquel juego, si no con sencilla y resignada madurez. -La mayor diferencia entre las políticas de donde vengo y las de aquí es que… Allí todo el mundo sabe que cada uno actúa en beneficio propio. Aquí, intentamos esconder esa verdad con palabras bonitas, pero no dista de ser exactamente lo mismo. Hacía años creía en utopías…

Y veía la democracia como una auténtica bendición. Pero el tiempo me habían sumido en un mundo aborrecible, decrépito, sin nada más que una imagen visual diferente a lo que ya había visto allí debajo. Pero una chispa, dentro de mí, confiaba en poder acabar la guerra. En tiempos de paz, ¿No era todo… diferente? Ya había calma, reinaba en aquella noche fúnebre. Me apoyé yo también en el muro, con el aire del invierno meciendo mis flecos a un lado y otro, como si juguetearan.

Un silencio repentino se apoderó del lugar. Cada uno, de nuevo, en sus puestos. El mío en aquel momento era la incómoda silla de mi despacho. Pero ahí estaba yo, con ojeras y con incluso algo de sueño, por eso de no haber podido acabar mi misión de ir a por mi café nocturno. Le quitó importancia a otro posible ataque de los nigromantes pero no podía evitar darle vueltas. ¿O igual era esa su intención, que nos calentáramos la cabeza con aquello? Dos seres mágicos sin identificar, de repente, haciendo una calamidad de tal estilo… Ella presumía de estar en condiciones de pelear. -Me alegro de oír eso- Dije con aquella sencilla bondad que había acabado asumiendo. Ya se gastaba aquel aspecto fiero que tanto la caracterizaba, más aquel vestigio que había visto días atrás.

Aunque su siguiente… Pequeño discurso me erizó los pelos de la nuca. Cerré los ojos y medité, abriéndolos instantes después. Un comentario extremista, que ya se había asumido natural en los oscuros días de la guerra. Acabar con ellos. Exterminarlos hasta que no quedara ni uno. Quizás buscaba recordarme que al final, por aquel camino, yo también acabaría en la tumba. -No… No van exactamente por ahí, mis tiros. No creo que sea cuestión de exterminar la raza mágica, si no la magia. Si los de sanidad no estuvieran ocupados haciendo gases alucinógenos igual podrían haber encontrado ya una maldita solución.- No era acertado, tal vez, ser completamente sincero con ella. Pero odiaba mentir.

-Debe existir alguna forma de eliminar la magia completamente de un individuo. Siento, demasiadas veces, que no disparamos contra aquellos que son realmente los culpables de todo esto. Mi problema con la magia es… Que es injusta, cruel, solo obedece a unos. Les dota de un poder sin precedentes, que pueden usar, abusar… Y someter los más débiles.- Le miré de reojo. Con el rostro tan serio que parecía una máscara. -Ni todos los humanos son santos, ni todos los seres mágicos puramente infernales. Hasta que no haya una forma de eliminar esa… porquería que algunos llevamos en la sangre, no habrá más salida que hacerlo todo a la fuerza.

Suspiré hondamente. -Pero no puedes pedirme que mate un crío. Aún tienen futuro, sea del lado que sean. Es cuestión de enseñarles cual es el lado… correcto. Cualquier cosa que les quite de encima la magia y… Ya está. Que se crien como seres normales y corrientes. Pero por desgracia, es demasiado tarde ya para que esas ideas mías, demasiado utópicas siempre, se puedan llevar a cabo. Es… hora de que vuelva a mis papeles. Pero…

Me giré y la miré directamente, con aquel rostro casi siempre agotado lleno de una vitalidad casi ajena. -Solo… Piensa en ello, ¿Vale? Acúsame de traidor si quieres. Pero en el fondo me gusta pensar que existe aún alguna forma de acabar con la verdadera villana de todo esto, la magia. Descrita como una amante caprichosa para ellos, y para mí, poco más que la más zorra de todas. La mataré. Y ese día todos seremos iguales, y no habrán más diferencias que unas orejas más puntiagudas que otras. Buenas noches, cabo Wolf.- Y tras un pequeño gesto de despedida me di la vuelta, separándonos. Yo a ocuparme de mis asuntos, y ella, de los que pudiera creer convenientes.

Mi decision habia ido creciendo con cada paso que daba. Me habia aparecido lo mas cerca del lugar que sabia, y luego, mis pies hacian el resto. Sabia lo que pasaria en cuanto entrase en area, pero era lo que queria en ese momento. No pensaba con claridad, aunque yo creyese que si, y que nunca habia tenido nada tan claro en mi vida. Por un momento pensé en Vanessa, y en lo que teniamos planeado, pero todo aquello se habia ido a la mierda de un soplido. Me habia decidido. Tenia que pagar. Tenia que asegurarme de que el ejército moviese no un dedo, si no los diez dedos de su mano por vengar lo que le habian hecho a Javert. Ya diviso el complejo militar. La silueta de los Centinelas apostados en su perimetro, y la luz de sus focos. ¿Dispararían a matar nada mas detectar una presencia magica? Esperaba que no.


Habria gritado "donde está el capitan Javert?" pero me temo que ya sabia la respuesta. Pero si ellos la sabian tambien, como podian estar tan tranquilo? Mira....mira dónde estaba al final tu familia.

En cierto punto, cuando estoy mas cerca, las alarmas empiezan a sonar de modo estridente. Me han detectado. Sigo caminando un poco mas, mirando como se movilizan los Centinelas. Pongo mis manos en alto, a la altura de mis hombros. Una señal de rendicion. La luz de sus focos me molesta en los ojos, que aun estaban vidriosos. Mis puños se prenden en llamas nuevamente, la furia sigue revolviendo mi estomago. Visualizaba a aquel cuyo rostro habia visto arder en esa hoja de periodico descuartizando a Javert. Aun con las manos en alto, decido identificarme yo primero antes de que me pidan explicaciones aquellas colosales maquinas, gritandoles a sus inexpresivos rostros metálicos.

-Soy Michael Javert! Mi madre es Angela Scott y mi padre Frederic Javert! Soy hijo del capitán asesinado! Quiero ver a quien quiera que sea responsable en estos mometos!

Aunque mi voz apenas es capaz de competir contra las alarmas, intento que suene fuerte. La furia ayuda bastante a lograrlo, aunque en esos instantes a mi se me antoja debil y poco audible.

Las fábricas de armamento estaban estaban en producción máxima, pero esta vez era algo que quería supervisar yo en persona. Quería comprabar hasta qué punto teníamos municiones y demás para comenzar el ataque cuanto antes. Una comitiva de tres coches me custodian hasta el recinto militar, los coches sin embargo comienzan a disminuir su velocidad pero me mantengo sereno, no como el conductor, del que podía percibir la tensión. Miro a Miles interrogante, rápidamente abre una de las ventanillas, y entonces podemos darnos cuenta todos de exhorbitante sonido de las alarmas, los focos apuntandoa a una sola figura en entrada del recinto.
Hago un gesto con la mano al soldado copiloto, quiero que rodeen a la persona que hay allí con las manos en alto, no era un ataque, y si lo era con una sola mirada de furia ya había ordenado a Miles que se activase la máxima seguridad y vigilancia del recinto. Nuestro tres coches de la comitiva se apostan a espaldas del chico rodeándole, los soldados, a pesar de que parecía que no había intención de ataque, salen de los coches metralleta en mano terminando cerrar cualquier hueco. En mi coche, sólo quedamos el conductor, nervioso en exceso, Miles, atento a la espera de órdenes, y yo, analizando al chico que parece gritar algunas palabras. Bajo la ventanilla hasta la altura de mi nariz... Michael Javert... pero era uno de esos seres... y se estaba entregando quizás... Caigo en la cuenta de que esta misma mañana había la tirada con la noticia del supuesto asesinato del capitán. Suelto una pequeña sonrisa de malicia y me decido a salir del coche bajo la mirada tensa del conductor. Ando algunos pasos hacia el chico, pero me paro en seco detrás de un par de los soldados. Paso unos instantes mirándolo bajo las gafas oscuras de arriba a abajo, definitivamente debió vivir lejos de Londres si es que era uno de esos seres, paso un rato pensando mis palabras, recuerdó lo que me dijo Morgana,... Ailanthus en Bastion Hollow, probemos...

- ¡El responsable del asesinato de tu padre está en Bastión Hollow! - entonces miro a los soldados, les señalo con la cabeza al chico, la orden era de detener.

El sonido de todas las putas alarmas y el par de centinelas apuntandome logran conseguir que me ponga aun mas nervioso si cabe. Cierto es que tengo las manos en alto, un gesto de clara rendicion....pero no puedo dejar de pensar "y si te disparan?"

Llegan los soldados, unos coches....comienzan a rodearme. Me doy la vuelta, mirando los cañones de todas aquellas ametralladoras. El fuego prende mis puños como reaccion a la sensacion de peligro y furia que estoy sintiendo, descendiendo por mis antebrazos. Nunca recibi educacion mágica, para mi mantener las llamas a raya cuando me sobrepasaban otras cosas era complicado. Pero se que si doy signos de rebelion dispararán.... asi que aunque mis manos arden, las sigo manteniendo en alto. Miro al hombre delas gafas, tras dos soldados. Ese parece alguien importante, debe de ser alguien...

Las llamas de mis manos se atenuan un tanto, mientras escucho. ¿Qué? Imposible....

-No...

Retrocedo algunos pasos al ver a los soldados acercarse.

-Los Renegados nunca aceptarían a escoria como esa!

Que demonios hacia la faccion a la que pertenecia aceptando a un capitan fugado de la alianza, es mas, a un asesino psicopata como ese? Si bien era cierto que nadie en la base sabia de quien era yo hijo...Javert lo habia mantenido en secreto, y yo tambien. Habia renegado de él hasta este preciso momento.

-Vosotros teneis la culpa! Vosotros lo habeis permitido!!!! - y angela, que iba a ser de ella? Le pego un empujon al primer soldado que se me acerca, es evidente que no estoy del todo en el dominio de mi pleno raciocinio. Obviamente me llevo una buena hostia de su rifle y los demas no tardan en poder sujetarme las manos.

No, definitivamente no se trataba de una ataque, el chico estaba cagado, colérico y todo por aquel exitoso titular. Mientras me afirma que los Renegados no aceptarían a ese Ailanthus, por unos momentos parpadeo lo ojos. Tenía sentido que no aceptasen a un antiguo capitán de la Alianza, era un traidor, se mirase por donde se mirase, para ambos bandos, sin duda no merecía la confianza de nadie. Pero si su hermano, como decía Morgana, tenía relación con los Renegados... ¿a donde más podía haber ido ese pobre diablo? Permanezco impasible mientras le sujetan los soldados, no hago caso de sus acusaciones y me acerco a él con los manos entrelazadas por detrás mientras pienso en toda la información que me facilitó Morgana. Quedo a poco más de un metro de él mientras hago memoria. Una vez que lo recuerdo me limito a darle una sola orden al chico.
- Busca al hermano de Ailanthus, y encontrarás al asesino de Javert - intento pronunciar el nombre de Javert con cierta tristeza y respeto, que se note que desde la cúpula de alianza también estamos afligidos. Aquel maravilloso titular nos acababa de regalar un aliado.

Doy entonces la orden de que lo suelten, aunque los soldados seguían en alerta máxima, le hago un gesto con la cabeza al chico para que fuera. Los soldados me miran algo confuso. Sí, acababa de dejar escapar a otro ser mágico, pero esperaba que este ''acto de piedad'' se ganase la confianza del chico y una inesperada venganza.

Los soldados me siguen sujetando mientras el que parece el jefe habla. Al hermano? También había leído sobre el. No había sido el ejecutor pero había tenido que ver..... y efectivamente, a ese si que se le había visto el pelo alguna que otra vez en la base. Pero no. Me seguía sonando inverosímil que los renegados hubiesen aceptado al otro. Creéis conocerlos. Ellos no harían eso. No eran como otros grupos de magos como con los que me había topado hasta el momento.

El hombre parece apenado. Lo miro con el ceño fruncido y los ojos vidriosos. La rabia que siento es superior ahora al miedo o la tristeza, así que hablo.

-y vosotros.... No pensáis hacer nada?- suena a una acusación en toda regla.

"Por que Javert confió en ese elfo oscuro, una criatura mágica, y no en su propio hijo?"

Bastión hollow. Su hermano. La atmósfera había chisporroteado a mi alrededor con unas pocas chispas de fuego antes de tomar aire profundamente y lograr apagar todo rastro de fuego. El hombre ordenó que me soltasen, para confusión mía y de sus soldados . Pero lo obedecen. Mi cara es una máscara de confusión y duda. Planean que huya y dispararme por la espalda?

- esto... Esto no puede quedar así. Si lo que dices de los renegados es cierto.....

Tenía que hacer algunas comprobaciones. Ojalá pudiera hablar con mi madre. Ella podría explicarme cosas. Pero temia que acercarme a ella pudiera ocasionarle problemas.....

- Lo haremos cuando encontremos el momento. - respondo fríamente, sin más detalles. Los ojos del chico desvelan que la supuesta muerte de Javert le duele. Si tuvo las agallas para venir aquí confío en que las tenga para vengar el asesinato del capitán.

Los soldados reaccionan tensando aún mas las armas, apuntando a la cabeza del chico cuando unas cuantas chispas de fuego se desprenden del alrededor. Intento controlar la mueca de disgusto, si no fuese por estado psicológico en el que se encontraba el chico ya habría pegado un tiro. Trato de responderle de la manera más convencida y corta posible para que se largue cuanto antes a buscar su venganza.

- Nada nos complacería más que la cabeza de Ailanthus. - miro a algunos de los soldados, sus ojos también arden en ganas de matar al chico, al fin y al cabo para eso estaban ahí.- Vete antes de que te disparen, tienes mi palabra. - era una decisión polémica, que más tarde tendría que explicar a los soldados. Pero la única forma a corto plazo de zanjar el problema de Ailanthus, aunque fuera aprovechándome de la tristeza de un mago huérfano.

Vuelvo al coche, y le pido a Miles en voz baja un localizador. A menudo llevaba alguno para repartirlo entre los soldados de confianza por si les surgía algún problema. Se trataba un chip similar al que le habíamos inyectado a Rybar pero sin inhibidor de magia y con un pequeño botón de alarma que iba directamente a mi ordenador, o a la tablet de Miles. Vuelvo a hacia el joven mago con paso solemne. Quizás así le demostraría que estaba tan afligido por la muerte de Javert y la traición de Ailanthus que me daba absolutamente igual dejarle ir y ofrecerle incluso ayuda.

Le extiendo la mano embutida en un impecable guante blanco con el chip esperando que lo coja, y compruebe que no es peligroso para su magia.
- Si necesitas ayuda pulsa ese botón. Si no das con Ailanthus... te invito a formar parte del equipo para encontrarlo y hacer justicia. - sí, suena bastante sincero, aunque estuviera dando una 'buena' imagen de la Alianza, más complaciente, algo así como 'si nos ayudas a mantener el orden eres bienvenido', era algo con lo que me gustaba jugar. Doy unos pasos atrás esperando que se fuese para no dejar pasar más el tiempo, que no se enfriasen las ganas del chico por vengar a su padre.

Afortunadamente logre controlar mis llamas antes de que los soldados decidiesen que era mejor para su salud desobedecer las ordenes de no matarme y acabar disparandome a la cabeza, por su propia seguridad. La situacion es tensa, muy tensa.

Cuando dice aquello de que nada los complaceria mas que la cabeza del traidor, no puedo menos que estar deacuerdo con ello. Me daba igual. Yo solo queria hacer pagar a aquel tipo por lo que habia hecho. Pero seguia sin creerme que....fuese a estar donde afirmaba. De ser asi, me sentaria como una patada en la boca del estomago. Si permiten la entrada de gente asi a la base, no somos mejores que ellos. A no ser que fuera en calidad de preso...

Por mucho que intente hablar, me cuesta encontrar las frases adecuadas. Pero el tipo de las gafas lleva la voz cantante. Marcha a su coche pero vuelve enseguida entregandome un dispositivo pequeño, al cual me quedo mirando, obligando a mi frenetica mente a hacer una pequeña pausa.

-Esto...es algun tipo de comunicador?

Un localizador? Un micro activable? Los cachivaches del ejercito eran interminables. No tenia pinta de explosivo, desde luego...alzo la mirada hacia el cuando afirma que si no lo encuentro, me invita a formar parte del equipo de busqueda. Lo haria, y se lo demuestro asintiendo. Y tanto que lo haria, ahi tuviese que ser bajo sus ordenes.... En esos momentos solo me mueve la rabia y la venganza. Retrocedo un paso, apartandome del hombre y guardando aquel dispositivo que me ha dado. Luego paseo mi mirada por los soldados rapidamente. De ahi no puedo desaparecerme....demasiado cerca de las instalaciones del campamento y de los inhibidores de desaparicion. Empleo mi animagia, convirtiendome en un gato siamés ahi mismo, echando a correr con la agilidad y la rapidez tipica de estos. Me alejo todo lo posible de todos aquellos soldados, centinelas, ruidos y luces. Varios minutos de carrera mas tarde, me detendría para recuperar mi forma humana y desaparecerme de alli.

Creía que tenía al chico cogido, de encontrar a Ailanthus lo mataría, de lo contrario le había dado mi palabra de que se podía unir a la búsqueda, y lo decía en serio, después de eso ya vería qué haría con él.
Era obvio que se fiase del dispositivo.
- Sí - no me apetece dar demasiada información - si te encuentras en problemas pulsa el botón - digo sereno. Prefería obviar que también se trataba de un localizador, que sabría a donde se dirigía, sin embargo, en su estado sería una estupidez que no lo aceptase, pues también ese dispositivo suponía una ayuda. Si hubiese tenido una especie de micrófono o un inhibidor de magia obviamente se lo habría dado o inyectado, pero no era el caso. Miro con una mueca de satisfacción cómo lo acepta y lo guarda en el bolsillo.

De repente y sin un adiós ni nada se convierte en un gato y comienza a correr. Debajo de mis gafas frunzo el ceño. Los soldados siguen apuntando más nerviosos aún al 'gato' hasta que lo pierden de vista. Una vez desaparecido no puedo evitar soltar una mueca de asco. Los soldados me miran desconcertados, tanto los que tengo a mi lado como los de las murallas del recinto. Hasta los centinelas parecen arder de rabia por haber desaprovechado esa oportunidad de matar a un ser mágico. Miro hacia abajo, una vez para de sonar la alarma pronuncio en voz alta: - Era necesario. - Los soldados se miran unos a otros, resignados aun con la tensión en los ojos. Y vuelven a meterse en los coches. Yo también vuelvo a mío. Miles me mira, tranquilo, como siempre , sin cuestionar mi decisión. Me siento bastante sereno aunque apretando los labios. Después de unos instantes los separo: - Avisa a Andreas de esto. - Miles agarra rápidamente tu tablet y comienza a teclear mientras me coloco las mangas de la chaqueta. - Y convócalo junto con la capitana Wolf en la sala de reuniones del ministerio pasado mañana.

Mientras tanto los coches avanzaban veloces por el recinto. Me paseé y supervisé durante un par de horas la producción, que como esperaba, estaban trabajando a máximo rendimiento. Después salí de allí hacia el ministerio, los conductores todavía andaban nerviosos y aquello les hacía conducir a una velocidad más rápida de lo habitual. Allí pasaría la noche despierto, analizando la información que tenía para la reunión y los audios del micrófono de Rybar.

Aparezco con Ellyos y Victorya cerca del recinto militar de la Alianza, como a unos 500 metros de la gran puerta de entrada. En un principio no llevamos idea de acercarnos más, la cosa es observar y vigilar. Nos ocultamos tras una arboleda que hay por allí, vigilando nuestras espaldas por si hay alguien de guardia por los alrededores o centinelas. - Nada, despejado por ahora. - alzo un poco el tono de voz ahora que estamos "seguros", haciendo un gesto para que se acerquen. -Quiero esperar a ver si sale Morgana con la misión que le encomendé hace unos días. Si para la noche no ha salido...pues supongo que no lo ha conseguido, o que la han pillado, o que se ha acabado el efecto del control mental. - me siento en el suelo con la espalda contra un árbol, a esperar acontecimientos. Echo una mirada de reojo a Ellyos, sabiendo que tengo un conversación pendiente con él. Nos fuimos muy rápidamente de la casa y no ha dado tiempo a mucho más, pero tarde o temprano tendremos que hablar.

La idea de infiltrar a Victorya la descartamos en un principio, pero no iría mal si se vendiese como la que ayudó a liberar a Morgana. Por un lado sería interesante intentarlo, pero por otro puede ponerla en un gran riesgo. Permanezco en silencio un buen rato, con la mirada perdida en la silueta del recinto militar que tanto detesto y que tanto deseo destruir. Y sobre todo que no sea reconstruido de nuevo. Después desvío la mirada hacia mis acompañantes, pensando que tal vez ha sido un poco egoísta traerlos aquí.

- Os he arrastrado a esto casi sin preguntar...se supone que el plan era ir a la cueva. Si hay peligro o pasa cualquier cosa no dudéis en marcharos rápidamente. Todavía tenemos mucho que hacer, como conseguir los aliados suficientes para el golpe definitivo.

Primero Johan nos lleva al lugar donde habían estado todos luchando para encontrarnos de que habiamos llegado ya tarde cuando todos se estaban retirando, así que no pude realizar mis funciones de dragon sanador. Después volvió a llevarnos a otra parte, a la entrada de la base militar humana, si mi padre se entera, nos mata a todos y nos tira a una fosa comun poco profunda para volver a matarnos y luego volvernos a enterrar.

Estamos escondidos tras una arboleda sin dejar de vigilar a todas partes por si acaso alguien nos encontraba. Me quedé en el suelo sentado en la posición del loto, meditando y escuchando atentamente al viento por si me traia sonido de pisadas, voces o algo que nos pudiera alertar a tiempo y poder escapar. Mientras meditaba mi cabeza se inundó con la imagen de Johan enseñando el anillo, ¿tan ciego estaba?, el viento pareció responderme agitando mi melena y las hojas de los árboles, conocía esa sensación, era cuando el viento respondía a mis preguntas incluso aquellas que parecieran absurdas. Normalmente hablaría normal con el, pero no podía emitir ningun sonido o revelaría nuestra posición, además de que pensarían que estoy loco.

Durante un tiempo estoy así charlando con el viento, yo preguntando internamente y el respondiendome agitando las hojas y mis cabellos. Aquella conversación se vio interrumpida cuando Johan habló, su manera de hablar me dio un poco de miedo por las implicaciones que eso podía conllevar.
- Ni se te pase por la cabeza pensar que te voy a abandonar si algo malo pasa...

Entre desaparición y desaparición, no hubo mucho que hacer. Finalmente, llegaron a una especie de estación militar.

La chica se mantuvo de pie, a mitad de camino entre escondida y a plena vista. Las sombras le ayudaban a pasar desapercibida lo suficiente por unos instantes, mientras trataba de averiguar que era ese lugar. Aunque estaban lejos, era claro que era de la Alianza. Sentía que había olvidado cómo se veía.

Tras unos minutos de contemplación, finalmente se sentó con la espalda recargada en un árbol y con la mirada fija en la puerta.- ¿Y si acabó el efecto qué? ¿Le dirá a la Alianza de tus poderes, recordará donde estuvo?- Preguntó, pues tenía la sensación de que ella averiguaría bien donde el castillo estuvo. Quizás habría sido bueno un plan más activo, aunque la posibilidad de leer cualquier cosa que ella pudiera traer le causaba curiosidad.

- Me conviene un poco más estar aquí si hay peligro. Quizás podría voltear la situación a nuestro favor.- Aunque de eso puede que no haya ninguna garantía y era probable que saliese todo mal aun cuando el plan saliera bien. No quería terminar como los idiotas de los ejecutores, encadenados como perros y sacados a pasear cada que se les antojaba.

Aún cuando Ellyos parecía más entusiasmado que ella en eso de quedarse, tenía que dar la advertencia.- Un dragón en manos de la Alianza es un peligro, Ellyos. Los magos somos monedas más corrientes.- Murmuró, cruzada de brazos y piernas, observando la gran puerta. Cierto era que los planes que podían tener para un dragón eran bastante más grandes que los que podían pensar para un mago. Sobre todo si era uno poco experimentado, como ella. Y aunque no aceptara consejos de ella precisamente, lo mejor era que tuviera toda la información.

Cualquiera que pasase por allí diría que somos un extraño grupo, los tres sentados en el suelo de la arboleda cercana a la base militar, como si estuviésemos de picnic a estas horas de la noche. Ninguno de los tres estamos realmente tranquilos, pues el lugar en el que nos encontramos no nos lo permite. Victorya es la primera que muestra su preocupación con lo de Morgana, planteando cuestiones importantes sobre el plan. - Si se acabó el efecto pues...habremos perdido a la rehén. De todos modos ya no servía de mucho ahí encerrada, ni tenía información ni nadie la buscaba. Da lo mismo que les hable de mis poderes, no tienen manera de protegerse de ello. El chip bloquearía la magia de todos por igual, así que da igual el poder que se tenga, si te pillan...te jodes. Por lo del sitio no hay problema, ella no sabe dónde estaba, aunque recuerde que ha estado encerrada todo este tiempo. - me encojo de hombros sin darle importancia a eso, poco puede decirles porque no lo único que sabe es que estuvo encerrada en una mazmorra.

- ¿Y cómo cambiarías la situación a nuestro favor? recuerda que ellos te detestan, te tenían encerrada. - le recuerdo de manera algo brusca y de manera inintencionada, no debe olvidar que era una prisionera y que la deben estar buscando. Asiento cuando menciona lo de Ellyos, él es una posible prisionero mucho más apetitoso de lo que puede resultar un mago, que nos tienen muy vistos. - Exacto. Ya tienen un dragón con ellos. Los que estuvieron en la pelea de la gruta me han comunicado por mensaje que la Alianza se marchó para seguir a uno de sus dragones. Espero que sólo tengan ese. Ojalá pudiésemos liberar a todos los que sigan presos todavía. - sonrío a Ellyos cuando dice tan serio eso de que no se marchará si sucede algo malo, pensando en lo difícil que es encontrar a gente tan leal en estos tiempos que corren. - Si te pasa algo tu padre me mata. Ya viste cómo se puso antes...-
intento bromear con eso, aunque no puedo quitarme de la cabeza la cara que se le quedó cuando vio lo del anillo. Inspiro profundamente cerrando los ojos un momento antes de volver a abrirlos. - Creo que deberíamos hablar, Ellyos. Por si acaso pasa algo hoy. Y también creo que deberíamos montar turnos de guardia los 3, por si la tipa esta tarda mucho en aparecer. Si no aparece...nos iremos con las manos vacías.

- Solo sabrán que soy un dragón si me transformo delante de ellos o se os va de la boquita y mi padre... no es así siempre, supongo que el estar encerrado y todo le afectó, dale un poco de tiempo y si no... huye, la última vez que se enfadó la gente empezó a construir un arca de Noe por si acaso. El poder de mi padre es muy grande, es capaz de modificar a su antojo el clima, yo como mucho el viento, vientos sanadores y vientos frios...

Johan está preocupado de que la chica a la que envió adentro haya despertado y Victorya creía poder darle la vuelta a la tortilla en caso de que todo se fuese a la mierda. Me quedé pensando, bueno, uno de mis poderes podría ayudar en caso de necesitar una distracción, siempre puedo crear una ventisca en la zona y dificultarles así la visión y el paso y si en el camino se congelan pues mejor aun. Bueno, no me convence del todo, nosotros tampoco los veriamos... Parece ser que la Alianza tiene un dragón a su servicio y lo están persiguiendo ahora, la pena es no estar allí ahora para ayudarle.

- ¿Y si ese dragón está intentando escapar, o necesita ayuda? Además que quieres decirme Johan, pero nada de cosas póstumas, aquí no va a pasar nada, volveremos juntos, ya nos hemos burlado de la muerte y lo haremos las veces que haga falta... no esperes ser un lider y que la gente te siga si siempre lo ves todo negro...