ENTRADA

La cosa se torció muy rápidamente para nosotros. Había vivido muchas experiencias complicadas, peligrosas, al borde de la muerte… y sinceramente, la pesadilla de todo soldado era quedarse atrapado en medio de un lugar tan estrecho y con nula cobertura, en un tiroteo.

Mónica se sorprendió bastante cuando la elogié por su magia, en vez de repudiarla, como solía hacer la inmensa mayoría de la gente. Pero yo no era como el todo el mundo, y me enorgullecía de ello. Había cambiado mucho desde que me dejaron medio muerto en el campo de batalla, y había abrazado la vida de mercenario.

-No solo usaron la tecnología cuando me implantaron la prótesis, la magia tuvo bastante que ver durante mi proceso de curación. Tengo mucho que agradecerle al que la usó para ayudarme.

No me explayé más porque estábamos en plena persecución, pero cuando vio que saqué el cuchillo (como ir con un palillo a un duelo con machetes); me dio un más que sabio consejo.

-Si, creo que será lo mejor…

Pero cuando volvía a guardarlo en mi bota, el Androide disparó contra nosotros. Pero por la posición de su brazo, no iba a por mí. Y mi primer instinto fue evitar que la hirieran. Uno de muchos que no había podido “borrar” en mi nueva vida como mercenario. El androide tenia una puntería perfecta, como de esperar. Y si yo tuviera mis armas encima, podría rivalizar con ella… solo que no era el caso. Y pese a que pude esquivar la mayoría de las andanadas, una bala terminó hiriéndome. No era grave, me rozó el costado, pero profundizó bastante, arrancándome un grito de dolor, empezando a sangrar rápidamente. Por suerte, el resto de los proyectiles rebotaron lejos de nosotros dos.

-¡Mierda!

Mónica primero se preocupó por mí al ver que me habían alcanzado, para al segundo siguiente, gritarme por haberlo hecho. Ciertamente, no le faltaba razón. Los mercenarios solo miran por sí mismos. Aunque no todos. Los que me salvaron, y cuidaron de mí, aunque en parte fuera con fines egoístas, lo hicieron, y eso era suficiente para mí.

-¡Soy la oveja negra de los mercenarios, me temo! ¡Estoy bien, vamos!

Mientras seguíamos avanzando, intentando quitarnos del medio como fuera, Mónica me preguntó que tal se me daba coger rehenes. La miré un tanto descolocado durante un instante, llevándome mi mano derecha a la sangrenta herida, que, por suerte, no era mucho. Pero dolía horrores.

-Estamos a punto de averiguarlo.

Le sonreí con picardía, porque la verdad, aparte de tener que interrogar a alguien de vez en cuando en plan amenazante, o llevar a quien no quería a un lugar al que no quería ir, poco más. Detrás nuestro volvió a oírse una detonación, el androide había vuelto a disparar, y se oían pasos acercándose. Genial, más gente apuntándose a la fiesta.

-Espero que dichos rehenes estén a la vuelta de la esquina, o lo tenemos muy crudo, compi.

Maldije mentalmente por haber hecho caso al superior que me había mandado aquí y había recalcado que no fuera armado. Y yo, como buen chico, obedeciendo. Una lección nueva que había aprendido por las malas, y que, si salía con vida de esta, no olvidaría. Lo malo era que, ante nosotros, aparecieron los refuerzos. Y aunque nos dieron el alto, y mi intención era no seguir complicando más las cosas, alcé mi mano cibernética como indicándoles que solo quería tirar la única arma que llevaba, pero cuando lo saqué de mi bota, aunque fue lentamente, nos dispararon, así que, intentando minimizar el daño todo lo posible, me agazapé, poniéndome delante de Mónica, gritándole que hiciera lo mismo, intentando parar con mi prótesis todos los que pudiera. Con mejor fortuna, esperaba, esta vez.