Los Pendragon se mantienen fieles a las antiguas tradiciones mágicas, por lo que mantienen también un régimen más propio de épocas pasadas. El salón del trono se encuentra en el interior del castillo Pendragon, y es utilizado tanto para realizar audiencias como asuntos de preparación de estrategias, batallas, negocios, obtener nuevos aliados...
Es ocupado por el patriarca/matriarca de la generación que esté en el poder. Aquí se realizan los actos de vasallaje de otros linajes a los Pendragon. Entre ellos se encuentran algunos descendientes de los conocidos de los llamados Nueve Traidores de Ouroboros.
Las respuestas a sus preguntas sobre Ouroboros fueron contestadas. No negó que fuese una loca así que aquel conocimiento se lo guardó. Lo demás, la pantomima, le pareció un show barato tanto como su risa y sus siguientes palabras, pero no le digirió la mirada porque no le importaba. Wthyr, sin embargo, le daba explicaciones que no le había pedido y daba por sentado que venía buscando cosas…
Sabía lo que buscaba.
Oh, muy bien.
Pero no iba a mostrar su mano en ese instante.
Por eso había ido caminando en silencio, ignorando cada una de las palabras que decía sobre el Consejo y la ligera amenaza, a modo de recordatorio, que le había dado. Fue consciente del paso que se detuvo y del cambio en el tono de voz cuando mencionó la maldición. Así que Morgana tenía razón…Mucha. La “maldición” tocaba una fibra en el primogénito. Dejó que el conocimiento se asentara en su cabeza, pero no actuó en consecuencia. No aún. Se mantuvo observando a su alrededor notando cómo consumían cada instante de su presencia con curiosidad y la de Wthyr con…¿Asombro? ¿Lealtad? ¿Había gente haciendo reverencias hasta el suelo? Catherine había observado al Pendragon de arriba abajo, por encima de su enjoyado hombro, como buscando qué era lo que veía esa gente.
Quizás es que nunca lo habían oído hablar.
Seguro que no se arrodillarían si lo oyeran hablar.
Finalmente ingresaron al castillo y Wthyr la dirigió hacia la sala del trono. Nada tenía que ver con la que Morgana le había mostrado en el laberinto. Se detuvo en el medio del salón y se movió con gracia sobre sí misma, observando cada detalle de la sala, grabándola en su memoria. No tardó nada en golpear el piso con su báculo, haciendo un hechizo para que nadie los escuchara y con otro aspaviento cerró las puertas del salón para tener privacidad -Habla- Mencionó finalmente bajando la cara hacia él y aunque Wthyr podía ver a Catherine prestándole atención no era más que una ilusión, la verdadera Catherine estaba revisándose la mano y buscando otro pañuelo para atárselo, ya parecía haber dejado de sangrar, pero el pañuelo estaba empapado. Lo guardó en un bolsillo. Tenía que ser más cuidadosa si volvía a venir. Cuando acabó, volvió a mirar al Pendragon y realmente prestarle atención.
Sabía lo que buscaba.
Oh, muy bien.
Pero no iba a mostrar su mano en ese instante.
Por eso había ido caminando en silencio, ignorando cada una de las palabras que decía sobre el Consejo y la ligera amenaza, a modo de recordatorio, que le había dado. Fue consciente del paso que se detuvo y del cambio en el tono de voz cuando mencionó la maldición. Así que Morgana tenía razón…Mucha. La “maldición” tocaba una fibra en el primogénito. Dejó que el conocimiento se asentara en su cabeza, pero no actuó en consecuencia. No aún. Se mantuvo observando a su alrededor notando cómo consumían cada instante de su presencia con curiosidad y la de Wthyr con…¿Asombro? ¿Lealtad? ¿Había gente haciendo reverencias hasta el suelo? Catherine había observado al Pendragon de arriba abajo, por encima de su enjoyado hombro, como buscando qué era lo que veía esa gente.
Quizás es que nunca lo habían oído hablar.
Seguro que no se arrodillarían si lo oyeran hablar.
Finalmente ingresaron al castillo y Wthyr la dirigió hacia la sala del trono. Nada tenía que ver con la que Morgana le había mostrado en el laberinto. Se detuvo en el medio del salón y se movió con gracia sobre sí misma, observando cada detalle de la sala, grabándola en su memoria. No tardó nada en golpear el piso con su báculo, haciendo un hechizo para que nadie los escuchara y con otro aspaviento cerró las puertas del salón para tener privacidad -Habla- Mencionó finalmente bajando la cara hacia él y aunque Wthyr podía ver a Catherine prestándole atención no era más que una ilusión, la verdadera Catherine estaba revisándose la mano y buscando otro pañuelo para atárselo, ya parecía haber dejado de sangrar, pero el pañuelo estaba empapado. Lo guardó en un bolsillo. Tenía que ser más cuidadosa si volvía a venir. Cuando acabó, volvió a mirar al Pendragon y realmente prestarle atención.
Nuestros pasos resonaron por el largo pasillo que conducía a la sala del trono hasta llegar a la puerta que daba acceso a dicho lugar. El par de guardias que vigilaban la puerta movieron las lanzas de inmediato para dejarnos paso a la majestuosa sala. El impoluto suelo de obsidiana contrastaba con las columnatas laterales de cuarzo rojo, adornadas con capiteles de cabezas draconianas. Los ojos de los dragones refulgían como si estuviesen vivos, observando todo lo que allí sucedía. Al final de la gran sala podía verse el trono, rodeado de estandartes y velas. La alfombra roja del centro marcaba el camino a las escaleras, pero no llegamos hasta allí por el momento. Todavía no.
Aguardé hasta que nos quedamos completamente a solas y la sala fue cerrada con un gesto suyo, pero no hablé de inmediato cuando ella lo solicitó. Inspiré profundamente como si me preparase para decir algo, captando nuevamente el olor inconfundible olor a sangre que había notado durante el trayecto. Venía de ella, sin duda. Tal vez tuviese que ver con aquello que llevaba en su mano desde el principio, algo que desentonaba por completo con el empeño de buen vestir que demostraban sus ropajes. Avancé un par de pasos antes de girar para quedar frente a ella, o lo que creía que era ella...
- Mides siempre tus palabras como si temieses hablar de más, equivocarte, o darme motivos para ver tus debilidades. - no era una pregunta, sino una afirmación. En todo momento me invitaba a hablar a mí, mientras que ella guardaba silencio y no expresaba lo que quería o lo que buscaba. Era su estrategia esquiva y arisca. - Está bien. Alguien tiene que tomar la iniciativa. Podemos sacar acuerdos interesantes. - me aproximé un poco más hasta eliminar la distancia social aceptable, había algo que quería comprobar. Mi mirada permaneció fija en sus ojos, pero mi mano fue a buscar la suya, aquella en la que la había visto llevar el pañuelo. Al acercarla a ella no encontré nada sólido, sino que sentí como si agarrase simplemente el aire. Fue entonces cuando me di cuenta del engaño. - No juegues conmigo, Le Fay. - advertí seriamente para que no se le ocurriese seguir por ahí.
- Acabas de entrar y ya empiezas con tus trucos. ¿Qué ocultas? - Volví a aspirar en el aire el inequívoco olor a sangre, dejándome guiar por éste. Me concentré en el fluir de la sangre por su cuerpo, encontrando por fin lo que buscaba, a la Catherine real. Fue entonces cuando cogí su mano bruscamente y sin pedir permiso, alzándola hasta mi cara para ver el corte en la palma de su mano. Mi gesto fue una mezcla de sorpresa y confusión durante los dos primeros segundos, hasta que entorné levemente los ojos al comprender lo que podía ser. Claro...tal y como le había dicho. Le Fay y Pendragon tenían raíces comunes. No la solté, ahondé más en la herida con el pulgar. - ¿Cómo has descubierto lo del precio de sangre para entrar? - hurgué un poco más en la herida antes de soltarla de modo poco delicado, aunque con un gesto de mi mano su corte dejó de sangrar por completo en un instante. - No importa. Ahora sabes que lo que te dije era verdad. Has movido pieza. - en cierto modo me satisfacía llevar la razón al respecto, pero no entendía ese afán por ocultar el modo en que había entrado. Alguien le habría dicho algo sobre la cueva de Merlín. Probablemente su amigo el ladrón de espadas.
Aguardé hasta que nos quedamos completamente a solas y la sala fue cerrada con un gesto suyo, pero no hablé de inmediato cuando ella lo solicitó. Inspiré profundamente como si me preparase para decir algo, captando nuevamente el olor inconfundible olor a sangre que había notado durante el trayecto. Venía de ella, sin duda. Tal vez tuviese que ver con aquello que llevaba en su mano desde el principio, algo que desentonaba por completo con el empeño de buen vestir que demostraban sus ropajes. Avancé un par de pasos antes de girar para quedar frente a ella, o lo que creía que era ella...
- Mides siempre tus palabras como si temieses hablar de más, equivocarte, o darme motivos para ver tus debilidades. - no era una pregunta, sino una afirmación. En todo momento me invitaba a hablar a mí, mientras que ella guardaba silencio y no expresaba lo que quería o lo que buscaba. Era su estrategia esquiva y arisca. - Está bien. Alguien tiene que tomar la iniciativa. Podemos sacar acuerdos interesantes. - me aproximé un poco más hasta eliminar la distancia social aceptable, había algo que quería comprobar. Mi mirada permaneció fija en sus ojos, pero mi mano fue a buscar la suya, aquella en la que la había visto llevar el pañuelo. Al acercarla a ella no encontré nada sólido, sino que sentí como si agarrase simplemente el aire. Fue entonces cuando me di cuenta del engaño. - No juegues conmigo, Le Fay. - advertí seriamente para que no se le ocurriese seguir por ahí.
- Acabas de entrar y ya empiezas con tus trucos. ¿Qué ocultas? - Volví a aspirar en el aire el inequívoco olor a sangre, dejándome guiar por éste. Me concentré en el fluir de la sangre por su cuerpo, encontrando por fin lo que buscaba, a la Catherine real. Fue entonces cuando cogí su mano bruscamente y sin pedir permiso, alzándola hasta mi cara para ver el corte en la palma de su mano. Mi gesto fue una mezcla de sorpresa y confusión durante los dos primeros segundos, hasta que entorné levemente los ojos al comprender lo que podía ser. Claro...tal y como le había dicho. Le Fay y Pendragon tenían raíces comunes. No la solté, ahondé más en la herida con el pulgar. - ¿Cómo has descubierto lo del precio de sangre para entrar? - hurgué un poco más en la herida antes de soltarla de modo poco delicado, aunque con un gesto de mi mano su corte dejó de sangrar por completo en un instante. - No importa. Ahora sabes que lo que te dije era verdad. Has movido pieza. - en cierto modo me satisfacía llevar la razón al respecto, pero no entendía ese afán por ocultar el modo en que había entrado. Alguien le habría dicho algo sobre la cueva de Merlín. Probablemente su amigo el ladrón de espadas.
La afirmación de Wthyr no estaba lejos de la realidad, para nada, pero tampoco tenía porqué decírselo. Simplemente, lo observó en silencio. Lo siguiente le hizo ladear la cabeza en ángulo, con cierta curiosidad en la mirada -Sé que te gusta mucho el sonido de tu propia voz- Había respondido mientras se ataba el pañuelo, dándose cuenta demasiado tarde de que iba a interactuar con la ilusión. Se dio cuenta y Catherine mantuvo los sentidos en alerta.
You got me right in the palm of your hand and you know it
Oh, it's what you do
Su piel de ébano recorrió todo su cuerpo, pero no llegó a cubrirse la mano cuando el Pendragon la cogió. Maldijo interiormente. Quiso mover la mano para apartarla de él pero no pudo porque su agarre era tan fuerte como una esposa de hierro. La Le Fay le sostuvo la mirada, sintiendo el corazón acelerarse como una presa delante de una fiera dispuesta a comerla. No entendió su sorpresa, esos extraños segundos en los que pareció fuera de control. Un parpadeo y sus ojos se llenaron de lágrimas cuando Wthyr hurgó en la herida. El dolor fue un rayo que estremeció su cuerpo, un nuevo sentimiento bombeando en su carcasa humana. Y miedo, claro… Mantuvo la boca cerrada, mordiéndose la lengua con fuerza. Lo evaluó, podría haberla matado. Pero claro…política. Y la maldición.
You role-play the good guy
Then induce your white lies
But I see 'em in the sunrise
-¿Te gusta hacer sufrir a la gente? ¿Es por el poder de infligirlo o simplemente el placer de ver el sufrimiento ajeno? - Inquirió en tono bajo, ya que estaban demasiado cerca, después de que soltara su mano y cuando fue a revisarla la herida había dejado de sangrar pero permanecía ¿Abierta? -¿Debería reportar esto al Consejo?- Preguntó, pero aunque podría haber sido una pregunta irónica ya que, después de todo, estaba protegida por el acuerdo del parlamento; no había sentimiento en aquella entonación -O puede ser nuestro pequeño secreto- Guardó el pañuelo, ya tenía su sangre entre sus dedos, si quería hacerle algo ella había sido lo suficientemente estúpida para darle lo que necesitaba. Movió levemente el báculo mientras mantenía su piel de ébano sobre ella, ignorante de que se podía apreciar en el escote del nuevo vestido, aunque había dejado sus manos sin ella. Se anotaría lo de camuflar su aroma, y el de su sangre, porque lo había visto aspirar y luego encontrarla. Sospechaba que así mismo le había encontrado el dragón de Lake.
Alzó la vista hacia él, de nuevo, no rindiéndose a su imponente presencia si es lo que pretendía mientras su fría templanza volvía a apoderarse de ella. O no, podía llevarle tres cabezas, pero Catherine iba a quedarse en su sitio, defender su terreno aunque fuese más baja. No iba a permitir que un impertinente la rebajara a nada. Podrían estar en Avalon, pero Catherine no hacía reverencias ante nada ni ante nadie. Ya no -¿Cuáles son las propuestas de los Pendragon para el Consejo?- Redireccionó de nuevo la conversación al punto que estaba buscando. O al menos uno de ellos.
You got me right in the palm of your hand and you know it
Oh, it's what you do
Su piel de ébano recorrió todo su cuerpo, pero no llegó a cubrirse la mano cuando el Pendragon la cogió. Maldijo interiormente. Quiso mover la mano para apartarla de él pero no pudo porque su agarre era tan fuerte como una esposa de hierro. La Le Fay le sostuvo la mirada, sintiendo el corazón acelerarse como una presa delante de una fiera dispuesta a comerla. No entendió su sorpresa, esos extraños segundos en los que pareció fuera de control. Un parpadeo y sus ojos se llenaron de lágrimas cuando Wthyr hurgó en la herida. El dolor fue un rayo que estremeció su cuerpo, un nuevo sentimiento bombeando en su carcasa humana. Y miedo, claro… Mantuvo la boca cerrada, mordiéndose la lengua con fuerza. Lo evaluó, podría haberla matado. Pero claro…política. Y la maldición.
You role-play the good guy
Then induce your white lies
But I see 'em in the sunrise
-¿Te gusta hacer sufrir a la gente? ¿Es por el poder de infligirlo o simplemente el placer de ver el sufrimiento ajeno? - Inquirió en tono bajo, ya que estaban demasiado cerca, después de que soltara su mano y cuando fue a revisarla la herida había dejado de sangrar pero permanecía ¿Abierta? -¿Debería reportar esto al Consejo?- Preguntó, pero aunque podría haber sido una pregunta irónica ya que, después de todo, estaba protegida por el acuerdo del parlamento; no había sentimiento en aquella entonación -O puede ser nuestro pequeño secreto- Guardó el pañuelo, ya tenía su sangre entre sus dedos, si quería hacerle algo ella había sido lo suficientemente estúpida para darle lo que necesitaba. Movió levemente el báculo mientras mantenía su piel de ébano sobre ella, ignorante de que se podía apreciar en el escote del nuevo vestido, aunque había dejado sus manos sin ella. Se anotaría lo de camuflar su aroma, y el de su sangre, porque lo había visto aspirar y luego encontrarla. Sospechaba que así mismo le había encontrado el dragón de Lake.
Alzó la vista hacia él, de nuevo, no rindiéndose a su imponente presencia si es lo que pretendía mientras su fría templanza volvía a apoderarse de ella. O no, podía llevarle tres cabezas, pero Catherine iba a quedarse en su sitio, defender su terreno aunque fuese más baja. No iba a permitir que un impertinente la rebajara a nada. Podrían estar en Avalon, pero Catherine no hacía reverencias ante nada ni ante nadie. Ya no -¿Cuáles son las propuestas de los Pendragon para el Consejo?- Redireccionó de nuevo la conversación al punto que estaba buscando. O al menos uno de ellos.
El instante de tensión al coger su mano fue breve pero intenso. Pude sentir el latido de su corazón acelerándose cuando el dolor por hurgar en la herida se intensificó, fijándome también en las lágrimas que asomaron en sus ojos como producto del daño infligido. Qué manera más innecesaria de sembrar la duda sobre su visita. - ¿Sufrir? esto es únicamente una advertencia para que no intentes pasarte de lista. Es rastrero venir a dialogar empezando con trampas. Aunque supongo que lleváis lo de las traiciones en la sangre... - así lo hizo su antepasado, por su culpa se rindió el castillo de los Pendragon en Tintagel. Debíamos cuidarnos las espaldas de las posibles estratagemas. - Repórtalo si quieres. - la reté, me era indiferente. - ¿Qué vas a decir, que toqué una herida que tú misma te habías hecho para entrar aquí? ¿Ellos aprobarían que estuvieses aquí haciendo "negocios" conmigo? - no se ponían de acuerdo en eso, la mayoría no quería saber nada de nosotros. Cerré el puño con la sangre que había cogido de su mano, pero no hice nada que implicase magia.
No retrocedí tras eso, permanecí cerca observándola desde mi diferencia de altura. Aquella piel oscura que la había recubierto me produjo curiosidad, era como una especie de armadura que se había activado al tocarla. Me detuve un momento en la parte de su escote, alzando lentamente la mirada hacia sus ojos. - Podemos tener los secretos que quieras... - añadí enigmáticamente, dándome después la vuelta para darle la espalda. - Pero para eso debes dejar esa desconfianza a un lado. Puedes ganar mucho más de lo que podrías perder. Un enemigo te habría matado. - comencé a caminar hasta el trono, recorriendo la alfombra hasta la escalinata. Después me senté en él, si íbamos a hablar de propuestas para el Consejo debía hacerlo desde el lugar que me correspondía. Para el tema de la maldición necesitaría algo más de preparación mental.
- Una de las propuestas ya te la comenté. Volvernos a sentar en el Consejo de los 21, como en el pasado. Recuperar lo que perdimos con aquella injusta expulsión. Eso implica tener capacidad de decisión y de voto, además de poder transmitir nuestros conocimientos como hacéis vosotros. - todos aquellos con afinidad con la magia de sangre aprenderían, era tan válida como cualquier otra. - En definitiva, firmar la paz y acordar unas condiciones beneficiosas para el futuro. ¿Habéis pensado qué pasará con la comunidad mágica ahora que el mundo vuelve a ser habitable?
No retrocedí tras eso, permanecí cerca observándola desde mi diferencia de altura. Aquella piel oscura que la había recubierto me produjo curiosidad, era como una especie de armadura que se había activado al tocarla. Me detuve un momento en la parte de su escote, alzando lentamente la mirada hacia sus ojos. - Podemos tener los secretos que quieras... - añadí enigmáticamente, dándome después la vuelta para darle la espalda. - Pero para eso debes dejar esa desconfianza a un lado. Puedes ganar mucho más de lo que podrías perder. Un enemigo te habría matado. - comencé a caminar hasta el trono, recorriendo la alfombra hasta la escalinata. Después me senté en él, si íbamos a hablar de propuestas para el Consejo debía hacerlo desde el lugar que me correspondía. Para el tema de la maldición necesitaría algo más de preparación mental.
- Una de las propuestas ya te la comenté. Volvernos a sentar en el Consejo de los 21, como en el pasado. Recuperar lo que perdimos con aquella injusta expulsión. Eso implica tener capacidad de decisión y de voto, además de poder transmitir nuestros conocimientos como hacéis vosotros. - todos aquellos con afinidad con la magia de sangre aprenderían, era tan válida como cualquier otra. - En definitiva, firmar la paz y acordar unas condiciones beneficiosas para el futuro. ¿Habéis pensado qué pasará con la comunidad mágica ahora que el mundo vuelve a ser habitable?
-¿Prefieres que venga a incendiar la mitad de Avalon?- Preguntó -Lo anotaré para la próxima vez que visita la isla – No a él, no a sus hermanos, no a los Pendragon sino a la isla. Avalon en sí. El golpe bajo con lo de la traición le robó una reacción, en aquel precioso rostro cincelado por poco más que nada, su sonrisa fue ladina y en sus ojos un brillo curioso -Astuto- Le reconoció en un murmullo bajo, total, estaba tan cerca que lo escucharía. Al menos las lágrimas se secaron y no descendieron por sus mejillas.
Fue consciente, quizás demasiado tarde, de que la mirada de Wthyr estaba deteniéndose en una zona que… Que… El corazón le saltó un latido. O dos, no estaba segura. No supo interpretar el tono en el que le soltó aquello de los secretos aunque ella simplemente se refería a aquel gustito que tenía por la sangre. Y necesito cada ápice de su entereza para no apartar la mirada con las mejillas coloreadas. Es más, colocó una ilusión de su rostro pálido que conocía muy bien porque no confiaba en sí misma. Podía sentir el ardor en su rostro. Oh, no. No iba a permitir que supiera que le había sacado los colores -Un enemigo estúpido me habría matado. Tú te jactas de ver la imagen más grande. Así que te considero más un enemigo astuto que un aliado… Convénceme de lo contrario, Wthyr. ¿Cómo planeas ganarte mi confianza? -
Lo vio trazar sus pasos hacia el trono y ella se quedó en el mismo lugar. Estudiándolo, observando el lugar y recuperando un pequeño recuerdo. Lo dejó hablar mientras le mantenía la mirada. Antes de continuar, Catherine dio dos golpes suaves en el piso con su báculo. De pronto la alfombra dejó de ser roja a su alrededor y las sombras que ocupaban el salón del trono parecieron reunirse en un solo punto, cubriéndola de una espesura negra. La Le Fay tomó con elegancia la falda de su vestido, como había visto mil veces hacer a Layla, y se acomodó mientras se sentaba en lo que habría parecido un simple asiento pero a medida que los segundos pasaban la oscuridad se esculpía en la imagen que le había mostrado Morgana y una vez que el delicioso trono de obsidiana con la figura de un cuervo en la parte superior con las alas extendidas abrazaba la figura de Catherine, éste se elevó y adelantó como una oscura nube hasta ponerse frente a Wthyr. A la misma altura, apenas a un metro y medio de distancia. No, Catherine no se iba a dejar imponer por un trono y menos por el Pendragon.
-Es una pregunta que, si entras en el Consejo, podrás realizar en una sesión. No discutiré contigo ningún tipo de información respecto a la posición del Consejo sobre ningún tema. Pero buen intento- Expresó con firmeza. La muestra de poder la hacia sentir segura, el trono en sí mismo le daba cierta fortaleza. Entendía quizás la tontería que había hecho Wthyr. Pero si creía que iba a humillarla en aquel territorio, estaba muy equivocado. Ese territorio había sido de Morgana. Quizás al hombre le vendría bien recordarlo. Desde la cercanía, Catherine apartó la vista de él para observar el trono, recorrió cada ápice de él hasta grabarse la imagen en su cabeza. Entonces arrastró la mirada hacia él. Otra vez el gesto plano -¿Qué otra propuesta tienes?-
Fue consciente, quizás demasiado tarde, de que la mirada de Wthyr estaba deteniéndose en una zona que… Que… El corazón le saltó un latido. O dos, no estaba segura. No supo interpretar el tono en el que le soltó aquello de los secretos aunque ella simplemente se refería a aquel gustito que tenía por la sangre. Y necesito cada ápice de su entereza para no apartar la mirada con las mejillas coloreadas. Es más, colocó una ilusión de su rostro pálido que conocía muy bien porque no confiaba en sí misma. Podía sentir el ardor en su rostro. Oh, no. No iba a permitir que supiera que le había sacado los colores -Un enemigo estúpido me habría matado. Tú te jactas de ver la imagen más grande. Así que te considero más un enemigo astuto que un aliado… Convénceme de lo contrario, Wthyr. ¿Cómo planeas ganarte mi confianza? -
Lo vio trazar sus pasos hacia el trono y ella se quedó en el mismo lugar. Estudiándolo, observando el lugar y recuperando un pequeño recuerdo. Lo dejó hablar mientras le mantenía la mirada. Antes de continuar, Catherine dio dos golpes suaves en el piso con su báculo. De pronto la alfombra dejó de ser roja a su alrededor y las sombras que ocupaban el salón del trono parecieron reunirse en un solo punto, cubriéndola de una espesura negra. La Le Fay tomó con elegancia la falda de su vestido, como había visto mil veces hacer a Layla, y se acomodó mientras se sentaba en lo que habría parecido un simple asiento pero a medida que los segundos pasaban la oscuridad se esculpía en la imagen que le había mostrado Morgana y una vez que el delicioso trono de obsidiana con la figura de un cuervo en la parte superior con las alas extendidas abrazaba la figura de Catherine, éste se elevó y adelantó como una oscura nube hasta ponerse frente a Wthyr. A la misma altura, apenas a un metro y medio de distancia. No, Catherine no se iba a dejar imponer por un trono y menos por el Pendragon.
-Es una pregunta que, si entras en el Consejo, podrás realizar en una sesión. No discutiré contigo ningún tipo de información respecto a la posición del Consejo sobre ningún tema. Pero buen intento- Expresó con firmeza. La muestra de poder la hacia sentir segura, el trono en sí mismo le daba cierta fortaleza. Entendía quizás la tontería que había hecho Wthyr. Pero si creía que iba a humillarla en aquel territorio, estaba muy equivocado. Ese territorio había sido de Morgana. Quizás al hombre le vendría bien recordarlo. Desde la cercanía, Catherine apartó la vista de él para observar el trono, recorrió cada ápice de él hasta grabarse la imagen en su cabeza. Entonces arrastró la mirada hacia él. Otra vez el gesto plano -¿Qué otra propuesta tienes?-
- Como si pudieses...no eres tú quien tiene los dragones. - recordatorio necesario para aquella amenaza que no iba a ningún sitio. Ni siquiera tenía magia de control de fuego, así que era hablar por hablar. Su sonrisa ladeada me hizo ver que di en el clavo al mencionarle la traición de sus antepasados, aunque tenía que ver más con mi retorcido sentido de la justicia que con mi astucia. Dejé de centrarme en sentir su pulso tras corroborar que su corazón se había alterado, aquello era una manera interesante para comprobar si sus reacciones eran sinceras o no. Era difícil controlar el pulso cuando algo lo alteraba. - En todo caso debería preguntar qué vas a hacer tú para ganarte mi confianza después de tu entrada triunfal con engaños. Mis hermanos y yo hemos estado a punto de dejarnos la vida luchando con la máquina, pero ya veo que eso no te parece suficiente. - repuse de manera altiva para recordarle su error. Realmente ella había hecho poco para demostrar que era digna de hacer negocios conmigo, pero la necesidad de pasarla a mi tablero de juego apremiaba.
Demoré algo de tiempo en añadir más a mi respuesta, justo lo que tardaba en posicionarme en el trono de los Pendragon. Mi ceja se elevó ligeramente al ver el despliegue de magia empleado por Catherine para hacerse a ella misma el trono que no tenía, como si sintiese la necesidad de tener uno para poder seguir hablando conmigo. Una casi imperceptible sonrisa se dibujó en mi rostro mientras apoyaba un codo sobre uno de los brazos del trono de sangre. Posicioné la barbilla sobre mi puño cerrado
mientras terminaba con el espectáculo, dirigiéndole una críptica mirada. Definitivamente era ambiciosa y anhelaba el poder, de lo contrario ni siquiera habría pensado en hacerse un trono para seguir hablando. - Acabas de ignorar mis primeras propuestas y me sigues preguntando por otras. - reproché porque sentía que no me escuchaba, que únicamente quería llevarles información al Consejo del tipo "cortar cabezas", "quemar pueblos". Parecía buscar información para negarse en la decisión final.
- Lo principal ya te lo he dicho. Recuperar la paz y el poder de gobernar el mundo mágico con el Consejo. Poder transmitir conocimientos. Que yo sepa vosotros tampoco tenéis ninguna otra propuesta especialmente original o revolucionaria. - Moví la mano para apoyar ahora ambas sobre los brazos del trono, adoptando una pose regia. - Preguntaste por qué debes confiar en mí. Es algo que trasciende a la lógica, es necesidad mutua. Somos más similares de lo que quieres pensar. La gente que nos rodea tiene una especial tendencia a morir... - sabía que era la última de su familia, que sólo le quedaba Aedan. En mi caso habían sido mis padres, dos mujeres, y dos hijos. - ¿Nunca has pensado que tú misma eres víctima de alguna maldición que ha provocado eso o que tiene que ver con algo relacionado con tu poder? ¿No te has preguntado el porqué de lo que te sucede? Estoy seguro de que no quieres perder a lo último que te queda para comprobar si es cierto lo que estoy diciendo. - hice una breve pausa para dejar que digiriese aquello, que fuese procesando. Después lancé mi teoría, fundada en parte por historias que había escuchado y libros que había leído, y en parte en mi intento de meterle en la cabeza el tema que me había obsesionado durante tiempo. Además, el Sanguis había dictado sus designios. - No puede ser simple casualidad. Creo que hay una maldición sobre Pendragon y Le Fay por lo sucedido en aquella guerra, que sólo podremos ponerle fin a esto volviendo a unir los linajes.
Demoré algo de tiempo en añadir más a mi respuesta, justo lo que tardaba en posicionarme en el trono de los Pendragon. Mi ceja se elevó ligeramente al ver el despliegue de magia empleado por Catherine para hacerse a ella misma el trono que no tenía, como si sintiese la necesidad de tener uno para poder seguir hablando conmigo. Una casi imperceptible sonrisa se dibujó en mi rostro mientras apoyaba un codo sobre uno de los brazos del trono de sangre. Posicioné la barbilla sobre mi puño cerrado
mientras terminaba con el espectáculo, dirigiéndole una críptica mirada. Definitivamente era ambiciosa y anhelaba el poder, de lo contrario ni siquiera habría pensado en hacerse un trono para seguir hablando. - Acabas de ignorar mis primeras propuestas y me sigues preguntando por otras. - reproché porque sentía que no me escuchaba, que únicamente quería llevarles información al Consejo del tipo "cortar cabezas", "quemar pueblos". Parecía buscar información para negarse en la decisión final.
- Lo principal ya te lo he dicho. Recuperar la paz y el poder de gobernar el mundo mágico con el Consejo. Poder transmitir conocimientos. Que yo sepa vosotros tampoco tenéis ninguna otra propuesta especialmente original o revolucionaria. - Moví la mano para apoyar ahora ambas sobre los brazos del trono, adoptando una pose regia. - Preguntaste por qué debes confiar en mí. Es algo que trasciende a la lógica, es necesidad mutua. Somos más similares de lo que quieres pensar. La gente que nos rodea tiene una especial tendencia a morir... - sabía que era la última de su familia, que sólo le quedaba Aedan. En mi caso habían sido mis padres, dos mujeres, y dos hijos. - ¿Nunca has pensado que tú misma eres víctima de alguna maldición que ha provocado eso o que tiene que ver con algo relacionado con tu poder? ¿No te has preguntado el porqué de lo que te sucede? Estoy seguro de que no quieres perder a lo último que te queda para comprobar si es cierto lo que estoy diciendo. - hice una breve pausa para dejar que digiriese aquello, que fuese procesando. Después lancé mi teoría, fundada en parte por historias que había escuchado y libros que había leído, y en parte en mi intento de meterle en la cabeza el tema que me había obsesionado durante tiempo. Además, el Sanguis había dictado sus designios. - No puede ser simple casualidad. Creo que hay una maldición sobre Pendragon y Le Fay por lo sucedido en aquella guerra, que sólo podremos ponerle fin a esto volviendo a unir los linajes.
Catherine simplemente ladeó la cabeza hacia Wthyr cuando mencionó lo de los dragones. ¿Acaso creía que era la única manera de prender fuego? Sabía que no contaba con Adael pero curiosamente, su mejor amigo, tenía una novia pirómana y con los huevos suficientes para incendiar lo que ella le propusiera mientras hubiese caos. Y si quería arrastrar un poco más sus garras quizás…Quizás Benjamín le acompañaría y los dos pelirrojos destruirían esa isla para dejarla en cenizas si supieran que eran incluso más elitistas que el Consejo. Y si no…Si no…Siempre había fuego valyrio. ¿Acaso Wthyr no lo conocía? Si aquellos pensamientos cruzaron su mirada no intentó controlarlos, que viera que dentro de ella también había una peligrosa llama y que los límites estaban hechos sólo para romperse.
- ¿Quieres que crea, Wthyr, que me tendrías algo de respeto si caminara por Avalon con una herida abierta ante el linaje que se vanagloria de su magia y destroza cuerpos con un movimiento de su mano? - Chasqueo la lengua -Cree lo que te dé la gana, estaba protegiéndome a mí misma… Y permíteme recordarte, Pendragon, que mientras vosotros vivíais protegidos por Avalon yo luche contra la máquina por años…Así que si llegaste a bajar en una misión es porque yo cumplí mi papel mucho antes…Es más…- Le recorrió con la mirada, muy detenidamente, buscando en él las heridas que sabía que tenía -¿No te dijo tu hermano que gracias a mí y la Brigada de las Mil Grullas pudieron escapar? ¿No te contó de las huestes de SAM que os esperaban fuera del edificio? – Preguntó -No espero un agradecimiento, pero créeme, podría haber sido muy fácil dejarte morir en manos de esos humanos. A ti y a tu hermana, cuando iban en el hipogrifo de la guardia. Una sola orden y el guardia os habría tirado al piso en la marea de personas gobernadas por SAM. Las bajas en las misiones son normales…Yo lo dejaría en tablas-
Se reacomodó en el trono, notando la mirada del Pendragon e importándole tres pepinos -No te ignoro, pero incorporarte al Consejo no es una propuesta. Es tu derecho- Alzó suavemente el hombro como restándole importancia -¿Me escucharás si te digo que el Consejo no le interesa implantar un gobierno mágico?- Inquirió apoyando un codo en el reposabrazos y luego su rostro en su mano, pero con un gesto elegante, emulando a Morgana -El Consejo es una institución que protege el conocimiento mágico, Wthyr, no tu vía para conquistar el mundo. En todo caso, eso puedes hacerlo solo con tus…dragones, no? Con tu gran ejército, con tus hermanos, con todo tu poder… ¿Por qué, entonces, quieres ingresar al Consejo? No lo entiendo, y sí, me saldrás con lo del orgullo pero sospecho que hay algo más - Entrecerró los ojos con suavidad -Contarás con tantas negativas a esa proposición…- Se mordió el labio inferior y dejó caer los párpados, pareció contener la información y se irguió dejando de apoyarse en su mano. No seguiría diciéndolo.
Catherine se había quedado bastante quieta mientras hablaba pero la pesada verdad que Wthyr acababa de soltar había hecho que se quedara paralizada. Un instante nada más, antes de fruncir muy suavemente el ceño -Aún tienes a tus hermanos, hasta donde sé- Expresó en un tono muy plano. Oh…Oh, Wthyr sabía dónde tocar. Se lo había dejando en bandeja al explotar aquel día en el coliseo. Maldijo interiormente y le tomó toda su fuerza no explotar cuando mencionó a Aedan. Casi…Casi le araña la cara con sus látigos de oscuridad pero se mantuvieron en su trono, tranquilos, quietos aunque en la oscuridad algo se removía.
Una llama de luz violeta.
Que se paralizó cuando Wthyr sugirió aquello.
¿Unir los linajes? La voz de Morgana en su cabeza sólo era un recuerdo. Negocia….Negocia. Ordenó a su corazón mantenerse quieto. La propuesta era extraña. Él sabía perfectamente que estaba casada. El anillo aún le pasaba en el anular y lo acarició con el pulgar - ¿Por qué no me cuentas sobre tus pérdidas? Conoces las mías, pero puedo enumerártelas si lo deseas. Eres tú el hermético- Dijo, intentando mantener su temperamento atado por una correa corta, muy corta -Dime por qué crees que la maldición recae sobre ti…Dime cuál crees que es realmente esa maldición que está en tu sangre...O déjame verlo- Pidió llevándose dos dedos a la sien. Ignoró, sí, el tema de unir los linajes. No iba a prometer a Aedan, si por allí iban los tiros. Y si no...Respiró profundo. Ian acababa de dejarla...¿cómo iba a pensar en casarse con un hombre como él? Pero entonces...Recordó las palabras que le había dicho a Adam. Su corazón se apretó tan fuerte en su pecho que lanzó una puntada de dolor que le recorrió la espina dorsal porque...recordó entonces las palabras de Ian, sus propias palabras. Se jugaría la vida por Aedan...Se jugaría todo por él. Esa era la única determinación, la única decisión que había tomado el día anterior.
Aquellos pensamientos le robaron apenas unos segundos de tenso silencio. Sabía que Wthyr podía verla sacando cuentas, pero entonces, una sonrisa se dibujó en su rostro antes carente de emoción. La sonrisa en sí no tenía nada de calidez ni de dicha ni de nada. Un simple movimiento de labios -La Descendiente de Morgana va a necesitar más información para dar su veredicto-
Y por dentro...Por dentro algo más se rompía y se preguntaba si el destino disfrutaba poniéndola en esta tesitura.
Si realmente estaba maldita... ¿Por qué no se había dado cuenta antes?
- ¿Quieres que crea, Wthyr, que me tendrías algo de respeto si caminara por Avalon con una herida abierta ante el linaje que se vanagloria de su magia y destroza cuerpos con un movimiento de su mano? - Chasqueo la lengua -Cree lo que te dé la gana, estaba protegiéndome a mí misma… Y permíteme recordarte, Pendragon, que mientras vosotros vivíais protegidos por Avalon yo luche contra la máquina por años…Así que si llegaste a bajar en una misión es porque yo cumplí mi papel mucho antes…Es más…- Le recorrió con la mirada, muy detenidamente, buscando en él las heridas que sabía que tenía -¿No te dijo tu hermano que gracias a mí y la Brigada de las Mil Grullas pudieron escapar? ¿No te contó de las huestes de SAM que os esperaban fuera del edificio? – Preguntó -No espero un agradecimiento, pero créeme, podría haber sido muy fácil dejarte morir en manos de esos humanos. A ti y a tu hermana, cuando iban en el hipogrifo de la guardia. Una sola orden y el guardia os habría tirado al piso en la marea de personas gobernadas por SAM. Las bajas en las misiones son normales…Yo lo dejaría en tablas-
Se reacomodó en el trono, notando la mirada del Pendragon e importándole tres pepinos -No te ignoro, pero incorporarte al Consejo no es una propuesta. Es tu derecho- Alzó suavemente el hombro como restándole importancia -¿Me escucharás si te digo que el Consejo no le interesa implantar un gobierno mágico?- Inquirió apoyando un codo en el reposabrazos y luego su rostro en su mano, pero con un gesto elegante, emulando a Morgana -El Consejo es una institución que protege el conocimiento mágico, Wthyr, no tu vía para conquistar el mundo. En todo caso, eso puedes hacerlo solo con tus…dragones, no? Con tu gran ejército, con tus hermanos, con todo tu poder… ¿Por qué, entonces, quieres ingresar al Consejo? No lo entiendo, y sí, me saldrás con lo del orgullo pero sospecho que hay algo más - Entrecerró los ojos con suavidad -Contarás con tantas negativas a esa proposición…- Se mordió el labio inferior y dejó caer los párpados, pareció contener la información y se irguió dejando de apoyarse en su mano. No seguiría diciéndolo.
Catherine se había quedado bastante quieta mientras hablaba pero la pesada verdad que Wthyr acababa de soltar había hecho que se quedara paralizada. Un instante nada más, antes de fruncir muy suavemente el ceño -Aún tienes a tus hermanos, hasta donde sé- Expresó en un tono muy plano. Oh…Oh, Wthyr sabía dónde tocar. Se lo había dejando en bandeja al explotar aquel día en el coliseo. Maldijo interiormente y le tomó toda su fuerza no explotar cuando mencionó a Aedan. Casi…Casi le araña la cara con sus látigos de oscuridad pero se mantuvieron en su trono, tranquilos, quietos aunque en la oscuridad algo se removía.
Una llama de luz violeta.
Que se paralizó cuando Wthyr sugirió aquello.
¿Unir los linajes? La voz de Morgana en su cabeza sólo era un recuerdo. Negocia….Negocia. Ordenó a su corazón mantenerse quieto. La propuesta era extraña. Él sabía perfectamente que estaba casada. El anillo aún le pasaba en el anular y lo acarició con el pulgar - ¿Por qué no me cuentas sobre tus pérdidas? Conoces las mías, pero puedo enumerártelas si lo deseas. Eres tú el hermético- Dijo, intentando mantener su temperamento atado por una correa corta, muy corta -Dime por qué crees que la maldición recae sobre ti…Dime cuál crees que es realmente esa maldición que está en tu sangre...O déjame verlo- Pidió llevándose dos dedos a la sien. Ignoró, sí, el tema de unir los linajes. No iba a prometer a Aedan, si por allí iban los tiros. Y si no...Respiró profundo. Ian acababa de dejarla...¿cómo iba a pensar en casarse con un hombre como él? Pero entonces...Recordó las palabras que le había dicho a Adam. Su corazón se apretó tan fuerte en su pecho que lanzó una puntada de dolor que le recorrió la espina dorsal porque...recordó entonces las palabras de Ian, sus propias palabras. Se jugaría la vida por Aedan...Se jugaría todo por él. Esa era la única determinación, la única decisión que había tomado el día anterior.
Aquellos pensamientos le robaron apenas unos segundos de tenso silencio. Sabía que Wthyr podía verla sacando cuentas, pero entonces, una sonrisa se dibujó en su rostro antes carente de emoción. La sonrisa en sí no tenía nada de calidez ni de dicha ni de nada. Un simple movimiento de labios -La Descendiente de Morgana va a necesitar más información para dar su veredicto-
Y por dentro...Por dentro algo más se rompía y se preguntaba si el destino disfrutaba poniéndola en esta tesitura.
Si realmente estaba maldita... ¿Por qué no se había dado cuenta antes?
Su discurso sobre la herida y la pérdida de respeto que eso provocaría me pareció una simple cortina de humo. Ahí lo importante es que había descubierto cómo llegar hasta Ávalon, cómo había descubierto lo del precio de sangre. - Precisamente eso haré, creer lo que me de la gana sobre cómo descubriste la manera de acceder a la isla. Lo otro son patrañas. - la miré con escepticismo cuando dijo que había luchado contra la máquina durante años, pensando que estaba mintiendo de nuevo porque aquel chisme no había durado en marcha más de un año. Después vino lo de que podían habernos dejado morir, como si les debiésemos la vida. - Eso se llama actuar con dignidad en el campo de batalla cuando caen tus aliados, no seas tan engreída. - pues nada, si quería tablas, tablas serían. Ese tema no conducía a ningún progreso.
- El Consejo debe saber adaptarse a los tiempos que corren, y si reniegan de formar gobierno mágico perderán la oportunidad. Cometerán otra vez el mismo error de dejar hacer a quienes nos condujeron a la guerra. ¿Acaso no lo veis? - pregunté con un ligero tono de exasperación en la voz ante la negativa de tomar las riendas. Pecaban de ingenuidad si pensaban que sería suficiente con ser únicamente transmisores de conocimiento. - Pues sospechas mal. Consquistar el mundo con los dragones y el ejército no es lo mismo que intentar formar algo como lo que podríamos conseguir. Sería el comienzo de una nueva era. - me quedé con el dato de que contaríamos con muchas negativas, cosa que me molestó a pesar de que aún quedase tiempo para la votación definitiva. No varié un ápice mi posición ni dije nada al respecto, pero si seguían así se iban a ganar a pulso muchas cosas con las que no estarían de acuerdo. Catherine sería pieza clave, pero había que involucrarla.
- Sí, tengo a mis hermanos. - repetí lo que había dicho ella, manteniéndome todavía algo reticente respecto a lo de hablarle de mis pérdidas. Observé que tocaba el anillo de casada que aún llevaba en la mano, preguntándome el motivo de ello. Finalmente hice el esfuerzo de contar mis asuntos, era necesario por poco que me gustase hablar del tema. - Mis padres murieron sacrificándose por nosotros. - no especifiqué lo del Sanguis, todavía no. - Y...soy viudo. Dos veces. - apenas lo mencionaba, y cuando lo hacía era por encima, como si fuese un doloroso tabú. Bajé la mirada un instante, inspirando profundamente antes de seguir hablando. - Para los padres que pierden hijos no existe una palabra. Seguro que hasta la descendiente de Morgana puede ver en esto un patrón más allá de la mala suerte. - Negué con la cabeza cuando me hizo ademán de querer que le mostrase mis recuerdos ni mis sentimientos relacionados con esos momentos. Eso era privado. Me levanté del trono en el que estaba, invitándola a seguirme mientras bajaba las escaleras. Necesitaba entenderlo mejor para plantearse aquello. No estaba seguro de que la maldición también se extendiese a ella, pero todo parecía indicar que era posible. - Los actos deleznables de traición y los actos de guerra pueden traer maldiciones antiguas para los herederos de los linajes. Si eso es cierto...tu hijo también estaría en peligro. Es probable que se busque la extinción del propio linaje. Sígueme. - continué bajando la escalera, caminando por la alfombra central. Había algunas cosas que quería mostrarle.
- El Consejo debe saber adaptarse a los tiempos que corren, y si reniegan de formar gobierno mágico perderán la oportunidad. Cometerán otra vez el mismo error de dejar hacer a quienes nos condujeron a la guerra. ¿Acaso no lo veis? - pregunté con un ligero tono de exasperación en la voz ante la negativa de tomar las riendas. Pecaban de ingenuidad si pensaban que sería suficiente con ser únicamente transmisores de conocimiento. - Pues sospechas mal. Consquistar el mundo con los dragones y el ejército no es lo mismo que intentar formar algo como lo que podríamos conseguir. Sería el comienzo de una nueva era. - me quedé con el dato de que contaríamos con muchas negativas, cosa que me molestó a pesar de que aún quedase tiempo para la votación definitiva. No varié un ápice mi posición ni dije nada al respecto, pero si seguían así se iban a ganar a pulso muchas cosas con las que no estarían de acuerdo. Catherine sería pieza clave, pero había que involucrarla.
- Sí, tengo a mis hermanos. - repetí lo que había dicho ella, manteniéndome todavía algo reticente respecto a lo de hablarle de mis pérdidas. Observé que tocaba el anillo de casada que aún llevaba en la mano, preguntándome el motivo de ello. Finalmente hice el esfuerzo de contar mis asuntos, era necesario por poco que me gustase hablar del tema. - Mis padres murieron sacrificándose por nosotros. - no especifiqué lo del Sanguis, todavía no. - Y...soy viudo. Dos veces. - apenas lo mencionaba, y cuando lo hacía era por encima, como si fuese un doloroso tabú. Bajé la mirada un instante, inspirando profundamente antes de seguir hablando. - Para los padres que pierden hijos no existe una palabra. Seguro que hasta la descendiente de Morgana puede ver en esto un patrón más allá de la mala suerte. - Negué con la cabeza cuando me hizo ademán de querer que le mostrase mis recuerdos ni mis sentimientos relacionados con esos momentos. Eso era privado. Me levanté del trono en el que estaba, invitándola a seguirme mientras bajaba las escaleras. Necesitaba entenderlo mejor para plantearse aquello. No estaba seguro de que la maldición también se extendiese a ella, pero todo parecía indicar que era posible. - Los actos deleznables de traición y los actos de guerra pueden traer maldiciones antiguas para los herederos de los linajes. Si eso es cierto...tu hijo también estaría en peligro. Es probable que se busque la extinción del propio linaje. Sígueme. - continué bajando la escalera, caminando por la alfombra central. Había algunas cosas que quería mostrarle.
-Lo odias…- Mencionó Catherine con el ceño levemente fruncido -Odias no saberlo ¿No?- Inquirió y…en el fondo, eso la llenó de satisfacción como nada en la vida. Una carta por encima del sabelotodo. No entendió cómo tenía tan buen efecto. Su propia sonrisa fue sincera y complacida. Quizás debería visitar a Morgana más seguido, que le diera más información para estar por encima de él.
Las palabras de Wthyr no estaban demasiado alejadas de lo que Catherine había pensado plantear y aquello le impactó. Había matices que evidentemente había que trabajar pero su idea se basaba en que hubiese un gobierno híbrido con representación de todos -Yo…- Frunció el ceño y se mordió la lengua. Tamborileó los dedos contra la oscuridad de su trono, un instante -Yo lo veo. No como tú lo planteas, pero lo hago. Si alguien ha lanzado al Consejo a adaptarse a la nueva realidad he sido yo. Pero no es tan fácil- Ladeó la cabeza, soltando el aire en un suspiro. Jack… Sin ir demasiado lejos, pretendía establecer todas sus riendas en Ouroboros, volver a lo anterior. Pero tal como decía Wthyr, lo anterior no funcionaba y se habían ganado el odio de mucha gente…
Como Ian.
La ola de sentimientos la hizo resquebrajarse por dentro pero…No. No podía.
Parpadeó dos veces, su rostro volvió a serenarse, para volver a la conversación escuchando aquello de los hermanos. Se mantuvo en silencio al oír lo de sus padres preguntándose porqué habrían de sacrificarse en la seguridad de Avalon. ¿Qué podrían… Entonces se preguntó si… -¿Ante quien…o qué?- Necesitaba confirmarlo pero entonces lo otro hizo que le mirara a los ojos con profundidad. ¿Dos veces casado? Perder a Ian una sola vez había sido suficiente, ahora era distinto…Sabía que vivía. Pero… ¿Qué edad tenía? ¿Y sus hijos? Entonces lo soltó… La frase fue suficiente para que Catherine contuviera el aliento. La pérdida de Aedan en seguida reptó por su interior, haciéndola zozobrar. Su niño, su bebé. -Lo siento, Wthyr- Le dijo con voz suave. No podía dejar de empatizar con esa información…Si ella misma había sufrido ante la idea de que Aedan le pasara algo…Estar en los zapatos de él. Sintió de nuevo el nudo en la garganta.
No, no podría penetrar su mente para verlo. Sería tan doloroso que seguramente la tiraba a ella al abismo. Se apartó cuando lo vio bajar las escaleras, manteniendo el silencio. Se veía ciertamente perseguido, era la primera vez que le había visto bajar la vista. Empezó a caminar junto a él pero tuvo que detenerse cuando sugirió que quizás Aedan estaba en peligro y que le siguiera -Dame un momento- Le dio la espalda y se apartó del camino de la alfombra central hasta un costado de allí. La respiración estaba haciéndosele pesada. El pecho le dolía. Ella sabía lo que venía.
Even when I know it's been forever I can still feel the spin
Hurts when I remember and I never wanna feel it again
Cuando la golpeó contuvo un gemido. El pulso se le aceleró, las manos le temblaban y el frío se apoderó de su cuerpo. Estaba de nuevo en el castillo Le Fay, sin magia, sin nada… Nada. Nada más que sus brazos a su alrededor, nada más que su frágil cuerpo para protegerlo. No había nada más que se interpusiera entre los enemigos y su bebé.
Tryin' to breathe in and then out but the air gets caught
'Cause even though I'm older now and I know how to shake off the past
I wouldn't have made it if I didn't have you holding my hand
Puso las dos manos sobre su báculo, intentando que el aire entrara en sus pulmones pero no podía. Le daba igual…Le daba igual que Wthyr la viera así. Él sabia que Aedan era su punto débil y…Como padre sabía que haría lo que fuera por su bebé. Apoyó la cabeza en el báculo sintiendo cómo las paredes del salón empezaban a cerrarse sobre ella.
I don't wanna lose control
Nothing I can do anymore
Cerró los ojos un instante y la oscuridad se apoderó de ella. Sólo que esta vez no era para consumirla. En ella sabía que podía residir, en ella encontraba su poder. La oscuridad le daba la bienvenida, la saludaba y se regocijaba con su presencia. Se concentró en respirar, en meter aire en los pulmones un instante…Luego otro, luego otro. Y otro. ¿Cuánto tiempo tardó en recuperarse? Ni idea pero poco a poco logró sentirse como ella misma. No era débil, no. Ahora tenía su magia, tenía su poder, tenía todo para protegerlo. Se irguió lentamente y observó el báculo en su mano. La magia estaba allí, la magia corría por sus venas y era su amiga. Era su aliada, cuando todos la abandonaban era lo único que estaba allí. Lo único conocido…
Se dio la vuelta y empezó a caminar de nuevo sabiendo que se mantenía más pálida de lo normal -Haré lo que sea para destruir cualquier maldición que pese sobre tu linaje o el mío- Levantó levemente la mandíbula mientras se acercaba a él por la clara diferencia de alturas -Los funerales en mi vida han llegado a su fin- Sentenció.
Las palabras de Wthyr no estaban demasiado alejadas de lo que Catherine había pensado plantear y aquello le impactó. Había matices que evidentemente había que trabajar pero su idea se basaba en que hubiese un gobierno híbrido con representación de todos -Yo…- Frunció el ceño y se mordió la lengua. Tamborileó los dedos contra la oscuridad de su trono, un instante -Yo lo veo. No como tú lo planteas, pero lo hago. Si alguien ha lanzado al Consejo a adaptarse a la nueva realidad he sido yo. Pero no es tan fácil- Ladeó la cabeza, soltando el aire en un suspiro. Jack… Sin ir demasiado lejos, pretendía establecer todas sus riendas en Ouroboros, volver a lo anterior. Pero tal como decía Wthyr, lo anterior no funcionaba y se habían ganado el odio de mucha gente…
Como Ian.
La ola de sentimientos la hizo resquebrajarse por dentro pero…No. No podía.
Parpadeó dos veces, su rostro volvió a serenarse, para volver a la conversación escuchando aquello de los hermanos. Se mantuvo en silencio al oír lo de sus padres preguntándose porqué habrían de sacrificarse en la seguridad de Avalon. ¿Qué podrían… Entonces se preguntó si… -¿Ante quien…o qué?- Necesitaba confirmarlo pero entonces lo otro hizo que le mirara a los ojos con profundidad. ¿Dos veces casado? Perder a Ian una sola vez había sido suficiente, ahora era distinto…Sabía que vivía. Pero… ¿Qué edad tenía? ¿Y sus hijos? Entonces lo soltó… La frase fue suficiente para que Catherine contuviera el aliento. La pérdida de Aedan en seguida reptó por su interior, haciéndola zozobrar. Su niño, su bebé. -Lo siento, Wthyr- Le dijo con voz suave. No podía dejar de empatizar con esa información…Si ella misma había sufrido ante la idea de que Aedan le pasara algo…Estar en los zapatos de él. Sintió de nuevo el nudo en la garganta.
No, no podría penetrar su mente para verlo. Sería tan doloroso que seguramente la tiraba a ella al abismo. Se apartó cuando lo vio bajar las escaleras, manteniendo el silencio. Se veía ciertamente perseguido, era la primera vez que le había visto bajar la vista. Empezó a caminar junto a él pero tuvo que detenerse cuando sugirió que quizás Aedan estaba en peligro y que le siguiera -Dame un momento- Le dio la espalda y se apartó del camino de la alfombra central hasta un costado de allí. La respiración estaba haciéndosele pesada. El pecho le dolía. Ella sabía lo que venía.
Even when I know it's been forever I can still feel the spin
Hurts when I remember and I never wanna feel it again
Cuando la golpeó contuvo un gemido. El pulso se le aceleró, las manos le temblaban y el frío se apoderó de su cuerpo. Estaba de nuevo en el castillo Le Fay, sin magia, sin nada… Nada. Nada más que sus brazos a su alrededor, nada más que su frágil cuerpo para protegerlo. No había nada más que se interpusiera entre los enemigos y su bebé.
Tryin' to breathe in and then out but the air gets caught
'Cause even though I'm older now and I know how to shake off the past
I wouldn't have made it if I didn't have you holding my hand
Puso las dos manos sobre su báculo, intentando que el aire entrara en sus pulmones pero no podía. Le daba igual…Le daba igual que Wthyr la viera así. Él sabia que Aedan era su punto débil y…Como padre sabía que haría lo que fuera por su bebé. Apoyó la cabeza en el báculo sintiendo cómo las paredes del salón empezaban a cerrarse sobre ella.
I don't wanna lose control
Nothing I can do anymore
Cerró los ojos un instante y la oscuridad se apoderó de ella. Sólo que esta vez no era para consumirla. En ella sabía que podía residir, en ella encontraba su poder. La oscuridad le daba la bienvenida, la saludaba y se regocijaba con su presencia. Se concentró en respirar, en meter aire en los pulmones un instante…Luego otro, luego otro. Y otro. ¿Cuánto tiempo tardó en recuperarse? Ni idea pero poco a poco logró sentirse como ella misma. No era débil, no. Ahora tenía su magia, tenía su poder, tenía todo para protegerlo. Se irguió lentamente y observó el báculo en su mano. La magia estaba allí, la magia corría por sus venas y era su amiga. Era su aliada, cuando todos la abandonaban era lo único que estaba allí. Lo único conocido…
Se dio la vuelta y empezó a caminar de nuevo sabiendo que se mantenía más pálida de lo normal -Haré lo que sea para destruir cualquier maldición que pese sobre tu linaje o el mío- Levantó levemente la mandíbula mientras se acercaba a él por la clara diferencia de alturas -Los funerales en mi vida han llegado a su fin- Sentenció.
La ignoré deliberadamente y evité responder a aquello de que odiaba no saber quién le había dado esa información, no quería confirmarle que me disgustaba. Dudaba que mi familia o vasallos le hubiesen dicho lo que debía saber, así que tal vez tuviese que ver con su amigo el ladrón de espadas, una vez más. - Tú eres una visionaria. Puede que lo único salvable del Consejo actual. - dejé caer de pasada cuando se adjudicó el mérito de adaptar al Consejo a la nueva realidad. Eso debía tenerlo en cuenta, la visión que tenía de ella misma como pieza importante en ese grupo.
Supuse que había dado en el clavo para activar su curiosidad cuando se interesó por saber ante qué o quién se habían sacrificado mis padres. En realidad podía deducir algo por lo que vio el día en que Shyvanna hizo el Holmgang, el momento en el que la pequeña de los Pendragon apareció cubierta de sangre tras haber ofrecido sacrificios al árbol para para aquello. - La más apropiada para hablarte de eso es Gwen. Son sacrificios de magia ancestral. - concluí dándole solemnidad a esas últimas dos palabras, procurando no mostrar ningún signo de flaqueza al hablar de las desgracias que me acarreó la maldición con la que creía estar marcado.
Ella no era tan hábil ocultando que le había afectado la noticia, incluso abandonó su expresión neutra para decirme que lo sentía. Pensar en el peligro para su hijo la dejó tocada el tiempo suficiente como para pedirme que le diese un momento. La seguí con la mirada en absoluto silencio mientras se apartaba del camino de la alfombra, poniendo interés en captar su pulso acelerado. Era evidente que la Le Fay no iba a permanecer impasible ante aquello. Sentí como un pequeño logro personal por haber hecho que abriese los ojos.
- ¿Lo ves ahora? Es nuestro deber poner fin a lo que se inició hace siglos. Tú no puedes hacerlo sin mí. Y yo tampoco. Hay que hacer todo lo que esté en nuestra mano, aunque no tengamos todas las certezas. - añadí a su razonamiento, volviendo a caminar con ella de nuevo de camino al pasillo que conducía a la sala del trono. Atravesamos la puerta, dejando atrás a los guardias. Esferas rojizas y luminosas daban luz a los cuadros que había a ambos lados, todos ellos con los nombres de nuestros ancestros. - Hace algunos años encontré un documento en los archivos de los Pendragon...databa de 1800. Sugería que los numerosos sacrificios y muertes en nuestra familia podían tener que ver con el deleznable acto de Urien Le Fay, que mató a su propio hijo no nato. - no me detuve para observar ninguno de los cuadros, los conocía demasiado bien. En lugar de eso giré hacia la izquierda, dirigiéndome así a mi biblioteca personal. - Quiero enseñarte algo. - le cedí el paso para que entrase en la biblioteca, esperando que fuese la primera en pasar.
Supuse que había dado en el clavo para activar su curiosidad cuando se interesó por saber ante qué o quién se habían sacrificado mis padres. En realidad podía deducir algo por lo que vio el día en que Shyvanna hizo el Holmgang, el momento en el que la pequeña de los Pendragon apareció cubierta de sangre tras haber ofrecido sacrificios al árbol para para aquello. - La más apropiada para hablarte de eso es Gwen. Son sacrificios de magia ancestral. - concluí dándole solemnidad a esas últimas dos palabras, procurando no mostrar ningún signo de flaqueza al hablar de las desgracias que me acarreó la maldición con la que creía estar marcado.
Ella no era tan hábil ocultando que le había afectado la noticia, incluso abandonó su expresión neutra para decirme que lo sentía. Pensar en el peligro para su hijo la dejó tocada el tiempo suficiente como para pedirme que le diese un momento. La seguí con la mirada en absoluto silencio mientras se apartaba del camino de la alfombra, poniendo interés en captar su pulso acelerado. Era evidente que la Le Fay no iba a permanecer impasible ante aquello. Sentí como un pequeño logro personal por haber hecho que abriese los ojos.
- ¿Lo ves ahora? Es nuestro deber poner fin a lo que se inició hace siglos. Tú no puedes hacerlo sin mí. Y yo tampoco. Hay que hacer todo lo que esté en nuestra mano, aunque no tengamos todas las certezas. - añadí a su razonamiento, volviendo a caminar con ella de nuevo de camino al pasillo que conducía a la sala del trono. Atravesamos la puerta, dejando atrás a los guardias. Esferas rojizas y luminosas daban luz a los cuadros que había a ambos lados, todos ellos con los nombres de nuestros ancestros. - Hace algunos años encontré un documento en los archivos de los Pendragon...databa de 1800. Sugería que los numerosos sacrificios y muertes en nuestra familia podían tener que ver con el deleznable acto de Urien Le Fay, que mató a su propio hijo no nato. - no me detuve para observar ninguno de los cuadros, los conocía demasiado bien. En lugar de eso giré hacia la izquierda, dirigiéndome así a mi biblioteca personal. - Quiero enseñarte algo. - le cedí el paso para que entrase en la biblioteca, esperando que fuese la primera en pasar.
-No…No soy la única- Negó suavemente con la cabeza pensando en tanta…Tantísima gente que era capaz de buscar nuevos horizontes. Incluso Sayid aportaba buenas ideas aunque solía ser muy…protocolario. Pero Sean, Lucio…Ling. Todos ellos necesitaban visionarios, gente capaz de ver más allá de esas reglas y tener el valor de poder sugerir que debían adaptarse. No fue capaz de reconocer que le había halagado. Principalmente, porque no estaba acostumbrada a recibirlos y segundo porque no lo esperaba de él. Fue como si no lo hubiese oído.
-Entonces tiene que ver con el árbol. Hablaré con ella- Expresó asintiendo con suavidad, aunque su mirada se entrecerró. Sospechaba que Morgana no sabía nada de ese árbol, pero de todas maneras indagaría un poco más ahora que tenía esa imagen. Lo de los sacrificios tampoco sería algo estridente para ella. Estaba demasiado segura que las manos de Morgana estaban bañadas de sangre. Las manos…y todo el cuerpo.
- ¿Cómo iba a verlo antes si sólo me preguntaste vagamente por las maldiciones? - Inquirió con el ceño levemente fruncido pero el hecho de que el imbécil de su antepasado pusiera en jaque mate a su futuro estaba tocándole las narices. Catherine observó brevemente a los guardias mientras pasaron e hizo una revisión general de su cuerpo, haciendo que su piel se fortaleciera y apretando suavemente el báculo. Caminar y adentrarse en terreno desconocido empezaba a ponerla ligeramente nerviosa, pero intentó mantener la compostura. Observó entonces cada uno de los cuadros y aunque a Wthyr no le importó, ella si los observó todos y cada uno. Es más…Se mantuvo quieta en uno en particular que le sonaba de algo, pero…no acababa de ubicarlo.
La mención de Urien hizo que apartara la vista del cuadro para ver a Wthyr que la esperaba, señalando una puerta. Tenía algo de razón -No dejo de preguntarme, entonces, cómo hemos hecho estos 200 años. Sin ir muy lejos… ¿Somos disparejos de edad, no? - Inquirió Catherine ingresando lentamente hacia el lugar para observar la biblioteca y el recuerdo de Morgana anunciándole de que el Pendragon tenía cierta razón sobre algunos puntos de la magia ancestral -Creo que el destino debió emparejarte con mi hermana, pero la ambición de mi madre la mató. Te habría gustado Layla…Es más…Del tipo de mujer con la que te codeas- Mencionó recordando la profunda elegancia, sensualidad y saber estar de la rubia. Ya no la envidiaba y no había tono en su voz que delatara algo más que la sincera verdad -Así que… Me tocará resolverlo. - Dijo, soltando una risa baja y triste porque no quería que Aedan la enterrara, no aún. Bueno, ni él...Ni Matvey, ni Sean...Ni Giordano, ni... tanta gente. Frunció el ceño. ¿Quién iría a su funeral? Cortó esa línea de pensamientos... -¿Qué me querías mostrar?- Inquirió, sin mirarlo, fijándose en los títulos de los libros.
-Entonces tiene que ver con el árbol. Hablaré con ella- Expresó asintiendo con suavidad, aunque su mirada se entrecerró. Sospechaba que Morgana no sabía nada de ese árbol, pero de todas maneras indagaría un poco más ahora que tenía esa imagen. Lo de los sacrificios tampoco sería algo estridente para ella. Estaba demasiado segura que las manos de Morgana estaban bañadas de sangre. Las manos…y todo el cuerpo.
- ¿Cómo iba a verlo antes si sólo me preguntaste vagamente por las maldiciones? - Inquirió con el ceño levemente fruncido pero el hecho de que el imbécil de su antepasado pusiera en jaque mate a su futuro estaba tocándole las narices. Catherine observó brevemente a los guardias mientras pasaron e hizo una revisión general de su cuerpo, haciendo que su piel se fortaleciera y apretando suavemente el báculo. Caminar y adentrarse en terreno desconocido empezaba a ponerla ligeramente nerviosa, pero intentó mantener la compostura. Observó entonces cada uno de los cuadros y aunque a Wthyr no le importó, ella si los observó todos y cada uno. Es más…Se mantuvo quieta en uno en particular que le sonaba de algo, pero…no acababa de ubicarlo.
La mención de Urien hizo que apartara la vista del cuadro para ver a Wthyr que la esperaba, señalando una puerta. Tenía algo de razón -No dejo de preguntarme, entonces, cómo hemos hecho estos 200 años. Sin ir muy lejos… ¿Somos disparejos de edad, no? - Inquirió Catherine ingresando lentamente hacia el lugar para observar la biblioteca y el recuerdo de Morgana anunciándole de que el Pendragon tenía cierta razón sobre algunos puntos de la magia ancestral -Creo que el destino debió emparejarte con mi hermana, pero la ambición de mi madre la mató. Te habría gustado Layla…Es más…Del tipo de mujer con la que te codeas- Mencionó recordando la profunda elegancia, sensualidad y saber estar de la rubia. Ya no la envidiaba y no había tono en su voz que delatara algo más que la sincera verdad -Así que… Me tocará resolverlo. - Dijo, soltando una risa baja y triste porque no quería que Aedan la enterrara, no aún. Bueno, ni él...Ni Matvey, ni Sean...Ni Giordano, ni... tanta gente. Frunció el ceño. ¿Quién iría a su funeral? Cortó esa línea de pensamientos... -¿Qué me querías mostrar?- Inquirió, sin mirarlo, fijándose en los títulos de los libros.
Chica lista...enseguida entendió que todo lo de los sacrificios tenía que ver con el árbol. Que hablase con Gwen, prefería que fuese ella quien explicase los entresijos y decidiese cuánto debía saber. Incluso podría intentar comunicarla con los antepasados comunes si aquello era beneficioso para el objetivo. - No podía hablarte más claro del tema de la maldición. Eras muy hermética. Y enseguida llego tu...marido. - evité llamarlo "apéndice" para no hacer que se alejase de repente.
La pregunta que me hizo al llegar a la biblioteca tenía bastante sentido, así que intenté explicarla tal y como yo lo había entendido. - No. La maldición debe llevar activa desde el final de la guerra, en 1202. Me estaba refiriendo al primer documento escrito que he encontrado hablando de la teoría. Supongo que te refieres a por qué no se han extinguido aún los linajes...pero no es ese el tema. Es la gran cantidad de tragedias familiares que hay documentadas. Comenzaron a establecer relación entre ellas, pero es algo de lo que cuesta encontrar datos porque no es algo que glorifique el linaje. - expliqué antes de darle la razón en lo de la diferencia de edad, aunque no sabía a ciencia cierta qué edad tenía Catherine. Mi última esposa debía tener aproximadamente los mismos años que ella. Estaba llena de vida, no podía evitar pensar que así seguiría de no haberse casado con el primogénito Pendragon.
- ¿Y con qué tipo de mujer te supones que me codeo? - cuestioné entrando tras ella a la biblioteca, dejándola observar la antigua estancia a su antojo. Avancé hacia la mesa en la que guardaba algunos libros y pergaminos que había estado estudiando, sentándome a la silla para abrir el cajón. En ese momento aproveché para limpiarme la sangre de Catherine que había quedado entre mis dedos, manchando con ésta un trozo de papiro. Luego saqué el documento que le había mencionado, pasándoselo para que le echase un vistazo. - Lee tú misma. Aquí no menciona lo sucedido con el linaje Le Fay, pero puedes ver todos los casos de muertes de herederos de primogénitos. Tú debes tener algo en tus libros antiguos que hable de este tipo de magia oscura, algún maleficio propio de los Le Fay. Incluso puede que trascienda a vosotros y que haya mecanismos mágicos más antiguos que actúen al margen de vuestra magia. En Ouroboros no encontrarás nada nuestro...el linaje maldito merecía un damnatio memoriae... - dejé que leyese el papel, mientras yo buscaba las páginas que había marcado en un par de libros a los que había acudido en busca de respuestas. - Hubo doble traición. La Pendragon vendió a los suyos por "amor". - pronuncié la palabra con desdén, me había costado mucho encontrar una página en la que se hiciese mención a lo que hizo. Era más bien como una advertencia, afeando aquel gesto. - Él la mató por ambición. - cierto era que después se buscó asesinar a su descendencia cuando salía de Ouroboros, pero eso simplemente completaba la espiral de venganza. Me levanté de la mesa, rodeándola para quedar cerca de ella, cara a cara. - Has dicho que estás dispuesta a hacer lo que sea por proteger a tu hijo, a tu linaje. Debemos unirlos, volver a ser uno. Sólo así terminará. - no dudé en decir aquello, era su momento de demostrar si de verdad estaba dispuesta. Catherine Pendragon, el Sanguis Ligno lo había pedido. Sólo eso impediría más muertes.
La pregunta que me hizo al llegar a la biblioteca tenía bastante sentido, así que intenté explicarla tal y como yo lo había entendido. - No. La maldición debe llevar activa desde el final de la guerra, en 1202. Me estaba refiriendo al primer documento escrito que he encontrado hablando de la teoría. Supongo que te refieres a por qué no se han extinguido aún los linajes...pero no es ese el tema. Es la gran cantidad de tragedias familiares que hay documentadas. Comenzaron a establecer relación entre ellas, pero es algo de lo que cuesta encontrar datos porque no es algo que glorifique el linaje. - expliqué antes de darle la razón en lo de la diferencia de edad, aunque no sabía a ciencia cierta qué edad tenía Catherine. Mi última esposa debía tener aproximadamente los mismos años que ella. Estaba llena de vida, no podía evitar pensar que así seguiría de no haberse casado con el primogénito Pendragon.
- ¿Y con qué tipo de mujer te supones que me codeo? - cuestioné entrando tras ella a la biblioteca, dejándola observar la antigua estancia a su antojo. Avancé hacia la mesa en la que guardaba algunos libros y pergaminos que había estado estudiando, sentándome a la silla para abrir el cajón. En ese momento aproveché para limpiarme la sangre de Catherine que había quedado entre mis dedos, manchando con ésta un trozo de papiro. Luego saqué el documento que le había mencionado, pasándoselo para que le echase un vistazo. - Lee tú misma. Aquí no menciona lo sucedido con el linaje Le Fay, pero puedes ver todos los casos de muertes de herederos de primogénitos. Tú debes tener algo en tus libros antiguos que hable de este tipo de magia oscura, algún maleficio propio de los Le Fay. Incluso puede que trascienda a vosotros y que haya mecanismos mágicos más antiguos que actúen al margen de vuestra magia. En Ouroboros no encontrarás nada nuestro...el linaje maldito merecía un damnatio memoriae... - dejé que leyese el papel, mientras yo buscaba las páginas que había marcado en un par de libros a los que había acudido en busca de respuestas. - Hubo doble traición. La Pendragon vendió a los suyos por "amor". - pronuncié la palabra con desdén, me había costado mucho encontrar una página en la que se hiciese mención a lo que hizo. Era más bien como una advertencia, afeando aquel gesto. - Él la mató por ambición. - cierto era que después se buscó asesinar a su descendencia cuando salía de Ouroboros, pero eso simplemente completaba la espiral de venganza. Me levanté de la mesa, rodeándola para quedar cerca de ella, cara a cara. - Has dicho que estás dispuesta a hacer lo que sea por proteger a tu hijo, a tu linaje. Debemos unirlos, volver a ser uno. Sólo así terminará. - no dudé en decir aquello, era su momento de demostrar si de verdad estaba dispuesta. Catherine Pendragon, el Sanguis Ligno lo había pedido. Sólo eso impediría más muertes.
-Tuviste tu oportunidad en el parlamento…Cuando me echaste todo lo demás en cara- Le observó a los ojos, con una ceja levemente alzada cuando dejó ese espacio en silencio antes de soltar marido. Apartó la vista hacia alrededor sintiendo que el anillo le quemaba en el dedo, que se volvía tan pesado como las palabras de Ian en su corazón, como su ausencia. No dijo nada más, simplemente observó con creciente curiosidad toda la biblioteca. Alzó la mano a ciertos tomos y consiguió uno de su propio interés y lo sacó para ojearlo.
-Entiendo- Mencionó, observando las páginas del libro que tenía entre manos lentamente. La pregunta sobre el tipo de mujeres con las que andaba le hizo recordar a Lake, a Gwen y a Shyvanna -Beldades llenas de educación. Sumisas, seguramente. O lo suficientemente educadas en diplomacia para aparentar ser inocentes cuando están llenas de veneno. Probablemente, estés acostumbrado a que te complazcan - Alzó la mirada hacia él -Layla te habría encantado. Se habría arrastrado por el piso para besar el suelo que pisaras y luego clavarte una daga en la espalda- Tras eso observó cómo se limpiaba la sangre de los dedos y miró el papiro con un mal presentimiento. Antes de irse debía quemar ese papiro. Cerró el libro y se acercó para mirar el documento, maldiciendo su dislexia pero no en voz alta.
Mientras lo escuchaba empezó a leer aunque algunas letras se le saltaban y tenía que releer de nuevo, una y otra vez. No respondió sobre cómo había perdido sus malditos libros. Aún tenían algunos y los diarios de su ancestro pero dudaba que relataran mucho más. Pero debía leer, por si decía algo de su línea. Algún hijo fallecido. Debía hablar con Morgana -¿Cuál era su nombre?- Inquirió alzando la vista hacia Wthyr -Percibo tu desprecio ante la persona, pero todos hacemos locuras por amor. Me incluyo...¿Tú no has hecho nada parecido?- Agregó alzando un hombro con lentitud, había cambiado el mundo por Ian. Y lo haría de nuevo, mil veces.
Le siguió con la mirada cuando se acercó a ella vigilando sus movimientos por si acaso. Asintió con suavidad a la primera oración porque …En efecto, no permitiría que -si estaba en sus manos romperla- ninguna maldición afectara a Aedan. La siguiente, sin embargo, le hizo parpadear un momento antes de mirarlo intensamente. Su silencio se volvió más denso mientras su mente pensaba.
Negocia.
Negocia.
Negocia.
Cada detalle.
-Debo investigar por mi cuenta, pero tu propuesta de matrimonio tiene fallos, Wthyr- Le devolvió el pergamino porque había leído poco pero suficiente. Necesitaba investigar su línea -Primero que nada, ya estoy casada- La palabra ocasionó que mirara hacia su mano, apretándola en un puño antes de volver la vista hacia él. Había una variante que él no conocía y que Catherine no pensaba decirle. ¿Qué sucedía, entonces, si aquello había llegado en el momento exacto? Destino le llamaban muchas personas. Quizás Catherine también empezaría a llamarlo así -Pero no quiero que Aedan sufra lo mismo que yo- Valoró -Si tú y yo nos casamos- Y su estómago se le revolvió. Un nudo se le formó en el pecho -…estarías poniendo en peligro tu ingreso al Consejo. Una de las reglas más antiguas y que sigue vigente es que no puede haber mezcla de linajes. Y créeme, no la van a cambiar en ningún futuro cercano- Le recorrió el rostro con la mirada, pensativa quizás - ¿Qué es más importante para ti? ¿Tu linaje? ¿Tus hijos? ¿O tu puesto en el Consejo? - Inquirió, porque habría…maneras. Habría formas, quizás, de doblegar las reglas a su antojo siempre que él también estuviera dispuesto a sacrificar su parte. Ella… Oh…Ella podría usar eso a su favor, si es que él veía más allá de su nariz.
-Entiendo- Mencionó, observando las páginas del libro que tenía entre manos lentamente. La pregunta sobre el tipo de mujeres con las que andaba le hizo recordar a Lake, a Gwen y a Shyvanna -Beldades llenas de educación. Sumisas, seguramente. O lo suficientemente educadas en diplomacia para aparentar ser inocentes cuando están llenas de veneno. Probablemente, estés acostumbrado a que te complazcan - Alzó la mirada hacia él -Layla te habría encantado. Se habría arrastrado por el piso para besar el suelo que pisaras y luego clavarte una daga en la espalda- Tras eso observó cómo se limpiaba la sangre de los dedos y miró el papiro con un mal presentimiento. Antes de irse debía quemar ese papiro. Cerró el libro y se acercó para mirar el documento, maldiciendo su dislexia pero no en voz alta.
Mientras lo escuchaba empezó a leer aunque algunas letras se le saltaban y tenía que releer de nuevo, una y otra vez. No respondió sobre cómo había perdido sus malditos libros. Aún tenían algunos y los diarios de su ancestro pero dudaba que relataran mucho más. Pero debía leer, por si decía algo de su línea. Algún hijo fallecido. Debía hablar con Morgana -¿Cuál era su nombre?- Inquirió alzando la vista hacia Wthyr -Percibo tu desprecio ante la persona, pero todos hacemos locuras por amor. Me incluyo...¿Tú no has hecho nada parecido?- Agregó alzando un hombro con lentitud, había cambiado el mundo por Ian. Y lo haría de nuevo, mil veces.
Le siguió con la mirada cuando se acercó a ella vigilando sus movimientos por si acaso. Asintió con suavidad a la primera oración porque …En efecto, no permitiría que -si estaba en sus manos romperla- ninguna maldición afectara a Aedan. La siguiente, sin embargo, le hizo parpadear un momento antes de mirarlo intensamente. Su silencio se volvió más denso mientras su mente pensaba.
Negocia.
Negocia.
Negocia.
Cada detalle.
-Debo investigar por mi cuenta, pero tu propuesta de matrimonio tiene fallos, Wthyr- Le devolvió el pergamino porque había leído poco pero suficiente. Necesitaba investigar su línea -Primero que nada, ya estoy casada- La palabra ocasionó que mirara hacia su mano, apretándola en un puño antes de volver la vista hacia él. Había una variante que él no conocía y que Catherine no pensaba decirle. ¿Qué sucedía, entonces, si aquello había llegado en el momento exacto? Destino le llamaban muchas personas. Quizás Catherine también empezaría a llamarlo así -Pero no quiero que Aedan sufra lo mismo que yo- Valoró -Si tú y yo nos casamos- Y su estómago se le revolvió. Un nudo se le formó en el pecho -…estarías poniendo en peligro tu ingreso al Consejo. Una de las reglas más antiguas y que sigue vigente es que no puede haber mezcla de linajes. Y créeme, no la van a cambiar en ningún futuro cercano- Le recorrió el rostro con la mirada, pensativa quizás - ¿Qué es más importante para ti? ¿Tu linaje? ¿Tus hijos? ¿O tu puesto en el Consejo? - Inquirió, porque habría…maneras. Habría formas, quizás, de doblegar las reglas a su antojo siempre que él también estuviera dispuesto a sacrificar su parte. Ella… Oh…Ella podría usar eso a su favor, si es que él veía más allá de su nariz.
- No es algo para tratar en un parlamento, como comprenderás. - le reproché de inmediato, era evidente que el parlamento no era para hablar de una más que posible maldición en nuestras familias. Ella evitó decir nada de su marido, dejándolo al margen de la conversación a pesar de mi mención. Mejor así, menos estorbos. Hice un sonido irónico ante la explicación sobre el tipo de mujeres que me gustaban, fijándome además en lo poco que apreciaba a su desaparecida hermana. - Pues te equivocas. Valoro la lealtad por encima de todo. Detestaría a una mujer que me traiciona por la espalda con sucias artimañas. Tampoco quiero débiles y sumisos perritos falderos. - para eso ya tenía a las sirvientas y alguna que otra mujer de las casas vasallas. - No serían dignas para la familia Pendragon y su descendencia.- fui algo más vehemente de la cuenta al dejar claro el tipo de personas que no soportaría. Tampoco lo tolerábamos en los vasallos, y prueba de ello era el Lothbrok que había perecido por intentar traicionarnos.
Me mantuve cerca de ella mientras leía lo que le había pasado, pensando que le estaba prestando bastante atención a juzgar por lo que tardaba en terminar. - Se llamaba Genievre Pendragon. Y claro que merece desprecio por lo que hizo. Por su culpa el asedio finalizó en invasión. Eso no quita que el acto del que amaba fuese más despreciable aún. - supuse que su mayor locura por amor había sido la de irse con un licántropo plebeyo, desafiando así las normas del Consejo. Por mi parte guardé silencio, consideraba que no había hecho ninguna locura por amor. Tal vez porque nunca lo había sentido realmente. Lo que sentía por mis esposas no podía considerarse lo suficientemente intenso. Con la evasión de mi respuesta le di a entender que no, o simplemente que prefería no contarlo.
- No llames fallos a lo que se puede enmendar. - respondí cuando me recordó su matrimonio, ese estorbo que tenía por marido. - Eso se puede cambiar por un bien mayor. Si de verdad quiere a vuestro hijo lo entenderá. Y no tiene por qué sufrir. Al contrario. Lo protegerás. Ha estado en peligro muchas veces teniendo en cuenta su corta edad. Tal vez la próxima vez no tenga tanta suerte. - mis hijos no la habían tenido, aunque en su caso no habían sido accidentes. No sobrevivieron...eran demasiado pequeños. Me disgustó que no dejase de poner un impedimento tras otro, comenzando por la absurda regla de no mezclar linajes.
- Te jactas de ser la que consigue modificar las reglas que quieras en el Consejo, de que has introducido cambios para modernizar, que gracias a ti las cosas están cambiando...pero no luchas cuando hay una propuesta de cambio para una regla que no te interesa demasiado. Seguro que muchos de tus compañeros podrían haber acabado juntos de no ser por esa norma. ¿Y qué hay de tu amigo el ladrón de espadas y el médico? ¿acaso lo suyo no sería una unión? - recurrí a aquello por los datos que teníamos, no dejaba de ser una unión mágica en caso de llevarse a cabo. - Sabes tan bien como yo que es una estupidez, que sólo la pusieron porque temían que las mezclas fuesen demasiado poderosas. Esa norma debe cambiar. Si no lo hacen demostrarán que no les importa lo que le suceda a Aedan.- la miré de manera retadora cuando me planteó aquella falsa disyuntiva para hacerme elegir. No iba a seguirle el juego porque intentaba llevarme donde ella quería. Podíamos tenerlo todo, no las migajas que nos ofreciese la descendiente de Morgana.
- Yo no juego nunca a perder, Le Fay. Tus hijos y los míos correrán el mismo destino fatídico si te empeñas en no ver la verdad. Tú decides si quieres anularlo o no. El único modo es una unión mágica ante el árbol de los ancestros, consumando esa unión. - más claro no podía dejárselo. Los hijos nacidos de esa unión no morirían. Así debía ser. Eso quería creer. - En cuanto al Consejo...No he dicho que tenga que ser yo, si tanta irritación te produce. Estás mezclando conceptos. Un Pendragon a nuestra elección podría ocupar el lugar. Ouroboros y Ávalon unidos para un nuevo futuro. - extendí mi mano hacia ella con intención de sellar el acuerdo. Más le valía cumplirlo si aceptaba.
Me mantuve cerca de ella mientras leía lo que le había pasado, pensando que le estaba prestando bastante atención a juzgar por lo que tardaba en terminar. - Se llamaba Genievre Pendragon. Y claro que merece desprecio por lo que hizo. Por su culpa el asedio finalizó en invasión. Eso no quita que el acto del que amaba fuese más despreciable aún. - supuse que su mayor locura por amor había sido la de irse con un licántropo plebeyo, desafiando así las normas del Consejo. Por mi parte guardé silencio, consideraba que no había hecho ninguna locura por amor. Tal vez porque nunca lo había sentido realmente. Lo que sentía por mis esposas no podía considerarse lo suficientemente intenso. Con la evasión de mi respuesta le di a entender que no, o simplemente que prefería no contarlo.
- No llames fallos a lo que se puede enmendar. - respondí cuando me recordó su matrimonio, ese estorbo que tenía por marido. - Eso se puede cambiar por un bien mayor. Si de verdad quiere a vuestro hijo lo entenderá. Y no tiene por qué sufrir. Al contrario. Lo protegerás. Ha estado en peligro muchas veces teniendo en cuenta su corta edad. Tal vez la próxima vez no tenga tanta suerte. - mis hijos no la habían tenido, aunque en su caso no habían sido accidentes. No sobrevivieron...eran demasiado pequeños. Me disgustó que no dejase de poner un impedimento tras otro, comenzando por la absurda regla de no mezclar linajes.
- Te jactas de ser la que consigue modificar las reglas que quieras en el Consejo, de que has introducido cambios para modernizar, que gracias a ti las cosas están cambiando...pero no luchas cuando hay una propuesta de cambio para una regla que no te interesa demasiado. Seguro que muchos de tus compañeros podrían haber acabado juntos de no ser por esa norma. ¿Y qué hay de tu amigo el ladrón de espadas y el médico? ¿acaso lo suyo no sería una unión? - recurrí a aquello por los datos que teníamos, no dejaba de ser una unión mágica en caso de llevarse a cabo. - Sabes tan bien como yo que es una estupidez, que sólo la pusieron porque temían que las mezclas fuesen demasiado poderosas. Esa norma debe cambiar. Si no lo hacen demostrarán que no les importa lo que le suceda a Aedan.- la miré de manera retadora cuando me planteó aquella falsa disyuntiva para hacerme elegir. No iba a seguirle el juego porque intentaba llevarme donde ella quería. Podíamos tenerlo todo, no las migajas que nos ofreciese la descendiente de Morgana.
- Yo no juego nunca a perder, Le Fay. Tus hijos y los míos correrán el mismo destino fatídico si te empeñas en no ver la verdad. Tú decides si quieres anularlo o no. El único modo es una unión mágica ante el árbol de los ancestros, consumando esa unión. - más claro no podía dejárselo. Los hijos nacidos de esa unión no morirían. Así debía ser. Eso quería creer. - En cuanto al Consejo...No he dicho que tenga que ser yo, si tanta irritación te produce. Estás mezclando conceptos. Un Pendragon a nuestra elección podría ocupar el lugar. Ouroboros y Ávalon unidos para un nuevo futuro. - extendí mi mano hacia ella con intención de sellar el acuerdo. Más le valía cumplirlo si aceptaba.
Lo escuchó todo. Absolutamente todo. Le parecía curioso que dijera que no quería perritos falderos pero cuando algo se salía de su control…Se desquiciaba. Miró hacia su mano con curiosidad, como evaluando la herida que tenía en ella y luego recordando la forma en la que su rostro se había confundido. Odiaba las sorpresas, pero una mujer con ciertos aires de valentía no tenía que rendirle cuentas a nadie. No respondió nada, tenía mucho que pensar y sospechaba que Wthyr decía una cosa y deseaba otra.
Anotó su respuesta sobre Genievre y asintió con suavidad aunque se le quedó mirando cuando guardó silencio sobre las locuras de amor. Ella había sido tan clara, tan abierta. Él y sus secretos. Pecados. ¿Sería siempre de moral intachable? Le observó, profundamente, en su silencio como si pudiera ver a través de tantas palabras dichas lo que no había allí. El peso…¿era así? ¿Era capaz ella de comprender todo lo que estaba sobre los hombros de Wthyr? Una parte sí, estaba segura. Esa sobre la maldición, sobre el linaje, sobre sus hijos. La otra… ¿Tenía que ser ejemplo él? Seguramente, ella…No tanto sobre todo porque no le interesaba serlo.
Silencio, silencio, silencio.
Entenderlo… Sí, claro. Ian, entenderlo. Ese que le dijo que con los enemigos no se negociaba. Ese que le había gritado cuando había hablado de los Pendragon. El Ian que había conocido hace unos días la miraría, juzgándola, sin comprender nada de lo que ella estaba sacrificando por Aedan o realmente lo que le dolía hacerlo. Pero sería otro trago amargo, simplemente… Y la consumiría por dentro, si se dejaba…
-No lo entiendes… Ya lo hemos intentado- Mencionó a lo de los linajes y tardó en relacionar lo de la espada con Sean, pero cuando lo hizo, parpadeó y su expresión cambió a una de rabia -No vuelvas a llamarle así. ¿Cuál es tu obsesión con la maldita Excalibur? Esa espada se la dio la Dama del Lago a Merlín, ellos pueden hacer lo que le dé la gana con ella. Basta de traer cosas del pasado, Wthyr, basta de una vez- Expresó un poco acelerada. Y apretó las muelas cundo mencionó que el Consejo debería cambiar la regla si le importaba Aedan. Claro. El Consejo que no pudo controlarse para liberar a Desmond. Le sostuvo la mirada negando con la cabeza. Eso no iba a suceder, no confiaba en ellos para proteger a Aedan, lo haría ella misma.
La palabra “consumar” hizo que se le revolviera el estómago al pensar en las manos de Wthyr en su cuerpo. Le recorrió un escalofrío y tragó en seco. Pero su mente no pudo pensar más allá, no lo dejó. Sobre todo porque Wthyr mencionó que él podría ceder su puesto en el Consejo. Bien…Bien, estaba abierto a negociar. Observó su mano y le dedicó una sonrisa breve, pero no la estrechó, envolvió su mano con la propia y la cerró -Espera, Wthyr, antes de casarnos tenemos que hablar de muchas cosas. Y esta vez, Pendragon, me vas a oír-
Negocia. Negocia. Negocia.
Se movió, alejándose de él, y buscó en aquella mesa un papiro vacío que no fuera el de su sangre y hechizo una pluma para que se convirtiera en un vuela pluma -Primero que nada, debes comprender que he percibido tu manera de despreciar a diestra y a siniestra. Si me caso contigo, mi hijo podrá venir a vivir a nuestra residencia cuando y cómo quiera. No quiero enterarme de que lo has tratado mal. Ni tú ni nadie de tu familia. No quiero amenazas sobre su vida. No quiero que sienta que el lugar donde yo vivo no es seguro para él- Fue caminando hacia él, no estaba intranquila, esta vez estaba intentando organizar su cerebro -No puedo vivir en Avalon. Quizás la mejor idea sea el castillo de los Pendragon- Porque ni muerta iba a permitir que Wthyr pisara su apartamento, ni en su cama, ni en nada donde hubiese estado con Ian. En nada...Nada, nada. El rechazo era tan profundo que apretó la mano en un puño -Comprendiendo los términos de nuestro matrimonio, creo que lo mejor será hacerlo en habitaciones separadas y seguramente hay algún tipo de medio mágico para saber cuándo…- Odiaba aquello, se sentía como una… yegua de cría -Esté preparada para fecundar-
De acuerdo, continuar. Negociar cada detalle -Antes, siquiera, de todo esto debo confirmar las tragedias en mi linaje y antes de irme de aquí me gustaría hacer un hechizo para verificar una cosa, si no tienes problema- Murmuró antes de asentir con suavidad. ¿Qué otra cosa le quedaba por allí pendiente? -Ah, el Consejo. Y esto, tómalo como un consejo de buena voluntad, para iniciar con el pie derecho. Deberías nombrar a tu hermano, el rubio, Darren creo que se llama, como el Pendragon designado. Primero que nada, es uno de los pocos que se dejó ver en la reunión con todos los grupos antes de bajar a la misión. Colaboró en ésta y salió vivo. Ha sido…Su presencia no genera la misma reacción que al tuya. Debes comprender eso. Podría hablarte de Shyvanna pero ella se vio envuelta en el lío con Giordano y, además, secuestró a Sofía… Es mi consejo, tómalo o déjalo, pero… Yo conozco a esta gente, tú no- Aunque todos sabían de lo que era capaz, ella lo había mostrado en el Cónclave, pero fue Wthyr el que dio el golpe final.
-No. No he acabado- Le dijo alzando una mano para que supiera que aún tenía mucho qué decir - ¿Qué se supone que vamos a hacer con los apellidos? Soy la última de mi linaje, no voy a dejar el Le Fay de lado, debes saberlo. Y no sólo eso…¿Nuestros hijos?- Sí, hablaba en plural, ya estaba convencida de que tenía que parir a diestra y siniestra- Tengo a Aedan, sí…Y cómo entiendo perfectamente tu situación, sé que nuestro primer hijo deberá ser un Pendragon pero creo que los siguientes quizás sea…Interesante evaluar sus dones mágicos antes de nombrarlos herederos- Entrecerró los ojos -¿Me explico? No puedo permitirte que anules mi linaje sólo porque eres un hombre- Sonrió de lado.
Anotó su respuesta sobre Genievre y asintió con suavidad aunque se le quedó mirando cuando guardó silencio sobre las locuras de amor. Ella había sido tan clara, tan abierta. Él y sus secretos. Pecados. ¿Sería siempre de moral intachable? Le observó, profundamente, en su silencio como si pudiera ver a través de tantas palabras dichas lo que no había allí. El peso…¿era así? ¿Era capaz ella de comprender todo lo que estaba sobre los hombros de Wthyr? Una parte sí, estaba segura. Esa sobre la maldición, sobre el linaje, sobre sus hijos. La otra… ¿Tenía que ser ejemplo él? Seguramente, ella…No tanto sobre todo porque no le interesaba serlo.
Silencio, silencio, silencio.
Entenderlo… Sí, claro. Ian, entenderlo. Ese que le dijo que con los enemigos no se negociaba. Ese que le había gritado cuando había hablado de los Pendragon. El Ian que había conocido hace unos días la miraría, juzgándola, sin comprender nada de lo que ella estaba sacrificando por Aedan o realmente lo que le dolía hacerlo. Pero sería otro trago amargo, simplemente… Y la consumiría por dentro, si se dejaba…
-No lo entiendes… Ya lo hemos intentado- Mencionó a lo de los linajes y tardó en relacionar lo de la espada con Sean, pero cuando lo hizo, parpadeó y su expresión cambió a una de rabia -No vuelvas a llamarle así. ¿Cuál es tu obsesión con la maldita Excalibur? Esa espada se la dio la Dama del Lago a Merlín, ellos pueden hacer lo que le dé la gana con ella. Basta de traer cosas del pasado, Wthyr, basta de una vez- Expresó un poco acelerada. Y apretó las muelas cundo mencionó que el Consejo debería cambiar la regla si le importaba Aedan. Claro. El Consejo que no pudo controlarse para liberar a Desmond. Le sostuvo la mirada negando con la cabeza. Eso no iba a suceder, no confiaba en ellos para proteger a Aedan, lo haría ella misma.
La palabra “consumar” hizo que se le revolviera el estómago al pensar en las manos de Wthyr en su cuerpo. Le recorrió un escalofrío y tragó en seco. Pero su mente no pudo pensar más allá, no lo dejó. Sobre todo porque Wthyr mencionó que él podría ceder su puesto en el Consejo. Bien…Bien, estaba abierto a negociar. Observó su mano y le dedicó una sonrisa breve, pero no la estrechó, envolvió su mano con la propia y la cerró -Espera, Wthyr, antes de casarnos tenemos que hablar de muchas cosas. Y esta vez, Pendragon, me vas a oír-
Negocia. Negocia. Negocia.
Se movió, alejándose de él, y buscó en aquella mesa un papiro vacío que no fuera el de su sangre y hechizo una pluma para que se convirtiera en un vuela pluma -Primero que nada, debes comprender que he percibido tu manera de despreciar a diestra y a siniestra. Si me caso contigo, mi hijo podrá venir a vivir a nuestra residencia cuando y cómo quiera. No quiero enterarme de que lo has tratado mal. Ni tú ni nadie de tu familia. No quiero amenazas sobre su vida. No quiero que sienta que el lugar donde yo vivo no es seguro para él- Fue caminando hacia él, no estaba intranquila, esta vez estaba intentando organizar su cerebro -No puedo vivir en Avalon. Quizás la mejor idea sea el castillo de los Pendragon- Porque ni muerta iba a permitir que Wthyr pisara su apartamento, ni en su cama, ni en nada donde hubiese estado con Ian. En nada...Nada, nada. El rechazo era tan profundo que apretó la mano en un puño -Comprendiendo los términos de nuestro matrimonio, creo que lo mejor será hacerlo en habitaciones separadas y seguramente hay algún tipo de medio mágico para saber cuándo…- Odiaba aquello, se sentía como una… yegua de cría -Esté preparada para fecundar-
De acuerdo, continuar. Negociar cada detalle -Antes, siquiera, de todo esto debo confirmar las tragedias en mi linaje y antes de irme de aquí me gustaría hacer un hechizo para verificar una cosa, si no tienes problema- Murmuró antes de asentir con suavidad. ¿Qué otra cosa le quedaba por allí pendiente? -Ah, el Consejo. Y esto, tómalo como un consejo de buena voluntad, para iniciar con el pie derecho. Deberías nombrar a tu hermano, el rubio, Darren creo que se llama, como el Pendragon designado. Primero que nada, es uno de los pocos que se dejó ver en la reunión con todos los grupos antes de bajar a la misión. Colaboró en ésta y salió vivo. Ha sido…Su presencia no genera la misma reacción que al tuya. Debes comprender eso. Podría hablarte de Shyvanna pero ella se vio envuelta en el lío con Giordano y, además, secuestró a Sofía… Es mi consejo, tómalo o déjalo, pero… Yo conozco a esta gente, tú no- Aunque todos sabían de lo que era capaz, ella lo había mostrado en el Cónclave, pero fue Wthyr el que dio el golpe final.
-No. No he acabado- Le dijo alzando una mano para que supiera que aún tenía mucho qué decir - ¿Qué se supone que vamos a hacer con los apellidos? Soy la última de mi linaje, no voy a dejar el Le Fay de lado, debes saberlo. Y no sólo eso…¿Nuestros hijos?- Sí, hablaba en plural, ya estaba convencida de que tenía que parir a diestra y siniestra- Tengo a Aedan, sí…Y cómo entiendo perfectamente tu situación, sé que nuestro primer hijo deberá ser un Pendragon pero creo que los siguientes quizás sea…Interesante evaluar sus dones mágicos antes de nombrarlos herederos- Entrecerró los ojos -¿Me explico? No puedo permitirte que anules mi linaje sólo porque eres un hombre- Sonrió de lado.
Excusas y más excusas. Habrían intentado cambiar lo de unir linajes, según ella, pero no lo habían intentado lo suficiente. O tal vez me mentía. Sonreí de manera altiva por su atrevimiento de llamar obsesión a lo de querer recuperar la espada de nuestra familia. - Le llamaré ladrón una y otra vez, hasta que la devuelva. Puedes defenderle lo que quieras, pero la espada pertenecía y pertenece a los Pendragon. La tiene por una infeliz casualidad. - debíamos recuperarla. El trato con Setelah no había ido como esperaba, y no tenía ni noticias de que hubiese intentado quitarle la espada a Eire.
Acabé bajando mi mano lentamente al ver que ella rehusaba estrecharla para cerrar el trato propuesto. - Así que esas tenemos... - En lugar de eso adoptó una postura defensiva, cerrando la mano. Disimulé mi exasperación por su lentitud para tomar decisiones, cuestionándome si seguía dudando de mí después de todo lo que le había dicho. Al menos había dicho "antes de casarnos", así que no cerraba toda posibilidad. Su primera regla me pareció fuera de lugar, debía pensar que yo era un ser rastrero como para hacer algo así. - ¿Por quién me tomas? no soy el ser detestable que piensas, no como para dañar a simples críos. Y tampoco estoy interesado en ocupar mi tiempo despreciándoles. - en general me daban un poco igual los niños, ni me agradaban ni me molestaban en exceso. Tampoco había tenido tiempo de aprender a tratarlos, con los míos no hubo ocasión.
Asentí aceptando lo del castillo de los Pendragon, tampoco me resultaba relevante dónde viviese. Los rituales mágicos no entendían de eso. Fui caminando hacia ella para reducir la distancia que había tomado cuando fue a buscar el pergamino para escribir, echando un vistazo a lo que ponía mientras iba hablando. Alcé la mirada hacia sus ojos al escuchar cierta condición, me sorprendió que fuese tan directa al decir lo de estar preparada para fecundar, aunque lo hacía sonar todo muy técnico. Para ella era únicamente una obligación. Para mi también lo era, pero no podía negar que a mis ojos era una mujer deseable. En cuanto a convivencia...probablemente sería agotador discutir
constantemente. - Descuida, esa será la parte más sencilla. Al menos no tendremos que negociar cada detalle. - o tal vez sí. Seguro que era de las que lo planeaban todo meticulosamente. Le sostuve la mirada hasta que le dio por querer verificar lo de las tragedias de su linaje, como si su familia no fuese una tragedia en sí misma. Ni ellos mismos tenían la capacidad de anular la maldición ancestral que pesaba sobre su sangre. - Verifica lo que quieras, pero no tardes demasiado. En cuanto al hechizo...depende. No sé lo que quieres hacer, así que no te voy a decir que sí sin más. Has intentado engañarme antes, así que no has sentado un buen precedente. - si ella no se fiaba, yo tampoco.
La preferencia del Consejo hacia mi hermano no me era ajena, aunque dudaba que Darren estuviese interesado en participar. Para él lo único importante era Shyvanna, y su dragón. De todos modos se lo propondría, más que nada por estrategia. - Lástima que no conozcas a Cedric. Es el que mejor caería de todos. - comenté sin negarme a lo de Darren, pero sin dar tampoco una respuesta clara. Primero hablaría con mi hermano. Su siguiente petición me pareció extraña, aunque cuando dijo la palabra hijos en plural pensé en que era un buen avance.
- Aedan seguirá siendo Le Fay. No se pierde tu línea. Y la mezcla de nuestros linajes será muy poderosa. - con eso lo di por zanjado, a la espera de que aclarase mejor a qué se refería con el hechizo. - ¿Alguna cosa más? - hice un gesto con la mano para abrir un armario junto a la mesa, sacando una botella de whisky y un par de vasos. Llené uno para mí y otro para ella, ofreciéndoselo como para finalizar la "negociación". Di un trago en primer lugar, por si no se fiaba.
Acabé bajando mi mano lentamente al ver que ella rehusaba estrecharla para cerrar el trato propuesto. - Así que esas tenemos... - En lugar de eso adoptó una postura defensiva, cerrando la mano. Disimulé mi exasperación por su lentitud para tomar decisiones, cuestionándome si seguía dudando de mí después de todo lo que le había dicho. Al menos había dicho "antes de casarnos", así que no cerraba toda posibilidad. Su primera regla me pareció fuera de lugar, debía pensar que yo era un ser rastrero como para hacer algo así. - ¿Por quién me tomas? no soy el ser detestable que piensas, no como para dañar a simples críos. Y tampoco estoy interesado en ocupar mi tiempo despreciándoles. - en general me daban un poco igual los niños, ni me agradaban ni me molestaban en exceso. Tampoco había tenido tiempo de aprender a tratarlos, con los míos no hubo ocasión.
Asentí aceptando lo del castillo de los Pendragon, tampoco me resultaba relevante dónde viviese. Los rituales mágicos no entendían de eso. Fui caminando hacia ella para reducir la distancia que había tomado cuando fue a buscar el pergamino para escribir, echando un vistazo a lo que ponía mientras iba hablando. Alcé la mirada hacia sus ojos al escuchar cierta condición, me sorprendió que fuese tan directa al decir lo de estar preparada para fecundar, aunque lo hacía sonar todo muy técnico. Para ella era únicamente una obligación. Para mi también lo era, pero no podía negar que a mis ojos era una mujer deseable. En cuanto a convivencia...probablemente sería agotador discutir
constantemente. - Descuida, esa será la parte más sencilla. Al menos no tendremos que negociar cada detalle. - o tal vez sí. Seguro que era de las que lo planeaban todo meticulosamente. Le sostuve la mirada hasta que le dio por querer verificar lo de las tragedias de su linaje, como si su familia no fuese una tragedia en sí misma. Ni ellos mismos tenían la capacidad de anular la maldición ancestral que pesaba sobre su sangre. - Verifica lo que quieras, pero no tardes demasiado. En cuanto al hechizo...depende. No sé lo que quieres hacer, así que no te voy a decir que sí sin más. Has intentado engañarme antes, así que no has sentado un buen precedente. - si ella no se fiaba, yo tampoco.
La preferencia del Consejo hacia mi hermano no me era ajena, aunque dudaba que Darren estuviese interesado en participar. Para él lo único importante era Shyvanna, y su dragón. De todos modos se lo propondría, más que nada por estrategia. - Lástima que no conozcas a Cedric. Es el que mejor caería de todos. - comenté sin negarme a lo de Darren, pero sin dar tampoco una respuesta clara. Primero hablaría con mi hermano. Su siguiente petición me pareció extraña, aunque cuando dijo la palabra hijos en plural pensé en que era un buen avance.
- Aedan seguirá siendo Le Fay. No se pierde tu línea. Y la mezcla de nuestros linajes será muy poderosa. - con eso lo di por zanjado, a la espera de que aclarase mejor a qué se refería con el hechizo. - ¿Alguna cosa más? - hice un gesto con la mano para abrir un armario junto a la mesa, sacando una botella de whisky y un par de vasos. Llené uno para mí y otro para ella, ofreciéndoselo como para finalizar la "negociación". Di un trago en primer lugar, por si no se fiaba.
-Entonces no lo hagas delante de mí, porque la próxima vez te cacheteo- Le espetó con bastante molestia en la cara. Pero no quería pelear por Sean, no quería discutir por un asunto que no le correspondía porque todo lo demás requería demasiada atención. No tuvo nada que decir o hacer cuando soltó aquello de no ser el ser detestable que pensaba -No, no sé quien eres- Le dijo y en sus palabras había un tono extraño. No era fácil de descifrar, ni siquiera para ella misma porque había demasiada certeza en aquellas pocas letras unidas -Pero me quedo más tranquila con ello- Reconoció.
Le sostuvo la mirada cuando la observó, al decir lo de fecundar. No sabía interpretar su mirada, no sabía si quería decirle algo pero no le dio mucho tiempo a titubeo. ¿La parte más sencilla? Él…porque quizás había superado a sus esposas. Pero ¿Ella? Ian acababa de dejarla, el único hombre con el que había estado pero, por encima de todo, un hombre al que aún amaba y de sólo pensar en los labios de Wthyr en su piel le recorrió un escalofrío. Agitó la cabeza con suavidad para quitarse esos pensamientos de encima. - ¿Precedente? Tus dragones intentaron matar a Ian y Aedan en mi propia casa. Así que alguna vez sí has sido detestable y has dañado críos- Le soltó, porque no pudo aguantárselo.
-Escondes a muchos de tus hermanos, por lo visto. ¿Es el menor?- Mencionó lo de Cedric, anotándose el nombre. Ya los tenía a todos: Wthyr, Darren, Shyvanna, Gwen, Lake y Cedric. Aún no estaba segura del orden pero aquello no importaba. Al menos estudiaba la idea de poner a otra persona antes que él. Esperaba que eso fuera suficiente para el Consejo. Cuando habló de los hijos negó con la cabeza -Dime expresamente que respetas que algunos de nuestros hijos serán Le Fay- No dio su brazo a torcer aunque fue acercándose a él al ver el whisky. Quiso hacer una mueca pero la contuvo, no le gustaba el alcohol pero ya había rechazado su mano.
-Dos. El hechizo y… - Se le notó irremediablemente incómoda de repente. Bajó la vista un momento a sus pies como reuniendo algo de valor. Alzó la mirada hacia él acercándose para coger el vaso con la mano libre, ya que en la otra llevaba el báculo -He visto vuestra zona para los dragones. Tenéis muchos y me preguntaba si aquí también estaban los de Ouroboros- Observó el licor, desviando la mirada de sus inquisitivos ojos grises -Tengo un amigo llamado Nekros y la última vez que lo vi fue durante la misión en Francia. Quiero saber si está bien- No diría lo del huevo, no aún. Primero quería saber si estaba bien.
-El hechizo, en todo caso, es sencillo. Quiero que la maldición se presente en nosotros como una marca. Quiero verla… Y cuando la rompamos, quiero verla desaparecer- Dejó el vaso, aún sin tomar, y le quitó el de él. No creyó que pusiera demasiada resistencia y le acomodó la manos con las palmas hacia arriba. Con un golpe de su báculo, a sus pies, el piso muto y la oscuridad creó una runa a su alrededor -Ponte aquí- Murmuró, ubicándolo en el oeste porque con Max había aprendido que estaba vinculado a lo oculto y esa maldición había gastado su maldita magia en mantenerse muy oculta. No lo permitiría nunca más -No sé cómo es tu magia pero… Intenta, simplemente, atraer todo conocimiento y magia que tengas en ella. Trae tu historia- Se acomodó, su piel de ébano desapareció, tenía que concentrarse en lo importante. Colocó el báculo en el centro, sostenido por un pie de materia oscura y vio a Wthyr. Tenía… incertidumbre sobre cómo se sentiría hacer magia con él. Esperaba que no fuera como Ian…Con él era tan distinto y único todo. Inspiró profundamente y deslizó sus manos sobre las del Pendragon, apoyándolas suavemente -Respira profundo…- No se lo decía a él pero no estaba mal que lo hiciera. Entonces cerró los ojos y concentró su magia, el torrente era distinto de otras veces. ¿Tierra antigua? Seguramente. Le temblaron suavemente las manos mientras canalizaba, sintiendo el calor proveniente de aquella llamada y cómo le recorría el cuerpo la magia ancestral…Una que había estado estudiando desde hace meses.
Cuando abrió los ojos, estos brillaban como en otrora, y simplemente empezó a recitar palabras en un lenguaje antiguo, llamando a la maldición para que se doblegara ante ellos y mostrara su verdadera cara. La runa del piso empezó a moverse, pero hacia arriba, como si quisiera enredarse a su alrededor, envolviéndolos en sus lazos de oscuridad mientras Catherine mantenía la concentración en las palabras que estaba diciendo. Se resistía, por supuesto, tras siglos escondida… Apretó las muelas un momento y maldijo interiormente -Deja de bloquearme, Wthyr...Fluye conmigo- le dijo a Wthyr como última medida y le cambió la posición de las manos para que pudieran entrelazar sus dedos y entonces volvió a recitar las palabras. El simple cambió generó lo que esperaba.
Lenta y dolorosamente, la runa empezó a marcarse sobre el lado izquierdo de su pecho. Inexorablemente iba marcándolos con lentitud y Catherine apretó los dedos mientras sentía que el aliento se le escapaba y un par de lágrimas descendían por sus mejillas, pero continuó y continuó recitando hasta que el dolor cesó y la runa quedó marcada en ambos. Parpadeó lentamente y poco a poco fue menguando la cantidad de magia que usaba. Primero la canalización, luego la runa, luego separar sus manos, luego el báculo. Bajó la vista hacia su pecho donde ahora tenía la realidad sobre la maldición, apoyó el trasero en el escritorio para recuperar el aliento. La runa era tan horrorosa como la maldición.
-Definitivamente, malditos-
Le sostuvo la mirada cuando la observó, al decir lo de fecundar. No sabía interpretar su mirada, no sabía si quería decirle algo pero no le dio mucho tiempo a titubeo. ¿La parte más sencilla? Él…porque quizás había superado a sus esposas. Pero ¿Ella? Ian acababa de dejarla, el único hombre con el que había estado pero, por encima de todo, un hombre al que aún amaba y de sólo pensar en los labios de Wthyr en su piel le recorrió un escalofrío. Agitó la cabeza con suavidad para quitarse esos pensamientos de encima. - ¿Precedente? Tus dragones intentaron matar a Ian y Aedan en mi propia casa. Así que alguna vez sí has sido detestable y has dañado críos- Le soltó, porque no pudo aguantárselo.
-Escondes a muchos de tus hermanos, por lo visto. ¿Es el menor?- Mencionó lo de Cedric, anotándose el nombre. Ya los tenía a todos: Wthyr, Darren, Shyvanna, Gwen, Lake y Cedric. Aún no estaba segura del orden pero aquello no importaba. Al menos estudiaba la idea de poner a otra persona antes que él. Esperaba que eso fuera suficiente para el Consejo. Cuando habló de los hijos negó con la cabeza -Dime expresamente que respetas que algunos de nuestros hijos serán Le Fay- No dio su brazo a torcer aunque fue acercándose a él al ver el whisky. Quiso hacer una mueca pero la contuvo, no le gustaba el alcohol pero ya había rechazado su mano.
-Dos. El hechizo y… - Se le notó irremediablemente incómoda de repente. Bajó la vista un momento a sus pies como reuniendo algo de valor. Alzó la mirada hacia él acercándose para coger el vaso con la mano libre, ya que en la otra llevaba el báculo -He visto vuestra zona para los dragones. Tenéis muchos y me preguntaba si aquí también estaban los de Ouroboros- Observó el licor, desviando la mirada de sus inquisitivos ojos grises -Tengo un amigo llamado Nekros y la última vez que lo vi fue durante la misión en Francia. Quiero saber si está bien- No diría lo del huevo, no aún. Primero quería saber si estaba bien.
-El hechizo, en todo caso, es sencillo. Quiero que la maldición se presente en nosotros como una marca. Quiero verla… Y cuando la rompamos, quiero verla desaparecer- Dejó el vaso, aún sin tomar, y le quitó el de él. No creyó que pusiera demasiada resistencia y le acomodó la manos con las palmas hacia arriba. Con un golpe de su báculo, a sus pies, el piso muto y la oscuridad creó una runa a su alrededor -Ponte aquí- Murmuró, ubicándolo en el oeste porque con Max había aprendido que estaba vinculado a lo oculto y esa maldición había gastado su maldita magia en mantenerse muy oculta. No lo permitiría nunca más -No sé cómo es tu magia pero… Intenta, simplemente, atraer todo conocimiento y magia que tengas en ella. Trae tu historia- Se acomodó, su piel de ébano desapareció, tenía que concentrarse en lo importante. Colocó el báculo en el centro, sostenido por un pie de materia oscura y vio a Wthyr. Tenía… incertidumbre sobre cómo se sentiría hacer magia con él. Esperaba que no fuera como Ian…Con él era tan distinto y único todo. Inspiró profundamente y deslizó sus manos sobre las del Pendragon, apoyándolas suavemente -Respira profundo…- No se lo decía a él pero no estaba mal que lo hiciera. Entonces cerró los ojos y concentró su magia, el torrente era distinto de otras veces. ¿Tierra antigua? Seguramente. Le temblaron suavemente las manos mientras canalizaba, sintiendo el calor proveniente de aquella llamada y cómo le recorría el cuerpo la magia ancestral…Una que había estado estudiando desde hace meses.
Cuando abrió los ojos, estos brillaban como en otrora, y simplemente empezó a recitar palabras en un lenguaje antiguo, llamando a la maldición para que se doblegara ante ellos y mostrara su verdadera cara. La runa del piso empezó a moverse, pero hacia arriba, como si quisiera enredarse a su alrededor, envolviéndolos en sus lazos de oscuridad mientras Catherine mantenía la concentración en las palabras que estaba diciendo. Se resistía, por supuesto, tras siglos escondida… Apretó las muelas un momento y maldijo interiormente -Deja de bloquearme, Wthyr...Fluye conmigo- le dijo a Wthyr como última medida y le cambió la posición de las manos para que pudieran entrelazar sus dedos y entonces volvió a recitar las palabras. El simple cambió generó lo que esperaba.
Lenta y dolorosamente, la runa empezó a marcarse sobre el lado izquierdo de su pecho. Inexorablemente iba marcándolos con lentitud y Catherine apretó los dedos mientras sentía que el aliento se le escapaba y un par de lágrimas descendían por sus mejillas, pero continuó y continuó recitando hasta que el dolor cesó y la runa quedó marcada en ambos. Parpadeó lentamente y poco a poco fue menguando la cantidad de magia que usaba. Primero la canalización, luego la runa, luego separar sus manos, luego el báculo. Bajó la vista hacia su pecho donde ahora tenía la realidad sobre la maldición, apoyó el trasero en el escritorio para recuperar el aliento. La runa era tan horrorosa como la maldición.
-Definitivamente, malditos-
Mi garantía de no hacer daño a los críos la dejó aparentemente más tranquila, aunque afirmase que no sabía quién era yo. Claro que no lo sabía...al fin y al cabo éramos dos desconocidos intentando sobrevivir, colaborar para solucionar nuestro problema. Tuvo que soltar el comentario de los dragones atacando a su marido y a su hijo, a lo que solté un leve sonido de hastío. - Ni siquiera iba dirigido a ellos en concreto. La mala suerte de Aedan lo atraería. - mi ceja se levantó levemente al escuchar que escondía a mis hermanos, pues no era así.
- No es el menor, pero suele pasar desapercibido. - por motivos obvios, como no hablar, por ejemplo. También era el más afectuoso de todos los hermanos. Su insistencia con lo de los apellidos me resultó de lo más molesta, aquello tenía un problema de fondo. - Es sembrar futuras disputas por ver quién lleva un apellido u otro. - además, habría que asegurarse de que fuese una prole lo suficientemente numerosa como para que fuesen suficientes herederos Pendragon. Por eso nuestros padres habían tenido tantos hijos. - Primero habrá que ver si conseguimos que sobrevivan y cuántos. Si es así...no lo rechazo por completo. - di un largo trago al vaso de whisky que acababa de echarme, observando que ella no se lanzaba a beber. No debía estar convencida. - No es veneno, si es lo que piensas. - bebí nuevamente, por si no le había quedado claro. Luego negué al nombre que mencionó, no recordaba a ningún dragón de los nuevos que se llamase así. La pregunta me pareció rara, ni siquiera sabía que tuviese amigos dragones. - Aquí no está. Tal vez estuviese fuera de Ouroboros cuando llegamos. - y eso significaba que probablemente estuviese muerto, por culpa de la IA.
Presté mucha más atención a su explicación del hechizo, aquello de las marcas de maldición no me era completamente ajeno. Había visto a uno de nuestros linajes vasallos eliminando maldiciones en forma de marcas, pero no habían podido hacer nada con la nuestra. Debía ser más profunda, aparentemente invisible. - Hazlo. - ordené antes de dejar mi vaso a un lado, dejando que colocase las palmas de mis manos hacia arriba. Bajé la mirada hacia la runa que se había formado a nuestros pies, preparándome para dejar fluir el torrente de mi magia tal y como ella indicaba. Sus manos sobre las mías me parecieron bastante pequeñas, hasta ahora no había notado aquel contraste. Mantuve los ojos abiertos unos segundos más después de que ella los cerrase, pero finalmente intente concentrarme a pesar de sentir cierta desconfianza.
La energía mágica comenzó a canalizarse a través de mi cuerpo, dirigiéndose como una descarga hacia mis manos. Allí hizo contacto con la de Catherine, provocando una sensación de quemazón, como si fuésemos a arder de un momento a otro. Había conexión en la magia, eso era innegable, pero era como una lucha constante en la que había que mantenerse firme. La estaba bloqueando de manera involuntaria, pero lo estaba haciendo. Al abrir los ojos me encontré con los suyos, brillantes y potentes. Los míos cambiaron durante un instante, haciendo que las pupilas se estirasen un momento en forma de rendija vertical antes de volver a ser circulares. Inspiré profundamente acabando con un leve gruñido, aceptando el cambio de posición de las manos e intentando dejarme llevar un poco más. Finalmente pude fluir como ella decía, facilitando que el hechizo prosiguiese al recitar las palabras. Un dolor lacerante se fue instalando en el lado izquierdo de mi pecho. Me mantuve en mi sitio a pesar de ello, sin poder ocultar mi sorpresa al ver la marca que comenzó a materializarse en la piel de ella. Oscura y retorcida, como toda maldición. Ya no quedaba duda alguna.
Me separé de ella lentamente, tomándome unos segundos para recuperar el aliento después de que menguase el caudal de magia. Dirigí mi mano rápidamente al jubón para desabotonarlo hasta poder mirarme la piel. Comprobé que el dolor ardiente que había sentido era fruto de la marca de maldición que había ahora en mi pecho. En cierto modo sentí alivio, ahora sabía que no era sólo una simple obsesión mía.
- ¿Ahora me crees? Dime qué vas a hacer ahora. - debíamos actuar cuanto antes, no podíamos esperar a que pasase el período de prueba.
- No es el menor, pero suele pasar desapercibido. - por motivos obvios, como no hablar, por ejemplo. También era el más afectuoso de todos los hermanos. Su insistencia con lo de los apellidos me resultó de lo más molesta, aquello tenía un problema de fondo. - Es sembrar futuras disputas por ver quién lleva un apellido u otro. - además, habría que asegurarse de que fuese una prole lo suficientemente numerosa como para que fuesen suficientes herederos Pendragon. Por eso nuestros padres habían tenido tantos hijos. - Primero habrá que ver si conseguimos que sobrevivan y cuántos. Si es así...no lo rechazo por completo. - di un largo trago al vaso de whisky que acababa de echarme, observando que ella no se lanzaba a beber. No debía estar convencida. - No es veneno, si es lo que piensas. - bebí nuevamente, por si no le había quedado claro. Luego negué al nombre que mencionó, no recordaba a ningún dragón de los nuevos que se llamase así. La pregunta me pareció rara, ni siquiera sabía que tuviese amigos dragones. - Aquí no está. Tal vez estuviese fuera de Ouroboros cuando llegamos. - y eso significaba que probablemente estuviese muerto, por culpa de la IA.
Presté mucha más atención a su explicación del hechizo, aquello de las marcas de maldición no me era completamente ajeno. Había visto a uno de nuestros linajes vasallos eliminando maldiciones en forma de marcas, pero no habían podido hacer nada con la nuestra. Debía ser más profunda, aparentemente invisible. - Hazlo. - ordené antes de dejar mi vaso a un lado, dejando que colocase las palmas de mis manos hacia arriba. Bajé la mirada hacia la runa que se había formado a nuestros pies, preparándome para dejar fluir el torrente de mi magia tal y como ella indicaba. Sus manos sobre las mías me parecieron bastante pequeñas, hasta ahora no había notado aquel contraste. Mantuve los ojos abiertos unos segundos más después de que ella los cerrase, pero finalmente intente concentrarme a pesar de sentir cierta desconfianza.
La energía mágica comenzó a canalizarse a través de mi cuerpo, dirigiéndose como una descarga hacia mis manos. Allí hizo contacto con la de Catherine, provocando una sensación de quemazón, como si fuésemos a arder de un momento a otro. Había conexión en la magia, eso era innegable, pero era como una lucha constante en la que había que mantenerse firme. La estaba bloqueando de manera involuntaria, pero lo estaba haciendo. Al abrir los ojos me encontré con los suyos, brillantes y potentes. Los míos cambiaron durante un instante, haciendo que las pupilas se estirasen un momento en forma de rendija vertical antes de volver a ser circulares. Inspiré profundamente acabando con un leve gruñido, aceptando el cambio de posición de las manos e intentando dejarme llevar un poco más. Finalmente pude fluir como ella decía, facilitando que el hechizo prosiguiese al recitar las palabras. Un dolor lacerante se fue instalando en el lado izquierdo de mi pecho. Me mantuve en mi sitio a pesar de ello, sin poder ocultar mi sorpresa al ver la marca que comenzó a materializarse en la piel de ella. Oscura y retorcida, como toda maldición. Ya no quedaba duda alguna.
Me separé de ella lentamente, tomándome unos segundos para recuperar el aliento después de que menguase el caudal de magia. Dirigí mi mano rápidamente al jubón para desabotonarlo hasta poder mirarme la piel. Comprobé que el dolor ardiente que había sentido era fruto de la marca de maldición que había ahora en mi pecho. En cierto modo sentí alivio, ahora sabía que no era sólo una simple obsesión mía.
- ¿Ahora me crees? Dime qué vas a hacer ahora. - debíamos actuar cuanto antes, no podíamos esperar a que pasase el período de prueba.
La respuesta de Wthyr le hizo parpadear un instante. ¿Sería la maldición tan fuerte? Aquello le dio aún más mala espina. Recordó las palabras…” Ha visto mucho para su corta edad”. Tragó lentamente. Lo de Cedric no le pareció importante así que lo ignoró. Sobre lo del apellido y las disputas la hizo analizar -Veremos cómo resolverlo- Dijo con resolución, asintiendo. No, su descendencia no acababa con Aedan y más le valía al Pendragon saberlo. No le gustó que hablara de la supervivencia y lo miró directo a los ojos con cierta determinación -No sé tú, pero no voy a permitir que ninguno de mis hijos muera-
Asintió con suavidad a lo de Nekros y pensó entonces en el huevo de Sean, lo había dejado a su custodia y ella se había puesto como loca. Lo llevaría con Sarah. Aún no confiaba en los Pendragon lo suficiente, aunque había sido testigo del cuidado a los dragones y recordaba con cierta curiosidad cómo Giordano había defendido a Shyvanna respecto a las criaturas.
Le pareció extraño que los ojos de Wthyr mutaran, ella era consciente de que los suyos brillaban de vez en cuando, pero el cambio en la pupila… Le dio algo de miedo porque parecía…No, era imposible. Le observó desabotonarse el jubón y miró la marca, tensó los labios brevemente.
-No te preocupes Wthyr, seré tu rompemaldiciones- Respondió en tono plano. Cogió el vaso y miró el líquido, aún respirando lentamente y sintiendo que la runa no sólo ardía en su piel sino que era un peso añadido a su corazón -Y tu yegua purasangre de cría- Bebió el líquido de un golpe e hizo una mueca de asco profundo, tras eso, se incorporó y atrajo los dos papiros, el del vuela pluma y el de su sangre, y desapareció sin decir más.
Asintió con suavidad a lo de Nekros y pensó entonces en el huevo de Sean, lo había dejado a su custodia y ella se había puesto como loca. Lo llevaría con Sarah. Aún no confiaba en los Pendragon lo suficiente, aunque había sido testigo del cuidado a los dragones y recordaba con cierta curiosidad cómo Giordano había defendido a Shyvanna respecto a las criaturas.
Le pareció extraño que los ojos de Wthyr mutaran, ella era consciente de que los suyos brillaban de vez en cuando, pero el cambio en la pupila… Le dio algo de miedo porque parecía…No, era imposible. Le observó desabotonarse el jubón y miró la marca, tensó los labios brevemente.
-No te preocupes Wthyr, seré tu rompemaldiciones- Respondió en tono plano. Cogió el vaso y miró el líquido, aún respirando lentamente y sintiendo que la runa no sólo ardía en su piel sino que era un peso añadido a su corazón -Y tu yegua purasangre de cría- Bebió el líquido de un golpe e hizo una mueca de asco profundo, tras eso, se incorporó y atrajo los dos papiros, el del vuela pluma y el de su sangre, y desapareció sin decir más.
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